Dom 26.06.16. Una iglesia que toma el arado y no mira hacia atrás
Domingo 13. Tiempo ordinario, ciclo c. Lc 9, 51-62. Este evangelio consta de cinco pequeñas escenas, unificadas por el Evangelio de Lucas que nos permiten entender e interpretar la tarea cristiana en el momento actual.
Las dos primeras, propias de Lucas (subir a Jerusalén, no imponerse con violencia), forman una introducción. Todos, varones y mujeres, estamos llamados a la tarea del Reino (no sólo Francisco ni el obispo del pueblo: todos al camino y al arado).
Las dos siguientes (escriba, hijo) provienen del Q, (cf. Mt 8, 18-22) y nos ponen a la intemperie de la vida, sin madrigueras para escondernos ni padres superiores a quienes debamos servir (todos al campo y monte de la vida, buena es la tarea, merece la pena el camino).
La última (tomar el arado) vuelve a ser de Lucas, y destaca la necesidad de poner la mano en la reja para arar la tierra, sin mirar hacia atrás, sin buscar seguridades (madrigueras) en la vida.
Quiero insistir en lo cinco temas, pero sobre todo en el final (la mano en el arado) que los resume y condensa.
— Este evangelio se ha utilizado y manipulado con frecuencia, aplicándolo sin más a los a los jóvenes que empiezan un camino (entran en el seminario, en el convento…), pero luego cambian y lo dejan, y también a los que abandonan un tipo de ministerio (sacerdotal, religioso), buscando otras formas de vida o tareas en la iglesia.
— Esa aplicación es importante (¡y ha angustiado a muchos!), pero en principio no es la fundamental. Este evangelio trata, ante todo, del camino y decisión (o falta de decisión) de los jerarcas de la iglesia, que toman el arado, se hacen con el poder y miran hacia atrás, para quedar cerrados en sus madrigueras, en sus miedos, en sus deseos de poder.
Desde ese fondo quiero comentar los cinco momentos de este poderoso evangelio, que trata no sólo de la vocación primera sino de la decisión por mantenerla, sin sin atarse al pasado, sin cerrarse en madrigueras, en instituciones que han sido superadas por Jesús:
— Lo primero es tomar la reja para asumir el compromiso de Jesús no para hacerse dueños del arado, sino para roturar nuevas tierras, sin volverse hacia atrás ¿Quien lo hace? ¿cómo se mantiene?
— Algunos toman el arado, se apoderan de la “máquina de Jesús” (de la Iglesia) y miran hacia atrás,o, mejor dicho, se miran a sí mismos, para volver al pasado, quedarse cuidando “a su padre”, es decir, cuidando su propio pasado, sin pensar ya en la tierra que debe roturarse para una nueva siembra de vida.
— Otros quieren fulgurar con fuego a los que son distintos, , pedir fuego del cielo para los que piensan de otra forma (samaritanos, otros tipos de creyentes… O quieren despedirse del pasado, sin despedirse nunca…
— ¿Qué nos impide hoy (2016) tomar el arado, abrir surco de vida? ¿Quién me lo impide a mí, qué se lo impide…al obispo? ¿Qué se lo impide a la jerarquía de la Iglesia que ha convertido a veces su arado de campo y monte en villa de hermosos vestidos, de pequeñas seguridad, de miedos?
¿Quién ha visto un obispo con arado, de verdad? Yo sí, pero me temo que no son muchos, y que miran hacia atrás (o hacen sólo lo que mandan otros…?
— Posiblemente hay algunos que nunca han tomado la reja del arado, que no saben lo que es la intemperie del campo de la vida, el camino abierto hacia futuros ignorados, y que además no dejan que otros la tomen…….
— ¿Quiénes han-hemos hecho del falso arado un negocio..., mientras el verdadero peso y futuro de la Iglesia lo llevan otros, y así aran, como esa mujer de la imagen 2?
Bueno domingo a todos. Éste sí que es un evangelio fuerte, da gozo ser cristiano.
