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Eduard Fernández: “Si en España nos juntáramos la izquierda y los cristianos, seríamos mayoría. Para mí, son sinónimos”

Domingo, 16 de octubre de 2016

eduard-casaldaliga_560x280“En su denuncia, Casaldáliga es brutalmente respetuoso con el lenguaje”

“Hay misas que sólo hablan de alabar a Dios…¿Por qué no de lo que hay que cambiar?”

(Lucía López Alonso).- Cosas que hacen que la vida valga la pena. Como ver a Ana Belén ya mayor, y poder decir que uno sigue en el cartel de la gran pantalla. Como hombre de mil caras, como actor por vocación. Y haber hecho, en ese camino, lo mejor con los mejores. Haber interpretado las obras de los enormes antiguos a las órdenes de los enormes modernos. De Shakespeare a Bigas Luna. De Goethe a Calixto Bieito, de Beckett a Els Joglars, Gonzalo Suárez, León de Aranoa y todos los demás.

Eduard Fernández sonríe con sencillez. Entra en la iglesia de San Antón de Madrid como si fuera uno más. Pregunta por el Padre Ángel. “Me habría gustado conocerle. Es increíble lo que hace”. Y se sienta a presentar, junto al teólogo Benjamín Forcano, su película Descalzo sobre la tierra roja.

El actor catalán, recientemente premiado una vez más, encarnó en el film dirigido por Oriol Ferrer la lucha del obispo Casaldáliga contra la oligarquía brasileña. Confiesa al público emocionarse al hablar de Pedro, y de la autenticidad de su vida junto a los más pobres. La película empieza en las pantallas de la iglesia del presidente de la Fundación Mensajeros de la Paz, y Fernández deja hablar al personaje que interpretó. Las primeras escenas introducen al espectador en el Araguaia, en todo lo que desde él llega a los sentidos.

Después de algunas charlas a pie de calle con los que muchas veces caminan descalzos sobre el asfalto del centro de Madrid, Eduard Fernández vuelve dentro del templo. En sólo unos minutos, vamos a hablar del Vaticano y de política. Del profeta Pere y de que un lenguaje como el suyo podría llevarnos a ser personas mejores. De que, si no nos posicionamos de un modo u otro contra el engaño, no nos pareceremos a él.

Antes de interpretar el papel protagonista de Descalzo sobre la tierra roja, ¿qué habías escuchado de Pere Casaldáliga?

Muy poco, muy poco. Por culpa de mi incultura, había escuchado muy poco de Pere Casaldáliga. Sí, que era obispo, que tal y cual de la Teología de la Liberación… Pero no sabía gran cosa. Una vez me lo ofrecieron, un amigo mío actor dijo “¡Ostia, ese es muy grande!”, y entonces empecé a buscar, a mirar, y me di cuenta de la dimensión del personaje.

Me ocurrió una cosa curiosa: cuando hago personajes, películas…y luego hago la promoción, siempre hablo del personaje que acabo de hacer. Pero con Pere no pude decir “el personaje”. Tenía que decir “la persona que he interpretado”. Pedro Casaldáliga. Era diferente, no tenía nada que ver… La única vez que me ha ocurrido. “No puedo llamarle personaje”, me decía. ¡A Don Pedro, que es como le llaman en Brasil!

Me impresionó mucho cuando fui a conocerle, una vez, antes de empezar el rodaje. Me pagaron un viaje a Brasil y lo conocí a él un poco. Me impresionó esa realidad presencial: me puse a llorar. Pero lloré muchas veces delante de Pedro. Muchas. No sé por qué, pero le pasa a mucha gente. Hay algo ahí… un momento en que se terminan las palabras. Creo yo que ahí es donde empieza la cosa más mística. Sin hablar de religión, o de religión si se quiere, también, pero sobre todo lo que empieza cuando terminan las palabras es la mística. Hay un paso ahí.

¿En qué momento de tu vida aparece este papel? ¿Qué supuso para la continuación de tu carrera, que cuenta con tantos papeles de malo?

Sí, he hecho todos los papeles, pero unos cuantos de malo. En ese momento yo lo dije: “Este papel, esta experiencia, me va a ofrecer mucho más de lo que yo pueda ofrecer”. Creo que es así, porque el nivel de Don Pedro es enorme. Ha hecho realmente cosas importantes, al lado de interpretar. Ha hecho cosas. Las ha hecho de verdad y las ha escrito. Porque él siempre dice que hay mucha gente que ha hecho muchas cosas buenas, como él, pero no las ha escrito. “Lo he escrito todo”, dice siempre. Es muy activo y de joven, le veías encima de la camioneta, con un poder, un carisma, una energía bestial.

