Domingo XXI del Tiempo Ordinario. 21 agosto, 2016
“Atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le preguntó: “Señor, ¿serán pocos los que se salven?” Él les dijo: “Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán””.
Entrar por la puerta estrecha
- Un escenario: Jesús “caminando hacia Jerusalén”. Consciente de que allí le esperan el juicio y la muerte.
- Una pregunta: “Señor, ¿serán pocos los que se salven?”
- Una imagen: una puerta estrecha.
Detente ante esa puerta. Cierra los ojos y contémplala interiormente. Cómo es, qué forma tiene, dónde está… Y así, delante de ella, deja que resuenen en tu corazón otras palabras de Jesús en las que también habla de “salvarse”, y de “la puerta”, y de los “tamaños”… y del Banquete.
“Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, la salvará. Pues ¿de qué le sirve a una persona haber ganado el mundo entero si ella misma se pierde o se arruina?” (Lc 9, 24-25)
“¿Quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve. Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas; yo, por mi parte, dispongo un reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino…” (Lc 22, 27-30)
“Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo” (Jn 10, 9)
Perder. Hacerse pequeña. Servir. Perseverar. La puerta estrecha se presenta ante nosotras casi a cada instante. Jesús la ha atravesado primero. Y hoy mismo, en Irak, en Siria, en Egipto y en muchos otros lugares, hermanos y hermanas nuestros, cristianos como nosotros, perseveran en su amor en medio de la persecución. Ellos atraviesan cada día la Puerta de la Vida.
¡Señor Jesús, Puerta de la Vida!
Abre mis ojos para reconocerte,
y mi corazón para entrar por ti.
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Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa
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