“Estad preparados”. Domingo 7 de agosto de 2016. 19º domingo del Tiempo Ordinario
Sabiduría 18, 6-9: Con una misma acción castigabas a los enemigos y nos honrabas, llamándonos a ti.
Salmo responsorial: 32: Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
Hebreos 11, 1-2. 8-19: Esperaba la ciudad cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios.
Lucas 12, 32-48: Estad preparados.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón.
Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.
Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.”
Pedro le preguntó: “Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?”
El Señor le respondió: “¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas?
Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si el empleado piensa: “Mi amo tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles.
El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos.
Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.”
Primera Lectura
Los israelitas, oprimidos en Egipto, experimentaron que el Señor era su salvador la noche en que murieron los primogénitos de los egipcios. Por eso aquella noche tuvo una significación trascendental para la historia de los hebreos. Les recordaba las promesas que Dios había hecho a sus padres; que desde entonces Israel fue un pueblo libre y consagrado al Señor. La primera cena del cordero pascual sirve de modelo a lo que había de ser centro de la vida religiosa y cultural.
La participación en un mismo sacrificio simbolizaba la unión solidaria de un pueblo en un destino común. La celebración pascual recuerda que Dios no cesa de elegir a su pueblo entre los justos y de castigar a los impíos.
Hoy, toda esta imagen de Dios, por más que la hayamos estado escuchando y venerando durante milenios, desde siempre, aparece como profundamente inadecuada, inaceptable. ¿Qué clase de Dios es ése que opta por un pueblo, lo elige, le regala una tierra que está ya ocupada por otros pueblos da poder a su pueblo elegido para que los expulse y los destruya? ¿Es verosímil esta imagen de Dios? ¿No es propia de los tiempos «tribales», donde cada tribu se imagina que tiene su Dios protector que la defenderá contra las demás? (Recomendamos leer al respecto, por ejemplo, de John Shelby SPONG, Un cristianismo nuevo para un mundo nuevo, Abya Yala, Quito, Ecuador, www.tiempoaxial.org; también se puede mirar en google y en youtube sobre este autor).
Segunda Lectura
La fe de Abraham y de los patriarcas sirve de ejemplo. Para estimular la perseverancia en la fe que lleva a la salvación, la carta a los Hebreos aduce una serie de testigos. Abraham, lo mismo que los hebreos del siglo I, conoció la emigración, la ruptura respecto al medio familiar y nacional y la inseguridad de las personas desplazadas. Pero en esas pruebas encontró Abraham motivo para ejercer un acto de fe en la promesa de Dios.
La fe enseña a no darnos por satisfechos con los bienes tangibles ni con esperanzas inmediatas. Abraham creyó por encima de la amenaza de la muerte. Sufrió la esterilidad de Sara y la falta de descendencia. Esta prueba fue para él la más angustiosa porque el patriarca se acercaba a la muerte sin haber recibido la prenda de la promesa. Aquí se hace realidad la última calidad de la fe: aceptar la muerte sabiendo que no podrá hacer fracasar el designio de Dios.
Más que el sufrimiento, es la muerte el signo por excelencia de la fe y de la entrega de uno mismo a Dios. Abraham creyó en un “más allá de la muerte”, creyó le sería concedida una posteridad incluso en un cuerpo ya apagado, porque le había sido prometida. Esta fe constituye lo esencial de la actitud de Cristo ante la cruz. También se entregó a su Padre y a la realización del designio divino, pero tuvo que medir el fracaso total de su empresa: para congregar a toda la humanidad, se encuentra aislado pero confiado en un por encima de la muerte que su resurrección iba a poner de manifiesto.
Evangelio
El evangelio de hoy nos presenta unas recomendaciones que tienen relación con la parábola del domingo anterior del rico necio. Los exegetas se diversifican en cuanto a la estructura que presente el texto y no determinan las unidades de las que se compone. La actitud de confianza con el que inicia el texto no debería de omitirse “no temas, rebañito mío, porque su Padre ha tenido a bien darles el reino”. Esta exhortación a la confianza, al estilo veterotestamentario y que gusta a Lucas, expresa la ternura y protección que Dios ofrece a su pueblo, pero expresa también la autocomprensión de las primeras comunidades: conscientes de su pequeñez e impotencia, vivían, sin embargo, la seguridad de la victoria. La bondad de Dios, en su amor desmedido, nos ha regalado el Reino. Desde aquí tenemos que entender las exhortaciones siguientes. Si el Reino es regalo, lo demás es superfluo (bienes materiales). Recordemos los sumarios de Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles.
