Del blog de Xabier Pikaza:
Ayer comenté la experiencia de las migraciones, antiguas y nuevas, con ocasión del próximo Congreso de Aveiro, apelando de un modo especial a la Biblia.
Hoy quiero retomar ese motivo desde Dios a quien presento como Dios Migrante, no sólo porque camina con los hombres, sino porque él mismo es camino, en las tres grandes versiones del monoteísmo profético (dejo a un lado las religiones de Oriente)
La experiencia israelita de Dios (¡Yo soy!, Soy el que soy), está en la base de gran parte de las interpretaciones posteriores de Dios, como indican las reflexiones que ahora siguen. Por un lado, Dios no es judío, ni cristiano, ni musulmán: Es el que Es. Por otro lado, es Dios de los judíos, cristianos y musulmanes (y de todos los hombres).
Pues bien, ese Dios israelita que dice “soy el que soy”, como si no caminara se ha vuelto caminante en nuestra historia… de manera que podemos afirmar que somos una migración de Dios. Se esa forma, su nombre se ha vuelto, como en el Éxodo de Egipto: Yo soy el que camino con vosotros.
El yo más profundo de los emigrantes que somos, eso es Dios, y así quiero contar con brevedad su historia en estas reflexiones, que se inscriben dentro del diálogo y discusión que vengo manteniendo en este blog sobre el tema de las migraciones, desde una perspectiva cristiana… que quisiera ser europea, aunque ya no está tan claro si Europa quiere ser un lugar de migraciones abierto al encuentro de los pueblos
Punto de partida.
Para los judíos, Yahvé (Soy el que Soy)se ha hecho Nombre de misterio, de manera que no lo pronuncian. Los gnósticos antiguos y modernos se sienten molestos con Yahvé, no aceptan su presencia liberadora, su opción por los pobres: prefieren un Dios de interioridad, separado de la historia, sin comprometido de justicia.
La filosofía ilustrada intepretó el ¡Yo soy! como ontología: expresión del Ser Supremo o de la Idea Fundante (de la mente que se dice a sí misma), separando así a Yahvé de nuestra historia de liberación humana. Los cristianos afirman que el Nombre de Yahvé se ha expresado plenamente, como misterio de liberación, por medio de Jesús, viniendo a presentarse al fin como Padre… Los musulmanes identifican al “Yo soy el que Soy” con Allah, de quien hablé con cierta extensión en un post anterior, que ha sido enriquecido por muchos participantes y en especial por Disidente y Fernando.
Las interpretaciones de esta palabra originaria (Yahvé: Yo-Soy) han sido y siguen siendo diferentes, definiendo de algún modo las más hondas visiones de Dios en occidente. Destacaremos las más importantes, para fijarnos al final en la cristiana. Evidentemente, ofrecemos una visión muy general del tema, que debería matizarse con muchísimo cuidado.
1. Judaísmo
Los judíos han destacado el valor de este Nombre, condensando en Yahvé su experiencia de misterio. Por un lado, han seguido vinculándolo al pueblo, como dice el Shema (Escucha, Israel, Yahvé, tu Dios es un Dios único….: Dt 6, 4-9), retomado por el doble mandamiento de Mc 12, 28-34 par.. Por otro, lo han sacralizado, de tal forma que procuran no escribirlo ya ni pronunciarlo, en signo de respeto religioso. Yahvé [D”S, G’’D, YHWH] es Dios en sí, en su absoluta plenitud y lejanía, separándolo así de su pueblo.
De esa manera, al separar el Nombre de Dios y dejarlo fuera de la “circulación” social y religiosa, los judíos posteriores han tenido que buscarle “sustitutos”. Por eso han dicho y siguen diciendo en su lugar palabras más o menos equivalentes (pero nunca iguales) como Adonai, Kyrios, Dominus o Señor (the Lord) y, sobre todo, Ha-Shem (El Nombre). Así expresan de algún modo la grandeza de Dios, pero sin expresarla. Estas palabras ya no actúan como “nombres” (no expresan lo que es Dios), sino como adjetivos que evocan de algún modo su grandeza. Los judíos han optado por divinizar de algún modo el Nombre (Yahvé), dejándolo así, distinto, separado, como expresión de absoluta transcendencia.