Creo que Pedro fue cambiando mucho a lo largo de su vida, del comienzo a cuando llegó a Brasil, adaptando a su nueva vida su Teología de la Liberación. Él tiene una capillita, preciosa, en su casa, muy humilde, muy sencilla, donde hace misa a las siete y media de la mañana cada día. Él es estricto en todo: también en las siete y media. Las siete y media son las siete y media. Y punto. Allí también tiene un trozo del hábito manchado de sangre de Monseñor Romero, el cráneo de Ellacuría…

Ahí, en Latinoamérica, las cosas son a lo bestia: tanto los ríos, los árboles, como también la vida. La gente. Y la vida y la muerte están mucho más cerca. Él decía una frase muy bonita: “Lo contrario de la fe no es la duda, es el miedo. Y no hay que tenerle miedo al miedo”. De alguna manera, se enfrenta a sus emociones, a los miedos de la vida, con franqueza. Si tienes miedo, tienes miedo. No pasa nada: ten miedo.

No sé qué me ha quedado de Pere. Una experiencia bestial, aunque también la sensación de no saber si la aproveché lo suficiente. Aún así, me ha quedado muy dentro. Muy, muy profundo. Como he dicho antes a los demás, su frase es excepcional: “Lo que no es imprescindible, es robado”. Yo tengo, es verdad, una noción de justicia social, y una noción de la mística, muy claras, gracias a mi madre. A ella Pere Casaldáliga le emociona profundamente. Ella ha sido una persona muy activa en su sentido religioso, muy cercano, seguramente, a la Teología de la Liberación.

El otro día yo pensaba que, si nos juntáramos toda la gente que en, por ejemplo este país, España, somos de izquierdas o cristianos, seríamos mayoría absoluta. Y para mí son sinónimos. Para mí ser cristiano y ser de izquierdas es un sinónimo, porque creo que Jesucristo fue una persona radicalmente de izquierdas. Me parece a mí, aunque se le pongan los matices que se quiera.

Pero en este país la derecha se ha apoderado tradicionalmente de lo cristiano.

Claro que sí. Pero es todo mentira. Se han aprovechado de una parte, igual que la Iglesia del Vaticano lo ha hecho del propio Jesucristo. Y con sus lujos y cosas se han alejado tanto de su figura… El otro día fui con mi madre, que no está muy bien de salud, a misa. Estábamos en Sitges y puede acompañarla. Y esa misa me pareció que no era una misa, que era un horror. Yo he ido a algunas misas que me han parecido realmente maravillosas, pero ésa era un horror. Sólo hablaban de loar a Dios, de porque Dios… Pero oye, ¿Jesucristo qué hizo? ¿Y qué hay que hacer? ¿Qué consejo nos das? ¿Qué hay que cambiar? Para ellos, sólo era alabar a Dios. Estaba vacío de contenido. Absolutamente. Y en un tono crispado y feo. Un horror que me parece que está muy lejos de la ideología, del camino, de Pedro Casaldáliga y de Cristo y la religión, francamente.

Cuando un cura va de misiones o lo hace un cooperante, aunque haya estudiado letras, termina construyendo tejados, o ejerciendo de enfermero, de maestro, de terapeuta, de campesino… de lo que sea que el pueblo demande y haga falta en esa comunidad. ¿No se parece, en este aspecto de asumir todos los papeles, el misionero al actor?

Ya, no lo había pensado nunca… Sí, puede ser… En teoría, pero en la práctica… Un actor, si te va un poco bien… A mí me va bien, gracias a Dios o a lo que sea, pero este mundo es muy particular. Muy bello, porque a mí mi profesión me apasiona. Soy todo lo sencillo que puedo francamente ser, lo contrario sería tontería. Aunque hay veces que hay que lidiar con cosas: hay que hacer alfombras, hay que hacer premios, hay que hacer entrevistas, etc. Está bien. Hay que hacerlo. Pero eso no te puede despistar de lo esencial, de lo que es en realidad. A algunos les pasa, que les gusta más la parafernalia, y eso ocurre también en la Iglesia. Hay quien se vuelve loco, y entonces el Vaticano, y construir, y construir, y alabar a Dios pero, ¿de qué estábamos hablando? ¿Qué hizo Jesucristo lo primero? ¿Qué fue todo eso? ¿Por qué él estaba a favor de los pobres?

