Dom 30. XI. 16. Zaqueo, ministro de Hacienda. El hombre que andaba por las ramas
Domingo 31, tiempo ordinario, ciclo C. Lc 19, 1-10. El pasaje de Zaqueo ofrece la culminación del tema de la riqueza y la justicia en el evangelio de Lucas (y de todo este año litúrgico). Éste es el tema del dinero, que puede convertirse en medio de comunión entre los hombres,
Domingo tras domingo hemos venido comentando pasajes y parábolas, dichos y sentencias de Lucas en torno al dinero. Hoy culminan se aclaran, en esta inmensa y dramática figura de Zaqueo, oficial publicano (administrador económico), hombre rico, que recibe la visita de Jesús y propone un plan radical de conversión, en nombre propio (como individuo) y en nombre de la sociedad (como gestor público de la economía, es decir, un publicano).
Es un pasaje simbólico, de escalofriante actualidad, todo un programa de vida, de una vida que se puede hacer a medias, empezando por el dinero de la Aduana y de la Hacienda y siguiendo por el dinero la Iglesia. Es un tema que se puede aplicar sin màs nuestro tiempo, pero con una diferencia:
— En tiempo de Zaqueo el dinero de la “aduana” (es decir, del comercio) estaba al servicio del Estado (en aquel tiempo del Imperio), con su ideal de humanidad “romana” al servicio de un tipo de justicia.
— Actualmente tiende a ser lo inverso: No es dinero el que está al servicio del Estado-Imperio, sino el Estado al servicio del dinero . Hoy no es Zaqueo el que tiene que dar cuentas al Estado, sino el Estado y sus gobernadores los que tienen que dar cuenta a Zaqueo.
Pero con esta salvedad (muy significativa), el resto puede entenderse bien desde este pasaje de Lucas. Buen dominto a todos.
Texto. Lucas 19, 1-10
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. Él bajo en seguida y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador. Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor: Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituyo cuatro veces más
Jesús le contestó: “Hoy ha sido la salvación de esta casa; también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.”
Un texto simbólico y realísimo
Ha sido creado posiblemente por Lucas, para condensar todo el mensaje de Jesús sobre la pobreza, desde la perspectiva de los publicanos (servidores de la economía, recaudadores de impuestos, como el Ministro de Hacienda en funciones). Evidentemente, Lucas ha recogido y transformado las tradiciones anteriores sobre los publicanos y sobre Jesús que comía con ellos ofreciéndoles el Reino de Dios (cf. Mc 2, 15-16 par; Lc 5, 27). De un modo especial, ha retomado el tema del publicano de la parábola anterior (del fariseo y publicano: Lc 18, 11-13). Se trata de un texto simbólico, tanto por el nombre como por el lugar y las circunstancias:
Nombre: Zaqueo es una abreviatura popular de Zacarías, que significa “Dios se acuerda” (Dios tiene misericordia). También parece vinculado la terminología de la justicia (zedaka), de manera que se suele tomar como equivalente a Justo (hombre limpio). Es evidente que “Dios se ha recordado de él”, ha entrado en su casa.
Lugar: Jericó es la última etapa de la subida de Jesús a Jerusalén. En el camino de Jericó han sucedido grandes cosas, como las que indica la parábola del buen Samaritano. Aquí, en Jericó, se hallaba una de las “aduanas” y oficinas de impuestos más importantes de la zona oriental de Judea; por aquí pasaban caravanas y caminos. Era un lugar apropiado para señalar la última exigencia del evangelio de Jesús en torno a la pobreza.
Los detalles: Todos son significativos… Zaqueo es pequeño y tiene que subirse a la higuera (que es signo de la mala Jerusalén que corre el riesgo de no dar frutos: Mc 11, 13-21). Subiéndose a la higuera, por encima de ella, Zaqueo logra ver a Jesús, que se invita a su casa. Jerusalén recibirá a Jesús sin cambiar, sin convertirse y le matará… Zaqueo, en cambio, le recibirá para cambiar.
Es un texto simbólico. Quizá no sucediò de esa manera, pero marca y dice lo que debe suceder en todo tiempo, en la Iglesia y el Estado, allí donde Jesús va de camino y donde alguien quiere recibirle en casa… y no quedar fuera, como aficionado curioso, ecpectador de turno, que mira la ceremonia desde fuera.
Anotación primera. Todo es dinero
La mayoría van al espectáculo, en la gran plaza: esta tarde tienen fiesta, pasa un “jefe”, condenado quizá a muerte. Es momento de mirar, curiosear, gozar la fiesta con banderes y con viva… Pero Zaqueo no va de fiesta externa, sino que quiere recibir de verdad a Jesús, le ofrece de comer, escucha su palabra… y como resultado ellos (mejor dicho Zaqueo) terminan hablando sólo de dinero. Aquí se explicita lo que debía hacer el “publicano justificado” (ése es Zaqueo) de la parábola anterior de Lc 18, 9-14: cambiar de conducta en torno al uso del dinero.