Lucas 9, 51-62. Un texto, cinco pasajes
1. [Jerusalén-Reino] Cuando se iba cumpliendo el tiempo de su “elevación”, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante.
2. [Samaría-oposición] De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: “Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?”Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.
3. [Zorras…] Mientras iban de camino, le dijo uno: “Te seguiré adonde vayas.”Jesús le respondió: “Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.”
4. [Enterrar al padre] A otro le dijo: “Sígueme.” Él respondió: “Déjame primero ir a enterrar a mi padre.” Le contestó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.”
5. [El arado] Otro le dijo: “Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.” Jesús le contestó: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.”
Introducción general
Jesús decide culminar (ratificar) su camino subiendo a Jerusalén, con aquellos que quieran seguirle. Así se define su evangelio. Éste es el principio y mensaje de la Iglesia. Tanto la introducción (temas 1-2) como los tres relatos que siguen (temas 3-5) nos sitúan en la raíz del mensaje de la Iglesia:
1. Ha llegado el tiempo de subir a Jerusalén, de “optar” radicalmente por el Reino.
2. En el camino de Jesús no hay lugar para “arribistas”, gente que quiere montar su cátedra o excavar su cueva.
3. En ese camino no puede haber padres-patronos, ni autoridades de “sistema”; hay que “romper con el sistema” (dejar que los muertos entierren a sus muertos…).
4. Hay algunos que siguen con el viejo “padre”, es decir, con un modelo superado de Iglesia, sin decidirse nunca tomar el arado y caminar a la intemperie del campo, en verano, en invierno.
5. Cada uno de los seguidores de Jesús debe tomar el arado de la Buena Nueva y abrir surco de vida, para la semiente de Dios.
1) GRAN CAMINO, SUBIR A JERUSALÉN
Texto: Cuando se iba cumpliendo el tiempo de su ascenso, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante (Lc 9, 51-52a).
Este tiempo de “ascenso” (analepsis), es el tiempo del Reino de Dios (Mc 1, 15), lo que Pablo llama la “plenitud de los tiempos” (Gal 4, 4).
Hemos vivido instalados en nuestra seguridad sacral (nuestra doctrina fija, nuestras autoridades, nuestras propias ventajas…). Hemos construido u una especie de cueva en la que resguardarnos, buscando nuestra seguridad (un hueco, una santa madriguera).
Pues bien, ha llegado el momento de la “gran decisión”, ahora (año 2016), volviendo a la situación de Jesús, dejando atrás nuestras seguridades conseguidas (nuestro sistema sacral), proclamando y anunciando con nuestra vida la llegada del Reino.
Subir a Jerusalén significa volver a las raíces, arriesgarnos de nuevo por el Reino de Dios… Todos subimos (debemos subir), pero Jesús ha querido mandar a algunos por delante, como “adelantados” (pioneros) de su obra.
Pregunta: ¿Quiénes son hoy los adelantados de Jesús? ¿Quiénes anunciar y preparan su llegada? ¿Cómo lo hacen? ¿Cómo debemos hacerlo nosotros?
2) NO ES UN PROYECTO DE GUERRA
Texto: De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: “Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?”. Él se volvió y les regañó (diciéndoles: No sabéis de qué espíritu sois). Y se marcharon a otra aldea (Lc 9, 51-56).
Jesús inicia con su gente un camino de paz : Anuncia y prepara el Reino de Dios en Jerusalén; invita a todos, no quiere enfrentarse con nadie.
Es normal que algunos no quieran “recibirles”, ni ofrecerles un donde pernoctar (una pensión, un pajar, una esquina en la plaza…). Se sienten amenazados por el “evangelio”, no quieren cambios, no quieren “buena nueva”.
Propuesta zebedea… Juan y Santiago interpretan el evangelio como una guerra santa y piden a Jesús que invoque a Dios y que arroje fuego del cielo contra aquellos que no les reciben (retomando así un motivo clave de la historia de Elías, 2 Rey 1, 10-12).
