El que quiera seguirme…
Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice:
«Sígueme».
Él se levantó y le siguió.
(Mc 2, 14).
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Tú eres el Mesías de Dios… El Hijo del hombre tiene que padecer mucho… Él se levantó y le siguió.
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“Resulta natural en los periodos de renovación eclesiástica que la sagrada Escritura se nos vuelva mucho más rica. Tras las indispensables órdenes del día y consignas de combate de las controversias eclesiásticas, bullen una búsqueda e investigación intensas referentes a lo único que nos interesa: Jesucristo mismo. ¿Qué ha querido decirnos Jesús? ¿Qué quiere hoy de nosotros? ¿Cómo nos ayuda hoy a ser cristianos fieles?
En definitiva, lo importante para nosotros no es lo que quiere este o aquel hombre de Iglesia, sino saber lo que quiere Jesús. Cuando acudimos a la predicación deseamos oír sus propias palabras. No sólo por interés personal, sino pensando también en todos los hombres para los que la Iglesia y su mensaje se han vuelto extraños. Estamos firmemente persuadidos de que serían otros hombres completamente distintos los que escucharían la Palabra, y otros hombres completamente distintos los que se apartarían de ella, si Jesús mismo y Jesús solo, con su palabra, se encontrase en medio de nosotros en la predicación.”
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Dietrich Bonhoeffer
El Precio de la Gracia. Ed. Sígueme, 1968n
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Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó:
– “¿Quién dice la gente que soy yo?”
Ellos contestaron:
– “Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.”
Él les preguntó:
– “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?“
Pedro tomó la palabra y dijo:
– “El Mesías de Dios.“
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió:
– “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.”
Y, dirigiéndose a todos, dijo:
– “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.”
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Lucas 9, 18-24
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