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Archivo para Domingo, 24 de julio de 2016

Padre nuestro…

Domingo, 24 de julio de 2016
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padre-e-hijo-hablan

Padre nuestro tu que estás
en los que aman la verdad,
haz que el reino que por Ti se dio
llegue pronto a nuestro corazón,
que el amor, que tu hijo,
nos dejó, ese amor…
habite en nosotros.

*

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

*

Y en el pan de la unidad,
Cristo danos Tu la paz
y olvidate de nuestro mal,
si olvidamos el de los demás,
no permitas, que caigamos
en tentación…
oh señor…
y ten piedad…
del mundo.

*

***

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:

– “Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.”

Él les dijo:

– “Cuando oréis decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.”

Y les dijo:

“Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.”

Y, desde dentro, el otro le responde: “No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos.”

Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.

Pues así os digo a vosotros:

Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre.

¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra?

¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?

Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?”

*

Lucas 11, 1-13

***

***

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“Reaprender la confianza”. 17 Tiempo ordinario – C (Lucas 11,1-13)

Domingo, 24 de julio de 2016
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17-TO-300x298Lucas y Mateo han recogido en sus respectivos evangelios unas palabras de Jesús que, sin duda, quedaron muy grabadas en sus seguidores más cercanos. Es fácil que las haya pronunciado mientras se movía con sus discípulos por las aldeas de Galilea, pidiendo algo de comer, buscando acogida o llamando a la puerta de los vecinos.

Probablemente, no siempre reciben la respuesta deseada, pero Jesús no se desalienta. Su confianza en el Padre es absoluta. Sus seguidores han de aprender a confiar como él: «Os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá». Jesús sabe lo que está diciendo pues su experiencia es esta: «quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre».

Si algo hemos de reaprender de Jesús en estos tiempos de crisis y desconcierto en su Iglesia es la confianza. No como una actitud ingenua de quienes se tranquilizan esperando tiempos mejores. Menos aún como una postura pasiva e irresponsable, sino como el comportamiento más evangélico y profético de seguir hoy a Jesús, el Cristo. De hecho, aunque sus tres invitaciones apuntan hacia la misma actitud básica de confianza en Dios, su lenguaje sugiere diversos matices.

«Pedir» es la actitud propia del pobre que necesita recibir de otro lo que no puede conseguir con su propio esfuerzo. Así imaginaba Jesús a sus seguidores: como hombres y mujeres pobres, conscientes de su fragilidad e indigencia, sin rastro alguno de orgullo o autosuficiencia. No es una desgracia vivir en una Iglesia pobre, débil y privada de poder. Lo deplorable es pretender seguir hoy a Jesús pidiendo al mundo una protección que solo nos puede venir del Padre.

«Buscar» no es solo pedir. Es, además, moverse, dar pasos para alcanzar algo que se nos oculta porque está encubierto o escondido. Así ve Jesús a sus seguidores: como «buscadores del reino de Dios y su justicia». Es normal vivir hoy en una Iglesia desconcertada ante un futuro incierto. Lo extraño es no movilizarnos para buscar juntos caminos nuevos para sembrar el Evangelio en la cultura moderna.

«Llamar» es gritar a alguien al que no sentimos cerca, pero creemos que nos puede escuchar y atender. Así gritaba Jesús al Padre en la soledad de la cruz. Es explicable que se oscurezca hoy la fe de no pocos cristianos que aprendieron a decirla, celebrarla y vivirla en una cultura premoderna. Lo lamentable es que no nos esforcemos más por aprender a seguir hoy a Jesús gritando a Dios desde las contradicciones, conflictos e interrogantes del mundo actual.

José Antonio Pagola

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“Pedid y se os dará”. Domingo 24 de julio de 2016. 17º domingo del Tiempo Ordinario

Domingo, 24 de julio de 2016
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42-ordinarioC17 cerezoLeído en Koinonia:

Génesis 18, 20-32: No se enfade mi Señor, si sigo hablando. 
Salmo responsorial: 137: Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.
Colosenses 2, 12-14 Os dio vida en Cristo, perdonándoos todos los pecados.
Lucas 11, 1-13: Pedid y se os dará.

Primera lectura

Este texto, continuación del que se leía el domingo pasado, nos muestra a Abraham, padre de la fe y antepasado de Israel, como gran intercesor antes los habitantes de estas ciudades. Muestra una actitud a imitar: apertura y ayuda a los demás. La negociación entre el intercesor y Dios, recuerda el estilo oriental (y muy latinoamericano, también) del regatear. Lo que se busca es acentuar la insistencia intercesora de Abraham y la magnitud del pecado de Sodoma y Gomorra. El texto es el mejor ejemplo de oración como diálogo audaz y comprometido con Dios, en el que vemos a Abraham hablar con el Señor y tratar de convencerlo a partir de su bondad y justicia, pero, al parecer, abusando de su confianza. El estilo y modo de proceder es, obvio, de una mentalidad semítica: poner en juego el honor de Dios, su reputación de justicia pero que muestran la confianza en Dios y la proximidad de los hombres a El. Por otra parte , este texto, puede ser modelo para el tema de la hospitalidad: Al narrar como estos “tres seres” escuchan a Abraham atentamente. Esta “atención” le permite entrar en el misterio. Uno se revela como el Señor (18,10.13.20) y los otros dos como sus ángeles (19,1). La narración, que al principio hablaba tres hombres, adquiere aquí un carácter teofánico y manifiesta el sentido profundo de la hospitalidad.

Segunda lectura

A partir de este texto los cristianos consideraban la pila bautismal como un sepulcro en el que somos sepultados con Cristo; por otra parte, es también como la madre que engendra a la vida; de ahí, el expresivo ritual de la inmersión. Pero el ritual que representa esta muerte y esta resurrección sólo tiene eficacia si corresponde a la fe en Dios que resucitó a Cristo de entre los muertos. Esta expresa, pues, la vinculación entre bautismo y fe. Pecado y muerte, fe y bautismo son correlativos. La inserción al misterio de Cristo acontece en el bautismo, pero se funda en la fe. Haber resucitado significa en realidad vivir en Cristo, como consecuencia de haber obtenido el perdón de los pecados como resultado de la muerte del Señor. Siendo coherente, Pablo dice que “el perdón del pecado es liberación de la ley y de su observancia, porque existe una correspondencia entre Ley, muerte y pecado (cf. Rom 7,7-9). La mejor expresión paulina al respecto se encuentra aquí como imagen. La Ley ha sido clavada en la cruz.

Evangelio

La oración forma parte de la vida del pueblo judío. Los piadosos volvían su espíritu a Dios varias veces al día. Jesús aprende, desde el pueblo y su tradición a orar. Como buen judío, aprendió a rezar en la familia y en la sinagoga. En su ministerio, su oración toma adquiere una particularidad: su acercamiento a Dios, “su Abbá”. Lucas lo describe en oración varias ocasiones (3,21; 5,16; 6,12; 9,29). Los exegetas reconocen en Lucas la transmisión más fiel de la oración del Padrenuestro y que es la más breve. Del arameo pasó al griego y así la incluyó Lucas en su narración.

PADRE, SANTIFICADO SEA TU NOMBRE: o sea que Dios sea conocido, dado a conocer, alabado, amado, bendecido, glorificado y agradecido por todas las gentes del mundo. Que el nombre del Señor, o sea el mismo Dios, reciba estimación, amor veneración, y piadosa adoración por todos y cada vez más. Hay que volver a notar el orden de la oración en el Padrenuestro. Primero que Dios sea reverenciado y amado.

VENGA TU REINO: es una oración misionera. Lo que buscan los misioneros es hacer que Dios reine en las gentes de las tierras que ellos están misionando desde sus culturas e idiosincrasia. Y es lo que debemos desear y pedir y buscar todos en todos los tiempos: que reine Dios. Que venga su Reino. Si primero buscamos el Reino de Dios, todo lo demás vendrá por añadidura. Es un deseo de que Dios reine en nuestra mente, en nuestro corazón, en nuestro hogar, en la sociedad, en la nación y en el mundo entero. Y en cuantas naciones y personas todavía no reina!