De manera clásica, el fariseo de Lc 18, 9-14 aparecía realizando los tres los tres gestos religiosos tradicionales de la piedad israelita: oraba, ayunaba y daba el diezmo o limosna requerida según ley (son los tres gestos centrales de la conversión que aparecen en Mt 6, 1-18, la catequesis central sobre el tema).
Pues bien, Luchas ha condensado aquí los tres elementos en uno: orar y ayunar son, en esta línea, secundarios, ellos culminan y se centran en el buen uso del dinero. Para Zaqueo, todo el tema de la conversión es el dinero, simplemente el dinero. : No se dice si ayuna, tampoco se dice si ora; lo Jesús que le pide y él ofrece es dinero, no para Jesús (o para la Iglesia), sino para la humanidad.
Anotación segunda: ¿se ha convertido o se convertirá?
La gente acusa a Jesús diciendo que “ha entrado en casa de un pecador”. De esa forma supone que Zaqueo no puede convertirse (es mal publicano y mal publicano permanecerá); de esa forma indica que Jesús es un mal Mesías, pues no se ocupa de las cosas de la religión, sino que se mezcla con los ladrones oficiales, dejándose invitar por ellos.
Jesús come con el publicano… Come, evidentemente, alimentos que provienen de la ganancia injusta, como si se solidarizara con ladrones… Quizá Juan Bautista no lo hubiera hecho, quizá muchos puristas actuales no lo hubieran hecho. Jesús ha entrado en el “antro” del dinero injusto, en la casa del jefe le publicanos de Jericó… para hacer que todos los dineros del mundo se puedan disponer a medias, sean “medio” de comunicación de comida.
Pero Jesús no ha entrado en casa de Zaqueo simplemente para saludarle, dejando las cosas como estaban, sino para solidarizarse con él… (¡que también es hijo de Abrahán, objeto del cuidado y recuerdo de Dios!) y para cambiarle de un modo profundo (pues lo más profundo de un publicano son siempre sus dineros). En el centro de la escena está el dinero. El relato no conservar las conversaciones y saludos anteriores, a lo largo de la comida, sino sólo la palabra final de Zaqueo que dice: ¡doy la mitad de mis bienes, restituyo cuatro veces…!
Zaqueo habla en presente (doy, restituyo), pero está evocando, sin duda, un gesto futuro, que marcará su pasado: dice lo que está empezando a hacer, lo que hará de inmediatas, lo que cambiará su vida ya vivido.
El encuentro con Jesús ha hecho cambiar al publicano. Jesús entra en la casa de ese hombre que “estaba perdido”, aunque era hijo de Abrahán (israelita). Con Jesús entra la salvación, que se expresa en el cambio económico. Éste es un publicano que pone su casa (su administración del dinero) en la línea del mensaje de Jesús.
Anotación tercera: El publicano ¿es un particular… o un servidor del Estado?
No se puede separar ambas facetas. Es evidente que Zaqueo habla como un particular, un hombre que ha empezado a creer en las implicaciones del Dios de Israel, tal como Jesús se lo ha mostrado. Pero, al mismo tiempo, es un “hombre público” (=publicano, en nuestras lenguas), un administrador de los bienes del Estado: recaudador de impuestos para el servicio del procurador romano, que manda en Jericó. Forma parte del sistema de la administración oficial romana (hoy diríamos del ministerio de economía).
El tema es: ¿en calidad de qué actúa Zaqueo? ¿Sólo como un hombre privado? ¿Puede separar su vida privada de su función económica? ¡Evidentemente que no! No puede separarla, pues él actúa precisamente como publicano. Él no puede realizar su gesto de un modo puramente privado, sino que tiene que hacerlo como servidor de un sistema, con lo que eso implica de cambio del mismo sistema.
Los dos planos (privado y público) son inseparables. El evangelio nos sitúa ante la conducta de un hombre público… que declara ante Jesús su compromiso de cambio en la administración de sus bienes, que son los bienes de poder publico. Esto implica unos problemas y consecuencias que el texto no ha explicitado, pero que son esenciales para comprender la parábola, para entender el compromiso cristiano. Nos hallamos ante un texto político de gran envergadura. Jesús no “convierte” Pilato o Caifás, pero puede convertir y convierte a sus “subordinados”, iniciando de esa forma lo que en un post anterior he llamado la “revolución de los publicanos”, que será la “revolución de los funcionaros”.
No, no se puede cambiar normalmente a la gente por arriba (desde arriba: convertir a los grandes sacerdotes y a los reyes, a los procuradores…). Pero se puede convertir a los funcionarios intermedios, como este publicano, que un tipo de “Ministro de Hacienda” de segunda categoría, un inspector provincial de Aduanas o de Hacienda. Por lo que nos dice que hará (que está empezando a hacer) sospechamos que lo tendrá duro (¿podrá seguir siendo Publicano Jefe de Jericó? ¿le echarán de su cargo?). Dejemos por ahora el tema abierto.
