Dom 8.5.15. Ascensión de Jesús: El Cielo, el Monte o las Maletas de Emigrante
El próximo domingo es la fiesta de la Ascensión que, hasta hace poco, se celebraba el jueves anterior, a los cuarenta días de la Pascua.
— Estrictamente hablando, no es una fiesta nueva, sino otra versión de la Pascua, que aparece ahora como ascensión y triunfo: Jesús se ha sentado a la derecha de Dios, con sus amigos, los pobres y enfermos, las prostitutas y los pecadores y con aquellos que han aceptado y aceptan su camino.
— Tomada en sentido estricto, esta es la fiesta del Cielo, de Lucas, y ha sido formuladas simbólicamente, para siempre, al final de su Evangelio (Lc 24) y al Principio de los Hechos (Hch), como seguiré indicando. Ésta es la versión “litúrgica”, que quiere representar las cosas del Cielo de Jesús con figuras visibles. Y ciertamente, en un sentido, podemos decir que Jesús está en el Cielo, Sentado a la Derecha del Padre. Pero tanto Mateo como Lucas, los evangelios anteriores, han formulado esta fiesta de otra forma.
— Según Mt 28, 16-20 no hay Ascensión al Cielo, sino presencia animadora de Jesús en el Monte de Galilea. Él no ha subido todavía al “cielo” de Dios, lo hará cuando llegue el momento y culmine su historia. Jesús está en pie “en el monte de Galilea”, es decir, en la tierra de su amor y su tarea, y desde allí nos envía diciendo: “id al mundo entero”, haced que todos los pueblos descubran el Camino de la Vida; ofrecedles el regalo de Dios (Padre, Hijo, Espíritu Santo), enseñadles a vivir según el evangelio (perdón, amor mutuo, comunión de alma y cuerpo). No asciende, no se va ni nos deja, sino que anima y dirige desde el monte nuestro camino.
— Mc 16, 1-8 da un paso más y dice que Jesús no se ha marchado al Cielo, como en Lucas, ni le hemos encontrado todavía en la montaña, como Mateo., pues nosotros, sus discípulos miedosos, mujeres de la pascua en camino y varones del olvido, seguimos vacilando, no nos hemos decidido a encontrarla de verdad en Galilea…
Ésta es la versión más fuerte y hermosa de este día, según Marcos. Jesús nos ha dicho: “Yo os precedo a Galilea, allí me encontrareís, pues no hemos escuchado su palabra, no hemos ido todavía, no hemos estrenado su evangelio, ni siquiera Pedro (que sería el Papa, que está hoy, 2016, progresando adecuadamente), ni los otros discípulos (varones y mujeres).
Jesús se ha ido con sus maletas, que son las nuestras, pues él no las necesitas, como emigrante de Galilea (con los miles y millones de emigrantes de este año 2016), para que así podamos encontrarle a él, con los suyos, en la Nueva Galilea, para celebrar la Ascensión de la vida.
Seguimos dispersos, dudando, con miedo al evangelio. No hemos podido celebrar todavía la “ascensión”, no hemos sido transformado, recreados… Sólo cuando los seamos veremos a Jesús, nos dejaremos transformar, transformaremos la vida de los hombres.
Éstas son las tres versiones de la Ascensión. Este año 2016, ciclo C, toca litúrgicamene la versión de Lucas, como verá quien siga leyendo. Pero no olvidemos que son tan importantes (¡y quizá más bíblicas!) las versiones de Mateo (Jesús nos anima desde el Monte) y la de Marcos (él va con las maletas de los emigrantes, aún no le hemos encontrado…). Escoja cada uno su versión para celebrar con su vida esta fiesta.
A mi juicio (en medio de este lío de disputas de cardenales y teólogos contra el papa) sería mejor celebrar la fiesta según Marcos, pues me parece la más franciscana: Aún no hemos encontrado a Jesús en Galilea, debemos seguir buscando…, pues él ha ido allí con nuestras malestas.
A pesar de ello, por seguir la liturgia comentaré los textos de Lc 24 y Hch 1. Con ellos os dejo, pues es tiempo de “subir” al Cielo de la Vida en Dios (que es la justicia y la misericordia), para culminar la obra del Reino y “sentarse” y descansar en plenitud con los marginados y excluidos de los reinos de la tierra. Es la fiesta del cielo que empieza en esta tierra… la fiesta del Jesús de la maleta.
((sigue)).
Tema y textos.
La experiencia pascual de la Iglesia se centra y despliega en tres afirmaciones que son inseparables, conforme al esquema trazado por Lucas-Hechos, que se ha vuelto “canónico” en la liturgia, no en la Biblia, ni en la vida de la Iglesia.
(a) Resurrección, pasado triunfante: Jesús ha vencido a la muerte y sus discípulos le han visto.