DANOS EL PAN DE CADA DÍA. Pedimos para cada día el pan, sin afanarnos por el futuro, porque Dios estará también en el futuro y El proveerá. Como el Maná del desierto, el pan de cada día es un don maravilloso de la bondad del Señor. Con esta petición del pan diario le estamos queriendo pedir que nos libre del desempleo o de la demasiada carestía, y de las inundaciones y sequías que acaban con los cultivos, y de las guerrillas que impiden a los campesinos recoger sus cosechas, empleo para el esposo que tiene que mantener una familia, ayudas económicas para esa madre abandonada; protección para el anciano echando a un lado por la sociedad. El corporal y el espiritual. Todos los días los necesitamos, por eso tenemos que pedirlo todos los días.

PERDONANOS NUESTROS PECADOS, COMO NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN. El perdón es un arte que se consigue con infinitos ejercicios. San Agustín enseña que a algunos no les escucha Dios la oración que le hacen, porque antes no han perdonado a los que los han ofendido, o no le han pedido perdón al Señor por sus pecados. Sin pedirle excusas por los disgustos que le hemos proporcionado, ¿cómo queremos que nos conceda las gracias que le estamos suplicando?. Es un recuerdo muy oportuno para que no se nos vaya a ocurrir nunca la mentirosa idea de creernos buenos. Dios pone una condición para perdonarnos: no podemos obtener perdón del cielo, si no perdonamos en la tierra. El día del Juicio no tendrás disculpas: te juzgarán como hayas juzgado. Te condenarán si no quisiste perdonar a los demás, y te absolverán si supiste perdonar siempre (San Cripriano): El Padre Celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan.

ÉL LES DARÁ EL ESPÍRITU SANTO. El objetivo final y el contenido de la oración cristiana es llegar a recibir el Espíritu que es capaz de renovar la faz de la tierra, incluidos nosotros. El Espíritu Santo es la fuerza que viene de lo alto con poder avasallador y aleja los vicios y nos trae muchos buenos pensamientos y deseos. El Espíritu Santo quiere ser nuestro Huésped, y es enviado por el Padre Celestial si se lo pedimos con fe y perseverancia. El Espíritu Santo es el que nos hace comprender las Sagrada Escrituras. El Espíritu Santo cuando viene nos ofrece: orar mejor, arrepentirnos de nuestros pecados y tener deseo de dedicarnos a agradar a Dios.

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 47 de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil. El guión y su guión y su comentario puede ser tomado de aquí: http://www.radialistas.net/category/un-tal-jesus

Para la revisión de vida
¿Nuestra oración está plena de confianza en Dios y su Providencia, o sólo busca sacar algo que deseamos, aún sabiendo que El no querría darnos?

¿Oramos al Padre pidiendo que intervenga en la vida sin respetar la autonomía del mundo y de las libertades?

¿Cuándo oramos deseamos que el Espíritu disponga nuestras perspectivas, deseos y capacidades de actuación para que sintonicen con las del Padre?

Para la reunión de grupo
– Comparar entre los sinópticos, teniendo a Lucas como base, los momentos de oración en Jesús.

– Hay fundamentos y/o motivos para deducir que en verdad el pecado de Sodoma fue la falta de hospitalidad, o se puede deducir otra falta que ocasionó su destrucción?

– Reflexionar como grupo ¿cuáles son las tentaciones que hoy pedimos al Padre que aleje?.

Para la oración de los fieles
– Escucha, Padre, el clamor de tus hijos

– Por la Iglesia que comparte y te eleva el grito de la humanidad. Oremos.

– Para que haya más justicia y paz.

– Por las órdenes contemplativas, llamadas a servir al mundo por la oración.

– Por los que no tienen el pan de cada día.

Oración comunitaria
Padre, que a través de tu Hijo nos enseñaste a pedir, buscar y llamar con insistencia, escucha nuestra oración y concédenos la alegría de sabernos escuchados. Por nuestro Señor Jesucristo

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Dom 24.7.16. ¡Padre! El pan nuestro cada día… (el pan más alto)

Domingo, 24 de julio de 2016
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el-padrenuestro-3-638Del blog de Xabier Pikaza:

Domingo 17. Tiempo ordinario(Lc 11, 1-13) El evangelio de este domingo recoge la catequesis central del evangelio de San Lucas sobre la oración, centrada en el Padre-nuestro, que no es Padrenuestro, sino simplemente Padre.Recordemos que el evangelio de Lucas ha destacado mucho la oración:

— El evangelio de la infancia (Lc 1-2) ha conservado antiguas fórmulas de oración cristiana: Benedictus, Magnificat, Nunc dimittis…

— Lucas presenta con frecuencia a Jesús en oración, como si todo su compromiso de Reino un despliegue y consecuencia de su comunión con Dios.

— Desde ese fondo ha de entenderse el pasaje especial de este domingo en el que los discípulos le piden que les enseñe a orar, y Jesús responde proclamando su oración:

Padre,

santificado sea tu Nombre
venga tu Reino.

Danos cada día nuestro pan más alto,
y perdona nuestros pecados, pues nosotros perdonamos a nuestros deudores,
y no nos introduzcas en tentación

p-nu-espanolÉsta es la oración de Jesús:
-Una invocación: Padre
-Dos peticiones “divinas” (centradas en el Nombre de Dios y el Reino)
-Tres peticiones “humanas” (pan, perdón de las deudas y liberación)
Éste es para muchos el texto más significativo del evangelio de Jesús y de toda la tradición cristiana, y desde ese fondo, en estos tiempos de crisis, en que muchos parecen dejar a un lado la oración, quiero comentarlo, conforme a la versión de Lucas.

Esta oración proviene sin duda de Jesús, y ha sido conservado por la tradición cristiana en dos formas, ligeramente distintas, la de Mateo, más litúrgica, ampliada por el mismo evangelista o por su iglesia (cf. Mt 6), y esta de Lucas (cf. Lc 11), más cercana al mensaje de Jesús. Éstas son algunas de las diferencias más significativas:

1. La oración de Lucas no es un Padre-Nuestro, pues a diferencia del de Mateo no empieza diciendo Padre-Nuestro sino simplemente Padre,
poniendo de relieve el don y gracia de Dios que es Padre, sin más…principio amoroso de toda realidad, persona a la que nosotros, los creyentes, nos atrevemos a invocar.

2. El Padre-nuestro de Lucas… no contiene la tercera petición del de Mateo: hágase tu voluntad… Ciertamente, el orante de Lucas se sitúa ante la voluntad de Dios tal como se revela en Jesús, pero no tiene que decirlo expresamente. Este Jesús de Lucas sabe bien que la voluntad de Dios no se impone por la fuerza, sino que se descubre en oración y en gesto de servicio a los demás….

13707638_620862324757630_7764109112387674512_n3. La petición del perdón tiene en Lucas un matiz especial, pues vincula el pecado (contra Dios) y las deudas (frente al prójimo). De manera extraña y muy significativa pide a Dios que perdone nuestros pecados, pero añadiendo como nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Éstos y otros matices iré precisando en lo que sigue, con el deseo de que los lectores puedan adentrarse de un modo personal en la oración de Jesús.

Imágenes.

1. Las dos versiones del Padre-nuestro (la que yo ofrezco de Lucas está más ajustada al texto, como verá quien siga leyendo)

2-3 El Padre-nuestro, en versión castellana y euskera, en las paredes del Santuario del Padrenuestro, en la colina del Monte de los Olivos, en Jerusalén. El lector interesado podrá encontrar fácilmente otras versiones del Padrenuestro, desde hebreo o arameo, pasando por el griego y latín, hasta muchas lenguas modernas. Buen domingo a todo (sigue)

Enséñanos a orar…

«Aconteció que, estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos (Lc 11, 1).

