Del blog de Xabier Pikaza:
Dom 29 Tiempo ordinario. Ciclo C. Lc 18, 1-8. En una de las páginas más hondas de la filosofía del siglo XX (Totalidad e Infinito), E. Levinas, judío curtido en opresiones, nos habló de la eficacia del “rostro suplicante”, es decir, del argumento de los indignados que gritan con su rostro, exigiendo justicia.
El mayor poder del mundo no es la Bomba, ni el Gran Capital, ni un Estado pretendidamente soberano, ni una Iglesia triunfante, sino el rostro impotente del huérfano, la viuda y extranjero…, el rostro que sufre y se indigna, que mira y suplica, pues lleva en el fondo toda la energía de Dios ; éste es el poder más hondo, el grito de los indignados.
En esa línea se sitúa hoy el testimonio de la viuda del evangelio, sin más ley ni derecho que su rostro indignado y su grito suplicante para exigir justicia, siendo así capaz de cambiar incluso al juez inicuo.
Las viudas son para la Biblia judía y cristiana el prototipo de los necesitados: Son personas sin derechos familiares, sin padre que pueda acogerlas en su casa, sin marido que les ofrezca protección, sin hijos que puedan defenderlas.
Éstas son las viudas, es decir, las mujeres en estado puro, dentro de una sociedad donde el único derecho es la fuerza de los hombres. Pues bien, por encima de ese derecho de la fuerza está el grito de las viudas, de los huérfanos y extranjeros indignados, pidiendo justicia.
Las mujeres viudas se concebían entonces (en el AT, en el tiempo de Jesús) como un bien mostrenco, bajo la amenaza económica, social y sexual de los hombres, bajo el riesgo de ser utilizadas, vendidas, sometidas. Pues bien, tradición bíblica las vincula, en el corazón del Pentateuco y en los profetas, con los huérfanos (niños sin protección) y con los extranjeros (hombres y/o mujeres sin amparo legal).
El grito indignado y exigente de viudas, huérfanos y extranjeros constituye el más hondo de todos los poderes, como sabe el AT, como sabe el evanelio de hoy. Desde ese fondo quiero ofrecer primero una visión general del AT, para detenerme después en el evangelio de este día, la viuda suplicante. Buen domingo.
Imágenes: 1-2. Dos versiones del cuadro famoso del grito, de Edvard Munch (1863-1944), que pueden ayudarnos a entender el tema (con viuda, con huérfano).
Imágenes 3-4: Unamuno se refugia en el coche,en Salamanca, tras el discurso académico/político de protesta (12.10.1936), en contra de la guerra, pidiendo que nadie venciera… sino que convencieran. A su lado (¿a favor, en contra?) el obispo Plá i Deniel, con falangistas dispuestos a lincharle. Muere a los pocos días, queda su grito indignado, ochenta años después.
ANTIGUO TESTAMENTO. HUÉRFANOS, VIUDAS Y EXTRANJEROS
La Biblia Antigua ha condensado las obras de misericordia en la ayuda a esos tres tipos de personas, que habían aparecido en los profetas, y que anticipan el mensaje de Lc 4, 18-19 y Mt 25, 31-46.
El cuerpo de la ley protegía ante todo a los connacionales fuertes, mientras los otros (huérfanos, viudas y extranjeros) parecían abandonados a sí mismos, sin el patrocinio del conjunto social.
— Pues bien, para proteger a huérfanos, viudas y extranjeros ha elaborado el AT una norma religiosa de misericordia, que aparecía ya en Is 1, 17 (huérfanos y viudas) y en Jer 7, 6 (forasteros, huérfanos y viudas), la norma y principio del grito indignado.
‒ Viuda (‘almanah) era una mujer sin protección y ayuda de marido, sea porque ha muerto o le ha dejado, quedando así sola, sin padres, hermanos o parientes que la cuiden. En aquel contexto patriarcal violento era difícil vivir como viuda, pues sin casa (padre o marido) una mujer se hacía prostituta o se hallaba en riesgo de ser utilizada. En ese contexto se sitúa la ley del levirato (Dt 25,5-10): el hermano o pariente más cercano del marido muerto debía ocuparse de la viuda (cf. Gen 38; Rut 4), pero en muchos casos no había tal pariente.
‒ Huérfano (yatom) es el niño o menor sin familia ni protección jurídica y/o social, a merced del capricho o prepotencia de otros. La tradición israelita ha unido a huérfanos y viudas, haciéndoles objeto de cuidado especial por parte del resto de la sociedad (cf. Is 1,23; Jer 49,1; Job 22,9; 24,3; Lam 5,3). Yahvé aparece así como Padre de huérfanos a quienes protege y como juez (dayan) de viudas (Sal 68,6), a quienes defiende, dando ese encargo a todos los creyentes.
