Del blog de Xabier Pikaza:
Domingo 33. Tiempo ordinario. Lucas 21, 5-19. Se acerca el final del ciclo litúrgico, y las lecturas de la misa nos sitúa ante el fin de todas de las cosas o, mejor dicho, ante el fin del tiempo actual. Pues bien, entre las cosas que acaban, según el evangelio está el Templo, un tipo de templo (como el de Jerusalén), con todo lo que significa.
El Templo de Jerusalén era lo más grande que había, según el judaísmo, una de las instituciones más estables y justas de la historia, más que el Imperio Romano o que la estructura del capitalismo actual Pues bien, Jesús vino y dijo que el Templo (¡lo más grande, al parecer eterno, el fin de la historia!) iba a caer, por sus propias contradicciones interiores… añadiendo que esa caída resultaba en el fondo buena, porque hacía posible el surgimiento de una Edad Distinta, más justa.
El evangelio se ocupa también de otros problemas (de enfrentamientos y persecuciones). Pero en esta postal voy a referirme hoy solamente el Templo, con aplicación a nuestro tiempo…
— Constructores del Nuevo Templo de la Humanidad se llamaban y se llaman los Masones, arquitectos y albañiles de un templo que debía ser la Humanidad Entera, racional y liberada de las supersticiones.
— Constructores del templo de Jesús, en humanidad abierta a los más pobres, en comunión de amor universal, queremos ser también nosotros, los cristianos del siglo XXI, en gesto de apertura universal, en perdón, en acogida, en esperanza.
Para que nazca el nuevo templo de Jesús que forman los cristianos, todos los hombres y mujeres, unidos por el Espíritu de Dios, como quiso en especial san Pablo, tras la muerte de Jesús, tienen que caer los viejos templos, construidos sobre bases de poder de algunos, sobre separaciones clasistas, sobre miedo.
De ese tema trata la postal que sigue, en línea histórica, espiritual y social. Buen domingo a todos
Texto. Lucas 21, 5-8
En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: “Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.”
Ellos le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?”
Él contesto: “Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: “Yo soy”, o bien: “El momento está cerca; no vayáis tras ellos…
Jesús y el Templo
Para un judío, la estabilidad del mundo dependía del Templo. El santuario de Dios garantizaba, con su edificio y liturgia expiatoria, el orden de la tierra. Si falla el templo el mundo pierde su sentido y los hombres quedan desfondados, sin unión con Dios, sin garantías de vida y pervivencia:
¿Cómo se podrá vivir sin templo? ¿Cómo mantenerse y superar los riesgos de la historia si no existe un santuario donde puedan expiarse los pecados?
El templo de Jerusalén, vinculado a la memoria de David-Salomón, era el centro de la vida israelita y se encontraba bajo la protección del gobernador romano con autoridad para nombrar al Sumo Sacerdote. Por su parte, en el templo se celebraba cada día un sacrificio a favor de Roma, simbolizando así la estabilidad y sacralidad del orden israelita, dentro del imperio. Mientras hubiera templo, el mundo podría seguir existiendo, con sus tres funciones: económica, política y religiosa
Función Económica.
El templo constituía el centro mercantil del pueblo israelita, que se había comprometido a mantener sus instituciones y su culto, al menos tras la “restauración” del exilio (año 525 a. C.) y las reformas de Esdras y Nehemías (cf. Neh 10, 2-39). En principio, el templo de Jerusalén había sido un “santuario real”, de manera que los reyes debían mantener su culto. Pero tras el exilio vino a convertirse en “santuario de la nación”, de manera que, aún estando bajo protección de los reyes de Israel o del Imperio de turno, su mantenimiento fundamental se hallaba en manos del conjunto del pueblo judío.
Por otro lado, el templo funcionaba como “banco” donde los fieles depositaban (y los sacerdotes administraban) grandes sumas de dinero. En esa línea podemos recordar que la mayoría de la gente de Jerusalén vivía, de una manera o de otra, de las construcciones, de los depósitos y trabajos del templo, de manera que se podía hablar de una “economía de templo”.
En esa línea, la caída del templo (del orden sagrado de este mundo) implicaba la caída y ruina del orden económico, expresado y fundado en la economía del templo. Pues bien, en ese contexto, cuando Jesús dice que “no quedará piedra sobre piedra”… está diciendo que la economía falsamente sagrada de nuestro mundo va a ser destruida, porque es injusta.
Función política.
En un plano, los judíos habían separado religión y política, pero la política influía mucho en la religión (y la religión en la política). En esa línea, aunque estuvieran sometidos a Roma, en sentido estricto, los sacerdotes de Jerusalén poseían una gran autonomía y ejercían gran poder, a partir del mismo templo, como supone un texto famoso de Flavio Josefo (del siglo I d.C.), defensor de una teocracia o gobierno de sacerdotes:
Nuestro legislador no atendió a ninguna de estas formas de gobierno, sino que dio a luz el Estado teocrático, como se le podría llamar…, que consiste en atribuir a Dios la autoridad y el poder… ¿Qué ley podría ser más hermosa y más justa que la que atribuye a Dios el gobierno de todo, la que encomienda a los sacerdotes administrar los asuntos más importantes en interés público y que confía al Sumo Sacerdote, a su vez, la dirección de los demás sacerdotes… Los sacerdotes quedaron encargados de vigilar a todos, de dirimir las controversias y de castigar a los condenados… La legislación de Moisés prescribe un único templo para un único Dios… Los sacerdotes han de servirle continuamente (a Dios). A estos los ha de presidir siempre quien les precede por su linaje .
El templo cumplía una función política, vinculada al imperio de Roma. Por eso, la caída del templo implicaba la ruina de un sistema político injusto. Si hoy se nos dice que el templo va a caer, se está indicando que ha de caer y destruirse nuestra forma de política, que es injusta, porque sacraliza un tipo de instituciones de violencia y de dominio de unos sobre otros
Función religiosa.
El templo simbolizaba y expresaba la presencia de Dios, que habitaba en medio del pueblo. En ese sentido aparecía como lugar privilegiado de oración y purificación, especialmente de perdón de los pecados. Como hemos visto, ese templo había sido devaluado o declarado ya inútil, de hecho, por Juan Bautista, cuando ofrecía el perdón de los pecados a través su bautismo y no por un ritual sagrado. También Jesús lo “desacralizó”, declarando que su función religiosa (¡de purificación y de perdón!) había terminado, como indica bien su gesto (Mc 11 par).
Jesús no quiso purificar el templo para reformarlo, sino que destruirlo (que se destruyera, en su forma actual), para que pudiera surgir un santuario diferente, “no hecho por manos humanas” (cf. Mc 14,2 8). Las cosas que el hombre “fabrica” son “ídolos”, algo que puede ponerse y se pone al servicio del poder y del dominio de unos sobre otros. En contra de eso, el verdadero templo debe identificase con el cuerpo mesiánico (cf. Jn 2, 21; 1 Cor 3, 16), es decir, con la humanidad reconciliada, que es el Reino de Dios. Jesús no ha necesitado ni necesita el templo exterior para preparar y proclamar la llegada del Reino de Dios y así sube a Jerusalén para indicar, de manera pública y abierta, que la función de ese templo ha terminado. Leer más…
Biblia, Espiritualidad
Ciclo C, Dios, Evangelio, Jesús, Resurrección, Tiempo Ordinario
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