Lucas quiere presentar a Jesús como “maestro de oración” y así le muestra varias veces, orando en la montaña, de noche (Lc 6, 12; 9, 28) y diciendo a sus discípulos que oren sin cesar (18, 1). También en esta ocasión se encuentra orando y sus discípulos le ven y le piden: “enséñanos a orar….como Juan enseñó a sus discípulos”.

Ese añadido (como Juan enseñó…) es muy significativo y muestra en conjunto (con lo que sigue) cuatro cosas… Así lo muestra este texto que comentaremos de un modo muy sencillo, palabra a palabra, siguiendo el texto de Lucas 11, 1-13.
(1) Los discípulos de Juan formaban una “comunidad orante”, que tenía una oración específica, distinta de las oraciones de otros grupos judíos (sacerdotes, fariseos). Quizá lo que más distinguía a los discípulos de Juan era un tipo de oración escatológica, pidiendo la llegada del Reino de Dios, en actitud de ayuno (pues de dice que ellos ayunaban, y el ayuno y la oración solían ir unidos: cf Mc 2, 18).

(2) Es muy posible que, al principio, los discípulos de Jesús oraran lo mismo que los de Juan. Además, todo nos permite suponer que los discípulos de Juan eran más orantes que los discípulos de Jesús… Juan era más “piadoso”. Por el contrario, Jesús ponía más de relieve otros aspectos de la vida: el pan compartido, la acogida mutua, la solidaridad…En ese primer momento, los cristianos es no tenían una oración característica, de tal manera que ni Pablo ni Marcos recogen una oración típicamente cristiana de cierta extensión. Sólo el “Abba” y el “Maranatha” parecen haber distinguido a los cristianos, que en el resto de las oraciones serían como los judíos… como los discípulos de Juan.

(3) De todas formas, la tradición cristiana recuerda una oración específica de Jesús, el Padrenuestro, que aparece transmitida por la tradición del Q (Mateo y Lucas), aunque en formas distintas. Podemos suponer que Jesús enseñó de alguna forma esa oración, que está vinculada a todo su mensaje, a su visión del reino. La versión de Lucas parece más cercana a las palabras de Jesús. Los añadidos de Mateo (nuestro, que estás en los cielos; hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo; más líbranos del mal…) forman parte de la liturgia de la Iglesia.

(4) Tanto en su forma reducida (Lucas) como en su su forma externa, el Padrenuestro podría ser (es) una oración judía, pues todas sus palabras tienen una resonancia israelita. No tiene nada cristiano específico: ni Trinidad, ni Jesús como Hijo de Dios, ni Iglesia, ni Espíritu Santo, ni Eucaristía, ni sacramento… Jesús oró como un “judío mesiánico” y así nos enseñó a orar.

Pero, al mismo tiempo, el Padrenuestro es una oración universal, pues pueden asumirla todos los que creen en Dios y se atreven a invocarle con el símbolo de «Padre», pidiéndole pan compartido y perdón. No contiene tampoco ninguna referencia que sea exclusivamente judío (nombre de Yahvé, patriarcas, Moisés, Ley, templo, ciudad/tierra sagrada, expiación ritual, tradiciones nacionales, alimentos puros, purificaciones, fiestas o Mesías especiales…). Todo lo que el Padrenuestro pide es universal (padre, pan, perdón), siendo, al mismo tiempo, muy judío, muy cristiano, es decir, humano. Aquí comentamos el texto de Lucas:

Padre

El paralelo de Mateo es más extenso: Padre nuestro que estás en los cielos (Mt 6, 9). El Lucas es más sobrio y reza simplemente «Patêr ¡Padre!».

A Jesús y a sus compañeros les basta decir eso. Han dejado a un lado los restantes títulos y nombres de Dios, vinculados a la tradición de Israel (Yahvé, Dios de patriarcas o templo, de Ley o de pueblo), han superado las posibles elevaciones sacrales (o metafísicas) y sólo ponen de relieve aquello que vincula a Dios con todos los hombres, diciendo: ¡Padre!
Por situarse en un contexto más litúrgico, Mt 6, 9 ha querido ampliar la invocación: «¡Padre nuestro que estás en los cielos!».

De esa forma se acerca a los modos de orar del judaísmo, pues palabras como esas aparecen en textos rabínicos que empiezan diciendo: Abinu she-ba-shamayim (¡Nuestro Padre de los cielos!) o, de un modo más usual, Abinu Malkenu (¡Padre nuestro, Rey nuestro!), como en la plegaria de las Dieciocho Bendiciones. El orante de Lucas decía simplemente «Padre», en actitud de confianza radical, en gesto de nuevo nacimiento y eso resultaba suficiente.

Poder decir Padre (Padre/Madre) eso es ser cristiano: Saber que estamos en manos del Padre, que somos presencia de Dios (que él vive y se expresa en nosotros), esa es la oración cristiana. Nada más, eso sólo: Abba, Padre/Madre, dicho y vivido…para así crecer y ser personas desde Dios, eso es orar…

Santificado sea tu Nombre (hagiasthêtô to onoma sou).

El nombre de Dios es Padre (no es Rey, ni Ser Excelso, ni Señor Infinito…). Por eso, pedirle que su nombre sea santificado es decirle: Muéstrate como Padre; nosotros queremos mostrar que tú eres Padre. Hay que fijarse en la formulación, que está en una forma que suelen llamar “pasivo divino”: ¿Quién tiene que santificar el nombre de Dios? ¡Dios mismo! Por eso le decimos a él que santifique su nombre, que se muestre como Padre. Pero, al mismo tiempo, nosotros nos comprometemos a hacerle: queremos que, a través de nuestra vida, Dios se muestra en todo el mundo como Padre.

Pero aquí se utilizar la palabra “santificar”, es decir, mostrarse como “santo”. Éste es un tema tradicional israelita, que aparece ya en Ez 36, 23, donde el profeta pide a Dios que manifiesta su santidad… ¿Cómo debe hacerlo? liberando y salvando a los oprimidos y liberando a los presos…

Eso es lo que hace aquí Jesús, es lo que hacen aquellos que le siguen: piden a Dios que manifieste su honor y su gloria de Padre, que no se expresa a través de un tipo de victoria cósmica o militar, sino con la vida y honor de sus hijos. Dios santifica su Nombre (mostrándose santo) allí donde libera en amor a sus hijos oprimidos. Leer más…

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“Regateo insistente”. Domingo 17 del Tiempo Ordinario. Ciclo C

Domingo, 24 de julio de 2016
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140422150126-rwanda-artificial-families-praying-horizontal-large-galleryDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

Uno de los temas típicos del evangelio de Lucas es la oración. Según una opinión bastante aceptada, él escribe para cristianos procedentes del paganismo, que no están habituados a rezar. Hay que descubrirles ese mundo, y Lucas lo hace de la forma más sencilla y convincente: proponiendo modelos.

Un regateo inútil (Génesis 18, 20-32)

            La primera lectura nos ofrece un tipo de oración muy curioso: la intercesión a través del regateo. Los occidentales hemos perdido esta costumbre, esencial en el mundo semítico. Nada se compra al primer precio. Hay que ir bajándolo, regateando, hasta que se consigue el que uno considera adecuado. En cualquier caso, aunque el comprador termine contento, siempre sale perdiendo. Eso es lo que le ocurrirá a Abrahán.

            En aquellos días, el Señor dijo:

            ‒ La acusación contra Sodoma y Gomorra es fuerte, y su pecado es grave; voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la acusación; y si no, lo sabré.

            Los hombres se volvieron y se dirigieron a Sodoma, mientras el Señor seguía en compañía de Abrahán.

            Entonces Abrahán se acercó y dijo a Dios:

            ‒ ¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás al lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti hacer tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de todo el mundo, ¿no hará justicia?

