El cura que me negó la comunión en la mano en el Vaticano
Pues puede preguntar cómo nos sentimos muchas personas a las que estos curas nos niegan la comunión por ser personas LGTBI…
Nunca me había sentido tan maltratado por un cura. Y, además, en el Vaticano, con el Papa a unos 50 metros, los nuevos cardenales a 40 y en la clausura del Año de la Misericordia. Un cúmulo de circunstancias que elevaron la anécdota a categoría. La anécdota: Un sacerdote que se niega en rotundo a darme la comunión en la mano. La categoría: La negativa a cumplir con un derecho de los fieles en pleno corazón de la cristiandad.
En el momento de la comunión de la solemne misa de clausura del Jubileo de la misericordia, me acerqué a comulgar a uno de los curas que la repartía en el ‘sagrado‘ (la parte alta de la plaza, justo enfrente del altar) de la plaza De San Pedro. Me puse en la fila como los demás fieles y, al llegar ante el sacerdote, estiré las manos, con la izquierda colocada sobre la derecha, como mandan los cánones litúrgicos. Y de pronto vi que el cura hacía caso omiso a mis manos suplicantes e intentaba meterme la hostia en la boca casi a la fuerza.
De entrada, me quedé sorprendido y casi sin poder reaccionar. Cuando me repuse y, mientras el cura seguía con sus maniobras, le dije:
-Padre, quiero comulgar en la mano
-No se puede, oí que me contestaba en perfecto español.
-Tengo derecho a comulgar en la mano.
-No, no puede. El papa lo prohibió en 2008
-Por favor, deme la comunión…
Ante mi insistencia y su negativa, el cura dio tres pasos hacia el costado y me dejó allí, solo, compuesto, con mis manos suplicantes extendidas y sin el cuerpo de Cristo.
Me sentí tan mal que empecé a caminar, cabizbajo, hacia mi silla. Al instante reaccione y regresé para hacerle una foto al sacerdote que había frustrado mi derecho a comulgar en la mano. Éste es el cura prepotente, al que quizás nuestros lectores puedan identificar.
Allí mismo, alguien me dijo que creía que era un cura valenciano de los Kikos, pero no lo puedo asegurar.
Lo denuncio públicamente por lo humillado que me sentí, pero sobre todo para que, si es posible monseñor Marini o a quien le corresponda hacer la elección de los curas que reparten la comunión, les dejen claro que, con el debido respeto, se puede comulgar de las dos maneras. Indistintamente, según el buen saber y querer del comulgante.
No es la primera vez que nos llegan a RD quejas de este tipo sobre sacerdotes que se niegan a dar la comunión en la mano. Tanto de curas de España como de Roma. Yo mismo fui testigo de la misma humillación a otras personas, siguiendo las celebraciones Vaticano en directo, como solemos hacer habitualmente.
El domingo lo viví en carne propia. Y he de confesar que me sentí perplejo y dolido. Me duele todavía más que estas cosas sigan pasando en el pontificado del Papa de la misericordia y precisamente el día de la clausura del año de la misericordia.
Curas a la contra. Curas resistentes. Curas que se creen funcionarios de lo sagrado, para decidir las normas a su albur. Curas formateados según las pautas del ‘antiguo régimen’ y a los que les cuesta mucho cambiar de chip. O simplemente, se niegan a hacerlo. No quieren oler a oveja ni servir al pueblo.
Les repatea la primavera De Francisco y quieren que no cuaje y que se convierta en una mera tormenta de verano. Curas a los que hay que repetir, una y mil veces, mi letanía favorita: “Nadie puede parar la primavera en primavera”. Es el soplo renovador del Espíritu.
El cura que me negó la comunión en la mano todavía no se ha enterado. Y ya llevamos tres años y pico con ella. Y lo que le queda, porque es irreversible. El obispo del que dependa este cura tiene tarea. ¿Quién será?
José Manuel Vidal
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