Como guardianes de la Lejanía divina, testigos de la separación inefable de su Dios, han querido mantenerse a lo largo de los siglos los judíos. Este es su tesoro, esta su grandeza: ellos conocen un Nombre que no puede pronunciarse, pero que les hace distintos y ricos sobre el mundo. Las traducciones cristianas de la Biblia han seguido la costumbre judía poniendo (y algunas lo hacen todavía) Señor o su equivalente allí donde la Biblia Hebrea dice Yahvé. Es buena esta reserva, si ayuda a descubrir y explicitar mejor el contenido misterioso del Dios personal de la historia israelita, pero quizá nos impide recordar que Yahvé es ante todo un Nombre propio de redención, signo de la presencia liberadora de Dios entre los humanos, como ha vuelto a descubrirlo el evangelio.
2. Gnosis
Los gnósticos (quizá de origen judío y cristiano) de los siglos II y III d. de C. han invertido esa visión del judaísmo, interpretando el nombre de Yahvé no como señal del más alto misterio, sino como expresión de un “dios opresor”, que mantiene a los humanos sometidos. Así tienden a identificar este Nombre con el principio divino del error y el egoísmo, es decir, con un Dios falso: Yahvé, Dios del AntiguoTestamento, sería en el fondo un demonio (=Satanás); sólo el Padre de Jesús o un Dios puramente espiritual es para ellos verdadero.
Por eso, allí donde en la Escritura israelita (Ex 3, 14) el Dios Yahvé proclama Yo soy (o sus equivalentes), algunos textos gnósticos hacen que se escuche la voz del “Verdadero Dios” (superior y contrario al Dios israelita) que le responde ¡Te equivocas, Samael, Dios ciego! . Así llaman a Yahvé con nombres despectivos, como Dios de vergüenza (Samaél), Dios ciego de lucha y egoísmo, Yavaot, Yaldabaot, Yaot, o salvador material que sólo se ocupa de las cosas externas, incapaz de iluminar a los humanos, ofreciéndoles una experiencia espiritual de superación del mundo. En esa línea, podemos añadir que la crítica del Dios israelita constituye el principio de todo antisemitismo religioso. Conforme a la visión de esta Gnosis el Dos judío sería seria egoísta, estaría vinculado sólo a un pueblo, como fuerza irracional que mata con violencia a los contrarios: a los egipcios en el Mar Rojo, a los cananeos en Palestina. Los gnósticos entienden el ¡Yo soy! de Jahvé en la línea de ¡Nosotros, los judíos, somos! como pueblo separado de los otros). Por eso, frente al ¡Yo soy! judío, materialistra y tribal, quieren situar el Absoluto de la divinidad universal.
Conforme a la visión gnóstica carece de sentido la encarnación cristiana: Dios no podría intorducirse de verdad en este mundo. Precisamente para defendere la encarnación han aceptado los cristianos el Antiguo Testamento, entendiendo el ¡Yo soy! de Dios no en forma egoísta, sino liberadora. De todas formas, debemos recordar con todos los auténticos judíos y cristianos que el ¡Yo soy! no puede interpretarse en la línea de una autoridad arrogante y egoísta, como expresión de un Señor que se afirma a sí mismo en contra (a costa) de los otros. Al contrario, nosotros sabemos que el Yahvé israelita sólo dice Yo soy para afirmar Yo estaré con vosotros, os libraré devuestras opresones. (“Sobre el origen del mundo” en J. M. Robinson (ed.), The Nag Hammadi Library in English, Brill, Leiden 1977, II, 5, 103, 5-19. Para lectura ulterior: F. García Bazán, Gnosis.La esencia del dualismo antiguo, Castañeda, Buenos Aires 1978; H. Ch. Puech, En torno a la Gnosis I-II, Taurus, Madrid 1982).