            El Señor contestó:

            ‒ Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos.

            Abrahán respondió:

            ‒ Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza. Si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?

            Respondió el Señor:

            ‒ No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco.

            Abrahán insistió:

            ‒ Quizá no se encuentren más que cuarenta.

            Le respondió:

            ‒ En atención a los cuarenta, no lo haré.

            Abrahán siguió:

            ‒ Que no se enfade mi Señor, si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?

            Él respondió:

            ‒ No lo haré, si encuentro allí treinta.

            Insistió Abrahán:

            ‒ Me he atrevido a hablar a mi Señor. ¿Y si se encuentran sólo veinte?

            Respondió el Señor:

            ‒ En atención a los veinte, no la destruiré.

            Abrahán continuó:

            ‒ Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más. ¿Y si se encuentran diez?

            Contestó el Señor:

            ‒ En atención a los diez, no la destruiré.

            He titulado este episodio “Un regateo inútil” porque, en definitiva, no sirve de nada. Sodoma y Gomorra desaparecen irremisiblemente porque no se encuentran en ella ni siquiera diez personas inocentes.

            En realidad, el mensaje fundamental de este episodio no es la oración de intercesión sino la dificultad de compaginar las desgracias que ocurren en la historia con la justicia y la bondad de Dios. Este tema preocupó enormemente a los teólogos de Israel, sobre todo después de la dura experiencia de la destrucción de Jerusalén y del destierro a Babilonia en el siglo VI a.C.

            En una religión monoteísta, como la de Israel, el problema del mal y de la justicia divina se vuelve especialmente agudo. No se le puede echar la culpa a ningún dios malo, o a un dios secundario. Todo, la vida y la muerte, la bendición y la maldición, dependen directamente del Señor. Cuando ocurre una desgracia tan terrible como la conquista de Jerusalén y la deportación, ¿dónde queda la justicia divina?

            El autor de este pasaje del Génesis lo tiene claro: la culpa no es de Dios, que está dispuesto a perdonar a todos si encuentra un número mínimo de inocentes. La culpa es de la ausencia total de inocentes.

            El lector moderno no está de acuerdo con esta mentalidad. Tiene otros recursos para evitar el problema. El más frecuente, no pensar en él. Si piensa, decide que Dios no es el responsable de invasiones, destrucciones y deportaciones. De eso nos encargamos los hombres, que sabemos hacerlo muy bien. Con este planteamiento salvamos la bondad y la justicia divina. Los antiguos teólogos judíos veían la acción de Dios de forma más misteriosa y profunda. No eran tan tontos como a veces pensamos.

* * *

            Pero esto nos ha alejado del tema principal de este domingo, que es la oración.

        El texto del evangelio recoge dos cuestiones muy distintas: la oración típica del cristiano, la que distingue a sus discípulos, y la importancia de ser insistentes y pesados en nuestra oración, hasta conseguir que Dios se harte y nos conceda… ¿Qué nos concederá Dios? Demasiada materia para un solo domingo. Comentaré los dos temas por separado.

Aprendiendo a rezar (Lucas 11,1-4)


            Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:

            ‒ Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos. 

            Él les dijo:

            ‒ Cuando oréis decid:

            “Padre,

            santificado sea tu nombre,

            venga tu reino,

            danos cada día nuestro pan del mañana,

            perdónanos nuestros pecados,

            porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo,

            y no nos dejes caer en la tentación.”

Nota a la traducción

            En Lucas faltan dos peticiones que conocemos por Mateo: “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”, y “líbranos del mal”.

            La liturgia traduce “nuestro pan del mañana; debería traducir, como en la misa, “nuestro pan de cada día, ya que la fórmula griega es la misma en Mateo y Lucas (to.n a;rton h`mw/n to.n evpiou,sion). Pero existe una discusión muy antigua sobre si epiousion se debe interpretar del alimento cotidiano o como referencia a la eucaristía. Parece que la liturgia se ha inclinado en este caso por la interpretación eucarística.

Breve comentario al Padre nuestro

            El “Padre nuestro” es la síntesis de todo lo que Jesús vivió y sintió a propósito de Dios, del mundo y de sus discípulos. En torno a estos temas giran las peticiones (sean siete como en Mateo o cinco como en Lucas).

            Frente a un mundo que prescinde de Dios, lo ignora o incluso lo ofende, Jesús propone como primera petición, como ideal supremo del discípulo, el deseo de la gloria de Dios: “santificado sea tu Nombre”; dicho con palabras más claras: “proclámese que Tú eres santo”. Es la vuelta a la experiencia originaria de Isaías en el momento de su vocación, cuando escucha a los serafines proclamar: “Santo, santo, santo, el Señor, Dios del universo” (Is 6). La primera petición se orienta en esa línea profética que sitúa a Dios por encima de todo, exalta su majestad y desea que se proclame su gloria.

            Ante un mundo donde con frecuencia predominan el odio, la violencia, la crueldad, que a menudo nos desencanta con sus injusticias, Jesús pide que se instaure el Reinado de Dios, el Reino de la justicia, el amor y la paz. Recoge en esta petición el tema clave de su mensaje (“está cerca el Reinado de Dios”), en el que tantos contemporáneos concentraban la suma felicidad y todas sus esperanzas.

            Como tercer centro de interés aparece la comunidad. Ese pequeño grupo de seguidores de Jesús, que necesita día tras día el pan, el perdón, la ayuda de Dios para mantenerse firme. Peticiones que podemos hacer con sentido individual, pero que están concebidas por Jesús de forma comunitaria, y así es como adquieren toda su riqueza.

            Cuando uno imagina a ese pequeño grupo en torno a Jesús recorriendo zonas poco pobladas y pobres, comprende sin dificultad esa petición al Padre de que le dé “el pan nuestro de cada día”.

            Cuando se recuerdan los fallos de los discípulos, su incapacidad de comprender a Jesús, sus envidias y recelos, adquiere todo sentido la petición: “perdona nuestras ofensas”.

            Y pensando en ese grupo que debió soportar el gran escándalo de la muerte y el rechazo del Mesías, la oposición de las autoridades religiosas, se entiende que pida “no caer en la tentación”.

            El Padre nuestro nos enseña que la oración cristiana debe ser:

            Amplia, porque no podemos limitarnos a nuestros proble­mas; el primer centro de interés debe ser el triunfo de Dios;

            Profunda, porque al presentar nuestros problemas no podemos quedarnos en lo superficial y urgente: el pan es importante, pero también el perdón, la fuerza para vivir cristianamente, el vernos libres de toda esclavitud.

            Íntima, en un ambiente confiado y filial, ya que nos dirigimos a Dios como “Padre”.

            Comunitaria. “Padre nuestro“, danos, perdónanos, etc.

            En disposición de perdón.

Necesidad de ser insistentes en la oración (Lucas 11,5-13)

            Y les dijo:

            ‒ Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.” Y, desde dentro, el otro le responde: “No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos.” Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. 

            Pues así os digo a vosotros:

            Pedid y se os dará,

            buscad y hallaréis,

            llamad y se os abrirá;

            porque quien pide recibe,

            quien busca halla,

            y al que llama se le abre. 

            ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra?

            ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente?

            ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?

            Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?

El ejemplo del amigo importuno

            En las casas del tiempo de Jesús los niños no duermen en su habitación. De la entrada de la casa a la cocina no se va por un pasillo. No existe luz eléctrica ni linterna. Un solo espacio sirve de todo: cocina y comedor durante el día, dormitorio por la noche. Moverse en la oscuridad supone correr el riesgo de pisar a más de uno y tener que soportar sus quejas y maldiciones.

            El “amigo” trae a la memoria un simpático proverbio bíblico: “El que saluda al vecino a voces y de madrugada es como si lo maldijera”. Este amigo no saluda, pide. Y consigue lo que quiere.

