“La tumba de Jesús: Mensajes y enigmas”, por José Luis Ferrando Lada
Hace unos días, por primera vez en cientos de años, la piedra de mármol sobre la tumba de Jesucristo en la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén fue levantada como parte de las renovaciones que están realizándose en el lugar santo. La renovación de la estructura empezó hace varios meses después de que se alcanzó un acuerdo histórico entre las tres iglesias principales –la ortodoxa griega, la católica y la armenia– que comparten un acuerdo de “statu quo” en Jerusalén.
Los funcionarios de antigüedades advirtieron sobre el estado de la estructura. A raíz de esto, los representantes de las tres iglesias que participan en el funcionamiento del sitio comenzaron a celebrar negociaciones y, finalmente llegaron a un acuerdo. Según este, la renovación estaría dirigida por la Universidad Técnica Nacional de Atenas bajo la supervisión del Patriarcado Ortodoxo Griego y la Custodia de Tierra Santa de los Franciscanos.
La renovación es sustancial e incluye el desmantelamiento de los cables metálicos puestos por los británicos, en 1947, y poner grandes barras de metal en el interior de las columnas y la inyección de materiales similares al cemento dentro de las grietas y hendiduras en las piedras para reforzarlas.
Parte de la estructura en sí también se puede desmontar para ser restaurada de forma independiente antes de que se vuelva a colocar en el lugar sagrado. Una renovación a fondo para preservar este lugar sagrado. El hecho de levantar la losa ha suscitado en Jerusalén y en todo el mundo no sólo grandes emociones y expectativas, sino también leyendas urbanas, alimentadas por la imaginación y la creatividad. El cine y la literatura están llamando a la puerta… Tiempo al tiempo.
En cualquier caso, a mis profesores Virgilio Corbo y Bellarmino Bagatti, les hubiera gustado estar presentes en el momento del levantamiento de la losa. Corbo es de los últimos en realizar un amplio estudio del área del Sepulcro, publicado por el Estudio Bíblico de los Franciscanos de Jerusalén en cuatro volúmenes, pero siempre en las áreas cercanas, nunca en el interior del templete. Por eso, desde la arqueología será tan importante el estudio de todo el material existente debajo de la losa y alrededores.
Sin duda, el trabajo de mi compañero Eugenio Alliata, arqueólogo encargado por los Franciscanos del seguimiento de las obras y del estudio de esa área, será decisivo.
Es muy importante, sobre todo, autentificar el trabajo realizado por los arquitectos de la época constantiniana, siglo IV, al desmantelar la zona de la “Aelia Capitolina” del emperador Adriano (siglo II), que escondía debajo los monumentos sagrados del Calvario y del Santo Sepulcro. Esto es fundamentalmente el “quid” de la cuestión.
Ahora hay que dejar que la arqueología trabaje con tranquilidad y sosiego, al margen de los posibles sensacionalismos, siempre tendenciosos. El momento para realizar un re-estudio de la zona con las modernas tecnologías es desde luego óptimo, por eso antes de avanzar cualquier conclusión será importante una serena espera. El enigma más importante es corroborar todos los datos literarios y arqueológicos en torno al Santo Sepulcro, desde los primeros tiempos de la Iglesia hasta nuestros días.
Algunas especulaciones teológicas en torno a la Resurrección que se han suscitado en estos días, desde ámbitos fundamentalistas, están bastante obsoletas. Estamos ante un sepulcro siempre vacío. Así ha sido y así será…como dice mi amigo, Jesús Bastante: “A la espera de más detalles, lo cierto es que el misterio sobre la muerte y Resurrección de Jesús continúa. Y también que, más allá de un cuerpo o no, la verdad de la fe se basa en el mismo relato de Lucas: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado”.
Evidentemente, aún teniendo en cuenta el grave deterioro del monumento, el hecho de ponerse de acuerdo las tres grandes Iglesias en la restauración del mismo es un gran mensaje ecuménico. En un lugar, en el que cada milímetro cuadrado está en disputa, es un milagro esta posibilidad.
Sin duda, el ecumenismo práctico que propugna el Papa Francisco está contribuyendo a estas iniciativas. Esperemos que desde ahora desaparezcan esas escenas de violencia por los conflictos de uso y propiedad de los santos lugares. No me cabe la menor duda, que el anterior Custodio, y actualmente, Administrador Apostólico del Patriarcado de Jerusalén, Pizzaballa, habrá contribuido positivamente a esta iniciativa.
No estaría de más que cundiera el ejemplo en Jerusalén y en Tierra Santa para que algunos otros lugares, que están pendientes desde hace siglos, pudieran ser examinados de manera sistemática por los arqueólogos. Por ejemplo: la Tumba de los Patriarcas en Hebrón o el área de Templo de Jerusalén. Esto, hoy por hoy, es utópico. La ciencia y la fe todavía casan mal en esas tierras. Sin olvidar la situación política del conflicto palestino-israelí, en su vertiente de la disputa por la propiedad de los lugares santos, en permanente discusión en la UNESCO.
En cuanto a la restauración sería importante -aun manteniendo el misterio del sepulcro vacío- que desde las nuevas tecnologías constructivas se facilite la visibilidad de la tumba y del acceso a los millones de peregrinos que visitan este lugar sagrado. Un sistema de acristalamiento sólido, parecido al que se encuentra en el Calvario, y que permite ver la roca sería ideal. Eso eliminaría a muchos curiosos, que se conformarían con la visión del lugar, y dejaría más espacio para los peregrinos, que a veces en condiciones deplorables, tienen que esperar horas y horas para entrar. Aunque lo previsto, al parecer es, después de reforzar cada elemento deteriorado, mantener el templete actual, a pesar de que estéticamente no sea lo más deseable.
José Luis Ferrando
Fuente: Religión Digital
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