¡Signos!
Del blog Pays de Zabulon:
“Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús en presencia de los discípulos..”
Juan , 20,30
Primera reacción: ¿cuáles? Por qué no decirlos todos. Tengo la impresión de que jamás habrá suficiente para tratar de comprender el misterio de este Jesús que es Señor. ¡ Si tú eres el Enviado de Dios, Jesús, dinos pues lo que hay que hacer, claramente! ¡Todavía signos, todavía signos! No para gritar al milagro, justo para dejarme tocar, saber por fin qué es lo que me concierne. Con certeza.
Pero ahora, la segunda reacción: ¿Y cuántos signos te harían falta, mientras se trata de signos que aparecen en la vida de otros? ¿ Si esto llegara en tu vida, lo recibirías como signo? ¡Ni siquiera es seguro!
La tercera reacción: ¿Pero entonces, dónde estás Señor en tu vida? ¿Cuándo estuviste allí? ¿Cuándo te reconocí? Extraña coincidencia con el final de Mateo.
La verdad, es que con 10 000 signos, todavía puedo ser incrédulo mientras que el Evangelista nos llame a ser creyentes, y no incrédulos. Creyente, es decir: el tener confianza.
¿Confianza en qué entonces? De hecho en el Evangelio, es confiar en quien. Y es precisado en todas las cartas (Juan 20, 31): confiar en que Jesús es el Enviado de Dios, venido a revelarnos de una vez el esplendor de nuestra humanidad y el amor de nuestro Dios que la encuentra bella y la magnifica. Eso es lo que vemos en Jesús, ¿verdad?
Entonces, me vuelvo hacia ti, Jesús al que reconozco como mi Señor. Y te digo: por favor, te suplico, ayúdame a aceptar mi humanidad y a leer en ella los signos del amor de Dios por mí. Tu Padre, Nuestro Padre, me creó con amor y me confió esta parcela de humanidad y confía en mí para llevarla. Me la confió para que le honre. No ignoraba nada errores, espantos, obstáculos y contradicciones diversas que provoca la confrontación en sus límites y en las de los demás. Pero me creó con confianza.
En Ti, Jesús, reconozco a mi Maestro y Señor, porque tu humanidad, totalmente disponible para Dios es resplandeciente. En ti, Señor, reconozco el océano de posibilidades que se me ofrecen, las reconozco como una invitación para acercarme y para ser. A ser lo que soy, no otra cosa, sea por conveniencias, costumbres o miedos.
Mirándote, oigo esta llamada, ya oída en los Salmos: levántate y mira.
De una vez por todas, no te avergüences de lo que eres,
No te avergüences de ser sensible,
No te avergüence de sentirte atraído por los hombres,
No tengas vergüenza de releer tu historia y de asumirla.
Incluso si no comprendes,
Incluso si los demás no entienden,
Yo te digo:
Tú eres el que mi Padre ha querido,
Como eres.
Así que lleva esta humanidad
grandemente
y maravillosamente.
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Z – 3 abril 2016
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Fuente foto:Kevin Mischel, danseur
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