            Este individuo merecería que le dirigiesen toda la rica gama de improperios que reserva la lengua castellana para personas como él. Sin embargo, Jesús lo pone como modelo. Igual que más tarde, también en el evangelio de Lucas, pondrá como modelo a una viuda que insiste para que un juez inicuo le haga justicia.

La bondad paternal de Dios y un regalo inesperado

            En realidad, no haría falta ser tan insistentes, porque Dios, como padre, está siempre dispuesto a dar cosas buenas a sus hijos.

            Aquí es donde Lucas introduce un detalle esencial. Las palabras tan conocidas “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá…” se prestan a ser mal entendidas. Como si Dios estuviera dispuesto a dar cualquier cosa que se le pida, desde un puesto de trabajo hasta la salud, pasando por aprobar un examen. Esta interpretación ha provocada muchas crisis de fe y la conciencia diluida de que la oración no sirve para nada.

            El evangelio de Mateo, que recoge las mismas palabras, termina diciendo que Dios “dará cosas buenas a los que se las pidan”. La oración de Jesús en el huerto de los olivos demuestra que Dios tiene una idea muy distinta de nosotros, incluso de Jesús, de lo que es bueno y lo que más nos conviene.

            Pero las palabras del evangelio de Mateo a Lucas le resultan poco claras y ofrece una versión distinta: “vuestro Padre celestial dará Espíritu Santo a los que se lo piden”. Para Lucas, tanto en el evangelio como en el libro de los Hechos, el Espíritu Santo es el gran motor de la vida de la iglesia. En medio de las dificultades, incluso en los momentos más duros de la vida, la oración insistente conseguirá que Dios nos dé la fuerza, la luz y la alegría de su Espíritu.

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Domingo XVII del Tiempo Ordinario. 24 julio, 2016

Domingo, 24 de julio de 2016
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TO-D-XVII

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»

Lc 11,1

Lo habitual en la vida de Jesús es orar, los textos hacen referencia a su oración muchas veces, tiene importancia. En esta ocasión Jesús no está solo, cerca de él están sus discípulos, que oran con él, o al menos observan al Maestro en una actitud que cautiva el corazón de quien está cerca. Jesús ora con frecuencia, y se deja ver orando, no se esconde, el testimonio creíble del poder de la oración, y despierta el deseo de Dios en los corazones que lo ven: “Enséñanos a orar”.

Son ellos, sus discípulos, quienes toman la iniciativa, de quienes sale la propuesta… Esto no deja de ser un reto para nosotras, monjas, y para todas las personas que llevan en el corazón la Buena Noticia y desean cantarla a quienes están a su lado. A veces, nos perdemos en fórmulas y teorías que no despiertan ningún deseo en quienes nos miran; y eso que los textos de nuestra tradición ya nos dicen que “la letra mata y el Espíritu da vida. (2 Cor. 3,6). Hace poco una amiga me contaba que su hijo lloraba porque no se sabía las oraciones de la catequesis y el cura no le iba a dejar hacer la comunión. ¿Habrá comulgado con un corazón abierto a Dios o una cabeza llena de fórmulas, como si la catequesis fuera un lugar para memorizar? No imaginamos a Jesús haciendo exámenes a sus discípulos sobre el Padre Nuestro…. más bien al contrario, ayudando a que en ellos despertase el deseo de Dios.

Estamos viviendo tiempos convulsos, violentos, agresivos. Duele vernos tan perdidos, tan rapaces, tan devoradores. Indigna verse tan manipulada por las noticias, donde nos presentan buenos buenísimos y malos malísimos, como en las películas de indios y vaqueros. Como si nos existieran las personas que trabajan por la paz, que oran por la paz, que encuentran en la religión la consistencia de la vida. Como si no fueran muchos más quienes mueren fieles a Dios que quienes matan por un pseudodios. Y en este tsunami la gente busca, y busca con deseo de algo más profundo, y aparecen los guías espirituales, gurús, chamanes…

¿Y en la Iglesia? ¿Dónde están las maestros de oración que tanto estamos necesitando? Esos que despiertan el deseo de Dios, como lo hace Jesús.

El Papa escribe a las monjas: “Vivid (….) contribuyendo a que Cristo nazca y crezca en el corazón de las gentes sedientas, aunque a menudo de manera inconsciente, de Aquel que es camino, verdad y vida.” (cfr. Vultum Dei nº.37). El reto está en mostrarnos, en dejarnos ver orando, con hondura, sencillamente, sin fórmulas vacías, con espontaneidad y sobre todo, sobre todo, con profunda confianza. Y Cristo nacerá en los corazones sedientos, nacerá y crecerá con raíces hondas, libres, fuertes.

¿Cómo, dónde, cuando? No tenemos respuestas, ni teorías, solo deseo, un profundo deseo de relacionarnos con Dios, Abba, como Jesús lo hace, de sumergirnos en la relación amorosa de la Trinidad. Para ello ya nos lo dice

Jesús, ¡pidamos el Espíritu a nuestro Padre!
Derrama tu Espíritu Abba, en nuestros corazones,
en el corazón de tu Iglesia
tu Espíritu que todo lo hace nuevo.

*

Fuente:  Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Jesús Maestro de oración

Domingo, 24 de julio de 2016
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jesus orando“A través de la oración silenciosa y sin palabras, Jesús nos llama a un camino interior que, a la larga, conduce a una profundización esencial de la misión apostólica” (Franz Jalicz)

24 de julio, domingo XVII del TO

Lc 11, 1-13

Y yo os digo: Pedid y se os dará, buscad y encontraréis,, llamad y os abrirán, pues quien pide recibe, quien busca encuentra, a quien llama se le abre

Jesús, el Maestro –que está siempre ahí: “Yo te instruiré, y te mostraré el camino a seguir y me ocuparé de ti constantemente” (Sal 32, 8)–, enseña a orar a sus discípulos y les exhorta a ser perseverantes en la oración. Lo hace de camino a  Jerusalén; quizás queriéndonos indicar  que orar es caminar; es realizar un proyecto que empeña toda la vida del cristiano; un compromiso con el prójimo, con quien y por quien nos comprometemos a luchar por la justicia para que todo lo que Dios ha creado, los bienes de la creación, los materiales y los inmateriales, los de la cultura, la ciencia y la tecnología, sean de verdad para todos cada día, como proponen algunos exégetas.

El óleo manierista Oración del Huerto, -Botticelli y Tintoretto también la dibujaron- nos muestra un Jesús un Jesús sumido en profundo éxtasis y arrodillado. Los discípulos, plácidamente dormidos y ajenos a la escena. Una luna compasiva ilumina entre nubes una parte del cuadro. También aquí su luz de plata es ofertada a manos llenas para todos. Y no sólo el arte visual le otorga este significado trascendental. Igualmente el auditivo, como apunta en esta cita de su obra Música y Religión, Hans Küng: “Pues bien, la música puede, en definitiva, ser expresión y referencia de lo trascendente, de lo divino, encauzamiento hacia ello”.

Se ha dicho que orar es conversar con Dios; lo que a mi me parece correcto siempre que no pensemos en un “Padre nuestro que estás en los cielos” como ser personal ajeno a nosotros mismos que atiende las peticiones que la propia oración evangélica de Lucas y de Marcos nos señalan. En la película  Hasta donde los pies me lleven, citada el pasado domingo, el mismo protagonista se queja y grita desesperado y hambriento: “¡El pan nuestro de cada día!… ¿Por qué no nos lo das ahora? El pintor danés Carl Heinrich Bloch (1834-1890) recogió la escena en El Sermón del Monte, cuando quiso enseñar a orar a sus seguidores. Éstos sí parecen estar más interesados y despiertos que los discípulos de la de Botticelli. ¿Por qué será que sus representantes jerárquicos son más dormilones?