(b) Ascensión, presente de gloria: Jesús ha subido al cielo, esta sentado a la derecha del Padre.
(c) Esperanza futura: Jesús vendrá pronto, para culminar su obra, en la parusía.
De un modo especial suelen unirse las afirmaciones del pasado (resucitó al tercer día) y las del presente (está en la gloria del Padre), que tanto Pablo como Mateo y Juan han vinculado, viéndolas como dos momentos o aspectos del mismo triunfo pascual de Jesús, al servicio del Reino. Lucas, en cambio, tanto en su evangelio como en el libro de los Hechos, ha separado esos momentos, situando la Ascensión a los cuarenta días de la resurrección.
Hoy no he querido comentar los textos, tomados de Lucas y de Hechos. Por eso me limito a citarlos, para exponer después, con cierto detalle, el sentido de la Ascensión de Jesús, que está Sentado a la Derecha de Dios, con sus amigos los pobres y los marginados. Es la fiesta de la Gloria de Jesús, la fiesta de su gente, de su pueblo.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.” Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios (Lc 24, 46-53).
Jesús…se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les recomendó:
“No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.”
Ellos lo rodearon preguntándole:
“Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?” Jesús contestó: “No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.” Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.” (Hch 1, 111)
1. Introducción. El Señor Sentado.
No quiero hoy hacer un comentario exegético de los textos, sino ofrecer una visión general de la Asunción: de Jesús glorificado y sentado a la Derecha de Dios Padre. Sobre la glorificación de Jesús y su presencia salvadora entre los hombres, el Nuevo Testamento ofrece varias visiones:
Jesús asiste a sus enviados hasta el día de la consumación del mundo (Mt 28, 20);
Jesús es cabeza que sostiene y vitaliza el cuerpo de la iglesia (tradición paulina);
Jesús es vida y luz que alumbra a los creyentes (Juan)…
Pues bien, al lado de esas perspectivas, la dogmática cristiana ha resaltado de manera constante y uniforme una visión que, enraizada en el Antiguo Testamento (Sal 110, 1), supone que el Kyrios o Señor está sentado, a la Derecha de Dios Padre, en ámbito de cielo, culminada la historia, enviando su Espíritu:
– Sentado. Este es un gesto específicamente humano. Los animales se sostienen en sus patas, nadan, vuelan, caminan, se agazapan o se acuestan. Algunos pueden sentarse físicamente, pero sólo de manera material. No liberan las manos para la comunicación dialogada, no construyen una sede o trono como signo de su autoridad. Por el contrario, los humanos se definen como aquellos que pueden ponerse en pie (liberando las manos para el trabajo) y sentarse (para descanso, autoridad y/o convivencia).
Por eso, cuando el Credo dice que Jesús está sentado le presenta como humano, en la línea de los reyes que toman asiento para imponer su autoridad, de los magistrados que ocupan su sede para juzgar o de los maestros que sientan cátedra para enseñar a los discípulos. También se sientan juntos los amigos, familiares y hermanos para compartir la palabra y alegría de la vida. Pues bien, Jesús resucitado se sienta, apareciendo como humano culminado. El AT presentaba a Dios sentado sobre el trono de su gloria; pues bien, sobre ese trono se sitúa ahora Jesús (cf. Mt 25, 31-45).
– Espacio: a la derecha … Hech 2, 33-34, reasumiendo una de las tradiciones más antiguas de la iglesia, dice que “habiendo sido elevado a la derecha de Dios…. “. De esa forma evoca la existencia de un espacio superior, de un campo de ser o realidad más alta donde viene a expandirse y reflejarse el poder de lo divino (=su derecha). En esta línea se añade que Jesús ha sido recibido o acogido en el cielo, lugar de plenitud, espacio de Dios (cf. Hech 3, 21; Ef 6, 9; Col 4, 1; Hebr 8, 1).
Podemos preguntar: ¿no habremos separado a Jesús de nuestra tierra, creando de esa forma un tipo de geografía mítica que le acaba desligando de la historia? ¡De ninguna forma! Al sentarse en el cielo, Jesús ha llegado al lugar de la plenitud de Dios que es fuente de vida y gloria para los humanos.
– Tiempo. Hebr 1, 3 afirma que después de realizar la purificación de los pecado… se sentó a la Derecha de la Majestad, en las Alturas, vinculando de esa forma espacio superior (cielo geográfico) y tiempo futuro (cielo de culminación histórica).
De esa forma se unen, en relación inseparable, el aspecto cósmico e histórico de la salvación, vinculados de manera personal y para siempre en el Jesús pascual, exaltado y ascendido al cielo. El mismo ascenso espacial aparece como plenificación histórica: se ha cumplido el tiempo, Jesús ha perdonado el pecado de los pueblos y ha penetrado por (con) nosotros en la altura de Dios. En la base de su triunfo está por tanto la entrega pascual (purificación); en la meta la plenitud o salvación para los humanos.