‒ Extranjeros o gerim. Son los que residen (gur) en Israel, pero sin formar parte de la institución sagrada de las tribus, ni estar integrados en la estructura económico/social y religiosa del pueblo. No están protegidos por la alianza de Israel, y así constituyen una categoría especial, con riesgo de ser expulsados (cf. Esdras-Nehemías). Pues bien, en contra de eso, les protegen las leyes más sagradas la Biblia, las proto-leyes de la misericordia y hospitalidad.
Uno de los textos legales más antiguos de la Biblia, el dodecálogo de Siquem (Dt 27,15-26), formula de manera radical esta exigencia de misericordia, expresada en tres obras de ayuda.
¡Maldito quien defraude en su derecho al forastero, huérfano y viuda!
¡Y todo el pueblo responda: así sea! (Dt 27,19)
Esta maldición interpreta el derecho (mishpat) como misericordia, ayuda a los excluidos, en un gesto solemne, presidido por levitas que proclaman la ley suprema, mientras el pueblo, reunido en asamblea (cf. Dt 27,1.9), responde ‘amen, así sea. Esta defensa de los oprimidos no ha entrado en los decálogos estrictos de Ex 20 y Dt 5 (con su legislación oficial), pero constituye el derecho fundante de Israel: no cree en Dios (no puede responder amén) quien no cumpla esta exigencia. El esa línea se sitúa el Código de la Alianza (Ex 20, 22‒23, 19), incluido tras el decálogo del Sinaí (Ex 19-24), con leyes antiguas (del siglo IX-VIII a.C.) de tipo social, criminal, económico y cultual:
No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis en Egipto. No explotarás a la viuda y al huérfano, porque si ellos gritan a mí yo los escucharé. Se encenderá mi ira y os haré morir a espada, y quedarán viudas vuestras mujeres y huérfanos vuestros hijos (Ex 22, 20-22).
Este recuerdo del origen social israelita (¡fuiste ger o extranjero!) fundamenta su moral y la edifica sobre la solidaridad con los oprimidos: Dios tuvo misericordia de los hebreos en Egipto; ahora son ellos los que deben imitarle, protegiendo a extranjeros, huérfanos y viudas. Si alguien les explota ellos pueden gritar y Dios les oye.
En esa línea avanza el cuerpo doctrinal del Deuteronomio (Dt 12-26), que recoge y sistematiza (en el VII a.C.) esas leyes, en línea de fiesta y comida
Celebrarás (la fiesta) ante Yahvé, tu Dios, tú y tus hijos y tus hijas y tus siervos y tus siervas, y el levita que está junto a tus puertas, y el extranjero, huérfano y viuda que viva entre los tuyos, en el lugar que Yahvé tu Dios elija para que more allí su nombre. Recuerda que fuiste siervo de Egipto; guarda y cumple todos estos preceptos (Dt 16, 11-12).
Junto al huérfano/viuda/extranjero, esta ley incluye a siervos y siervas, criados o esclavos, igual que a los levitas que carecen de propiedad para organizar las fiestas sagradas, que debían celebrarse en Jerusalén. Todos han de participar en ellas. En ese contexto se formula la ley sobre el rebusco:
Cuando siegues la mies de tu campo… no recojas la gavilla olvidada; déjasela al extranjero, al huérfano y a la viuda, y te bendecirá Yahvé tu Dios en todas las tareas de tus manos. Cuando varees tu olivar… Cuando vendimies tu viña no rebusques los racimos; déjaselos al extranjero, al huérfano y a la viuda; recuerda que fuiste esclavo en Egipto (Dt 24, 19-22).
Yahvé, que ha empezado siendo un Dios de esclavos, se ocupa de los nuevos oprimidos: huérfanos, viudas, extranjeros. Por eso, frente a la codicia de los propietarios, el Deuteronomio apela al derecho de los desposeídos. Poderosa es la voz del pobre (´ani, ´ebyon), que clama a Yahvé (cf. 24, 14-15); por eso hay que ayudarle.
EL GRITO INDIGNADO DE LA VIUDA SUPLICANTE. EVANGELIO DE LUCAS
He presentado el tema de las viudas (con los huérfanos y extranjeros) desde la perspectiva de la voz suplicante. Las viudas aparecen sometidas a la arbitrariedad de los poderosos, pero tienen una voz que llega hasta Dios. Ellas aparecen de un modo especial en el evangelio de Lucas, que seguimos leyendo este domingo:
Está la viuda del nacimiento de Jesús (Lc 2, 37);
Está la viuda y madre del hijo muerto de Naím (Lc 7, 12);
Está la viuda que da todo lo que tiene, la mejor cristiana (Lc 21, 2-3).
Hoy está la viuda suplicante, la del grito que todo lo consgue (Lc 18, 1-8).
En contra de los que piensan que no merece la pena salir a la calle y gritar (en plano social y religioso, político y eclesial) habla este evangelio, que nos sitúa ante el grito de la viuda, capaz de cambiar el orden injusto del sistema. Leer más…
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