Aumentan los ataques contra el colectivo LGTB en Indonesia
Las autoridades, grupos antiLGTB y la invisibilidad son factores que influyen en el aumento de los ataques al colectivo LGTB en un país que se considera modelo en materia de derechos.
Indonesia, el país con mayor número de musulmanes del mundo, ha sido muchas veces considerado un ejemplo de derechos del colectivo LGTB en un país islámico. La homosexualidad no constituye un delito aunque la aceptación es limitada, no importa lo que se haga en privado siempre y cuando no se muestre públicamente. Más allá de esta discreción obligada, las consecuencias negativas de la invisibilidad radican también en la falta de reconocimiento legal de las parejas homosexuales. De hecho, la legislación también limita sus derechos en algunos casos, la homosexualidad no es ilegal pero tampoco es del todo legal. Existe por ejemplo la ley de pornografía que considera la homosexualidad un comportamiento desviado.
“La situación es dura para nosotros. No nos sentimos seguros“, asegura la presidenta de Arus Pelangi, una de las principales organizaciones de defensa de los derechos de la comunidad LGTB en Indonesia.
Los últimos meses han sido especialmente complicados para el colectivo. Autoridades y grupos radicales islámicos han incrementado la presión sobre ellos y han intentado cancelar cualquier evento en el que se hablara sobre sus derechos. En las redes sociales el hashtag #tolakLGBT (rechaza a los LGBT) se convirtió en trending topic y en pancartas expuestas en manifestaciones callejeras. Los ataques han llegado también desde el Gobierno. El propio ministro de Defensa ha dicho que los movimientos LGTB son más peligrosos que las bombas nucleares. Desde la Asociación Indonesia de Psiquiatras se ha asegurado que la homosexualidad y la transexualidad son desórdenes mentales. Uno de los episodios más preocupantes ha sido la aparición de un grupo de justicieros antiLGTB en la ciudad de Bandung, a unos 150 kilómetros de la capital Yakarta, que irrumpe en casas privadas en busca de parejas homosexuales.
La provincia autónoma de Aceh (en la zona norte de Sumatra) aprobó en septiembre de 2014 una penosa ley que castiga las relaciones homosexuales con la pena de recibir cien azotes en público con una vara de ratán. La legislación entraba en vigor el pasado mes de octubre. Ese mismo mes nos hacíamos eco de la detención de dos jóvenes lesbianas (de 18 y 19 años) por abrazarse públicamente y confesar que eran pareja. Según el jefe de la policía islámica las chicas serían “sometidas a rehabilitación con la participación de psicólogos en dependencias sociales”.
Indonesia presenta una realidad diferente para su comunidad LGTB dependiendo de la región. Formalmente, la homosexualidad no es delito en el país con mayor número de fieles musulmanes del mundo, que mantiene un código penal heredado de la época colonial neerlandesa. La excepción es Aceh, donde desde 2005 rige la sharia o ley islámica gracias a la autonomía que le fue concedida al firmar la paz con los separatistas, poco después del tsunami que asoló la región. Pero la influencia islamista se deja sentir también en otros lugares de Indonesia. La de Aceh es desde luego la peor situación, puesto que como decíamos arriba la homosexualidad no es formalmente delito en el resto del país. Ello no significa que en otras partes sea buena. En 2004, las autoridades municipales de Palembang, en Sumatra Meridional, dictaron por ejemplo una regulación en la que aglutinaban la actividad de las personas LGTB como “prostitución”. En virtud de ese reglamento, todas las personas acusadas de cometer cualquiera de esas actividades se enfrentan a la perspectiva de un máximo de seis meses de prisión o 5.000.000 de rupias (360 euros, 380 dólares) de multa.
Paradójicamente, los transexuales tienen una mayor aceptación social. Esto se debe a las costumbres tribales que reconocen cinco géneros diferentes y concretamente a los bissus (transexuales) se les da una alta posición social ya que son considerados una especie de sacerdotes.
En otras zonas existe una actitud algo más tolerante, especialmente en zonas urbanas como Yakarta. Con todo, la influencia de los islamistas más radicales se hace sentir cada vez más. En marzo de este 2015, el Consejo de Ulemas de Indonesia dictó una fetua en la que se exigía que los actos homosexuales sean castigados con la pena de muerte. Aunque el Consejo de Ulemas no tiene ningún poder legislativo o ejecutivo en Indonesia, su influencia social es elevada. Indonesia también votó el pasado 2014 en contra de la resolución del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas contra la homofobia y la transfobia y ha sido calificado, por su propia población, como un mal lugar para vivir si eres gay o lesbiana (solo un 2% opina lo contrario) en una encuesta de Gallup.
La situación social en este considerado “país modelo” no mejora. El nuevo presidente del Gobierno, Joko Widodo, prometió traer el progreso pero parece que todo se ha quedado en palabras.
Fuente Cáscara Amarga
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