29 6.16. Corpus. Cuando el pan era compartido, y toda comida eucaristía
Terminamos con este texto las reflexiones que Xabier Pikaza ha publicado en su blog acerca del sentido de la Solemnidad del Corpus Christi:
Se celebra este domingo el día solmene del Cuerpo y de la Sangre del Señor, la fiesta de la Eucaristía.
— En este contexto quiero comentar un texto eucarístico de 1 Corintios, para comprender mejor el mensaje eclesial de Pablo, básicamente centrado en la comida compartida.
— Pasaré después a la visión eucarística del principio del libro de los Hechos, cuando los creyentes compartían con frecuencia la comida, y toda comida común, recordando a Jesús, era Eucaristía.
— Me fijaré después en un texto posterior de la Didajé, donde la comida compartida era siempre, de algún modo, eucaristía.
Sin pan compartido en la comunidad, sin comunión de pan con los hambrientos no existe eucaristía.
— En algunas comunidades de Pablo (Galacia, quizá Antioquía) el problema había sido el de poner dos mesas separadas, si podían comer juntos todos los cristianos, los de origen judío y los de origen gentil, de manera que Jesús apareciera como principio de unidad y comunión entre todos los hombres.
— Más adelante, en Corinto, el problema fue el de unir la comida de los ricos y los pobres, que todos pudieran compartir el mismo pan, pues sin comunión de vida no existe eucaristía (las respuesta de Pablo a ese problema siguen siendo importantes todavía).
— Finalmente, el problema está en haber creado una eucarístía sin comida, adorar el pan “sagrado”, pero no compartirlo… Sacarlo en procesión, pero sin que haya comunión entre todos los creyentes… y entre los creyentes ricos y los pobres del mundo.
El problema está evocado, un problema que sigue siendo un tesoro y un reto de los cristianos en el mundo. Siga leyendo quien quiere entender lo que supone en nuestro tiempo el Corpus.
Texto básico, empezamos por Pablo (1 Cor 11, 18-34).
[Divisiones]
Me han dicho que, al reuniros como iglesia, asamblea, hay entre vosotros divisiones, y lo creo en parte… Cuando os reunís, pues, en común, no es comer la Cena del Señor, porque cada uno come primero su propia cena, y mientras uno pasa hambre, otro se embriaga. ¿No tenéis casas para comer y beber? ¿O es que despreciáis a la Iglesia de Dios y avergonzáis a los que no tienen? ¿Qué voy a deciros? ¿Alabaros? ¡En eso no los alabo!
[Institución]
Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: Este es mi cuerpo, dado por vosotros; haced esto en recuerdo…
[Misterio]
Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga. Por tanto, quien coma el Pan o beba la Copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, por tanto, cada cual, y coma así el Pan y beba de la Copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo.
[Escatología]
Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y muchos débiles, y mueren no pocos Si nos juzgásemos a nosotros mismos, no seríamos castigados Mas, al ser castigados, somos corregidos por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.
[Separación]
Así pues, hermanos míos, cuando os reunáis para la Cena, esperaos los unos a los otros. Si alguno tiene hambre, que coma en su casa, a fin de que no os reunáis para castigo vuestro (1 Cor 11, 18-34).
Divisiones en la Iglesia,
El texto es complejo y quien quiera estudiarlo a fondo deberá acudir a un comentario detallado de la Primera a los Corintios Aquí me limito a comentar los apartados básicos del texto, conforme a las palabras que he colocado entre corchetes:
El primer problema lo forman las divisiones de la iglesia, que son de varios tipos, como puede verse por el conjunto de la carta:
— la comunidad está formada por gentes de diverso origen y tendencia; hay líderes fuertes, coreados por unos y/o otros (cf. 1 Cor 1, 10.17);
— hay visiones diferentes sobre las relaciones sexuales y la forma de enfrentarse con los ídolos (cf. 1 Cor 7-8), lo mismo que sobre el valor del mundo actual y la resurrección (cf. 1 Cor 15).