La conversión primera: doy la mitad de mis bienes…
El publicano es por principio un hombre que está encargado de poner el dinero del pueblo (y en especial el de los pobres) al servicio de la administración (que suele representar a los ricos). Por eso le critican y odian los pobres de Israel: porque trabaja al servicio de la economía imperial (con lo que eso implica de imposición económica y de pacto con los poderes establecidos). Este Zaqueo no es pobre (como otros pobres publicanos), pues tiene un cargo importante en la ciudad fronteriza de Jericó. Lo que él haga influirá en la forma de entender el dinero en la zona (y en la Iglesia).
Doy (=voy a dar) la mitad de mis bienes. No va a dar el 0,7% que se pide a favor de los países pobres (y que no se cumple, ni en España…). No, no va a dar una “limosna birriosa y cicatera” como la que dicen dar los países del primer mundo a los del tercero (para después sacarles, en general, más dinero). No va a dar ni siquiera el 5%, ni el 20%, sino la mitad, el 50%…
Evidentemente, la mitad es el 50%, el fifty fifty que, en el fondo, implica: “repartimos a medias”. Esto es lo que se decía en mi vasco infantil “erdi-bana”, todo a medias. Este repartir a medias formas parte de de la simbología económica y afectiva del mundo oriental y así aparece en la misma Biblia, donde ha tomado el ese “signo” nuestro texto. El lugar más significativo está quizá en el libro de Ester 7, 2, donde el Gran Rey promete a su favorita “hasta la mitad de mi reino”. Es lo mismo que promete Herodes Antipas a su bailarina favorita: “te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino” (Mc 6, 23). Todo a medias, la mitad para cada uno, empezando por el mas valiente (¡este Zaqueo!) algo de eso han soñado casi todos los pueblos de la tierra.
Dar la mitad significa, según eso, compartir… Es tenerlo todo a medias, Zaqueo y los pobres…, unos con otros, de un modo particular y público. Éste es el ideal de los amigos verdaderos (¡de los reyes y sus favoritas bailarinas!), el ideal de los hombres y mujeres de justicia: que todo sea a medias, que todo sea, en el fondo, común. Es un ideal que nos llega desde las raíces utópicas de la historia humana, allí donde los hombres y mujeres han descubierto el valor de la fraternidad y la justicia han querido “vivir a medias”, compartiendo trabajos y fortunas.
En esta línea se sitúa la “conversión de Zaqueo”… Ha entrado Jesús en la casa del publicano… y cambia su forma de entender el dinero. Ciertamente, ha tenido que cambiar su corazón y su cabeza… Pero eso se ve menos. Lo que se ve y se dice es el cambio de economía. No hará falta preguntar si Jesús ha entrado alguna vez en un Estado como el de España, o incluso en una Iglesia… Me da incluso miedo hacer la pregunta: para subir con Jesús a Jerusalén hay que empezar por el fifty fifty, que implica un vivir a medias. Así de sencillo, así de intenso, así de gozoso, así de exigente. Por este camino sube el evangelio, con Zaqueo, el hombre Todo-a-Medias
Repararé cuatro veces….
No parecía necesaria esta añadidura: «Y si de alguno me he aprovechado, le restituyo cuatro veces más». El texto nos sitúa ante el robo económico, que se debe reparar “con creces”. Según la tradición judicial judía (marcada por el talión) había que reparar con lo mismo: ojo por ojo, diente por diente… Pero existían casos de delito económico en los que el “violador” estaba obligado a “devolver” cuatro o cinco veces lo robado. Así lo declara la ley más solemne del Código de la Alianza, en el corazón del Sinaí, después de los mandamientos.
Cuando alguien robe un buey o una oveja y lo degüelle o venda, por aquel buey pagará cinco bueyes, y por aquella oveja, pagará cuatro ovejas… Al ladrón le corresponde hacer restitución, y si no tiene con qué, será vendido por lo que ha robado. Si lo robado es hallado vivo en su poder, sea buey, asno u oveja, pagará el doble (cf. Ex 21, 1-6).
Es evidente que el ladrón tenía que restituir lo robado. Normalmente, tenía que dar el doble (cuando lo robado se hallaba todavía en sus manos…); pero cuando había matado o vendido lo robado… debía dar cuatro o cinco veces más… Esa es la “ley” a la que apela Zaqueo: evidentemente, él ha podido robar, él ha robado… y se compromete a restituir, no por caridad, sino por justicia… y si no lo hace pierde el derecho a la libertad, pierde el derecho a la “honestidad”
El fifty fifty sólo es posible y verdadero allí donde primero se ha devuelto lo robado, allí donde se pone en marcha un camino de amor, no por simple caridad, sin por justicia. Estamos ante un ideal de justicia radical (restitución) y de comunicación de bienes (¡todo a medias!)…. Voy a dejar el texto aquí, no voy a hacer aplicaciones. Las hará cada lector, si quiere y puede… La tendrá que hacer teniendo en cuenta su situación particular, la economía del Estado (y de la sociedad capitalista en la que vive), la forma de administración de bienes de la Iglesia… Y recuerde que Zaqueo no es un hombre de Iglesia, sino un publicano, un servidor del Estado (es decir, de la sociedad). No se trata, por tanto, de hacer un programa eclesial de piedad, sino de ofrecer un camino social de justicia.
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