3. Islam. Religiones monoteístas
Los musulmanes han evitado en general la hondura del “Yo soy”, afirmando que Dios se ha expresado para siempre por Mahoma, de manera sencilla y segura, para todos los humanos, sin distinción de razas o culturas. El mensaje teológico ha sido siempre el mismo, desde Moisés hasta Jesús, pero los receptores no han sabido conservarlo limpio, lo han mezclado con palabras que no vienen de Dios, lo han adulterado. Por eso ha sido necesaria la profecía de Mahoma, como hemos puesto de relieve en otro post.:
La piedad no estriba en que volváis vuestro rostro
hacia el Oiente o hacia el Occidente (=rezar mirando a Jerusalén o la Meca)
-sino en crer en Dios y en el ültimo día,
-en los ángeles, en la Escritura y en los profetas,
-en dar de la hacienda, por mucho amor que se le tenga,
a los parientes, huérfanos, necesitados, viajeros, mendigos y esclavos,
en hacer la azalá (oración) y el azaque (=la limosna)… (Corán 2, 177).
Estos son los pilares de la fe musulmana. En ella quedan incluidas las Escrituras (las antiguas están contenidas en el único Corán, manifestación suprema de la Suprema Verdad de Dios) y los profetas (enviados de Dios, tal como culminan en el mismo Mahoma), con los ángeles que son signo del misterio. De esa forma, los musulmanes universalizan y simplifican de algún modo la confesión de fe judía o Sahadá, diciendo: La ilaha illa Allah: no hay más dios que Allah, no hay más divinidad que el Divino.
En esa línea, el Islam se encuentra cerca del judaísmo. No hay en el Islam teología intradivina: no puede haber especulación sobre Dios, pues Él sigue siendo un misterio; ha revelado su Libro/Palabra en el Corán, pero su esencia sigue estando escondida, de tal forma que resulta imposible decir que Jesucristo es su “Hijo”, como afirman los cristianos. Para el Islam la esencia de Dios sigue siendo misteriosa, incognoscible. Lógicamente, judíos y musulmanes se sienten vinculados en su teología más profunda, tanto en la visión del Dios trascendente (no trinitario), como en la visión de su revelación (por la ley de Moisés, por la profecía de Mahoma). Esta vinculación es tan honda que algunos llegan a sostener que judaísmo e Islam son variantes de una misma religión de fondo: afirman unos que el Islam es herejía (simplificadora, universalizadora) del judaísmo; añaden otros que el judaísmo es una herejía (concretización nacional) del Islam eterno. Pero los judíos siguen manteniendo en el fondo de su experiencia y recuerdo el “Yo soy” de Yahvé en la montaña sagrada, como secreto de libertad, mientras los musulmanes apelan al conjunto del Corán, evitan ese misterio del Nombre secreto, limitándose a decir que “no hay más dios que Allah”.
Esta Sahada o confesión de fe musulmana, proclamada desde todos los almuédanos y repetida sin cesar por los creyentes, resume la fe musulmana. Ella sola basta para expresar la sumisión religiosa y expresar que un hombre (o mujer) es musulmán. Dios ya no tiene un nombre especial (como el Yahvé de los israelitas), ni aparece vinculado de forma intradivina (trinitaria) a su mesías o revelador (como el Padre de Jesús para los cristianos). Pero debemos añadir que, siendo transcendente, Dios habla (revela su Corán/Libro eterno) a su profeta o enviado que es Mahoma. Esto es confesar la fe para un musulmán: someterse a Dios y aceptar su manifestación por medio de Mahoma
Es normal que judíos y musulmanes rechacen la encarnación de Dios en Jesús, viendo en ella una especie de recaída en el politeísmo pagano. Lógicamente, ellos rechazan también la Trinidad: piensan que Dios se ha revelado, pero no ha penetrado de verdad en el mundo, no se ha identificado con la persona y obra de Jesús de Nazaret. En ese sentido, Judíos y musulmanes parecen más humildes: piensan que Dios está arriba y que nunca podemos conocerle del todo. Por el contrario, los cristianos se atreven a definir a Dios como Padre de Jesús (Trinidad), arriesgándose a penetrar en su misterio, afirmando que en el origen y base de todo está el amor del Padre al Hijo en el Espíritu.