En Biografía del silencio, Pablo D’Ors viene a identificar en cierto modo oración con meditación, y nos dice que: “La meditación nos concentra, nos devuelve a casa, nos enseña a convivir con nuestro ser.  Sin esta convivencia con uno mismo, sin ese estar centrado en lo que realmente somos, veo muy difícil, por no decir imposible, una vida que pueda calificarse de humana y digna”Una visión que el monje cisterciense Thomas Keating percibe como un espacio interior que nos abre a la sanación, a la terapia divina, por así decirlo. La oración cura y ayuda a mantener buena salud: Médico, Meditación y Medicina, tienen raíz común.

Y no sólo cura en su particular consulta –¿por qué a los clérigos católicos encargados de la “cura de almas” de una parroquia- se les llamará “cura”?- sino que cuando la oración es comunitaria, el consultorio se torna Hospital General de Sanidad Pública.

“A través de la oración silenciosa y sin palabras, Jesús nos llama a un camino interior que, a la larga, conduce a una profundización esencial de la misión apostólica”(Franz Jalicz en Jesús, Maestro de meditación).

LA TORTUGA CAREY

Soñó en la playa un sueño la carey:
Soñó que no soñaba, que era cierto
que en su caparazón de mar abierto,
brillaba el sol con aires de virrey.

Oraba la tortuga en son de amores
y agradecía a Dios el don del viento,
el vaivén de las olas, y el acento
soñador de la luz y los colores.

Y yo doblé con ella mi rodilla.
Oré también piadosamente y luego,
tornando a retomar timón y remo,
seguí mi viaje a Dios en mi barquilla

(NATURALIA. Los sueños de las criaturas, Ediciones Feadulta)

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Padre celeste de mi ser terrenal

Domingo, 24 de julio de 2016
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jesus_oraLc 11, 1-13

El Padrenuestro es mucho más que una oración de petición. Es un resumen de las relaciones de un ser humano con el absoluto, consigo mismo y con los demás. Es muy probable que el núcleo de esta oración se remonte al mismo Jesús, lo cual nos pone en contacto directo con su manera de entender a Dios. El Padrenuestro nos trasmite, en el lenguaje religioso de la época, toda la novedad de la experiencia de Jesús. La base de ese mensaje fue una vivencia única de Dios como “Abba”, y la experiencia de ser Hijo.

Esto no quiere decir que Jesús se sacó el Padrenuestro de la manga. Todas y cada una de las expresiones que encontramos en él, se encuentran también en el AT. No es probable que lo haya redactado Jesús tal como nos ha llegado, pero está claro que tiene una profunda inspiración judía. Tanto Jesús como los primeros cristianos eran judíos sin fisuras. No nos debe extrañar que la experiencia de Jesús se exprese o se interprete desde la milenaria religión judía. Esto no anula la originalidad de la nueva visión de Dios y de la religión. La originalidad no está en la letra sino en la nueva relación del hombre con Dios que destila.

Entendido literalmente, el Padrenuestro no tiene sentido. Ni Dios es padre en sentido literal; ni está en ningún lugar; ni podemos santificar su nombre, porque no lo tiene; ni tiene que venir su Reino de ninguna parte, porque está siempre en todos y en todo; Ni su voluntad tiene que cumplirse, porque no tiene voluntad alguna. Ni tiene nada que perdonar, mucho menos, puede tomar ejemplo de nosotros para hacerlo; ni podemos imaginar que sea Él el que nos induzca a pecar; ni puede librarnos del mal, porque eso depende solo de nosotros.

Es imposible abarcar todo el padrenuestro en una homilía. Cuentan de Sta. Teresa, que al ponerse a rezar el padrenuestro, era incapaz de pasar de la primera palabra. En cuanto decía “Padre” caía en éxtasis… ¡Qué maravilla! Efectivamente, esa palabra es la clave para adentrarnos en lo que Jesús vivió de Dios. Comentar esa sola palabra nos podía llevar varias horas de meditación. De todas formas, vamos a repasarlo todo brevemente, el de Lc.

Padre. En el AT se llama innumerables veces a Dios padre, sin embargo, el “Abba” es la piedra angular de todo el evangelio. En los evangelios se pone una sola vez en labios de Jesús, pero lo hace con tal rotundidad, que se ha convertido en clave de su mensaje. Es la fuente inagotable de sus vivencias. El llamar a Dios Papá supone sentirse niño pequeño, que ni siquiera sabe lo que debe pedir. Esta actitud es muy distinta de la nuestra, que nos comportamos como personas mayores, que podemos decir a Dios lo que nos debe dar en cada momento. La aparente oración debe convertirse en confianza absoluta en aquel que sabe mejor que yo mismo lo que necesito y está siempre dándomelo.

Dios es Padre en el sentido de origen y fundamento de nuestro ser, no en el sentido de dependencia biológica. Queremos decir mucho más de lo que esas palabras significan, pero no tenemos el concepto adecuado; por eso tenemos que intentar ir más allá de las palabras. Procedemos de Él sin perder nunca esa dependencia, que no limita mis posibilidades de ser, sino que las fundamenta absolutamente. El padre natural, da en un momento determinado la vida biológica. Dios nos está dando constantemente todo lo que somos y tenemos.

Hay que eliminar de Dios la idea del padre dominador y represor, que ha veces le hemos atribuido y que nos ha llevado a proyectar sobre Él los complejos que con frecuencia sufrimos con relación al padre natural. No podemos proyectar sobre Dios la idea negativa de padre que aplicamos al padre biológico. Por eso decimos hoy que Dios es también Madre. No se trata de un superficial progresismo. Se trata de superar la literalidad de las palabras y de tomar conciencia de que Dios es más de lo que podemos decir y pensar de Él. Uniendo el concepto de padre y el de madre, superamos la dificultad de dejar cojo el concepto de Dios, pero además nos obligamos a ampliar el abanico de los atributos que le podemos aplicar.

No hay padre ni madre si no hay hijo; y no puede haber hijo si no hay padre y madre. Para la cultura semita, Padre era, sobre todo, el modelo a imitar por el hijo. Este es el verdadero sentido que da Jesús a su advocación de Dios como Padre. “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre”. Cuando Jesús dice que no llaméis a nadie padre, quiere decir que el único modelo a imitar por el seguidor de Jesús, es únicamente el mismo Dios. Si todos somos hijos, todos somos hermanos y debemos comportarnos como tales. Ser hermano supone el sentimiento de pertenencia a una familia y de compartir todo lo que se tiene y lo que se es.

Santificado sea tu nombre. Ya sabéis que aquí “nombre” significa persona, ser. En el AT se manifiesta en numerosas ocasiones, que la tarea fundamental del buen judío era dar gloria a dios; pero esa gloria a dios sería el hacer obras dignas de ese Dios. Nada ni nadie puede añadir algo a Dios. Está siempre colmado su ser y no se puede añadir ni una gota más. Lo que quiere decir es que nosotros debemos descubrir esa presencia en nosotros y en los demás. Debemos vivir esa realidad y debemos darla a conocer a los demás tal como es a través de nuestra propia existencia. Santificamos su nombre cuando somos lo que tenemos que ser, respondiendo a las exigencias más profundas de nuestra naturaleza.

Venga tu reino. El Reino es la idea central del mensaje evangélico. Pero el mismo Jesús nos dijo que no tiene que venir de ninguna parte ni está aquí ni está allí, está dentro de vosotros.Nuestra tarea consiste en descubrirlo y manifestarlo en la vida con nuestras obras. Debemos contribuir a que ese proyecto de Dios, que es el Reino, se lleve a cabo en nuestro mundo de hoy. Todo lo que tiene que hacer Dios para que su Reino llegue, ya está hecho. Al expresar este deseo, nos comprometemos a luchar para que se haga patente.

