Domingo XXXI del Tiempo Ordinario. 30 octubre, 2016
“Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.”
El fragmento del evangelio de este domingo es precioso. Está lleno hasta los bordes de naturalidad y frescura. Zaqueo, todo un alto funcionario, un señor, subido a un árbol. Jesús que, ni corto ni perezoso, se auto invita a comer en casa ajena. Y todos los demás, llenos de envidia, se ponen a criticar. Y así me imagino que fue el resto de la comida, todo espontaneidad por parte de unos y otros.
Para meternos más en la escena podemos imaginarnos a algún personaje de hoy (Rajoy, Messi o cualquier banquero famoso) subido a un árbol. Deseoso de que pase algo que cambie su vida por completo.
Pero como las cosas del Evangelio no son “remedios” para otros, sino invitaciones para quien se aventura por sus páginas, lo mejor será que hoy hagamos un pequeño esfuerzo y nos subamos a algún árbol. A un árbol que nos permita ver el paso de Jesús por nuestra historia personal.
Será bueno ver por dónde tiene pensado pasar Jesús y hacer todo lo posible para provocar el Encuentro. Hay que subirse al árbol aunque nos de miedo caernos, pereza subirnos o vergüenza que nos vean hacer locuras. Precisamente habrá que subir al árbol del miedo, de las críticas ajenas, de la propia vergüenza… esos árboles que crecen junto al borde del camino por el que hoy tiene que pasar Jesús.
Porque solo si nos arriesgamos a subir, podremos recibir la invitación a bajar: “…, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”.
Y bien pensado vale la pena ese pequeño esfuerzo con tal de recibir a un huésped tan especial como Jesús.
Oración
“Alójate hoy en nuestra casa
y llénala de tu salvación.
Damos la valentía necesaria
para convertir la críticas ajenas
en trampolín para llegar más arriba.”
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Fuente: Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa
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