Por eso hoy, cuando he visto lo que hace el Padre Ángel aquí en San Antón… Ya había pasado por aquí alguna vez. Y por otra que hay en la Calle Pez en la que también se ve a la gente haciendo cola por comida en esta época tan jodida que nos ha tocado vivir, tan brutalmente injusta…

Hay una frase que Casaldáliga decía a Ratzinger, que está ahí en Descalzo sobre la tierra roja. Ratzinger le decía que parecía que los de la Teología de la Liberación no combatían la violencia. Y Pedro Casaldáliga, que además de todo lo que es, es siempre absolutamente cuidadoso con el lenguaje -muy importante en Pere. Mucho-, decía “tengo que admitir que no me gusta hablar en términos de violencia o no-violencia. Ahora bien, si hay que hablar de violencia, hay que decir que no hay violencia mayor que la violencia institucionalizada, oficialmente justificada y que por reacción provoca otras violencias mucho menores”. Está en la película completo. Era como una roca, era como una piedra: nadie puede discutir esa frase. Es verdad sí o sí. Y lo es porque Pedro es respetuoso con el lenguaje de una manera tan brutal que, por ejemplo, con él no se podía decir “esto es una mierda”. Para atacar donde hay que atacar, él es preciso con el lenguaje. Preciso y recto en la denuncia. Una mierda es una cosa muy general…

De hecho, es lo que creo que está pasando mucho en este siglo: la gente no es precisa con el lenguaje, con las opiniones; la manipulación por todas partes es bestial; sólo está el consumismo, el capitalismo que lo deshumaniza todo. Hasta a los campesinos a los que les sale más a cuenta que muera la cosecha a cultivarla, porque la Comunidad Europea les paga un tanto… Eso deshumaniza a la persona que es realmente campesina y disfruta cultivando. Estamos en una época que necesita voces claras, que iluminen realmente. Y Pedro es una de ellas.

Cuando uno ya se ve ahí, como Pedro, en medio de los empobrecidos, se da cuenta de que esa gente te entrega todo, aunque no tiene nada. ¿Por qué sucede esto? ¿Tuviste en Brasil alguna experiencia con los más humildes?

Bueno, allí no estuvimos prácticamente en contacto; estábamos rodando la película. Pero sí creo que la gente que no tiene nada, tiene menos miedo a perder. Son menos conservadores, en ese sentido, porque no tienen lo que conservar. Entonces, son más generosos. Yo veo muchos ricos que, realmente, son unos ratas. No te invitan ni a un café, cuando cualquiera puede invitar a un café, incluso a comer… Creo que la gente más humilde tiene un sentido de la vida muy distinto, mucho más cerca de la propia vida. Mucho más cerca de lo esencial. Cuanto más evolucionada está una sociedad -me refiero a más lejos de lo esencial de la vida-, nos cuesta más; nos despistamos más. Yo amo profundamente Latinoamérica y desde allí, siempre que voy, veo a Europa muy vieja.

Recuerdo la primera vez que fui a Colombia, una conversación que tuve con una pareja. Me preguntaron si yo estaba en pareja y dije que sí. Después me preguntaron si quería tener un hijo, y dije que algún día. “¿Por qué no ahora?”. “Bueno, igual no es el momento”. “¿Pero, tú quieres tener hijos?”. “Sí”. “¿Y por qué no tienes?”. “Bueno, porque igual estamos esperando…”. Me lo volvieron a preguntar, y ahí lo entendí. “Es verdad. ¿Por qué no tengo?”. Fue una reflexión que luego me hizo tener a mi hija. Ellos están muy cerca de la realidad, con todo lo bueno y lo malo que tiene eso. Todo es muy bestia, muy animal, muy natural.

¿Y qué piensa un artista, qué piensas como artista, de la poesía de Pedro Casaldáliga?