Danos cada día nuestro pan de mañana.Encontramos aquí una clara alusión al maná, que había que recogerlo cada mañana. Dios no puede dejar de darnos todo lo que necesitamos para ser nosotros mismos. Sería ridículo un dios que se preocupara de dar solo al que le pide y se olvidara del que no le pide nada. No se trata solo del pan o del alimento en general, sino de todo lo que el ser humano necesita, tanto lo necesario material como lo espiritual. Jesús dijo: “Yo soy el pan de Vida”. Al pedir que nos dé el pan de mañana, estamos manifestando la confianza en un futuro que se puede adelantar.

Perdónanos, porque también nosotros perdonamos. En la biblia hay unas referencias a que Dios solo perdona cuando nosotros hemos perdonado. Sería ridículo (Abrahán en la primera lectura) que nosotros pudiéramos ser ejemplo de perdón para Dios. Más bien deberíamos aprender de Él a perdonar. Dios no perdona, en Él los verbos no se conjugan, porque no tiene tiempos ni modos. Dios es perdón.El descubrir que Dios me sigue amando sin merecerlo es la clave de toda relación con Él y con los demás.Si perdonamos es señal de que hemos descubierto y aceptado el perdón (amor) de Dios.

No nos dejes ceder en tentación. También esta formulación es complicada. Y también encontramos en el AT muchos pasajes en los que se pide a Dios que no lleve la tentación a los que rezan. Se creía efectivamente, que Dios podía empujar a un hombre a pecar. De ahí que tanto el griego como el latín apuntan a que “no nos induzca a pecar” el mismo Dios, lo cual no tiene para nosotros ni pies ni cabeza. Los intentos que se hacen al traducirlo no terminan de aclarar los conceptos. Pensar que Dios puede dejarnos caer o puede hacer que no caigamos es ridículo. La única manera de no caer es precisamente la oración, es decir, la toma de conciencia, (conocimiento) de lo que verdaderamente soy y lo que es Dios para mí.

Meditación-contemplación

Dios es Abba.
Como Padre, es fundamento de todo lo que yo soy.
De mi ser material y de mi ser espiritual.
Mi existencia depende totalmente de Él en todo momento.
………………………

Como Padre es el único modelo al que debo imitar.
Mi plenitud consiste en imitarle.
Cuando sea capaz de experimentar que yo y el Padre somos uno,
Habrá terminado mi camino de perfección.
………………………..

Como padre de todos, todos participamos de lo que Él es.
Somos todos mucho más que hermanos.
Somos idénticos. Somos una sola cosa en Él.
Éste es el fundamento del amor que nos pide Jesús.
…………………….

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Sólo le pido a Dios

Domingo, 24 de julio de 2016
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cruz-recordatorio-padre-nuestro-1-153Lc 11,1-13. Comentario al evangelio del 24 de julio de 2016.

Pedir o no pedir… Seguro que todo creyente se ha planteado esa disyuntiva en algún momento. Por un lado, ¿para qué pedir a Dios si Él sabe con certeza lo que precisamos? San Pablo ya nos advirtió que nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene (Rm 8,26) ¿No es mejor dejarle actuar sin más? Pero, por otro lado, nos asalta la duda. ¿Cómo no pedir a quien es Todopoderoso? ¿No es todo posible para Dios (Mc 10,27)? ¿A quién acudir en caso de necesidad sino a Él? Y sobre todo, ¿qué pedir?

Jesús nos ofrece varias claves para aprender a hacer peticiones. Porque igual que desde niños nos enseñan a dar las gracias, debemos estar igualmente dispuestos a que nos instruyan en el arte de “la demanda”. ¿Y quién mejor que el Maestro?

En esta primera parte del capítulo 11 de Lucas que leemos el domingo 24 de julio, el Señor nos da algunas pistas:

Jesús vincula la petición a un contexto de oración y amistad. Por tanto, a un lugar de diálogo y encuentro con el Padre. Cuando hay confianza es más fácil pedir, porque si las dos partes se entienden y se conocen, todo fluye con naturalidad. Con el ejemplo del amigo importuno lo deja claro. A un desconocido difícilmente se le abre la puerta a medianoche.

La petición es insistente. Un modo de mostrar el valor de lo que se pide. Por cosas pequeñas no merece la pena molestar a los demás, pero cuando nos va la vida en ello se hace lo que sea: gritar, golpear la puerta, suplicar, volver una y otra vez… La obstinación da la medida de nuestra convicción sobre la importancia de lo que queremos.

El Señor, para no perdernos, nos ofrece una oración plagada de peticiones. Nos deja claro, desde la perspectiva de Dios, lo que es realmente vital para el hombre: la llegada del Reino, donde los cojos andan y los ciegos recobran la vista; el alimento de cada día; el perdón de nuestro pecado que causa heridas irreparables; que todos estemos unidos en el Padre, el Único que ordena todas las cosas; que nos fortalezca para no caer en las tentaciones que nos conducen a alejarnos de Él y de los demás. Y que entendamos que cada petición conlleva implícitamente un compromiso: ¿Cómo pedir el perdón si luego no perdonamos? ¿Cómo reclamar alimento, sanación, fortaleza… solo para mí, si todos somos sus hijos y el bien de cada uno repercute en el de todos? Por eso, como decía el cantautor argentino León Gieco en su canción: “solo le pido a Dios…, que el dolor no me sea indiferente; que la reseca muerte no me encuentre vacío y solo sin haber hecho lo suficiente”.

Ahora bien, si alguna vez queremos pedir una sola cosa o resumir en una todas las demás, lo mejor es decir: “solo le pido a Dios que se haga su voluntad”, pues nunca encontraremos ninguna mejor que la suya.

María Dolores López Guzmán

Fuente Fe Adulta

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22.7.16. Apostolorum Apostola, Santa María Magdalena

Domingo, 24 de julio de 2016
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apostorum-apostolaComo no pudimos publicarlo el mismo día 22, fiesta de María Magdalena, lo traemos hoy para poderlo meditar en este domingo…

Del blog de Xabier Pikaza:

La Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, por deseo expreso del Papa Francisco, ha elevado la memoria de santa María Magdalena a la categoría de fiesta en el Calendario Romano General (22 de julio), creando para ello, por deseo del mismo papa, un prefacio propio titulado Apostolorum Apostola (Apóstol de los apóstoles), donde se dice que ella ha sido la iniciadora de la misión cristiana, realizando una tarea superior (y anterior) a la de los mismos apóstoles. Cf. texto vaticano, en latín, con el antiguo y nuevo título de Magdalena como apóstol de los apóstoles, en
https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2016/06/10/magdala.html:

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, aclamarte siempre, Padre todopoderoso,de quien la misericordia no es menor que el poder, por Cristo, Señor nuestro.

El cual se apareció visiblemente en el huerto a María Magdalena, pues ella lo había amado en vida, lo había visto morir en la cruz, lo buscaba yacente en el sepulcro, y fue la primera en adorarlo resucitado de entre los muertos; y él la honró ante los apóstoles con el oficio del apostolado para que la buena noticia de la vida nueva llegase hasta los confines del mundo.

Por eso, Señor, nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y con todos los santos, diciendo: Santo, Santo, Santo…

Este prefacio papal pone a María Magdalena por encima de presbíteros, obispos y apóstoles. Según el famoso adagio lex orandi lex credendi (la oración es el principio de fe de la Iglesia), este prefacio ha de tener grandes consecuencias en la visión de la mujer en la Iglesia y en los ministerios de la comunidad. En ese contexto, este día (22.7.16), quiero recordar la obra y figura de M. Magdalena.

(Imagen y 3. Icono tradicional de Magdalena como apóstol de los apóstoles, enseñado a Pedro con los Doce
Imagen 2: María Magdalena, patrona de los dominicos estudiantes; escalera principal del convento de S. Esteban, Salamanca).

La primera historia.

La llamaban Magdalena porque era de Magdala, ciudad de pescadores de la costa del mar de Galilea, entre Cafarnaúm y Tiberíades, con más de doscientos barcos y famosa por sus salazones. Ella formó parte del círculo más íntimo de los discípulos de Jesús, que caminaba con Doce varones, para simbolizar a las tribus de Israel, pero que tenía otros amigos, varones y mujeres, quizá más importantes que los Doce.