Ésta es la respuesta de la “iglesia militante” que ha tomado el poder y que ha querido “defender” su dominio con “armas” de diverso tipo: desde la hoguera para los herejes, hasta la imposición de leyes y normas “civiles y militares” contra aquellos que no acogen su versión del mensaje.
Pues bien, Jesús no se enfrenta contra aquellos que no quieren recibirle: No pide a Dios que les castigue, no invoca sobre ellos el fuego escatológico.
Jesús se limita a “reñir” a los violentos de su grupo (Juan y Santiago), negándose a imponer su proyecto de iglesia a la fuerza. A los de fuera (que no le reciben) no les riñe, ni (en este momento) discute con ellos. Simplemente se va a otro lugar. En algunos manuscritos se añade que él se opuso a los dirigentes de la iglesia zebedea diciéndoles: ¡No sabéis de que Espíritu sois!
Pregunta: ¿Sigue existiendo un tipo de iglesia zebedea que quiere imponerse por la fuerza, pidiendo algún tipo de “fuego de Dios” contra los contrarios? Qué tipo de fuego: ¿En este mundo?
3) PRIMERA RUPTURA: COMO ZORRA, PERO SIN MADRIGUERA.
Texto: Uno (Mt: un escriba) le dijo mientras iban de camino ¡Te seguiré dondequiera que vayas! Jesús le dijo: Los zorros tienen madrigueras y las aves del cielo tienen nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza (Lc 9, 57-58; Mt 8, 18-20).
Parece una sentencia sapiencial que Jesús ha recogido y situado en el centro de su evangelio. Todos los animales parecen (y en un sentido están) instalados en el mundo (como los peces en su río, las zorras en su madriguera). Pero el hombre no tiene ni río ni madriguera, sino que ha de vivir a la intemperie, sin nada propio.
Este “postulante”, a quien Mt llama certeramente escriba, necesita autoridad (una madriguera, una ley segura, un capital donde instalarse).
Parece que tenía madriguera y quiere mantenerla, ofreciéndose a Jesús como experto, intérprete del Libro.
Pero Jesús sabe que enel seguimiento mesiánico (el verdadero camino de la vida) exige que dejemos todas seguridades anteriores… y lo dice empleando para ello un refrán: “los zorros tienen madrigueras…”. Los animales buscan y obtienen posesión-seguridad dentro del mundo, según principios cósmicos que reflejan la providencia de Dios, como el mismo Jesús sabe: “no os preocupéis…, mirad los pájaros del cielo” (Mt 6, 25-35 par). Sus discípulos, en cambio, han roto ese plano de seguridad cósmica, propio del poder del mundo.
Jesús no necesita autoridad de escribas, ni puede ofrecerles honores y seguridades (un nido o madriguera). No tener dónde reclinar la cabeza… esa es la suerte del hombre. No tener seguridad ninguna, vivir a la intemperie, sabiendo, sin embargo, que hay una seguridad mucho más alta: la misma vida como don del cielo…, la comunión en el camino del reino.
Pregunta: ¿Ha mantenido la Iglesia esa actitud y respuesta de Jesús? ¿No son muchos los que, siguiente el ejemplo de ese postulante-escriba han buscado un puesto, un mando, en la Iglesia, para ejercer en ella como escribas?
4) SEGUNDA RUPTURA: SIN PADRE DONDE VOLVER A REFUGIARNOS
Texto: (Jesús) dijo a otro: Sígueme. Pero él dijo: Señor, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre.Él le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos. Y tú ¡vete y anuncia el reino de Dios! (Lc 9, 59-60; Mt 8, 21-22).
La tradición sinóptica sabe que es preciso ayudar a los padres necesitados y lo dice de forma radical: el padre y la madre en apuros son más importantes que toda religión (cf. Mc 7, 8-13; Mt 15, 3-6). Pero Jesús ha contrapuesto aquí de un modo duro la autoridad de reino (buscar la verdad, ser persona) y la sujeción al padre patriarcal (a una iglesia o sociedad entendida como institución de poder).