– Compañía. Un humano puede sentarse en solitario para descansar, pensar, mandar, encontrándose aislado o teniendo a los demás delante de él, separados de su sede, en actitud de esucha reverente. Pues bien, existe una manera más perfecta de sentarse que se realiza en amistad y celebración y exige compañía. La riqueza y calidad de esa sesión está en el valor personal de los acompañantes.
Por eso, nuestro texto añade que Jesús “se sentó a la deecha de Dios Padre”… Pero no está solo: ha ido y está con sus amigos, con aquellos con quienes se sentaba en la tierra, con los publicanos y las prostitutas, con los hambietnos de la multiplicaciones etc. La Ascesnión aparece como momento de diálogo, tiempo de amor compartido. Jesús y el Padre, sentados y dialogando en el Espíritu, aparecen de esa forma como espacio y tiempo de vida para todos los homres que quieran y acepten su amor, empezando por los “amigos de Jesús”, de los que hemos hablado. Entre sos amigos de Jesús, sentados con él en la Gloria del Padre, ha destado la Iglesia a la Madre, de la que se dice que ha sido Ascendida también a los cielos, de un modo solemne: Asunción. Evidentemente, ella está “contenta” con los otros amigos de Jesús, sus amigos de cielo.
2. Finalidad. Para qué se sienta.
Como supone el esquema anterior, la historia culmina allí donde Jesús se sienta a la derecha del Padre: ha terminado la marcha, parece que sólo queda el silencio cristológico. Pues bien, sobre ese silencio se eleva la más honda palabra y acción de Jesús: no ha subido al cielo para volver a bajar y ascender, conforme al mito del eterno retorno, comenzando de nuevo el ritmo de renacimientos, sino para expandir y mantener su triunfo para siempre, conforme a la visión israelita y cristiana del mesianismo. Cristo ha muerto una sola vez y para siempre, redimiendo a los hombres (carta a los Hebreos). Por eso, el pasado no vuelve: ¡He aquí que hago nuevas todas las cosas! (cf .Ap 21, 5); la sesión es culmen de la historia salvadora:
– Se ha sentado para descansar. Es como el hombre o mujer que, a la caída de la tarde, toma asiento ante la casa o en el centro de ella, recibiendo a familiares, amigos y conocidos. De manera semejante se sentó Jesús en el brocal del pozo antiguo de Siquén, al borde de camino fatigoso (cf. Jn 4, 5-6).
Ahora lo hace en su sede final, pues el trayecto ha sido duro y su acción arriesgada: esta sentado porque ha terminado su tarea y porque quiere mantener, plenificar lo realizado. Hebr 10, 12 añade que perpetúa ante el Padre su gesto de entregar en favor de los humanos, ofreciendo por ello su sangre.
– Se ha sentado para gozar. Jesús ha ofrecido el mensaje de su felicidad a los humanos y ahora quiere compartir con ellos el reino conseguido, en experiencia de intensa compañía.
Desde esa perspectiva es importante señalar que Jesús está sentado y no acostado: vela con los suyos y no duerme; se interesa por los hombres y mujeres de la tierra, no se olvida. No ha pasado por la historia para abandonarla en descampado, sino para gozar con los suyos la alegría de la acción bien hecha, el placer de la existencia compartida. Al servicio de esa felicidad se encuentran los restantes elementos que añadimos.
– Se ha sentado para reinar. No escapa y se refugia a solas, en gesto de olvido. Por el contrario, Cristo coloca el trono de su gloria en el mismo campo de lucha de la historia, para acompañar a los humanos más amenazados. Allí se sienta con autoridad suprema, no para imponerse con violencia sobre los demás, sino para ayudarles en la marcha de la vida.
De esa forma actualiza el reinado de Dios sobre el mundo: se sienta en el trono para acompañar mejor a los humanos, en gesto de paz, superando con su entrega de amor la violencia de la historia. Frente a los príncipes y señores que emplean el poder para imponerse, Jesús reina para ofrecer libertad y alegría a los hombres, empezando por los más pobres, por aquellos que no caben en los reinos de este mundo.
– También se ha sentado para juzgar. El credo actual, manteniendo una división ilustrativa (propia de la teología de Lc-Hech), distingue entre sesión presente (Jesús está elevado a la derecha del Padre) y juicio futuro (ha de venir…).
