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Dom 5.6.16. Viuda de Naim, el centro de la Iglesia

Domingo, 5 de junio de 2016

lc71117Del blog de Xabier Pikaza:

Domingo 10 tiempo ordinario, ciclo c. Hoy evoca la liturgia el tema de las viudas, con el relato de Elías (1 Rey 17) y el evangelio de Naím (Lc 7, 11-17). Éste es un motivo poderoso:

El cristianismo se edifica sobre el cuidado de los viudas (con los huérfanos, extranjeros y pobres…), no sobre el cargo o jerarquía de un tipo de ministros ordenados, varones de los que traté ayer.

Los ministros de la Iglesia son necesarios, pero ellos vienen en un segundo lugar. El centro y misterio de la Comunidad de Jesús lo formas los huérfanos y viudas, como muestra este relato del milagro de Naim.

1. Asumiendo una fuerte tradición de Israel (ayuda a huérfanos, viudas y extranjeros), Jesús ha insistido en la importancia de las viudas, es decir, de las mujeres sin protección legal o económica. Como dirá su hermano Santiago, la religión pura consiste en ayudar a las viudas, es decir, en crear un mundo donde las mujeres excluidas puedan ser valoradas, tengan dignidad (Sant 1, 27). Ellas han de ser el principio y cimiento de la Iglesia (como lo sigue sabiendo de alguna forma la tradición de Pablo en 2 Tim 5).

2. Hoy, como en tiempo de Jesús, estamos cayendo en el riesgo de construir un mundo de viudas, es decir, de mujeres abandonadas y utilizadas, sin concederles más iniciativa que la de asistir al entierro de sus hijos (sin nadie que las defienda). Es como si hubiéramos pensado que ya no hay remedio para mujeres como esta viuda, mujeres condenadas a la soledad o la opresión, que no pueden tomar las riendas de la vida porque no les dejan.

3. La estrategia de Jesús no consiste en ayudar sólo a la viuda, sino en «levantar» a su hijo, no dejando que le entierren, para dárselo de nuevo a la madre, diciendo (implícitamente) a todos que ofrezcan un espacio de vida para viudas y extranjeros, para huérfanos y enfermos. Ésta es la primera «iglesia» de Jesús, una viuda con su hijo, allá a las afueras de Naim; éste es el verdadero sacerdocio de su nueva religión (Sant 1, 27: Ayudar a huérfanos y viudas).

4. Esa estrategia de Jesús no es de tipo asistencial, sino liberador. No ayuda pasivamente a la viuda, dejándola sometida (en una casa de encerramiento), sino que le da a su hijo, para que ambos inicien un camino nuevo, activo, comprometido, en el seno de la comunidad.

5. La Iglesia actual, si quiere ser fiel a la inspiración y primera acción de Jesús, tendrá que asumir la defensa y promoción de las viudas, es decir, de las mujeres “sin fortuna”, utilizadas, solas, manejadas. Es buena la solución de Jesús (que el hijo ayude a su madre viuda), pero otras soluciones y caminos que deberán ser asumidos y desarrollados en nuestro tiempo, poniendo de relieve la creatividad de las mismas viudas. Dejar el entierro, iniciar la vida, de un modo distinto. Esa será la tarea.

6. Retomar el camino de la Iglesia desde las viudas, es decir, desde las mujeres que parecen condenadas a la soledad y al llanto, ha sido y sigue siendo la primera tarea de la Iglesia. No es que la Iglesia (o sociedad) les tenga que ayudar a ellas. Serán ellas las que levanten la Iglesia, ellas, las más importantes, las iniciadoras de una nueva comunión humana, desde su conocimiento sufrido, desde su esperanza.

Desde ese fondo quiero recoger algunos rasgos de estas dos historias de viudas, la de Elías y la de Jesús. Los lectores tienen la palabra y verán en estas historias muchas cosas más, que y aquí no he destacado.

1. ELÍAS Y LA VIUDA DE SAREPTA

Unido a Eliseo, su discípulo, Elías aparece como profeta de juicio (ordalía del Carmelo, revelación en el Horeb, monte de Dios: cf. 1 Rey 18-19) y como carismático, capaz de realizar milagros a favor de los enfermos y excluidos de la sociedad, incluso más allá de las fronteras de Israel, como cuentan sus historias, y las de Eliseo su discípulo (cf. 1 Rey 17-21 y 2 Rey 1-8). Éstas y otras narraciones sobre Elías y Eliseo circulaban en tiempo de Jesús y alimentaban la imaginación y la esperanza de muchos judíos piadosos. Por eso, tenemos que recordarlas.

Le fue dirigida la palabra de Yahvé a Elías diciendo: «Levántate y vete a Sarepta de Sidón y quédate allí, pues he ordenado a una mujer viuda de allí que te dé de comer»… Después de estas cosas, el hijo de la dueña de la casa cayó enfermo, y la enfermedad fue tan recia que se quedó sin aliento. Entonces ella dijo a Elías: «¿Qué hay entre tú y yo, hombre de Dios? ¿Es que has venido a mí para recordar mis faltas y hacer morir a mi hijo?».

Elías respondió: «Dame tu hijo». Él lo tomó de su regazo y subió a la habitación de arriba donde él vivía, y lo acostó en su lecho. Después clamó a Yahvé diciendo: «Yahvé, Dios mío, ¿es que también vas a hacer mal a la viuda en cuya casa me hospedo, haciendo morir a su hijo?». Se tendió tres veces sobre el niño, invocó a Yahvé y dijo: «Yahvé, Dios mío, que vuelva, por favor, el alma de este niño dentro de él». Yahvé escucho la voz de Elías, y el alma del niño volvió a él y revivió. Tomó Elías al niño, lo bajó de la habitación de arriba de la casa y se lo dio a su madre. Dijo Elías: «Mira, tu hijo vive»… (1 Rey 17, 9-23).