Todos los seguidores/itinerantes, varones y mujeres, eran íntimos de Jesús: con él andaban, comían y dormían en los campos y aldeas. Entre ellos se cuenta María de Magdala. El evangelio de Lucas (Lc 8, 2-3; cf. también Mc 15, 40-41) supone que ella, y otras mujeres, sostenían económicamente a Jesús y a su grupo. Pero ese dato es posterior y resulta, por lo menos, ambiguo pues en el grupo de itinerantes de Jesús no parece que hubiera patronos para sostener a unos «clientes» pobres. Magdalena no era una rica patrona sedentaria, sino discípula itinerante de Jesús y así subió con él a Jerusalén, compartiendo los discípulos todo lo que tenía.

La tradición posterior ha pensado que había sido prostituta y que los males de los que Jesús le había liberado eran males de prostitución. Pero los evangelios no dicen nada de eso, a no ser que la identifiquemos con la mujer de Lc 7, 37-39. De todas maneras, aunque hubiera sido prostituta, ello no sería deshonra en sentido cristiano, pues el mismo Jesús dijo a los sacerdotes y presbíteros de Jerusalén: «Las prostitutas os precederían en el Reino de los cielos”» (cf. Mt 21, 31-32).

En realidad, sólo se le llama prostituta desde el siglo II, para destacar la misericordia de Jesús con ella y para rebajar su autoridad. En esa línea se ha dicho también que estuvo endemoniada (Lc 8, 2-3), pero ese dato ha de tomarse en sentido simbólico: Magdalena sería un ejemplo de las mujeres curadas por Jesús. Pero la primera tradición no dice nada de eso.

PARA NO MULTIPLICAR LAS MARÍAS,

AppleMarkA partir del evangelio de Juan, la tradición ha supuesto que María Magdalena era la hermana de Lázaro y de Marta.

Pero María, la hermana de Lázaro y de Marta (cf. Lc 10, 39 y en Jn 11-12), pertenece a un contexto social y familiar diferente. Más sentido tendría identificar a Magdalena con la mujer de la unción (Mc 14, 3-9, pues las dos se vinculan a la muerte y pascua de Jesús, pero tampoco esto es probable.

Podemos afirmar que Magdalena estuvo en la Última Cena, aunque no sabemos cómo fue esa cena, pues los evangelios sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas) la han interpretado de un modo simbólico, para destacar la culminación del camino de Jesús y el fracaso de los Doce. De todas maneras, la importancia de Magdalena no está en su presencia o no presencia en la Cena, sino en el hecho de que ella (con otras mujeres), fue la única «cristiana» que vio morir a Jesús, aunque no pudo «enterrarle» (pues no tenía autoridad para ello; cf. Mc 15, 40. 47; 16, 1-8).

Ella ha sido la primera que ha descubierto, por experiencia de amor personal, que Jesús está vivo, que no se le puede buscar en el sepulcro. En ese sentido, su amor de mujer jugó un papel esencial en el nacimiento de la iglesia cristiana, como lo muestran los textos de la pasión de los cuatro evangelios y de un modo especial el final canónico de Marcos (Mc 16, 9) y Jn 20, 1-18. Así lo supone el comienzo del libro de los Hechos (Hech 1, 13-14), aunque después no hable más de ella.

Celso, el más lúcido de los críticos anticristianos del siglo II, entiende bien los evangelios cuando dice que Magdalena (¡a quien él presenta como una mujer histérica!) fue la fundadora del cristianismo.

Ciertamente, lo fue, pero no por ser histérica, sino por ser una mujer clarividente, capaz de interpretar desde el amor luminoso la historia de la vida y el misterio de la persona de Jesús. Esto es mucho más escandaloso y profundo que lo que algunos críticos afirman cuando dicen que ella fue amante e incluso esposa de Jesús. Ella estuvo en el comienzo de la experiencia pascual y fue iniciadora de la experiencia de la Iglesia.

Los sinópticos presentan a María entre las discípulas que habían seguido y servido a Jesús en Galilea, llegando con él hasta Jerusalén, donde permanecieron a su lado hasta la cruz, a diferencia de los discípulos varones que escapan (cf. Mc 15, 50-51; cf. Mt 27, 56.61; 28, 1). Ella aparece ante el sepulcro vacío y debe trasmitir el anuncio de pascua (Mc 15, 47; 16, 1). En esa línea avanza el final canónico de Marcos que dice expresamente que Jesús resucitado se apareció primero a ella (en contra de Pablo que dice que se apareció primero a Pedro: 1 Cor 15, 5). Ella es, según eso, la primera portadora del mensaje cristiano y resulta lógico que, en sentido simbólico, haya sido identificada con la mujer de la unción, de la que he tratado antes.

El evangelio de Juan ha mantenido la tradición de la presencia de María Magdalena en la tumba vacía (Jn 20, 1), pero después ha desarrollado de un modo ejemplar su experiencia pascual, presentándola como primer testigo de la resurrección, en clave de amor.

Ella ha estado ante la cruz de Jesús, aunque su papel queda eclipsado por la madre y el discípulo amado (Jn 19, 25-27) y después, en contra de la tradición sinóptica (cf. Mc 15, 47 par), no aparece como testigo de la sepultura (Jn 19, 38-42). Sin embargo, ella va al sepulcro el domingo de pascua (sin llevar perfumes para ungir a Jesús, en contra de Mc 16, 1).

Según el evangelio de Juan, Magdalena viene dos veces al sepulcro de Jesús.

Primero sola; ya no necesita de las compañeras que según la tradición iban con ella. Va sola pero actúa como representante de todos los discípulos, de manera que, cuando encuentra el sepulcro vacío (Jn 20, 1), vuelve a contárselo a Pedro y al discípulo amado, representantes oficiales de la comunidad. Después con dos discípulos, que descubren el sepulcro vacío y se marchan. Los otros discípulos se van, pero ella queda en el huerto del sepulcro, con la intención de recoger a un muerto (a un cadáver) y llevárselo a su casa (para vivir de esa manera, para siempre, con la muerte). Pero Jesús se le muestra como vivo, jardinero del nuevo jardín de la vida y que le llama por su nombre y le dice:

María…Vete a donde mis hermanos y diles: subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Vino María Magdalena y anunció a los discípulos: he visto al Señor y me ha dicho estas cosas (Jn 20, 16-18).

Sin duda, en su forma actual, este relato es posterior, y responde a la teología del evangelio de Juan. Pero transmite un elemento clave del principio del cristianismo: la experiencia pascual (es decir, el origen de la Iglesia) es un recuerdo y encuentro de amor.

En un primer momento, María ha ido al sepulcro para honrar a un cadáver, como han a lo largo de los siglos las mujeres (y los hombres) amantes de la historia. Pero su búsqueda de un «cuerpo» se transforma en encuentro de una persona, de la persona amiga que le acoge (se deja tocar) para darle después una tarea: ¡vete! Mirada así, la experiencia pascual no es sentimentalismo ni pura evasión, sino el descubrimiento de una fraternidad viva: «Vete y diles a mis hermanos… Y María fue…». La buscadora de un muerto se convierte así en compañera y animadora de vivos, como fundadora de la Iglesia.

Desde tiempo antiguo (por lo menos desde Celso, siglo II d.C.), se ha criticado a la Iglesia diciendo que el cristianismo es una experiencia visionaria de un grupo de amigos (de amigas) de Jesús y que el testimonio que ellos han dado, diciendo que le han visto, es un testimonio sesgado, pues los amigos/as ven cosas que no son objetivas, desfigurando la realidad. En contra de eso, los testigos de la resurrección de Jesús (los fundadores de la Iglesia) debían haber sido personas «neutrales», políticos como Herodes o Pilato, economistas, filósofos… Leer más…

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