Adiós 2016, buen 2017, amigo Dios. Hay faena para todos
He repasado las postales de este año que termina, 2016, y he querido recoger algunas ideas, retomando sus motivos más salientes, para así despedirme en paz, abriendo un camino gozoso (¡con mucha tarea pendiente!) para Dios, para nosotros, este próximo 2017. Así he colocado la imagen convencional del Nuevo Año, para que cada uno la pinte o colore con sus mejores deseos y amores.
Desde ese fondo he recogido siete reflexiones y tareas para el último examen de conciencia del año, hoy, 31 de diciembre. Éste es el día de la gran carrera o Maratón del Papa San Silvestre (¡qué nombre más hermoso!), y así quiero ofrecer a mis lectores siete pasos o motivos centrales, como si formaran parte del Control de Avituallamiento, recogiendo lo mejor de 2016, para seguir caminando el 2017, rompiendo todos la cinta final de la carrera, para seguir caminando.
Ciertamente, Dios no es un “maratón”, sino un camino de paz. Pero es bueno recordar hoy siete momentos o tareas del camino… con la imagen triste de la viuda joven (embarazada de amor) que quiere seguir viviendo para su hijo, como la mujer de Isaías 7. Ponga cada uno a José a su lado, póngase cada uno allí para acompañar a la mujer que es símbolo del 2017:
1. Navidad, nacido de María Virgen, nacido entre los pobres. Ella estaba allí, ella sigue. Por eso esperamos con gozo el 2017.
2. 2016/2017… encarnación, la única frontera es el Reino de Dios. No tenemos que conquistar nada (ni tierras, ni coches, ni dinero…). Que Dios sea la Vida de nuestra vida, ése es el regalo.
3. Dios entra en la vida: María y José, aprender a ser padres… Quería haber puesto a José al lado de María, con una cuna en vez de un cementerio… Pero los hombres tenemos que convertirnos para iniciar de verdad la tarea de Dios.
4. Nacimiento y conversión de Dios (él nos con-vierte). ¿Nace el niño de 2017 sin un padre amoroso a su lado? Pensemos
5. Superar por dentro la injusticia: Dios en el exilio, camino de patria. La imagen nos sitúa ante un campo inmenso… ¿Podremos caminar, con la Madre, para que nazca el niño Dios…?
6. Navidad y todo el año 2017, una mala nueva para los opresores. Eso quiero, que haya malas noticias en el 2017 para los que oprimen a los demás, malas noticias para su negocio de armas, engaño y dinero… para que también ellos puedan convertirse
7. La peor Navidad, una sociedad de consumo a costa de los otros. Tenemos que pasar de la sociedad de consumo a la sociedad de la comunión, de la madre con el padre, del amigo con el amigo, del hombre con el hombre… de todos los pueblos en paz. Feliz 2017. Quien quiera, siga leyendo.
1. Navidad, nacido de María Virgen, nacido entre los pobres.
El credo de la iglesia afirma que Jesús nació de la virgen María (cf. Lc 1, 26-38 y Mt 1,18-25). Esta afirmación, que algunos han interpretado como puro mito de evasión, constituye uno de los signos privilegiados de la irrupción salvadora de Dios en la historia:
Dios nace allí donde una mujer María (acompañada de su prometido José) pone toda su vida al servicio de la Vida de Dios, de la obra de su Espíritu. Por eso, ella es la Virgen, la transparencia de Dios en la tierra…
No tiene nada… y sin embargo lo tiene todo, como pobre entre los pobres según el Canto del Magnificat (Lc 1, 57-66). Ella es Virgen, mujer al servicio de la Vida. Ella es Pobre (¡Dios miró la pequeñez de su servidora…!), y pone su pobreza (¡la riqueza de Dios!) al servicio de la vida de todos.
Así podemos hoy poner nuestra vida al servicio de la Vida de Dios, es decir, del amor y transparencia de Dios. No es malo el dinero como medio de relación, de comunicación de todos… Pero el único dinero que vale de verdad es nuestra propia vida, al servicio de la encarnación de Dios en nuestro mundo.
2. 1916… encarnación de Dios, la única frontera.
Éste es el tema pendiente que nos deja 2016, esta es la frontera… No se trata de conquistar la frontera de Granada (España siglo XV), ni la frontera de un tipo de oriente pretendidamente musulmán (ISIS 2017), ni de conquistar la galaxias… La única frontera pendiente en nuestra vida de Dios.
