Guerra y Paz
“La guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido” (Nietzsche)
14 de agosto, domingo XX del TO
Lc 12, 49-53
¿Pensáis que vine a traer paz a la tierra? No paz, os digo, sino guerra
Jesús ha venido al mundo para renovarlo y purificarlo. Su misión es salvadora y, a la vez, dramática. Como la de Jeremías que, igualmente fiel a la misión encomendada, fueron ambos perseguidos e incomprendidos por su pueblo. Jueces de Paz entre los suyos –La paz sea entre vosotros”– lucharon convirtiendo las armas en herramientas, como vaticinó Isaías en el AT: “De las espadas forjarán arados / de las lanzas, podaderas. / No alzará la espada pueblo contra pueblo, / ya no se adiestrarán para el combate” (Is 2, 4). Y como en los Juegos Olímpicos de Río 2016 donde los atletas y deportistas participan, no para vencer a nadie sino para batir records y superarse a sí mismos.
Las aves rapaces vuelan bajo este gélido invierno y “Las zorras tienen madriguera (…) pero este hombre no tiene donde recostar la cabeza (Mc 8, 20). Los terratenientes, ávidos de bienes materiales y espirituales olvidaron el deseo de Isaías y combaten perennemente sin piedad por ellos. Arados y podaderas de los labradores sueñan de brazos cruzados en los campos. Aunque no son tan ingenuos que crean que algún día “el lobo y el cordero pastarán juntos, el león como el buey comerá paja” (Is 65, 25).
Los hombres honestos no disponen de corazas, de cascos, ni de escudos. Están desamparados y reciben golpes que dejan muy maltrecho su cuerpo. ¿Están perdiendo la batalla y la vida en este empeño? ¿O la perdió Dios solamente, con ellos o sin ellos? En la película Guerra y Paz, dirigida por King Vidor en 1956, se mantiene este diálogo ilustrativo entre Natacha y el príncipe Andrei:
“Cuando hubiese un caso complicado o cualquier arbitrariedad, vos juzgaríais y vuestra palabra sería ley.
¿Por qué yo?
Porque vuestro corazón es puro y sois bueno”.
Posiblemente fuera oportuno recordar aquí también las palabras de Vitelia, protagonista de La Clemenza di Tito -ópera de Mozart- “Antes que se oculte el sol / quiero muerto al indigno. / Sabes que usurpa un reino / que me dio por destino el cielo”. La obra concluye con todos los personajes alabando la extrema generosidad de Tito, mientras éste ruega a los dioses que acaben con su vida el día en que su prioridad no sea el bienestar del pueblo romano. ¿Sería oportuno reenviarlo por WhatsApp a Roma? Y tampoco estaría demás autoenviarlo a nuestro personal domicilio.
“La guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido”, dijo Nietzsche. Quizás porque él, como sabio, no ignoraba que tener paz conlleva mantener la calma y el amor en el corazón. Como lo tenía Carolina, la española casada con el compositor ruso Serguéi Prokófiev. Estando condenada en el gulag siberiano puso especial énfasis en que sus hijos le mandaran “El deseo”, de Chopin. Quería representarla en el campo de concentración, pues le gustaba esa historia de amor que hablaba de libertad y de amor incondicional. La sociedad repulsa a quienes desprecian a los demás y no colaboran.
ASAMBLEA EN LA CAPINTERÍA
1. Desavenencias
Cuentan que en la carpintería
hubo una vez una extraña asamblea.
Las herramientas querían arreglar
sus diferencias.
El tonante martillo
pidió ejercer la presidencia.
Mas como hacía demasiado ruido
y se pasaba el tiempo golpeando,
la Asamblea
propuso su renuncia.
Aceptó su culpa y pidió sin reservas
la expulsión del tornillo:
había que darle muchas vueltas
para que al fin sirviera de algo.
Aceptó el tornillo la oferta,
pero pidió también que se expulsara
a la lija, que era
muy áspera de trato,
y andaba con todos a la gresca.
Aceptó la lija dicho acuerdo
a condición de que el metro fuera
expulsado, pues se pasaba el día
midiendo a los demás con su medida
como si fuera el único perfecto.
Todos gimieron juntos: -“¡Ay qué pena!”
(SOLILOQUIOS. Ediciones Feadulta)
Vicente Martínez
Fuente Fe Adulta
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