— Pues bien, entre esas divisiones, la más sangrante es aquella que divide a ricos y pobres, pues unos y otros celebran la cena fraterna en mesas distintas, con alimentos de valor muy desigual, de manera que unos pasan hambre y otros se exceden y emborrachan.
La respuesta de Jesús hubiera sido la participación plena: poner todo en común (panes y peces, vino y carne), bendiciendo a Dios sobre la comida compartida, que resulta suficiente y abundante para todos.
En este momento, dadas las circunstancias de la comunidad, el mismo Pablo que en Galacia (Antioquía) había mantenido la exigencia de comer juntos (sin separar el plano sacral y profano), se inclina ahora por una separación parcial de ambas comidas, al menos en casos como los que aparecen en Corinto, pues no quiere que en la reunión comunitaria existan diferencias. Por eso, los que quieran hacer ostentación de comida… que coman en casa.
Institución
Pablo funda esta separación en el recuerdo de Jesús, que él ha recreado a partir de la tradición eclesial, como indican nítidamente las palabras de la institución,
Ante la dificultad que siente en mantener unidas ambas mesas (Cena del recuerdo del Señor y la comida ordinaria), él ha optado aquí por separarlas de algún modo y destacar la primera…
Evidentemente, su respuesta no puede tomarse como una ley, para siempre, de forma que se escindan de un modo absoluto ambas mesas, como ha hecho parte de la iglesia posterior, que ha buscado la unidad eucarística de todos los cristianos (comiendo todos sólo un pedazo pequeñismo de pan)… y dejando la comida normal para las casas de cada uno.
En principio, la intención de Pablo había sido diferente: quiso que estuvieran unidas ambas meses, vinculadas las comidas; y así lo estableció, sin duda, al fundar la iglesia. Pero las dificultades posteriores le hicieron tomar esta medida de separación, que en aquellas circunstancias parecía necesaria, pero que no puede mantenerse de igual modo para siempre.
Misterio
De esa forma ha destacado Pablo el misterio de la Cena, estableciendo o ratificando un tipo de nueva sacralidad que ha triunfado a lo largo de la historia de la Iglesia. Pan y Copa del Señor reciben aquí valor sacral definitivo, vinculado a la Muerte de Jesús, que se interpreta como acontecimiento escatológico, momento del juicio de Dios.
En esa línea, lo que había sido Cena de Despedida, en comunión vital y entrega mesiánica de Jesús se concibe como misterio fundante de la iglesia, nueva revelación de la gracia de Dios.
Las discusiones sobre el sentido de ese texto han sido y siguen siendo muy intensas: algunos piensan que Pablo asume aquí el lenguaje religioso (pagano) del culto a los misterios; otros piensan que re-introduce concepciones sacrales del judaísmo apocalíptico… No podemos entrar en la discusión. Nos basta con decir que Pablo ha interpretado la eucaristía como centro y signo del misterio cristiano, presencia de Jesús entre sus fieles. Así lo ha visto, y ha visto bien. Por eso es cristiano.
El Pan eucarístico es el misterio de la Iglesia… es el Cuerpo y Sangre del Señor… En un momento determinado, ese “pan del recuerdo y presencia real del Señor” puede separarse de la comida normal de los creyentes…, pero sólo de un modo parcial, en un momento dado, no siempre… Esa “celebración del misterio” tiene que volver a la comida real, concreta, de los hombres y mujeres de Corinto y del mundo entero, creando así una comunidad de “comulgantes místicos”, pero también, al mismo tiempo, “comunidad de comulgantes concretos”, de hombres y mujeres que comparten el pan de la vida.
Escatología y separación
En ese fondo introduce Pablo unas observaciones escatológicas que nos resulta, al menos, muy extrañas, aunque acaban siendo muy certeras. Pablo piensa que la eucaristía es presencia definitiva del Señor, de tal manera que quien la celebra, en principio, no muere (tiene ya la vida eterna)… ¿Por qué? Porque aquellos que comen en fraternidad, unidos a Jesús, tienen la confianza de la Vida, saben que la Vida de Dios ha llegado, no pueden morir.