Lucas invita a la vigilancia, consciente de la ausencia de su Señor, a una comunidad que espera su regreso, pero no de manera inminente como sucedía en las comunidades de Pablo (cf. 1Tes.4-5). La Iglesia de Lucas sabe que vive en los últimos días en los que el hombre acoge o rechaza de forma definitiva la salvación que se regala. Cristo ha venido, ha de venir; está fuera de la historia, pero actúa en ella. La historia presente, de hecho, es el tiempo de la iglesia, tiempo de vigilancia.
Fitzmyer, ilustra esta afinada concepción de la historia, aparecen varias recomendaciones en lo que puede considerarse como los “retazos de una hipotética parábola”. Lo importante será descubrir en cuál de esas recomendaciones centramos la llegada que hay que esperar de manera vigilante. La predicación histórica de Jesús tienen estas máximas sobre la vigilancia y la confianza. Ahora, en este texto se les reviste de carácter escatológico. El punto clave reside en la invitación “estén preparados”; o lo que es lo mismo, lo importante es el hoy. A la luz de una certeza sobre el futuro, queda determinado el presente. Esta es la comprensión de la historia de Lucas: “se ha cumplido hoy” (4,21), “está entre ustedes” (17,20-21) y “ha de venir” (17,20).
El Reino es, al mismo tiempo, presente y algo todavía por venir. De aquí la doble actitud que se exige al cristiano: desprendimiento y vigilancia. Es necesario desprenderse de los cuidados y de los bienes de este mundo, dando así testimonio de que se buscan las cosas del cielo.
La vigilancia cristiana es inculcada constantemente por Cristo (Mc 14,38; Mt 25,13). La vida del cristiano debe ser toda ella una preparación para el encuentro con el Señor. La muerte que provoca tanto miedo en el que no cree, para el cristiano es una meditación: marca el fin de la prueba, el nacimiento a la vida inmortal, el encuentro con Cristo que le conduce a la Casa del Padre.
La intervención de Pedro, demuestra que la exhortación de Jesús sobre el significado de actuar y perseverar en vigilancia es en primer lugar referido a aquellos que son “la cabeza” de la comunidad, o mejor dicho para los que “están al servicio” de la comunidad. La resurrección a la vida depende del modo como ejercitaron ese servicio.
Parte del evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 105 de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil, titulado «Un cielo nuevo y una nueva tierra». El guión y su guión y su comentario puede ser tomado de aquí: http://www.radialistas.net/category/un-tal-jesus
Para la revisión de vida
Cuál es tu tesoro, lo que valoras más, lo que te mueve desde lo profundo…?
¿Cómo está de activa nuestra esperanza? ¿Somos personas apasionadas por el futuro, por un «sueño loco», por una Utopía?
¿Reconocemos al Dios-Misterio que viene en cada momento, y sobre todo en los desafíos del amor, en los más necesitados?
Para la reunión de grupo
– Esta palabra escuchada, ¿qué dice de importante y a qué nos alienta?
– ¿Cuál es la intención de Lucas al insistir en este tema escatológico? ¿Qué es «estar preparados»? «Preparados»… ¿para qué, frente a qué, cómo…?
– En http://www.servicioskoinonia.org/martirologio/hb11.htm hay una paráfrasis latinoamericana de Heb 11. Leerla y comentarla.
– Estudiar el artículo de Karl Rahner, que propugna un “concepto ampliado y actualizado de martirio” (http://servicioskoinonia.org/relat/142.htm). Comentarlo. Y preguntarse: ¿Ya no es tiempo de martirio? ¿En qué sentido?
– Sobre el tema de la fe: ¿puede ser que lo más importante que Dios puede querer de nosotros sea que «creamos»? ¿Puede ser que el sentido de la vida humana sea que «Dios lo ha creado para ponerle una prueba, y le pide que confíen en Él y crea lo que no se ve? Ése fue el esquema central de la explicación religiosa clásica, que hemos mantenido durante dos mil años. ¿Puede seguir en pie? Dificultades actuales para seguir pensando que la fe es la actitud central de la religiosidad.
Para la oración de los fieles
– Ilumina nuestros ojos para que podamos reconocerte en los acontecimientos y sobre todo en los necesitados, roguemos al Señor…
– Fortalece nuestra esperanza en el futuro de la humanidad para que no muera nuestra fe y amor, roguemos al Señor…
– Que nuestra vida se apoye en valores permanentes y no en los bienes materiales, roguemos al Señor…
Oración comunitaria
– Dios Padre Nuestro: danos un corazón grande y potente, capaz de ver con claridad que, más allá de las apetencias y tentaciones de la vida, los valores verdaderos son los valores de tu Reino, y que dar la vida por ellos es lo que más puede alegrar y pacificar nuestro corazón, tal como nos enseñó Jesús, nuestro hermano mayor…
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