Dom 20 C. Lc 12, 49-53. Éstas son para muchos las palabras más fuertes del Evangelio:
— He venido a prender fuego… a dividir las familias: Tres contra dos y dos contra tres…
— el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre…
Jesús ha venido a prender fuego y quemar (superar) un tipo de “leyes naturales” de familia, para crear otras que se funden en la libertad y la gratuidad del evangelio.
Éste es un principio que algunos no entienden o no quieren entender, pensando que Jesús ha venido a ratificar sin más un tipo de familia natural que ya existía. Pues bien, él podía haberlo dicho quizá más alto,pero no más claro: Él ha venido a destruir un tipo de familia, para crear otra más alta:
Hay un amor más grande que el de padre-hijo o de madre-hija en la línea de la ley natural, hay un amor de libertad, de persona a persona, en gratuidad, un amor que no niega lo anterior, pero lo transfigura y suprema. Por eso, en un sentido muy hondo, Jesús dice que ha venido a prender fuego, a destruir un tipo de amor de padre-hijo y de madre hija.
Estas palabras forman parte de la novedad del evangelio, son la buena nueva de Dios, que capacita a los hombres y mujeres para amarse de un modo gratuito, superando unos principios de familia, género y raza que parecían divinos, inmutables.
En esa línea dice Jesús que ha venido a prender fuego al mundo… para empiece el gran incendio de Dios, desde la familia, que ha de ser recreada sobre otras bases de amor en libertad.
–Jesús no fue un mesías militar, eso seria fácil, siguiendo en la línea de viejos y nuevos caudillos militares, de Ciro el Grande y Alejandro Magno hasta Napoleón. Ganando la guerra no se logra prácticamente nada.
— Jesús tampoco fue un mesías político, un creador de Estado, como Augusto…Éso sería relativamente fácil. Él ha venido a proclamar e iniciar la revolución más grande, que es la de la familia . Ésa fue su tarea y sigue siendo la tarea de su Iglesia.
Utilizo para desarrollar este programa del evangelio del domingo unos temas de dos libror:strong>Historia de Jesús, Verbo Divino, Estella 2013) La familia en la Biblia (Verbo Divino, Estella 2014)…
Evangelio del domingo: Lucas 12, 49-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.
Un movimiento mesiánico
Jesús inició un movimiento de paz, desde los más pobres, superando la lógica de enfrentamiento que regulaba la vida de familias y grupos de su tiempo, en Galilea. Fue una revolución desde abajo, desde aquellos que vivían en el margen de la sociedad establecida, un movimiento de seguidores y amigos, integrado básicamente por personas que habían sido expulsadas del nuevo (des-)orden social que se estaba imponiendo en Galilea, a causa de la trasformación económica y política vinculada al Imperio Romano.
Apoyándose en antiguas tradiciones (como la ley del jubileo: Lev 25) e invirtiendo el modelo dominante de política y economía importada de Roma, partiendo de su fe en Dios/Abba, Jesús no quiso formar grupos de dominio (para así imponer su proyecto en Galilea), sino de creatividad religiosa y de comunicación humana desde los más pobres.
Por eso empezó “curando” a los enfermos y haciéndose prójimo de los posesos e impuros a quienes invitaba a formar parte de su nueva familia social (eclesial), entendida a modo de comunión de personas unidas desde el mensaje y camino de Reino. Por eso invitó de un modo especial a los pobres, haciéndoles iniciadores de su proyecto de familia pacificada de hermanos (hijos) de Dios.
Una guerra de familia.
El movimiento de paz de Jesús no empezó con grandes reformas económicas y/o políticas, en sentido global, sino con la creación de grupos familiares pacificados, abiertos desde los pobres (itinerantes) hacia todos los hombres y mujeres, intensificando la comunicación personal. No anunció una paz sólo futura, ni quiso que sus pobres arrebataran la hacienda de los ricos, sino que ellos mismos (los pobres) empezaran a superar el sistema de propiedad particular (violenta), pero no matando o despojando de sus bienes a los ricos, sino ofreciéndoles salud y curación (paz), precisamente a partir de los mismos pobres a quienes ellos habían expulsado y arrebatado los biens.
Lógicamente, por querer y buscar esa paz (y por hacerlo como lo hacía) tuvo que enfrentarse a los violentos del sistema dominante.
El imperio romano, que dominaba en Galilea, se había formado como un “asunto de familia”, una jerarquía descendente, a partir de los niveles superiores, de manera que el gran orden de la sociedad reproducía un modelo de buena familia patronal (¡cosa nostra!), donde los más altos “beneficiaban” a los bajos (y los bajos se apoyaban a los altos, como clientes de un sistema patronal). El Imperio era un sistema de violencia controlada, de manera que su paz era el resultado de la imposición de unos sobre otros. Lógicamente, Dios era el Orden, el Valor de los valiosos, el sistema.
En contra de eso, Jesús quiso crear unas agrupaciones de familias no patriarcalistas, donde hubiera espacio para todos, desde los más pobres. Para eso tuvo que oponerse a los esquemas de familia tradicional, pues era una familia impositiva, centrada en el valor superior de los “patriarcas” (padres de familia, varones), dejando a los demás miembros de la familia en un lugar inferior y expulsando a los huérfanos-viudas-extranjeros (cf. Ex 22, 20-23; Dt 16, 9-15; 24, 17-22), víctimas de un tipo de vida y economía mercantil.
