IV Domingo de Pascua. 16 abril, 2016
“Yo y el Padre somos uno”
(Jn 10, 30)
Oímos a Jesús continuamente repetir: “Yo y el padre somos uno”, (Jn 10,30). “El Padre está en mí y yo en el Padre”, (Jn 10,38). “Yo estoy en el Padre y el Padre en mí” (Jn 14,11).
Nos está llamando a participar en la experiencia de ser uno con el Padre. En el yo de Jesús estamos todos. Jesús al encarnarse participa de nuestra naturaleza humana, y nos enseña que lo divino se ha manifestado en lo humano y que en lo humano se reconoce lo divino.
En Jesús no cabe el individualismo, es el Hijo, segunda persona de la Santísima Trinidad. Jesús con su muerte nos abre el camino de la totalidad. Nuestra forma humana es la individuación, nuestro proceso para ser uno con Jesús y el Padre, es vaciarnos de nosotras, este es el proceso de la vida, a medida que crecemos y caminamos hacías el hondón, hacía ese centro que somos, nos encontramos con quien nos habita y descubrimos la pluralidad como manera de ser y vivir.
Nosotras, personas cuyo ejemplo es la Trinidad, estamos llamadas a vivir en la comunión, desalojando todo ego y abriendo espacios y tiempos para los demás. Pluralidad, diversidad en la totalidad. Jesús y el Padre son uno, porque el Padre se vacía en el Hijo y el Hijo, en el Padre, una misma identidad, pero distintas personas.
La expiración no es otra cosa que el acabamiento de nuestra individuación, donde después de un proceso de muerte del ego descubrimos que somos uno con toda la humanidad.
“Que todos sean uno como, como Tú Padre estás en mí y yo en Ti, que también ellos en nosotros sean uno” (Jn 17, 21.22.23)
No solo nos habla de comunión entre los humanos, que seamos uno, sino que seamos uno como ellos. Nos envía a beber a la fuente, a Dios, donde el bebe continuamente. Nos habla de participar del ser mismo de Dios.
“Unifica nuestro ser disperso,
para que podamos ser Uno en Ti y con toda la humanidad,
para que las diferencias nos unan
y Tú lo seas Todo en Todos.”
Comentarios recientes