Es la destilación de su pensamiento y ese respeto que te digo al lenguaje. Es su pasión, desde luego, su mística, la demostración de la elevación de su sentido… Yo creo que la poesía y la mística están muy cerca, y lejos de ciencias más exactas. Las que nombran a la cosa directamente. La poesía no puede hacer eso. Tiene que dar una forma, un envoltorio, a lo que siempre es una certeza, porque es el centro. No puede nombrar directamente al centro, sino que va diciendo cosas para dar ideas, sugerir sensaciones…  Es todo menos concreto y, finalmente, más verdadero. Al corazón te llega más concreto pero va enfocado a otra parte del cerebro, creo yo. Pasa por otro lugar, como le ocurre al humor. El humor pasa por otra parte del cerebro, y por eso nos reímos a carcajadas cuando de repente oímos un chiste realmente ingenioso.

¿Interpretar a Pedro hizo que cambiaras tu concepto de lo que puede hacer un obispo? ¿Y de lo que es el resto de la jerarquía católica?

Sí y no, porque la jerarquía no ha cambiado mucho. Son cosas distintas y la propia palabra jerarquía lo demuestra. Es muy estricta, cercana a una cadena.

Con el Papa Francisco se ha abierto un poco todo, creo; ha dicho cosas que están muy bien. Me parece que consigue una Iglesia más cercana al sentido original, que quiero pensar que es estar cerca de la gente que sufre. Pero igual que lo hacía un presidente latinoamericano, que decía que el gobierno tiene que intentar paliar o suavizar el sufrimiento del pueblo, no aumentarlo.

Ahora, cuando veo aquí en España que, a mi parecer, lo aumentan, me da rabia. En todas partes los que gobiernan aumentan el sufrimiento del pueblo. Aumentan la desigualdad, porque la sociedad ésta se basa en eso: en crecer todo el rato, en que la economía tiene que crecer aunque sea a veces antinatural. Para que una parte crezca todo el rato, la otra tiene que decrecer todo el rato. Y morir. Y morirse de hambre. Y la gente en España tiene que tirarse por los balcones porque no puede pagar el piso, y además eso se oculta en los periódicos.

Cerca de mi casa, en Sagrada Familia, en Barcelona, alguna vez he ido por la calle y he visto un pollo montado… Les he preguntado a los guardias urbanos qué ha pasado, y no me han dicho nada: “Circule, circule”. Yo circularé: pero aquí se ha tirado un tío. Está claro. Pero nos ocultan las evidencias. Dicen que porque eso se contagia. Pero yo ya no me creo nada. Creo que nos han dado permiso para no creernos nada. Que estamos en un buen momento para no creernos nada y opinar lo que nos dé la gana, porque sí, porque tenemos intuición, porque somos tan sabios como cualquiera. Todos lo somos, si estamos en contacto con nosotros mismos. Podemos opinar lo que nos dé la gana, porque está claro que los políticos a los que votábamos al final están más cerca de cumplir una serie de normas para que funcione una sociedad que es profundamente injusta, que de impartir justicia.

Para terminar, ¿qué recuerdas con especial cariño de ese rodaje, de tus encuentros con Pedro Casaldáliga?

Fueron muy grandes. No lo sé, me emociono. Es la cosa presencial, sobre todo. Ver que hay alguien -que habrá más gente, por supuesto- que en su vida hace el bien constantemente. Que vive para los demás realmente. Que es concreto, específico, muy meditado en la defensa de sus causas y que eso lo hace todo el día, todo el rato. Me demuestra que eso se puede hacer. Se puede estar siempre haciendo el bien todo el rato. Se puede. Está comprobado y quien no lo haga, es cosa suya; pero se puede.

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A algunos actores les pasa, que les gusta más lo de hacer las alfombras, la parafernalia; y eso ocurre también en la Iglesia

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Los políticos a los que votábamos al final están más cerca de cumplir una serie de normas para que funcione una sociedad que es profundamente injusta, que de impartir justicia

La iglesia de San Antón continúa con su programa cultural en homenaje a Casaldáliga de este mes de octubre, “Casaldáliga en el corazón de Madrid”.

El sábado 15, a las 20h, con una velada poético-musical con versos del poeta catalán.

El sábado 22 de octubre, con una misa presidida por el Padre Ángel en la que una gran coral interpretará la “Cantata de la Tierra sin Males”, de Casaldáliga, a las 19h.

Y por último, como cierre, una mesa redonda en la que participarán los teólogos José Arregi, Benjamín Forcano y Juan José Tamayo, en la que Federico Mayor Zaragoza intervendrá a través de un vídeo-mensaje. El coloquio tratará sobre “El mensaje de Pedro Casaldáliga al mundo de hoy”, el 28 de octubre a las 20h.

Fuente Religión Digital

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