La tradición más antigua ha vinculado ambos gestos: “veréis al Hijo del humano sentado a la derecha de Poder (=Dios) y viniendo en las nubes del cielo” (cf. Mc 14 62 par); el mismo Jesús que está sentado y comparte la gloria de Dios está viniendo para culminar el juicio mesiánico, que consiste en ofrecer la salvación a todos, muriendo por ellos. La misma cátedra de su descanso y gozo, de su reinado y magisterio, aparece así como promesa de juicio salvador: Jesús está sentado y viene (vendrá) para culminar su obra salvadora, pues ha muerto por todos.
– Finalmente, Jesús está sentado para comer y celebrar, en banquete de amor y participación vital. Las palabras griegas que la tradición emplea en cada caso son semejantes: kathesthai (sentarse) y anakeisthai, anaklinein (recostarse). Jesús mismo ha destacado la felicidad de aquellos que participarán en el banquete del reino (cf. Lc 14, 15; Mt 8, 11 par): al final de su camino sobre el mundo, él ha querido celebrar con los suyos un banquete, ofreciéndoles su vida en alimento (cf. Lc 22, 14-20 par). Pues bien, esa comida de agradecimiento, esa eucaristía culminadora se vuelve banquete mesiánico (cf. Mt 22, 1-14 par).
Se completa así lo que Jesús ha comenzado a realizar en Galilea, como mesías del pan, de la comida mesiánica de las multiplicaciones y la cena (cf. Cap. 1, 1, 4). Jesús y los suyos, todos los humanos, han sido creados para sentarse y gozar, para comer juntos, compartiendo la existencia. Por eso, la sesión celeste del Señor debe interpretarse como plenitud eucarística, celebración desbordante de la vida.
3. A la derecha del Padre.
Así recibe Jesús en intimidad y apertura universal el poder de lo divino, compartiendo su reino de gracia, fundando un tiempo de entrega y plenitud para los humanos. En esta perspectiva pueden y deben vincularse dos experiencias:
– En el tiempo de su vida, Jesús se sentó con los pobres del camino, con los excluidos de la sociedad, con los enfermos y leprosos, con los publicanos y prostitutas. Ha comido con ellos, ha gozado y a sufrido con ellos, ofreciéndoles palabra y su promesa de Reino. Vivió para los otros (pro-existencia), convirtió su vida en alimento y comunión de Reino.
– Culminada su historia, Jesús se sienta con el Padre, ofreciendo a todos la intimidad de su diálogo con Dios, en felicidad compartida. No abandona a los hombres, sino que los eleva a la derecha de su Padre: allí están con él, en él, los pobres y marginados de la tierra, los publicanos y las prostitutas, en el Reino de Dios que es reino de aquellos que no reinen sobre el mundo.
Así pasamos del camino de la historia mesiánica (Jesús sentado con los pobres, con los marginados, con las prostitutas: para ofrecerles el Reino) a su plenitud de reino (Jesús se ha sentado al lado del Padre, para ofrecer el Reino pleno a los pobres y a todos aquellos que le acojan).
Ha culminado la historia pascual, el despliegue intradivino: el Padre ha engendrado a Jesús y Jesús le ha entregado (devuelto) su vida, en comunión ya realizada. Pues bien, en la meta esa entrega mutua que es la comunión eterna podemos “sentarnos” los hombres, en amor compartido. No nos abandona Jesús, sino todo al contrario: ha subido al trono para ofrecernos un espacio de vida a su lado. Al sentarse con el Padre, Jesús, Hijo de Dios, ensancha el trono y lo convierte en ámbito de encuentro y plenitud para todos los humanos. De esa forma, su historia mesiánica aparece como historia trinitaria: por medio de él llegamos al espacio/tiempo original de Dios, al amor ya realizado donde nosotros, los humanos, alcanzamos plenitud por siempre.
He desarrollado el tema en Historia de Jesús y en Gran Diccionario de la Biblia.
De un modo más preciso, además de las cristología clásicas, cfr.
Dupont, J., Assis à la Droite de Dieu, en E. Dahnis (Ed.), Resurrexit, Ed. Vaticana, Roma 1974;
Gourgues, M., A la Droite de Dieu. Résurrecction de Jésus et Actualization du Psaume 110, 1 dans le NT, Gabalda, Paris 1978;
Larrañaga, V., L’Ascension de Notre-Seigneur dans le NT, Inst. Bib. Roma 1938;
Lohfink, G., Die Himmelfahrt Jesu, Kösel, München 1971;
Swete, H. B., The Ascended Christ. A Study in the Earliest Christian Teaching, Macmillan, London 1910;
Tourón del P., E., Comer con Jesús. Su significación escatológica y eucarística I-II: RET 55 (1995) 285-329; 429-486; Id., El logion escatológico. Mc 14, 25 par, en Hom. E. Vilanova, Fac. Teología, Barcelona 1997;
Wilckens, U., Die Missionsreden der Apostelgeschichte, Neukirchener V., Neukirchen 1963.
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