El problema está cuando esa certeza se entiende forma externa y así había aparecido en 1 Tes 4, 15-18: los cristianos tesalonicenses pensaban que no morirían, y Pablo tuvo que iluminar su fe por carta, diciéndoles que podían morir, pero que al fin, en la ya inminente parusía, todos (vivos y muertos) participarán del mismo triunfo del Señor.
Aquí reaparece el mismo tema, de manera muy profunda: quienes comparten la Eucaristía han descubierto que hay una vida superior, una vida de Salud, de esperanza compartida. En esa línea añade que las enfermedades y la muerte son contrarías a la presencia del Señor, al misterio de su Cena. En principio, quienes celebran la eucaristía han penetrado de tal forma en el misterio de la vida nueva que ya no deberían enfermarse ni morir.
Es evidente que Pablo no ha ofrecido aquí su última palabra sobre la eucaristía. Más aún, su discurso aparece quebrado y fragmentario: es como si el tema le pudiera, como si se hallara desbordado por un misterio que le sobrepasa, por una luz superior que le fascina e impide ver con claridad otros detalles de la vida. Aceptemos así su testimonio, para actualizarlo en nuestras circunstancias. Es claro que ya no creemos que quienes celebran bien la Cena del Señor no morirán…
Uno de los mayores problemas de la Iglesia ha sido la separación entre las “comidas normales” de los cristianos (que se reúnen para orar y compartir los dones de la vida) las “comidas eucarísticas especiales”, donde ya no se come,romaxe sino sólo se reza y se comparte, simbólicamente, un poco de pan y un poco de vino. Fue una separación gradual, que tardó quizá un siglo en producirse del todo, pues, en principio, la eucaristía formaba parte de la misma comida.
El Cuerpo de Cristo era la misma Comunidad Reunida, compartiendo el pan y el vino de Jesús, toda la comida.
Libro de los Hechos: la fracción del pan
Partiendo de las reflexiones sobre (desde) Pablo podemos pasar a las comunidades más antiguas, trazando un camino que va de Jerusalén (tras la muerte de Jesús) a la Didajé, en Siria, unos 70 años más tarde.
La Iglesia de Jerusalén era básicamente una “comunidad de comida” en la que podían distinguirse, quizá, dos “eucaristías”:
(a) La eucaristía o comida diaria en la que se comía básicamente pan (y otros alimentos), pero no vino (pues el vino es caro, no es de cada día).
(b) La eucaristía de las fiestas (domingos) con el pan y el vino. Aquí no queremos plantear el tema histórico de fondo, que sigue ocupando a los especialistas, y que yo mismo he planteado en Fiesta del pan, fiesta del vino (Verbo Divino, Estella 2006). Por eso, me limito a presentar el tema, citando un pasaje principal donde e libro de los Hechos presenta en compendio la vida de la iglesia primitiva, destacando en ella la fracción del pan, como dice el libro de los Hechos, cap. 2-4:
(Resumen de la vida cristiana):
Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles,
a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones…
(Continuación)
Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común;
vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos,
según la necesidad de cada uno…
partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón
Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo (Hech 2, 42-47).
El texto es complejo y empieza con un resumen del cristinismo, pues contiene cuatro elementos distintivos de la vida cristiana: enseñanza,
comunión,
fracción del pan
y oraciones…
Es muy posible que la palabra comunión (=koinônia) aluda a la posesión comunitaria de bienes y la fracción del pan a la comida compartida, con sentido eucarístico.
Entre la koinonía y la fracción del pan hay una relación esencial: no puede darse comunión de bienes sin comunión de pan y viceversa. Estos dos momentos aparecen más claros en la continuación del relato, donde hemos distinguido el plano de economía (tener las cosas en común) y la fracción del pan, que se refiere, sin duda a la comunión alimenticia de los cristianos.
