Dom 20.11.16. Cristo Rey. Allí donde todos son reyes
Domingo de Cristo Rey (Lucas 23, 35-43). No es rey el que domina sobre los demás, aunque lo haga bien, sino aquel que no lo hace, que no domina, no se impone, sino que da la vida (deja que se la quiten) para que pueda llegar el paraíso, para otros puedan vivir, para que amanezca el día de la nueva humanidad reconciliada.
Así decimos que Cristo es (será) rey allí donde todos son reyes, no rebajando a los demás, sino elevándolos, para que todos tengan dignidad, compartan la vida, reinen siendo hermanos, amigos, enamorados.
Termina el año litúrgico con la fiesta de Cristo Rey del Universo, termina donde empieza la tarea de los seguidores de Jesús. He venido hablando en este blog del Reino como experiencia de gratuidad, como don y regalo de vida (vida compartida), a partir de los pobres.
Pues bien, Cristo es Rey allí donde todos son reyes, allí donde la vida puede expresarse en forma de encuentro y comunión de amor eterno, sin fin.
Hoy añadimos que sólo es rey aquel que está dispuesto a morir y muere, de algún modo, al servicio de los demás, para que llegue el “paraíso”. Desde ese fondo han contado los evangelios la muerte de Jesús, como triunfo de aquel que ha perdido todo (se ha dejado matar) para que los hombres (todos) puedan ser reyes.
Ser Rey como Jesús significa renunciar a dominar sobre los demás. Ser Rey es regalar la propia vida para que vivan otros… pudiendo ofrecer de esa manera el paraíso, como el Jesús de Lucas que le dice al “buen” bandido: ¡Hoy estarás conmigo…”.
Esto es el reino, no un paraíso de evasión sino de comunión y perdón universal, no sólo entre enamorados, sino entre todos, porque el perdón es principio y sentido del amor enamorado.
Éste es el día en que se anuncia con más fuerza el Paraíso, que consiste en comenzar a ser como Jesús, regalando y compartiendo la vida.
Hoy nos cuesta decir que Jesús es Rey, porque vivimos en un mundo de reyes de mentida, de engaños políticos, de opresiones. Por eso sería bueno empezar diciendo que Jesús es Rey para que nadie pueda reinar sobre los otros con opresión y mentida.
Buen día de Jesús que es rey porque renunció a dominar a los demás.
El texto
Los relatos de la muerte de la muerte de Jesús en los evangelios siguen perspectivas diferentes.
Marcos y Mateo destacan más el drama abismal de la muerte del Cristo (Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?).
Lucas y Juan han elaborado una catequesis de la muerte de Jesús como triunfo del Cristo, que reina ya desde la Cruz (Juan) o que culmina allí su camino de recreación del paraíso, es decir, de creación de la humanidad reconciliada. Aquí quiero presentar y comentar brevemente el relato de Lucas (Lc 23, 35-43), distinguiendo sus seis elementos:
1. (Sacerdotes). En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo: A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.
2. (Soldados). Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: “Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.”
3. (La sentencia oficial). Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: Éste es el rey de los judíos.
4 (Un malhechor) Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
5. (Otro malhechor) .Pero el otro lo increpaba: ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibirnos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada. Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues en tu reino.
6. (Paraíso) Jesús le respondió: Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.
1. Sacerdotes.
En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo: A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.
El texto les llama los “arkhontes”, es decir, los que tienen la “arkhe” o principado religioso y social, la primacía. Son por el contexto y por su palabra los grandes sacerdotes que han condenado a Jesús. Conforme a una visión teológica y simbólica normal de aquel momento aparece como “arkhontes malos”, ángeles perversos, rectores del orden religioso manipulado por el Diablo. Ellos son los que tienen la autoridad para decir quién es el Mesías de Dios, el Elegido… y deciden que Jesús no lo es, porque se deja matar en vez de “salvarse” a sí mismo. En el fondo, piensan que el elegido de Dios tiene ser un “egoísta”, alguien que se salva a sí mismo, siendo capaz de matar a los otros para ello: ¡matar a los que le matan y así vengarse!
Son profesionales de la violencia (son los que sacrifican…), profesionales de la victoria de Dios. Quieren vencer siempre, mantenerse por arriba: su Cristo es el vencedor de Dios y de esa forman quieren vencer ellos. Se creen superiores y, de esa forma, se ríen de los derrotados y vencidos. De esa forma, al burlarse de los caídos, muestran su maldad y su miseria. Piden al Cristo que les haga vencer, son funcionarios de la muerte: son arkhontes del diablo, perversión suprema de la humanidad. ((Nota: no se hagan fáciles comparaciones con los arkhontes de las religiones actuales ¿…?)).
2. Soldados
Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: “Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
Son los “stratiôtai”, los estrategas de la violencia oficial del imperio, que quiere dominar sobre la tierra con las armas. Son los representantes del Imperio Romano y se unen también a los “arkhontes” de la religión, pero sólo de un modo parcial… Es como si ellos no entraran del todo en el juego… Por eso, ellos dicen desde fuera “si eres Rey de los judíos”… Los arkhontes hablaban en lenguaje más religioso del “Mesías de Dios, del Elegido”. Los soldados hablan de un “rey de los judíos”. Ellos están al servicio del César, que es rey de Roma, no pueden aceptar otros reyes, por eso les han encargado que maten a éste y lo hacen… Pero tienen cierta compasión y, en medio de la burla, le ofrecen “vinagre” para calmar su sed (y quizá para adormecerle, aunque no es claro).