Este postulante desea “enterrar a su padre”, aceptando hasta el fin su autoridad, viéndole así como signo de Dios en un mundo jerárquicamente organizado (en el fondo, quiere vivir siempre en casa del padre, empadrado). Pues bien, Jesús responde y le exige que “rompa” con el padre, que no dedique su vida a enterrar al padre, sino a ser él mismo, y lo dice con una sentencia paradójica, sobrecogedora:
‒ Deja que los muertos entierren a sus muertos… El poder social y religioso del padre que quiere cerrarnos en su mundo ya pasado pertenece al orden antiguo, al espacio de cosas que mueren (=de los muertos). Allí donde se impone ese tipo autoridad (vivir para el pasado de los padres) no se puede expresar la novedad del Reino de Dios: triunfa la genealogía, los intereses del grupo que se justifican y sostienen entre sí…, excluyendo a los más pobres, es decir, los marginados, leprosos, huérfanos, enfermos. Por eso, en esta línea que Jesús critica, quedarse a enterrar al padre supone seguir cultivando un orden de exclusiones y clases, imposiciones y jerarquías, con su autoridad genealógica y familiar, en un mundo que se reproduce para la muerte. Por eso, hay que dejar que los muertos entierren a sus muertos.
‒ Tú, vete y anuncia el reino de Dios. Ciertamente, el reino incluye cariño gratuito y cuidado de los necesitados. Pero, precisamente por ello, desgarra la estructura patriarcal, basada en el orgullo de grupo (buenos padres y familias) y en la nobleza genealógica, que la tradición posterior del mismo Nuevo Testamento (códigos familiares de Col, Ef y 1 Ped y Pastorales) parece sacralizar de nuevo. Pues bien, Jesús aparece hablando aquí de un modo radical, duro, luminoso: precisamente para anunciar el reino hay que dejar al padre patriarcal, descubriendo y cultivando la presencia de un Dios inverso: presente en los necesitados y excluidos, que no tienen padre que pueda defenderles. Así pasamos de padre del talión intra-grupal (familia autosuficiente) al Padre de la gratuidad universal y/o de los pobres, superando los esquemas elitistas de la tierra.
Pregunta: ¿No se ha hecho la Iglesia, al menos en parte, un sistema patriarcal? ¿No se dedica la iglesia a enterrar a sus muertos, olvidando el anuncio del evangelio? ¿No se encierra en su seguridad, en vez de ponerse en camino de evangelio, hacia Jerusalén?
5) EXIGENCIA ACTIVA: TOMAR EL ARADO, ABRIR EL SURCO
Texto: Otro le dijo: “Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.” Jesús le contestó: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.” (Lc 10, 61-62)
Esta unidad resume y amplía los dos anteriores. Sabemos que el seguidor de Jesús no puede apelar a ninguna ventaja social (el Hijo del humano no tiene donde reclinar su cabeza: Lc 9, 58) ni familiar (no puede enterrar a su padre: Lc 9, 60); ha recorrido hasta el fin su camino y debe mantener su opción de un modo consecuente.
Esta sentencia. sin paralelo en Mateo, parece invertir la tradición israelita reflejada en la historia de Eliseo, a quien se dice que puede y debe despedirse de sus familiares, pidiéndoles permiso para ser profeta (1 Rey 19, 20). También este postulante quiere mantener los lazos con el mundo viejo, quiere mirar hacia atrás. Pero Jesús le exige que rompa los lazos pasados, que sigue en la línea del evangelio.
‒ Símbolo agrícola. El mensajero de Jesús se asemeja a un labrador (hombre o mujer) que toma en la mano el arado y abre el surco en la tierra, siempre mirando hacia adelante. Quien toma el arado y mira hacia atrás pierde el surco, destruye su faena. Así los seguidores de Jesús han de mantener la mano firme, pisar en la tierra, mirar hacia adelante.