Lucas define así la iglesia más antigua en claves de doble comunión, económica y alimenticia, es decir, de bienes y mesa. Es evidente que la eucaristía, que aquí está evocada con el término genérico del “pan compartido”, constituye, a su juicio, la esencia de la iglesia, una Eucaristía que es inseparable de toda la comida.
Esa relación entre comida normal y eucaristía está en el centro de todo el Nuevo Testamento, como indican muchos testimonios básicos de los evangelios: multiplicaciones, textos de la Última Cena y relatos pascuales. Ésta es una relación que se ha roto después, cuando la eucaristía propiamente “sacramental” se ha separado de las “comidas comunes” y cuando el cristianismo ha dejado de ser religión “de comunidades” para convertirse en religión de comidas particulares.
Un camino eclesial: Didajé
El problema anterior sigue estando en el fondo de la Didajé o doctrina de los apóstoles, que constituye e primer testimonio de la Eucaristía fuera del Nuevo Testamento, a finales del siglo I d. C.
Las oraciones que ofrece este libro parecen bendiciones de mesa, proclamadas en las reuniones fraternas de la comunidad, en las comidas que son, al mismo tiempo, comidas normales y “eucaristías”.
No había todavía distinción entre comidas comunitarias (como las de otros grupos parecidos de aquel tiempo) y liturgias eucarísticas propiamente dichas, en el sentido posterior de la palabra, en la línea de lo que Pablo llamaba Cena del Señor (cf. 1 Cor 11, 17-34). Lo que más tarde será misa o celebración sacramental estricta no se había extendido todavía. En el fondo, toda comida compartida entre cristianos era Eucaristía. Así lo supone el texto
He aquí lo referente a la acción de gracias:
Debéis decir la eucaristía así:
Te bendecimos Padre nuestro,
por la vida y el conocimiento que nos has hecho conocer
mediante Jesús, tu servidor.
A Ti la gloria por los siglos de los siglos. (Amén)Sobre la fracción (del pan):
Te bendecimos Padre nuestro,
por la vida y el conocimiento que nos has hecho conocer
mediante Jesús, tu servidor.
A Ti la gloria por los siglos de los siglos. (Amén).
Como este par partido,
esparcido antes por las lomas,
ha sido recogido y se ha hecho uno,
así tu Iglesia sea reunida en tu reino
desde los confines de la tierra.
A Ti la gloria y el poder por los siglos. (Amén).
Después de saciaros, diréis así la eucaristía:
Te bendecimos Padre santo,
por tu santo nombre,
que has hecho habitar en nuestros corazones;
y por el conocimiento, la fe y la inmortalidad
que nos has hecho conocer,
a través de Jesús, tu siervo.
A Ti la gloria por los siglos. (Amén).
Tú, Seño Todopoderoso, has hecho todas las cosas
a la gloria de tu nombre,
y has dado comida y bebida a los hijos de los hombres
para su disfrute y para que te bendigan.
Pero a nosotros nos has dado el don
de una comida y bebida espirituales y de la vida eterna
por mediación de Jesús, tu servidor.
Por todo te bendecimos; porque eres poderoso.
A Ti la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia,
para liberarla de todo mal
y perfeccionarla en tu amor.
Reúnela, santificada, desde los cuatro vientos,
en tu reino, que Tú le has preparado.
A Ti el poder y la gloria por los siglos. Amén.
Hosanna a la casa de David.
El que es santo, lléguese. El que no, arrepiéntase.
Marana tha. Amén
(Texto en D. Ruiz Bueno, Padres Apostólicos, BAC, Madrid 1974)
Dejamos así el texto (con sus dificultades, entre las que no he citado lo referente a los perros: Mt 7, 6; Flp 3, 2; Ap 22, 25).
Que los lectores sepan gozarlo y entenderlo (interpretarlo) a la luz de toda esta postal No queremos trazarles un camino, imponerles una repuesta.
Que ellos mismos la descubran y puedan así recorrer mejor la gran “procesión eucarística de la vida.
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