Es evidente que los soldados ejercen la violencia… pero ésta es una violencia que no nace de ellos, sino de los arkhontes. Es como si el poder militar estuviera al servicio de la religión, es decir, de una ideología falsa… Ellos son unos pagados: hacen lo que les manda; son unos “mercenarios”, les pagan para matar y de esa forma matan. Desde ese fondo se puede recuperar la figura del “jefe de soldados” que dirá más tarde, al ver morir a Jesús: ¡En verdad, éste era un justo! (Lc 23, 47). En este contexto se podrá hablar de una “conversión” de los soldados, pero no de los arkhontes… que se mantienen hasta el final en su actitud de burla y menosprecio, pues su Dios es incompatible con el de Jesús… ((Otra nota: ¿también aquí hay que cuidarse de no trazar comparaciones fáciles con la actualidad…? ¿Quiénes son hoy los soldados y quiénes los arkhontes?)).
3. La sentencia oficial
Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: Éste es el rey de los judíos.
Éste es el dato histórico indudable… Los arkhontes y soldados… pueden burlarse de Jesús, a su manera… Pero hay alguien que ha puesto un letrero…
Ese alguien es sin duda el Gobernador Romano, que ha condenado a Jesús porque, de una forma u otra, le ha visto como “Rey de los Judíos”. Le ha condenado por “política”, porque es contrario al Reino del César. Es posible que hayan intervenido los arkhontes, acusando a Jesús, pero Poncio Pilatos, como jurista romano, no puede poner en la sentencia: ¡Condenado por ser el Mesías de Dios, el Elegido! Nunca Roma hubiera aceptado esa condena, pues Roma no se metía en asuntos de mesianismo religioso… a no que se pudieran traducir en forma política.
Pues bien, este mesianismo de Jesús se traduce en forma política. Jesús aparece ante Pilatos como Rey Judío…, un rey a quien él quizá no entiende, pero que puede acabar siendo muy peligroso para su imperio. Estos “males” hay que atajarlos de raíz, y así los ataja Pilatos, condenando al que aparece como Rey de los Judíos. Esta es una sentencia paradójica: Por un lado, es falsa: Jesús no ha querido ser Rey de los Judíos en la forma que pensaba Pilatos. Por otro lado, es verdadera: El Reinado de Jesús, llegando hasta su final, va en contra de la forma de reinado del Cesar, a quien Pilatos sirve.
4. Malhechor primero.
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
Los “ladrones” que acompañan a Jesús en la muerte eran originalmente “lestai” (Mc 15, 37) es decir “bandidos o terroristas” de corte político, en la línea de los luchadores a favor de la independencia de Israel (celotas). En el contexto en que Lucas escribe, esa palabra no es ya significativa y, por eso, les llama simplemente kak-ourgoi (es decir, hacedores de mal, de algo que es kakis). Son, según eso, malhechores normales, personas que emplean “medios malos” para sobrevivir, sea robando, sea amenazando, sea oprimiendo a los demás. Estos malhechores no son simples cuatreros, bandoleros o carteristas de tercera fila, sin que pueden ser y son todos los que emplean el mal para imponerse.
Pues bien, este malhechor pide ayuda a Jesús para seguir haciendo el mal, es decir, para bajar de la cruz, escapar corriendo y tirarse nuevamente al monte (al monte especial de sus maldades). Quiere que Jesús le ayude, porque piensa que en el fondo es de los suyos. Si es como dicen…, como un nuevo Robin Hood de todas las historias, Jesús tendrá que bajar de la cruz y liberar a sus “amigos” bandidos y recrear su banda… y dominar de esa manera el mundo. Tendríamos así al Jesús rey de bandidos, en la línea de muchas representaciones del Cristo Rey, que más que rey evangélico parece rey político.
Cuentan que, al escuchar el evangelio, leyendo este pasaje, un rey famoso, el Beato Carlomagno, gritaba: ¡Soldados francos! ¿Qué habríamos hecho nosotros de haber estado allí? Y todos los francos debían responder a coro: ¡Habríamos bajado a Jesús de la Cruz, para hacerle nuestro rey!
Lo que dice ese relato de Carlomagno es lo que quiere el “mal” kakurgo, quiere compartir con Jesús el Reino de los Bandidos, para dominar de esa manera la ancha tierra, como había ya intentado el Diablo de Lc 4, cuando prometía hacer rey a Jesús, si le adoraba (si adoraba el poder). Pero Jesús no bajo de la cruz… ni se hubiera dejado bajar por Carlomagno (Nota: ¿existen hoy nuevos Carlomagnos como éste de la leyenda de la Cruz).
5. Malhechor segundo.
Pero el otro lo increpaba: ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibirnos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada. Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues en tu reino.