‒ Mirar hacia atrás puede significar un abandono (dejar la tarea, sentarse cansados, rechazar el empeño)… En ese sentido se ha entendido muchas veces este dicho, aplicándolos a los que “dejan” un tipo de vocación religiosa o ministerial… y en algún sentido puede aplicarse también a ellos.
‒ Pero dejar el arado y mirar hacia atrás puede significar convertir el arado en “madriguera”; aparentar que se sigue con el arado, pero instalarse en un tipo de iglesia patriarcal de poder y de dinero, convirtiendo el arado en monedero en poltrona… Dejar el arado puede ser renunciar al empeño de arar y trabajar la tierra para el evangelio…
‒ Este pasaje no trata sólo de “ministros ordenados” (o de religiosos y religiosas), sino de todos los seguidores de Jesús, llamados a poner la mano en al arado del evangelio, para abrir el surco de la tierra, para sembrar semilla de Reino.
Pregunta: ¿No está mirando parte de la Iglesia hacia atrás? ¿No hay un riesgo de involución: Sacralizar el arado… y quedarse parados? ¿Qué significa seguir con la mano en el arado y mirar hacia adelante, hacia nuevas colinas y tierras para arar…?
CONCLUSIÓN. EN EL CORAZÓN DEL EVANGELIO
Estas tres últimas unidades (Lc 8, 18-22) nos llevan al corazón del evangelio, allí donde Jesús ha superado la ley genealógica, el poder de la familia patriarcal, un deseo de quedarse en el pasado (mirar hacia atrás),,, para subir de nuevo a Jerusalén, sin pedir que venga el fuego del cielo sobre los de fuera (los samaritanos).
El movimiento mesiánico de Jesús implica un “nuevo nacimiento” y de esa forma rompe los esquemas de un tipo de familia que corre el riesgo de encerrar a los hombres y mujeres en un círculo sagrado de fidelidades naturales, que sirven para “defender” a los buenos (los nuestros) y rechazar a los otros. En contra de eso, Jesús quiere iniciar un movimiento de familia, un camino abierto a los de fuera, a los rechazados de Israel, a los impuros y enfermos. Es aquí donde se sitúa la ruptura más intensa de Jesús, su novedad más fuerte.
Como podía preverse, su propuesta ha encontrado opositores, no sólo entre los miembros de las clases altas (herodianos, sacerdotes, algunos escribas y, finalmente, los romanos), sino entre aquellos mismos a los que Jesús ha venido a ofrecer el Reino de Dios, iniciándolo con ellos. Éstos son tres de sus rasgos:
(a) Provocación. Jesús y sus discípulos provocan porque despliegan un tipo de vida “distinta”, que rompe con los esquemas de dominio y sumisión (y de rechazo violento) de las aldeas de Galilea. Son provocadores, pero no luchan con violencia militar, sino con una propuesta de vida diferente, pacificada, siguiendo el modelo de las bienaventuranzas anteriores.
(b) Reacción. Algunos de aquellos que no aceptan la propuesta de Jesús responden con violencia verbal e incluso social y física. En principio, ésta no es una reacción de las grandes autoridades, sino de los mismos “grupos menores” que se sienten amenazados por la conducta de Jesús y de su grupo. Esta reacción puede haber comenzado en tiempos de Jesús. Se ha generalizado en tiempo de las primeras comunidades de Galilea.
(c) Respuesta. Jesús pide a los suyos que respondan con “alegría”, no por el mal que les hacen al rechazarles, sino por la posibilidad que ellos tienen de presentarse como testigos del Reino de Dios, en la línea de los antiguos profetas. El rechazo no se entiende aquí como expresión de fracaso, sino como signo de presencia de Dios, de gozo de su Reino, en la línea de Jesús, cuya causa de paz se identifica con la causa de Dios.
Comentarios recientes