Desde ese fondo la iglesia ha visto a María, grávida de Dios, como signo de maternidad virginal, como presencia del poder de Dios que engendra y suscita la Vida en Amor, venciendo al Dragón o serpiente venenosa de la muerte, en un mundo amenazado por la prepotencia humana (Ap 12, 1-4).
Dios se encarna por María, rompiendo así aquello que San Juan de la Cruz llamaba la “tela” de este dulce encuentro… Una tela de vida cerrada nos impedía acoger a dejar, dejar que su torrente de de Vida, su rayo de luz, se expresara en nuestra vida. Pues bien, Dios ha querido rasgar esa tela de separación en la vida de María Madre, para culminarla en el momento de la muerte amorosa de Jesús, cuando se rompe y rasga el velo del templo, que es velo de muerte, como saben los evangelio de Mateo y Marcos: ¡Y el velo del templos rasgó en dos… de manera que todo Dios entró en nuestra vida!
En medio de una humanidad que parece condenada a destruirlo todo y destruirse en claves de violencia y peca¬do, de sistema imperial y exclusión de los pobres, nace Jesús, que es el signo de la fuerza de Dios, como sabe el Libro del Emmanuel, que los cristianos han aplicado a su nacimiento. Siendo un débil niño, Jesús es el príncipe de la paz (Is 9, 6), de tal manera que cuando su palabras se expanda por el mundo y todos puedan nacer como él, «habitarán juntos el lobo y el cordero» (Is 11, 6).
3. Dios entra en la vida: María y José nuevos padres…
Los relatos de la infancia de Jesús afirman que María, su madre, concibió por obra del Espíritu Santo. Esa afirmación no puede tomarse en un sentido puramente biológico, pues entendida así la virginidad sería espiritualismo vacío: nacer sólo de mujer es menos perfecto que nacer del encuentro de un hombre y una mujer que se aman y amando hacen posible el despliegue de la vida de Dios.
No es que en el nacimiento de Jesús falte varón: lo que falta es un varón patriarcalista y dominador que entiende el despliegue de la vida como una continuación de su dominio sobre los demás.
En el fondo de los relatos del nacimiento de Jesús se va mostrando, al lado de María, su madre, la presencia de un varón creyente (José), que escucha la voz de la Vida de Dios y que se pone a su servicio. Sólo el diálogo personal de María con la Palabra de Dios hace que ella sea virgen madre de la Palabra de Dios hecha carne (Jn 1, 14). Sólo el diálogo con Dios, es decir, el amor gratuito, al servicio de la gracia de la vida, hace a José virgen padre. Esta “conversión paterna de José”, que el evangelio de Mateo ha desarrollado de un modo especial (Mt 1, 18-25) expresa el milagro de la navidad.
María. Al escuchar a Dios y al pre¬sentarse como Sierva del Señor, para volverse templo de su Espíritu (cf. Lc 1, 35. 38), María empieza a ser la virgen cristiana por la mente (por el corazón), en gesto de afirmación personal en que se in¬cluye el mismo «vientre»; ella es virgen por ser madre que cree y que ofrece a Jesús una vida abierta al amor que se expresa en la solidaridad con los pobres.
José. En la línea anterior, la iglesia ha logrado vincular la fiesta del nacimiento de Jesús con el signo de la Madre de Dios, la “pobre creyente” que es capaz de ponerse al servicio de la Vida. Pero esa misma iglesia, al menos por ahora, no ha logrado integrar el sentido y figura de José, padre virginal, quizá porque la figura de los padres varones sigue estando mucho más vinculada a la violencia de la historia, que Jesús ha venido a superar. Pues bien, sin esta “conversión navideña” de los hombres (representados por José), la Navidad nunca será completa.
4. Nacimiento e historia y conversión de Dios
Jesús no se define sólo por su referencia al padre José, como judío, representante de la ley y del mesianismo de este mundo, que le habría encerrado en la cadena de generaciones siempre repetidas de Israel (cf. Hebr 9), sino que ha superado ese nivel, para situarnos allí donde la vida se abre hacia todos los hombres, en gesto y camino que empieza desde los más pobres. En ese sentido no podemos llamarle, por ahora, sin más Yoshua ben Yosef (hijo de José), porque el viejo signo de José, hijo de David (cf. Mt 1, 20) sigue demasiado vinculado al mesianismo de los triunfadores.
