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Dom 11. XII. 16. Se alegrarán el páramo y la estepa

Domingo, 11 de diciembre de 2016

dsc03930Del blog de Xabier Pikaza:

Domingo 3º de Adviento. Ciclo A. Año impar. Sigo insistiendo en el profeta Isaías, gran profeta de Adviento, como en los domingos anteriores.

Éste es el domingo del gran gozo, tiempo de esperanza que expresa de un modo especial en el rollo de Isaías, que constituye el primer Evangelio Cristiano, retomado este domingo por el mismo Jesús, en su respuesta a los discípulos del Bautista:

Los ciegos ven, los cojos andan…
y a los pobres se les anuncia la buena, la alegre, noticia (Mt 11, 2-4).

Éste es el domingo de la alegría cósmica, que supo anunciar como nadie el autor de esta parte del libro de Isaías:

El desierto y el yermo se regocijarán,
se alegrarán el páramo y la estepa,
florecerá como flor de narciso…

Ésta es la alegría que se empieza expresando en la misma realidad del mundo… La alegría del adviento, que hoy quiero recoger y proclamar en el comentario que sigue.

Imagen 1. Rollo de Isaías en el Santuario del Libro del Museo de Jerusalén. Texto intacto del rollo de Isaías, de más de 2000 años de antigüedad, encontrado en las grutas de Qumrán. Este Santuario del Libro, precisamente con Isaías en su centro, es para los judíos en lugar más sagrado de Jerusalén (con las piedras en ruinas del muro de las lamentaciones del templo. Cayó el Templo, sigue el Libro.

Imagen 2. Miguel Ángel: Profeta Isaías en la Capilla Sixtina de Roma.

1. Texto base: Is 35, 1-6.10
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Los especialistas afirman que es un texto de la tradición posterior, vinculada al 2º Isaías, que recoge gran parte de los textos de la gran esperanza israelita, relacionada con la vuelta del exilio y con el restablecimiento del pueblo en la Nueva Tierra de las promesas.

(a) Ésta es una alegría cósmica: el mundo entero se transfigura al paso de los elegidos, de los rescatados de Dios.

(b) Ésta es una alegría personal, que se expresa en la presencia y acción de Dios, que viene y realiza su obra.

(c) Es una alegría que estalla y se manifiesta en forma de curación de los enfermos.

Así anuncia Isaías:

a. El desierto y el yermo se regocijarán,
se alegrarán el páramo y la estepa,
florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría.
Tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarón.
Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios.

b. Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes;
decid a los cobardes de corazón:
“Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios,
que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará.”

c. Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán,
saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará.
Volverán los rescatados del Señor,
vendrán a Sión con cánticos:
en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría.
Pena y aflicción se alejarán (Isaías 35,1-6a.10)

2. El evangelio de Isaías

En ese contexto he querido poner de relieve el tema del evangelio en Isaías. Evangelio se dice en hebreo, besorah, que significa ya buena noticia, anuncio de victoria y libertad para los hombres. Sin embargo, ese nombre no ha tomado un contenido teológico impor¬tante en el Antiguo Testamento. Importante ha sido, sin embargo, dentro de Isaías, el verbo bissar que significa anunciar noticias buenas y gozarse en ellas.

De manera especial se ha utilizado el verbo en su forma de participio activo, mebasser, que significa “¬evangelizador“: es decir, el que anuncia la buena noticia escatoló¬gica de Dios, es el heraldo o mensajero de la liberación final para los hombres.

Este es el sentido que recibe la palabra en el Segundo Isaías (Is 40-55), allí donde culmina la historia más profunda de la profecía israelita. Precisemos el momento.

Estamos entre el 550 y 540 a. de C. Los judíos deportados en Babel se mueven entre el fracaso de la desesperación y las diversas ilusiones falsas, de carácter escapista. Un profeta de nombre desconocido, que la tradición ha situado en la línea del antiguo Isaías¬, eleva su voz fuerte de esperanza y exigencia. A su entender¬, el tiempo del castigo y de la ruina se ha cumplido; se abre un tiempo nuevo de revelación de Dios y de camino para el pueblo (Is 40, 1-4). Sobre ese mismo fondo, con palabra poderosa, ¬que va delimitando el ritmo nuevo de la creación de Dios, este profeta presenta su evangelio:

Súbete a un monte elevado, evangelizador de Sion,
grita con voz fuerte, evangelizador de Jerusalén;
grita con fuerza, no temas, di a las ciudades de Judá:
¡Aquí está vuestro Dios!
Mirad: el Señor Yahvé se acerca con poder,
su brazo ejerce dominio sobre todo.
Mirad: él trae su salario y su recompensa le precede (Is 40, 9-10).

Esta es la buena nueva de Dios que anuncia el mebasser o evangelizador. Es la buena nueva de la libertad que resuena poderosa sobre el mundo de opresión y cautiverio de los hombres. Ese mebasser que el texto griego de los LXX ha traducido rectamente como euangelidsomenos o evangelizador aparece como un personaje misterioso, de carácter poético-religioso.

Ciertamente, es más que un hombre en el sentido normal de la palabra: es como un ángel de Dios, es su presencia gozosa y creadora entre los hombres. El ángel vuela y se presenta en las montañas que rodean a Sión, ciudad de ruinas y de llanto, prego¬nando allí la gran noticia de la venida de Dios. El Dios que parecía haberse diluido en la derrota de su pueblo, el Dios vencido y cautivado del exilio, llega y se desvela de manera creadora, transformante. Por eso, el mensajero anuncia su llegada en gesto victorioso de evangelio.

¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del evangelizador
que anuncia la paz, del evangelizador bueno que anuncia salvación!
De aquel que dice a Sión: ¡Reina tu Dios!
Escucha la voz de los vigías, que cantan a coro
pues contemplan cara a cara a Dios que vuelve a Sión.
Cantad a coro ruinas de Jerusalén…
pues los confines de la tierra verán la victoria de nuestro Dios
(Is 52, 7-10).

3. Evangelizador y profeta: El Siervo de Yahvé

El gran evangelizador del Segundo Isaías es el Siervo de Yahvé

Yo, Yahvé, te he llamado para la justicia,
te he tomado de la mano y te he guardaré y te he constituido:
alianza del pueblo y luz para las naciones
Para que abras los ojos a los ciegos
y saques de la cárcel a los presos
y de la prisión a los que moran en las tinieblas (Is 42, 6-7).

El exilio en Babilonia se interpreta así como una cárcel donde los israelitas se encuentran encerrados, sir poder desplegar su vida en libertad. Ellos están como en prisión: moran encerrados, bajo la tiniebla de unos muros que no les permiten ver el sol. Lógicamente, la primera tarea del Siervo, delegado de Dios en la tierra, será la de ofrecer libertad a esos cautivos y/o presos israelitas, para que pueden desplegar su vida en libertad. Esta es la utopía social del Segundo Isaías, que entiende y promueve la vida de los hombres y mujeres de su pueblo como gran marcha que lleva, a través del desierto de la vida actual, hacia el futuro de la libertad.

Así dice Yahvé, el que me constituyó Siervo suyo
desde el seno materno,
para que trajese a Jacob, para que reuniese a Israel…
Te he guardado y te he constituido alianza del pueblo,
para restaurar la tierra, para repartir heredades asoladas,
para decir a los presos: Salid;
a los que están en tinieblas: Venid a la luz.
Por los caminos pacerán, y en todas las alturas desoladas pastarán…
Convertiré mis montes en camino, y mis senderos se nivelarán.
Mira, éstos vendrán de lejos;
unos del Norte y Poniente, otros de Sinim (Is 49, 5, 12).

4. El profeta del evangelio

Después de la vuelta del exilio, la nueva sociedad, que está surgiendo en Jerusalén, con la restauración sacral y el triunfo de un sistema religioso, centrado en el poder de los sacerdotes y el culto del templo, está creando una nueva forma de opresión. En contra de ella eleva su voz el profeta:

[Principio] El Espíritu del Señor Yahvé está sobre mí,
porque Yahvé me ha ungido, me ha enviado:
[Tareas] – para evangelizar a los oprimidos
– para vendar los corazones quebrantados,
– para proclamar la liberación de los cautivos
y a los prisioneros apertura de la cárcel para proclamar el Año de Gracia de Yahvé
y un Día de Venganza para nuestro Dios
– para consolar a todos los que están de duelo…
(Is 61, 1-3)

5 .Jesús retoma el mensaje de Isaías: Evangelizar a los pobres

Desde ese fondo se entiende el mensaje de Jesús, el evangelizador de Dios. El Evangelio cristiano no ha planteado el tema en clave abstracta, sino en el contexto de un diálogo de Jesús con los mensajeros del Bautista, que le preguntan si es él “el que ha de venir”. Jesús responde:

[Principio] Id y anunciadle a Juan lo que habéis oído y habéis visto:
[Obras] – los ciegos ven,
– los cojos andan,
– los leprosos son curados,
– los sordos oyen,
− los muertos resucitan
− y a los pobres se les anuncia la buena noticia
[Conclusión] y dichoso aquel que no se escandalice de mí (Mt 11,4-6)

Estas palabras, quizá recreadas por la tradición eclesial, testifican una experiencia y enseñanza originaria de la iglesia. Asumiendo el mensaje de una vieja profecía (cf. Is 35, 5-6; 42, 18), Jesús ha interpretado la llegada del reino como liberación integral del ser humano, como sanación completa de los individuos y transformación de la sociedad. Él ha podido proclamar esta palabra porque ha ido curando a los humanos, haciéndoles capaces de vivir en libertad, de realizarse de manera autónoma, en gesto de fe profunda y creadora (cf. Mt 9, 36;14, 14 par). Desde este fondo se pueden entender las necesidades humanas y de los gestos proféticos de Jesús:

Curaciones, en la línea por Is 35, 5-6; 4l, 7; etc. Es indudable que Jesús ha curado a hombres enfermos (cojos y ciegos, ¬sordos y leprosos) en actitud de misericordia y de servicio activo, en gesto de evangelio. ¬
Evangelio, en la línea de Is 61, 1. Las curaciones se expanden y vienen a mostra¬rse como signo (y prueba) de un anuncio gozoso más extenso: es portador del evangelio de Dios. Evi¬dentemen¬te, estos pobres son los pobres-hambrientos-llorosos de las bienaventuranzas (de Lc 6, 20-21 y de Mt 7, 1-6).

− En ese contexto puede hablarse de resurrección de los muertos. Esa palabra se puede interpretar de dos maneras: ¬como promesa histórica del propio Jesús que al realizar las curaciones y anunciar el reino a los pobres está abriendo el camino de la resurrección final de los que han muerto; o como confesión pascual de la iglesia que ha visto ya anunciado y realizado el gran misterio de la resurrección de los muertos en el mismo gesto las obras y promesas de Jesús. Sea como fuere, lo cierto es que la resurrección final, que luego será centro del mensaje pascual de la iglesia, sólo puede entenderse y proclamarse allí donde se asume el camino de Jesús y su evangelio dirigido hacia los pobres.

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