Éste es el único que, por ahora, acepta la verdad… Y sabemos ya, por Jn 18, 33-37 que “ser rey” es decir la verdad. Éste la dice: reconoce su maldad y le pide al otro malhechor que la reconozca. Aquí no se dice si este “malhechor” es peor que los arkhontes, que los soldados y Pilatos… El evangelio no hace comparaciones. Cada uno tendrá que reconocer su “verdad”. Pues bien, éste la reconoce y está dispuesto a empezar, con Jesús… “cuando Jesús llegue en su Reino”. Muchas traducciones dicen “cuando a tu Reino”…, como si es Reino existiera ya, y fuera un cielo-celeste… y Jesús entrare en ese Reino, que ya existía, fuera de este mundo. Pero en texto dice “en tê basileia sou”, que puede tener varios matices, pero que evoca una “venida” o manifestación de Jesús, en sus “parusía…”.
Este “malhechor” que confiesa su mal… está dispuesto a sumarse al Reino que viene…, al Reino que Jesús ha venido preparando… No quiere bajar de la cruz para seguir haciendo lo que hacía, como el otro mal-hechor, sino sumarse a Jesús, precisamente ahora, cuando le ve en la cruz… Evidentemente, él tiene que emplear la palabra Reino… y así reconoce a Jesús de verdad como Rey…, como Rey en la cruz, en contra de lo que dicen y piden con burlas o sarcasmo todos los restantes personajes de la escena. No dice si el reino viene antes o después de la muerte… Simplemente confiesa que viene y le pide a Jesús que le tenga en cuenta, nada más (y nada menos).
6. Paraíso
Jesús le respondió: Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.
Esta respuesta recoge y condensa todo lo anterior. Jesús se presenta de esa forma como “Rey”, con autoridad suprema, sobre la cruz… Pero no tiene autoridad para bajar y matar a sus enemigos, encabezando un reino de bandidos…, como le piden otros (eso no seria autoridad de reino, sino una nueva forma de maldad…). No tiene autoridad para bajar, sino para prometer “hoy” el “paraíso”.
Ésta es una respuesta enigmática y riquísima, que se puede interpretar de muchas maneras. Algunos exegetas la entienden incluso como una declaración de que el cielo (la resurrección: el paraíso) comienza ya en el día de la muerte… Los hombres buenos (los hombres y mujeres de la bondad de Dios) resucitan en el momento de la muerte. No tengo nada en contra de esa interpretación y en el fondo pienso que ella es buena, pero el texto dice mucho más.
El texto habla de un “hoy” de plenitud… Para el bandido que pide ayuda a Jesús, ese “hoy” es el mismo momento de la muerte como descubrimiento y despliegue de la vida, a favor de los demás… En ese sentido, el pasaje nos pone en la línea de una escatología “de presencia” (no de simple futuro). Pero, al mismo tiempo, ese “hoy” es un futuro, pues se añade “estarás”, es un hoy que pasa a través de la muerte, es decir, de la fidelidad en la misma muerte…, de la aceptación del propio destino.
El texto habla de un “paraíso”. Todos (menos los sacerdotes) han hablado hasta ahora de Reino, de un reino más o menos homologable al del César, que es quien manda matar a Jesús (a través de Pilatos). Pues bien, Jesús (¡que ha centrado su evangelio en el anuncio del Reino!) habla aquí de Paraíso, retomando así la terminología del principio de la Biblia: de la Buena Tierra de Adán y Eva, en el principio.
El camino de Adán y Eva… y del conjunto de la humanidad ha sido y sigue siendo un camino de destrucción de paraíso, un camino de muerte…En ese camino se siguen situando los que matan a Jesús, con arkhontes, soldados y/malhechores… Pues bien, Jesús invierte ese camino y vuelve a situar a la humanidad en un camino que empieza hoy mismo y que dirige hacia el paraíso.
Ciertamente, ese paraíso puede llamarse “cielo”, pero no es cielo puramente espiritual del “mas allá” (olvidando las cosas bajas de aquí abajo), sino el cielo de la nueva humanidad reconciliada, que empieza prediadamente allí donde se asume el camino de Jesús, que lleva externamente a la muerte, pero que de hecho lleva al “paraíso original”, a la nueva humanidad.
Dejemos el tema así. QPor ahora me basta con recordar que en la mayoría de las representaciones románicas de la muerte de Jesús, bajo la cruz suele aparecer la calavera de Adán, del hombre antiguo…Jesús nos pone de nuevo en camino de paraíso, Adán vuelve… puede volver con Jesús, como el buen malhechor, para iniciar con él de nuevo el camino del paraíso.
El evangelio de Lucas sigue y nos depara más sorpresas: hay otras gentes, parientes, conocidos y mujeres… que acogen la muerte de Jesús como muerte salvadora (Lc 23, 44-49). Pero por ahora nos basta con saber que Jesús tiene, al menos, un discípulo, un amigo… No hay muerto a solas, no ha muerto fracasado… Por lo menos ha tenido un discípulo en la cruz…Con él está dispuesto a iniciar el camino de paraíso.
Feliz Fiesta de Cristo Rey.
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