4. Filosofía
La filosofía occidental, fundada en la experiencia griega del Ser (vinculando así helenismo y judaísmo) ha interpretado el ¡Yo soy! (Soy el que Soy) israelita en perspectiva de trascendencia (Dios separado) y plenitud ontológica (el ser divino es lo absoluto). De esa forma, el Nombre de Dios pierde su referencia salvadora (su raíz israelita, su vinculación a Moisés) y viene a convertirse en expresión de la Realidad en sí, de eso que pudiéramos llamar la identidad ontológica.
Lógicamente, Yahvé deja de ser el Nombre propio de aquel con quien debemos dialogar de un modo personal, presencia liberadora, y viene a interpretarse como Ser en sí (=Aseidad ontologica). Al presentarse como Yahvé, Soy el que soy, Dios se vuelve Ser Supremo, Esencia pura y plena, el primero y más alto de todos los Conceptos. Decir Yahvé es decir Divinidad, como puede verse en San Anselmo: es el Ser más alto, la más perfecta realidad que puede ser pensada.
Gran parte de la crítica moderna anti-teísta ha combatido al Dios de la filosofía, que aparece como Gran Ser (ontología original) y/o como Concepto Supremo (idea perfecta). Este es el Dios separado de la historia (no es salvador), impasible (no sufre con el sufrimiento de su pueblo), autosuficiente (no se vincula a los humanos). Contra ese Dios en sí (Yo soy ontológico o ideológico), contra ese Señor autosuficiente donde que se vinculan (e identifican) un tipo de Ser del pensamiento griego y un Yo soy israelita vaciado de su fuerza salvadora, se dirige gran parte de la crítica religiosa de la modernidad.
Gnosis antigua y filosofía moderna se vinculan de algún modo: ambas vacían al Dios israelita (a su Yo soy) de la experiencia y fuerza de la historia. La gnosis criticaba a Yahvé porque no acepta su revelación en la historia y porque quiere elaborar una visión religiosa partiendo de una sabiduría intimita, propia de los iniciados sabios. La filosofía moderna ha rechazado a Yahvé porque ha querido vincular a Dios con el Ser de su pensamiento y de sus obras (con el Todo del Mundo) o con el propio pensamiento, olvidando también el sufrimiento de los pobres.
Pues bien, en contra de eso, después de treinta siglos de dolor y esperanza, judíos y cristianos (unidos en esto y separados de los musulmanes) seguimos vinculados a la experiencia israelita de Yahvé, a quien vemos como Dios liberador. Yahvé no es para nosotros un simple signo de identidad ontológica o interioridad sagrada, sino el Nombre personal de aquel que se revela (despliega su presencia) liberando a los pobres y oprimidos de la tierra. No es alguien que se impone desde arriba, exigiendo sumisión (como parece buscar el Islam), sino Aquel que nos quiere y por querernos dice Yo soy, es decir, Estoy con vosotros en medio del camino de la vida. Sobre esta base seguimos vinculados judíos y cristianos, aunque luego interpretemos a Yahvé en perspectivas diferentes, como indicaremos en todo lo que sigue ((No podemos entrar en la gran polémica entre Dios judío y Dios filosófico. Siguen siendo significativos en este campo trabajos como los de H. Mühlen, El concepto de Dios, en Varios, Trinidad ¿mito o misterio?, Sec.Trinitario, Salamanca 1973, 153-179; E. Jüngel, Dios como misterio del mundo, Sígueme, Salamanca 1985.))
5. Cristianismo
Los cristianos interpretamos a Yahvé como presencia salvadora (liberadora) que se compromete en favor de todos los hebreos oprimidos. Seguimos, por eso, en la línea de la Biblia Israelita. Pero damos un paso más y añadimos que el mismo Yahvé, Nombre supremo del Dios liberador, se identifica con el Padre de Nuestro Señor. Jesucristo. Por eso, en un sentido, los cristianos seguimos vinculados a la revelación del Sinaí: nos situamos con Moisés ante la Zarza Ardiente, escuchamos su palabra de liberación, nos comprometemos a seguir su camino. Pero pensamos que eso resulta al fin insuficiente. Leer más…
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