Leído en el blog de Xabier Pikaza:
Dom 16. Tiempo ordinario. Lc 10, 38-42. El evangelio de este domingo es uno más ricos y sabios de la historia cristiana, y lo comento a modo de continuación de la postal anterior, que trataba de Marta y de la Resurrección. Hoy me ocupo de Marta y María, dos mujeres que han sido para el evangelio de Lucas y el de Juan el signo de toda la Iglesia, mirada desde su perspectiva femenina.
Una mujer (Marta) sería la mujer-obispo/diácono (es decir, la encargada del ministerio o diakonía, en la línea de los obispos). Ella ejerce así la función de “señora” de la casa (eso significa su nombre) y así organiza y dirige la comunidad doméstica, cuando las iglesias al principio eran casas grandes. Así la presenté ayer como “pareja” de Pedro o, mejor dicho, como un Pedro mujer
La otra (María) sería la mujer-maestra/testigo de la gracia (es decir, la orante y teóloga, encargada de escuchar y entender a Jesús). Ella es la que acoge la palabra, la entiende y aplica, es el pensamiento del evangelio, en la línea del Discípulo Amado.
De la vinculación y ayuda de estas dos hermanas (de sangre o de comunidad) depende la vida de la Iglesia. Ellas son al principio “toda la iglesia”, entendida en perspectiva de mujer. Me gustaría que los amigos del blog meditaran sobre el tema y dijeran (leyendo lo que sigue) si ese motivo de las mujeres-iglesia ha sido conservado o se ha perdido (se ha marginado) en una Iglesia de varones donde sólo los “hombres” pueden ser obispos, presbíteros y diáconos.
El Papa Francisco ha puesto en marcha este tema de los “ministerios” diaconales de mujeres, es decir, episcopales y presbiterales, de la Iglesia, sin necesidad de mitras, pero con la autoridad creadora de los ministros de Jesús.
Hay mujeres católicas que han sido ordenadas como presbíteros y obispos en la Iglesia, como indiqué hace unos días, apelando precisamente a este pasaje. Por eso es importante leerlo con profundidad.
Estamos ante una nueva etapa de la vida de la Iglesia, que puede estar representada por esta pareja ministerial de dos mujeres liberadas por Jesús, libres para la comunidad.
Éste es un tema antiguo, que he desarrollado en este blog desde diversas perspectivas. Me gozo de poderlo ofrecer una vez más, desde una perspectiva nueva. Una vez más, dos mujeres, toda la Iglesia.
Primera imagen: Tradición medieval: Marta y María navegan con su hermano a Provenza, para crear allí la primera iglesia cristiana. Segunda imagen: dos mujeres obispos (Marta y María) de la tradición anglicana.
Texto. Mientras iban de camino:
38 Mientras iban ellos de camino, él entró en cierta aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. 39 Y ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.40 Marta, en cambio, estaba afanada (distraída) con mucho servicio; y acercándose {a él, le} dijo: Señor ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el servicio? Dile, pues, que me ayude.41 Respondiendo el Señor, le dijo: Marta, Marta, te preocupas y estás perturbada por muchas cosas; 42 una (sola) cosa es necesaria; en efecto, María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada (Lc 10, 38-42)
1. El camino de Jesús.
Así comienza la escena: mientras iban de camino… No se trata de un “ir” cualquiera sino de un camino mesiánico, iniciado en 9, 51-52 (los enviados de Jesús no son recibidos porque van de camina hacia Jerusalén) y explicitado en 9, 57 (la llamada al seguimiento que Jesús dirige se inscribe en su camino de ascenso y cumplimiento mesiánico).
En ese contexto de camino, que culmina de forma inmediata en el final de la parábola del samaritano (poreuou: ¡Vete!: 10, 37) se inscribe e inicia nuestro texto, que comienza con la misma palabra (en de tô poreueisthai: mientras iban de camino: 10, 38). Por eso es bueno precisar el tema en Lucas:
– Camino implícito. Se inicia en el contexto de la confesión de Pedro: Jesús es el Hijo del hombre que debe dar la vida y sus discípulos, es decir, aquellos que le siguen en el camino, deben negarse a sí mismos: 9, 21-27). Ese mismo camino queda ratificado en la transfiguración: en contra de lo que sucede en los paralelos de Mc y Mt, Lucas ofrece el tema del diálogo de Jesús con Moisés y Elías, diciendo que ellos hablaban sobre el “éxodo” que él debe culminar/plenificarse con plêroun en Jerusalén: 9, 31).
– Camino explícito. Se inicia en la gran afirmación de 9, 51-52: Jesús inicia el ascenso hacia Jerusalén y lo hace de forma explícita, con los Setenta y dos discípulos (cf. 10, 1), que son signo de toda la iglesia. Lucas emplea aquí el mismo lenguaje de culminar/plenificarse (plêroun) que había utilizado en la transfiguración, al hablar del éxodo que Jesús tenía que culminar en Jerusalén (cf. Lc 9, 31). Así afirma, al iniciar el gran que le lleva a Jerusalén que comienzan los días en que se cumple su subida, es decir, su plenificación mesiánica (Lc 9, 51). Jesús quiere culminar su camino (syn-plêroun) en compañía de sus discípulos. Su mismo ascenso hacia Jerusalén se convierte así en proceso y campo de surgimiento de la iglesia.