Perseguido en Israel (quieren matarle), Elías se refugia en una ciudad de Fenicia, en tiempo de hambre y pide la ayuda de una pobre viuda pagana, que le acoge y alimenta… Más tarde, cuando ha pasado el hambre, el hijo de la viuda muere y Elías se lo “resucita”.

Ésta es, sin duda, una historia popular, que recoge y reelabora recuerdos antiguos en los que se evocaba la figura de Elías no sólo como profeta de Israel (en línea política dura, en contra de sus reyes, Ajab y Jezabel), sino como hombre de Dios y sanador, por encima de las fronteras de Israel.
Al Dios de Elías no le importa ya el triunfo del yahvismo, ni la pureza religiosa de Israel (como en los textos de la tradición más dura de 1 Rey18), sino la vida de los hombres y mujeres, y en especial la de las viudas y los huérfanos, dentro o fuera de las fronteras de la nación escogida.

La viuda de Sarepta no es yahvista, ni Elías quiere “convertirla”, y sin embargo ambos se ayudan, en un gesto de fuerte generosidad que incluye tres motivos principales:

‒ En la base está la generosidad» de la viuda pagana, que concede al profeta un comida que ella y su hijo habrían necesitado.

‒ En el centro hay un «milagro de abundancia» del profeta, a favor de la viuda y de su hijo: “el cántaro de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará…”. No te harás pobre por dar de lo que tienes.
‒ Hay, finalmente, «un milagro de vida»: que el hijo de la viuda extranjeros pueda vivir, viva, como signo de bendición y presencia de Dios, precisamente en el momento en que va a comenzar el juicio del Carmelo (1 Rey 18)

Elías aparece así como defensor del más duro yahvismo, pero viene a mostrarse en otro sentido como defensor de viudas y necesitados. En ese contexto se sitúan sus milagros (multiplicar la comida, resucitar a los muertos…), fundados en la fe de una mujer extranjera, que es capaz de dar al profeta lo que ella tiene (para sí y para su hijo). Esta fe y generosidad de la mujer (que no es israelita) ofrece uno de los signos religiosos y humanos más profundos de la Biblia Judía.

2. JESÚS Y LA VIUDA DE NAIM

Es evidente que Jesús se ha situado en la línea de Elías. (a) Por un lado él quiso recrear la experiencia israelita de Dios, a quien invoca como Padre. (b) Por otro lado ha sido profeta de los pobres y enfermos, de las viudas y de los hambrientos, un hombre del pueblo. Desde ese fondo ha de entenderse este relato capital de Lucas::

Evangelio: Lucas 7, 11-17

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: “No llores.”

Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: “¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!”. El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: “Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.” La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.

1. Milagro típico. Posiblemente, este pasaje no es histórico en el sentido material (externo) de ese término, aunque es difícil asegurarlo. La mención de Naim (no justificada por ninguna otra causa) puede referirse al recuerdo de algún gesto sanador de Jesús en aquella aldea, cerca del Tabor.

2. Fondo histórico. Dejando a un lado el carácter literal del milagro (descrito en forma solemne y ejemplar), el gesto recoge la mejor tradición de Jesús que se ha ocupado de un modo especial de los “marginales” de la sociedad y de un modo especial de las viudas. Para él, igual que para su “hermano” Santiago, la religión verdadera consiste en asistir a las viudas en su tribulación (Sant 1, 27).

3. Jesús rompe el tabú de la muerte: Toca el féretro, grita al muerto y le dice que se levante. Ésta es la palabra clave de Jesús: Que el hijo de la viuda se levante... que retome su camino. Jesús no tiene miedo de la impureza de la muerte, sino todo lo contrario; quiere luchar y lucha en contra de ella, a favor de la vida (del Reino de la resurrección). Jesús quiere detener y detiene la procesión de entierro del hijo de la viuda, para que viva el hijo, para que se alegre la viuda, para que todos puedan invertir el gran camino de muerte en que hemos convertido nuestra existencia en el mundo.

4. Los asistentes reacciones diciendo que un Gran Profeta ha surgido en el pueblo… evocando la figura de Elías. Jesús no aparece aquí con rasgos cristológicos posteriores, ni como Mesías, ni como Hijo de Dios… sino simplemente como profeta, pero como profeta grande, en la línea de Elías.

5. Éste es, como he dicho, un milagro para la viuda (no directamente para el muchacho muerto). Jesús quiere que la viuda pueda vivir, que tenga alguien que le acompañe. Por eso el texto termina diciendo que Jesús entregó el muchacho a su madre. Son ellos los que tienen que terminar la historia.

CONCLUSIÓN. IGLESIA DE VIUDAS, IGLESIA PARA LAS VIUDAS

a. Las viudas son un signo de todos los necesitados, en especial de las mujeres abandonadas y oprimidas, maltratadas y excluidas, en un mundo que sigue estando dominado por principios de tipo patriarcalista, en línea de poder y de dinero.

b. Estas viudas forman (con los huérfanos y extranjeros, con los hambrientos y sedientos, los desnudos y encarcelados…) el principio y centro de la Iglesia. El hecho de que haya mujeres-sacerdotes resulta al fin secundario, lo mismo que la existencia de nuestro tipo de obispos o presbíteros. El corazón de la Iglesia lo forman las viudas (con los pobres y enfermos). Ellas son los primeros “sacerdotes” de la Iglesia.

c. Ayudar a las viudas (es decir, crear un mundo donde puedan vivir los pobres y las viudas, los huérfanos y enfermos, los extranjeros y encarcelados) constituye un elemento esencial de la vida de la Iglesia, como indican las obras de misericordia de Mt 25, 31-46.

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