“Es tan difícil saber perder”. Enseñanzas olímpicas
En nuestra casa de veraneo, llena de nietos, la televisión está encendida todas las noches para ver el desarrollo de las olimpiadas. El otro día la conversación se centró en saber si había estado bien o muy mal, nadie defendía la bondad del acto, cuando el judoca egipcio, Islam El – Shebabi, se negó a estrechar la mano y realizar el saludo habitual, que supone inclinarse, tras su combate perdido ante el iraelí, Or Sasson.
Unos decían que podría haber habido por medio temas personales, cuestiones religiosas o políticas lo que suponía un eximente de esa actitud. Pero precisamente los juegos olímpicos griegos hacían tabla rasa por unos días de todas las guerras y por eso me alegro de que el comité olímpico haya expulsado al egipcio. No tenía excusa.
Como decía Pau Gasol en un artículo, en el deporte se generan pautas de comportamiento que pueden influir entre los más jóvenes y además, practicándolo, se adquieren valores que les serán muy útiles a lo largo de la vida: esfuerzo, superación, perseverancia, compañerismo, respeto, deportividad…
Al pairo de estas reflexiones me ha resultado curioso un estudio que han hecho los profesores Joyce Beneson y Richard Wrangham de la Universidad de Harvard. Dejando aparte las luchas tribales, que son a muerte, en los enfrentamientos menos letales sacaron videos de torneos de varones y mujeres en tenis, pingpong, bádminton y boxeo en los que participaron deportistas de 44 países. Hoy están estandarizadas las reglas de lo que hay que hacer cuando se termina el partido -el caso del combate entre el israelí y el egipcio- que suele ser estrechar la mano del contrario, inclinarse o darse un abrazo dependiendo del deporte practicado.
Lo más curioso del estudio es que, este ceremonial post enfrentamiento, tenía una mayor duración cuando el partido o combate era entre varones y menor cuando era entre mujeres. En tenis la media de los varones era de 1,4 segundos, todos hemos visto algún partido de Nadal en el que tras estrecharse la mano los contrincantes se daban abrazos o golpes en la espalda, por 0,8 de las féminas, unos porcentajes similares se producían en todos los deportes estudiados. En el boxeo las diferencias eran más abultadas 6,3 segundos en ellos por 2,8 en ellas. El estudio también se ha hecho en los chimpancés, tras la reconciliación de algún altercado, y los resultados eran similares a los de los humanos.
Queda por saber si las mujeres dejan el campo de batalla con más resentimiento que los varones… pero eso exige un nuevo estudio. De momento nos hemos quedado con la idea de que el egipcio no lo hizo bien ante la persona que le ganó ¡Es tan difícil saber perder!
Isabel Gómez Acebo
Fuente Religión Digital
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