Todo lo que sigue ha de entenderse según eso en contexto de camino mesiánico. No es una verdad abstracta, no es una teoría sobre el ser humano. Lucas interpreta la historia de Jesús como lugar fundante desde el que se entiende el surgimiento comunitario. En ese sentido, los textos del evangelio (Lc) se convierten en referencia y clave para entender lo que ne otra perspectiva cuenta el mismo Lucha en el libro de los Hechos. Jesús envía a los discípulos a los lugares donde debe “venir él”, para que le precedan. Hay aquí un elemento de “simbolismo” en el que se vinculan dos planos:
– Subida histórica de Jesús a Jerusalén, en el contexto de su vida. Lc estructura su evangelio como gran subida a Jerusalén, que se inicia aquí (9, 51) y culmina en la pascua. De un modo especial definen a Lc como ascenso los capítulos de la “gran inserción” (Lc 9, 51-18, 15) en los que se aparta de la narración de Mc para ofrecer su propio esquema eclesial.
– Subida de Jesús como parábola mesiánica. El mismo camino de Jesús viene a presentarse así como cumplimiento de la promesa israelita (conforme a las profecías de la gran subida de los pueblos hacia Jerusalén) y como anuncio y principio del camino de la humanidad, que viene a encontrar su sentido en ese camino de Jesús. El “éxodo” histórico y escatológico de Jesús y sus discípulos se interpreta así como espacio (contexto) donde se puede inscribir la historia eclesial. Lo que se dice aquí será reasumido en otra perspectiva, en el libro de los Hechos.
Así podemos volver al texto: Y sucedió que mientras iban de camino… (10, 38a). Jesús ha decidido dirigirse a Jerusalén (9, 51), proponiendo las condiciones de su seguimiento a quienes quieran acompañarle (9, 57-62). Le preceden los Setenta y Dos discípulos (cf. 10, 1-12.17-24) y con ellos va abriendo un camino de iglesia, tanto en perspectiva de misión (los que le acompañan) como en perspectiva de acogida (los que le reciben, formando con él una casa). En las reflexiones que siguen desarrollamos este último aspecto, estudiando el sentido de la comunidad que forman las dos hermanas.
2. Jesús y los discípulos…
De manera sorprendente, el texto pasa del plural al singular: ellos siguen de camino, mientras él entra en una aldea y casa… Es como si la experiencia eclesial se dualizara, de manera que se precisan los dos contextos fundamentales, los dos “espacios” básicos del evangelio:
– Por una parte están ellos (autous)… que siguen de camino… Estrictamente hablando no sabemos quiénes son.
– Por otra parte está Jesús, separado de los 72… Nuestro texto (10, 38) supone que, mientras ellos siguen, él (Jesús) queda, entra en una aldea, es recibido en una casa. De esta forma pasamos de la iglesia del envía y camino (los 72) a la iglesia de la acogida y la casa (las dos mujeres que van a recibir a Jesús).
Este Jesús acogido en la aldea (o casa) es símbolo del conjunto eclesial. No aparece ya en forma individual histórica, como un hombre del pasado, sino como figura pascual: es el Señor al que se acoge, el Señor que forma parte profunda de la vida de la comunidad.
3. Él entró en una aldea y una mujer llamada Marta lo recibió…
El tema de la acogida se encuentra preparado en 9, 52-56. Dejemos por ahora el posible añadido de en (su) casa. Acentuemos el contexto más extenso de la aldea (kômen) como lugar de referencia. Desde esta perspectiva, las dos escenas pueden entenderse como variantes de un mismo modelo narrativo:
– 9, 52-56. La aldea de los que no reciben a Jesús. Jesús envía a sus mensajeros para que le anuncien y preparen el camino. Ellos (en plural, los mensajeros) entran en una aldea samaritana …, pero sus habitantes no le quieren recibir. Recibir (en el pueblo, en la casa) es la señal suprema de acogida mesiánica, como sabemos por 10, 4-10, aunque en un caso, en contexto más galileo-palestino se hable de aldea (kômen: 9, 52), y en el otro, en contexto más amplio de misión helenista se hable de ciudad y lugar (polin: 10,1ss). Esta aldea de los samaritanos es signo de todas las ciudades y lugares que no aceptaran la misión de Jesús a través de sus discípulos. Frente al deseo de Santiago y Juan que quieren hacer que baje fuego del cielo contra los no hospitalarios Jesús permite que no le reciban y va a otra aldea.
– 10, 38-42. Marta y María. La aldea de los que reciben a Jesús. Se repite el esquema y las palabras principales del pasaje anterior, aunque ahora no se dicen que son los discípulos (los mensajeros) los que preparan el camino de Jesús, sino simplemente que van (verbo poreuein en 9, 52.56 y 10, 38). El pasaje anterior acababa diciendo que ellos (Jesús y discípulos) fueron a otra aldea) que les recibe (9, 56); pues bien, la nueva escena comienza diciendo que Jesús entra (eiselthen, 38, lo mismo que 9, 52) en una aldea donde les recibe Marta (10, 38). Frente a los samaritanos anónimos que no reciben a Jesús aparece aquí Marta, como signo y representante de toda la aldea que recibe a Jesús. Leer más…
Biblia, Espiritualidad
Ciclo C, Dios, Evangelio, Jesús, Marta y María, Tiempo Ordinario
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