Para superar la violencia de la familia establecida (que, por otra parte, era incapaz de mantenerse en la nueva situación), Jesús tuvo que crear un nuevo tipo de familia más extensa, no patriarcalista, donde cupieran todos, no sólo los de dentro, sino los del entorno social, desde los más pobres. Ésta fue su revolución, esta su “guerra”, más difícil y dura que las guerras de Julio César o Augusto.
Lógicamente, al buscar lo que buscaba, una familia abierta a todos, para crear lo que él quería crear (grupos de Reino), no pudo empezar reforzando las instituciones existentes (¡más familia patriarcal, más orden, más ley, más templo!), sino que comenzó “creando familia” desde los huérfanos-viudas-extranjeros, es decir, desde aquellos que estaban siendo rechazados por la buena sociedad establecida.
No tuvo más remedio que oponerse a un tipo de familia dominante, de carácter jerárquico-impositivo, porque ella iba en contra de su opción de Reino y porque funcionaba con modelos de imposición jerárquica, expulsando a los más pobres (cf. Mt 10, 35-37; Lc 12, 53; 14, 26). Lógicamente, tuvo que decir a sus discípulos que “aborrecieran” a padre-padre, hermanos-hermanas… (Lc 14, 26 Q; cf. EvTom 55, 1-2; 101, 1-3).
¿Aborrecer a los padres?
Con su duro lenguaje, Jesús dijo a sus seguidores que debían “aborrecer” a sus familiares (Lc 14, 26). Al decir eso, él no negar o criticar unos “lazos de sangre”, de tipo biológico y social, para impulsar un tipo de comunión espiritualista, sin vínculos de tipo “carnal” (como parece querer ya el Evangelio apócrifo de Tomás), sino que rechazó un modelo de familia exclusivista, para crear otro modelo de familia muy concreta (muy de carne y sangre, de amistad y comunión), pero no exclusivista; una familia donde importan los hombres y mujeres, cada uno de ellos y todos en relación concreta, sin imposiciones ni exclusiones, una familia donde cupieran los expulsados de las otras “tribus” y malas familias de su tiempo. Fue una revolución como nunca se ha dado.
La terapia de Jesús, resurrección de la familia: Fuego, bautismo, espada
Para explicar esa transformación de la de familia, el Evangelio de Lucas pone en boca de Jesús tres palabras simbólicas de una importancia enorme. Cada una de ellas marca una ruptura, las tres juntas evocan “la ruptura” esencial de Jesús, que así puede presentarse como impulsor de un nuevo Adán/Eva donde caben todos. Para ello recoge explosivas, que pueden aparecer separadas en otro contexto de la tradición evangélica, pero que aquí se unen para indicar la importancia de la “lucha” de familia: fuego, agua, división (espada). Más fuerte no podía haberse dicho.
1. Fuego. «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!». El tema del fuego mesiánico (del Dios/Fuego) ha sido ya aplicado a Jesús por Juan Bautista, cuando anuncia la llegada de uno más fuerte, que no bautiza en agua, sino con Espíritu Santo y Fuego (cf. Lc 3, 16; Mt 3, 10). El fuego es el poder del juicio de Dios, que purifica o destruye (para recrear).
Estamos ante el tema Jesús/Fuego, elaborado en especial por la tradición casi gnóstica del Evangelio de Tomas, que recoge este pasaje de Lucas, vinculando fuego y bautismo (EvTh 16), pero que añade otros impresionantes: «He arrojado fuego sobre el mundo y he aquí que lo estoy vigilando hasta que arda en llamas» (Ev Th 10) «Jesús ha dicho: Quien está cerca de mí está cerca del fuego, y quien está lejos de mí está lejos del Reino» (Ev Th 82).
Jesús es un fuego espiritual, sin duda, como indica el Evangelio de Tomas (apócrifo). Pero Tomás corre el riesgo de entender ese fuego en línea sólo intimista, como una llama que arde en el corazón de cada hombre o mujer que hace el camino de la santidad. Pues bien, conforme al evangelio de Lucas, ese fuego arde en familia, cambia las relaciones familias.
2. Bautismo.
«Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!». El bautismo no es ya un rito exterior de purificación, sino gesto de inmersión en el “agua de la vida”, gesto de entrega total, para crear la nueva humanidad. Está vinculado también la promesa del Bautista que decía que Jesús “bautizará (agua) con Espíritu y fuego”. Pues bien, el agua de Jesús lleva a crear nuevas relaciones, como las que él dice a los zebedeos cuando les invita a participar en su bautista de servicio para todos, sin jerarquías no poderes impositivos (cf. Mc 10, 38-39)
3. Espada.
¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. Lucas pone división (diamerismón). Mateo conserva quizá el término primitivo de “espada” Majaira (Mt 10, 34). Ésta es la espada de una guerra no militar, que penetra y divide y recrea, como un bisturí de doble filo (Hebr 4, 12), que corta, quita y cura; como espada de la palabra del Jinete del Logos, del logos de Dios (Ap 19, 15), que destruye a los poderes perversos, para crear la familia de los hijos de Dios, las bodas del Cordero. Leer más…
Biblia, Espiritualidad
Ciclo C, Dios, Evangelio, Familia, Fuego, Jesús, Tiempo Ordinario
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