Por otra parte, el nacimiento virginal de Jesús ha de entenderse como encarnación plena del Hijo del Dios creador, en una línea abierta a todos los hombres, pues, como sabe Jn 1, 12-13, todos y cada uno de los creyentes nacen de Dios, superando el nivel de la pura carne y sangre, de la voluntad de poder del varón y de la ley del mundo. Todo nacimiento humano es (ha de ser) en esa línea un nacimiento virginal: Dios mismo nace en cada ser humano, de manera que, si se quiere utilizar ese lenguaje, todos los padres y madres que engendran y acogen la vida en amor son vírgenes.
En ese sentido hablamos de la conversión de Dios, que parecía un Señor de la Ira y la prepotencia (ciertos rasgos del Yahvé de Israel y el Dios de la filosofía occidental), para venir a presentarse como principio de vida y de amor, en la Navidad. Más importante que la “conversión” de María y de José es, en el fondo, esta conversión de Dios, a quien ahora podemos conocer plenamente por Jesús. Por eso, a final de su “relato especial” de la Navidad, el evangelio de Juan nos dice que a Dios no le conocíamos, sólo ahora, por Jesús, podemos conocerle (Jn 1, 18), como Dios de vida
5. Navidad y superación de la injusticia: Dios en el exilio, Dios es Patria
Parece que la ley de evolución de los vivientes hace triunfar a las especies que mejor se adaptan, imponiéndose por encima de las otras. También la historia humana se vincula a la victoria de los fuertes, de manera que nacen y se desarrollan los que mejor luchan y vencen en la guerra de la historia. Algo de eso había presentido una tradición cristiana que interpretaba todo nacimiento como expresión de violencia carnal y pecado, pues «el mayor pecado del hombre es haber nacido» (así pueden afirmar San Agustín y Calderón de la Barca, los gnósticos antiguos y muchos budistas).
Pues bien, en contra de eso, la concepción y nacimiento de Jesús nos sitúan en el lugar de la gran inversión de la historia: allí donde la vida se concibe y expande en gratuidad de amor, no en deseo violador. Los cristianos que, de un modo o de otro, han entendido la concepción y nacimiento en línea de pecado siguen en la línea del dualismo apocalíptico, donde todo nacimiento es violación diabólica (como supone la tradición de Henoc).
Ciertamente, la iglesia sabe que Jesús no ha nacido por violación, sino por presencia amorosa del Espíritu de Dios, de tal manera que, como dice su madre en el Magnificat, él ha de abrir un espacio y camino de vida para los pequeños y los pobres, los hambrientos, derrotados y aplastados de la historia (cf. Lc 1, 46-55); con ellos nace, a favor de ellos quiere vivir, para que todo nacimiento humano sea nacimiento desde Dios.
Jesús nace con los exiliados de la historia, como sigue sabiendo el relato de Mt 2, 13-15, cuando añade que José tuvo que refugiarse en Egipto, con María y el niño, para liberarse y librarles de la política oficial de los que sienten amenazado su trono cuando nace el verdadero rey, es decir, cuando los hombres empiezan a vivir como libres. La primera Navidad fue mala noticia para Herodes y los prepotentes del mundo (Mt 2); mala noticia para los “instalados” de Belén, que no le recibieron. Por eso, él, Jesús, con José y María, celebró su Navidad entre los expulsados (pastores) y entre los perseguidos (huyendo a Egipto)
6. Navidad, una mala nueva para los opresores.
Nació Jesús de la gracia de Dios y de la gracia de María su madre (de sus padres), para que todos los hombres y mujeres de este mundo puedan nacen en un mundo de paz, abiertos al amor y al despliegue generoso de la Vida. Así lo puso de relieve H. Arendt, superviviente del holocausto nazi, pues sabía que sólo si aprendemos a nacer de un modo distinto, no para la seguridad y consumo del sistema homicida (Herodes), seremos capaces de sobrevivir, pues de lo contrario moriremos todos en los campos de concentración de los nuevos sistemas, que sólo nos dejan nacer como esclavos al servicio de su consumo. Este es el evangelio del nacimiento del Hijo de Dios, que Lc 2, 8-14 ha proclamado con palabras que evocan y superan el nacimiento de los emperadores del viejo mundo que se empeña en engañarse y matarse.
