Domingo XXII del Tiempo Ordinario. 28 agosto, 2016
“Cuando alguien te invite a una fiesta de bodas, no te sientes en el lugar principal no sea que llegue otro invitado más importante que tú, y el que os invitó a los dos venga a decirte: ‘Deja tu sitio a este otro. Entonces tendrás que ir con vergüenza a ocupar el último asiento” .
Lc 14, 1.7-14
El puesto de nuestro Corazón
Al leer este evangelio me llama la atención el gran conocimiento que tenía Jesús de las sombras que habitan el corazón humano. Su explicación es certera y práctica utilizando nuestras categorías humanas para hacerse comprender.
Me llama la atención que Jesús no explique que no es bueno ocupar el primer lugar, porque es un endiosamiento y es un vivir fuera de quienes somos, moviéndonos por la apariencia, la posición social, el qué dirán, y que eso no otorga la paz.
En cambio hace un paralelismo… y dice “si llega otro más importante que tú, el dueño de la casa te dirá que dejes ese lugar”, y esa es la explicación que entendemos porque nos movemos dentro de categorías de bueno, mejor, más poder, más tener…
A mi entender actuamos así porque funcionamos desde nuestra mente, dentro de unos patrones culturales aprendidos, marcados por nuestra sociedad y familia, sin embargo ellos no nos otorgan la felicidad, sino la esclavitud de vivir según los roles establecidos.
Funcionamos según la “idea”, “ el concepto mental” de lo que nos otorgará la felicidad. Sin embargo, Jesús nos habla de vivir en el interior donde la idea no tiene poder, de sentirnos a gusto con quienes somos, disfrutando el instante, sin categorías, siendo nosotros, y para disfrutar de nosotros no necesitamos ocupar puestos “especiales” según las clases sociales. Necesitamos ocupar el puesto de vivir en nuestro corazón, donde quien otorga “el poder” es nuestra capacidad de amar.
Quien ama no se mueve por categorías humanas, las del endiosamiento, si no por “desaprendizajes” egoícos, que conllevan la entrega y el servicio, entonces somos en la medida que dejamos a los demás ser un@ en nosotr@s. “El Padre y yo somos uno” ( Jn 10,30).
Oración
Jesús, maestro de la desidentificación de patrones mentales, enséñanos la sabiduría de descubrirnos plen@s en nosotr@s mism@s, sin tener que representar ningún papel , ocupando puestos que nos descentren de Ti.
Te lo presentamos a Ti, Padre de la Vida , por medio de Jesús tu Hijo, y mediante la fuerza y la ternura de la Santa Ruah.
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Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa
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