Mirada de esa forma, la celebración de la Navidad, fiesta de padre y niños que engendran y nacen en amor, puede y debe convertirse en mala noticia para los representantes del sistema que, hoy como antaño, no quieren que nazca Moisés (Ex 2, 1-8), ni que nazca Jesús (Mt 2). Por eso, el Libro del Emmanuel, que ha servido a la iglesia para entender el nacimiento de Jesús, se dice no sólo que ha nacido el Príncipe de la paz (Is 9, 5), sino que él ha roto la vara del opresor, el yugo de su carga (Is 9, 3). Como suele suceder con frecuencia, los opresores de este mundo quieren adueñarse de la Navidad, convirtiéndola en un momento más de su gran feria de opresiones, al servicio de su consumo.
7. La peor Navidad, una sociedad de consumo a costa de los otros
Lo peor que se puede hacer con la Navidad no es dejar de creer en Dios, sino dejar de creer en el camino de la Vida, desde los más pobres, desde los expulsados… Lo peros es convertir la Navidad en una fiesta de la sociedad de consumo, al servicio de los ricos, para envidia de los pobres.
La Sociedad de Consumo (nuestro dios) ha destruido casi la Navidad Cristiana, convirtiéndola en fiesta de la apariencia rica, de la búsqueda de riqueza a costa de los demás, del gran consumo. Pero el Dios que nace en Jesús, entre los pobres, es más fuerte que el gran consumo.
El Dios que nace en Jesús y en cada niño abierto al amor es más fuerte que todas las violencias de la historia humana. Por eso, la navidad puede y debe convertirse en mala noticia para los que se valen de todos los medios, incluso de los religiosos, para oprimir a los pobres.
Sólo en esa línea puede ser fiesta de Familia Humana, de la gran familia de los hijos de Dios que Jesús vino precisamente a reunir a los hijos de Dios dispersos por el mundo (Jn 11, 52).
En ese sentido he querido decir que la Navidad es buena noticia para los pobres, a pesar de que ahora, en este momento, ellos sufran la Navidad como un asalto más de la sociedad de consumo… Ellos sufren estos días, viendo el gran despilfarro, pero pueden esperar, porque saben que Jesús está con ellos, de manera que tienen un futuro.
En ese sentido he querido decir que la Navidad es mala noticia para los ricos, pues su tiempo acaba y su camino llena a la muerte no a la vida.
Conclusión
— La Navidad y la Vida ha sido y es Buena Noticia para el conjunto de los hombres, una noticia que la Iglesia repite cada año, en estas fechas. Por encima de todo lo que pasa, de todo lo que algunos dicen y hacen (decimos y hacemos), la Navidad y todo el año ha sido tiempo de Bienaventuranza y vida, que empieza con la voz de Jesús que sigue proclamando: ¡Felices vosotros, los pobres…!
— Pero la navidad puede y debe ser mala noticia para algunos: ¡Ay de vosotros, los ricos, los ahora saciados!. Dios no ha venido a matar a nadie, pero en su venida se descubre el pecado de aquellos que viven (vivimos) por puro egoísmo, convirtiendo al mismo Dios en excusa para nuestro egoísmo y despilfarro.
La misma Navidad (con sus grandes valores de ilusión, reunión familiar, noche de esperanza) se ha convertido en fiesta de olvido de los pobres (fiesta que se expande, sobre todo en la noche del fin de año). Hace falta que venga un profeta como Juan Bautista y nos diga que esta celebración de la Navidad puede ser anti-cristiana:
¡Hay de vosotros… hay de nosotros…
si no dejamos que la paz se extienda sobre el mundo,
si matamos la vida que nace,impidiendo el gozo de los pobres,
si dedicamos nuestra vida a condenar a los demás,
destruyendo a los distintos y extranjeros, creando miseria!
¡Hay de nosotros si, en vez de Nacimiento,
celebramos en estos días Muerte!
Desde ese fondo, como examen de conciencia de Fin de Año 2016, he querido exponer siete rasgos fuertes de lo que ha sido este tiempo, en este fin de año 2916.
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