II Domingo de Pascua. 02 de Abril, 2016
“En la tarde de aquel día, el primero de la semana,
y estando los discípulos con las puertas cerradas por miedo a los judíos,
llegó Jesús, se puso en medio y les dijo:
“¡La paz esté con vosotros!”
(Jn 20, 19-31)
Tal vez nos resulta una escena muy familiar la de los discípulos. Un domingo por la tarde encerrados en casa, ellos por miedo a los judíos; nosotros por… pánico al lunes. Sí, una razón tan simple como real. Pereza, modorra o como lo queramos llamar por comenzar otra semana, comenzar nuestras obligaciones, trabajo, estudios, gimnasio, extraescolares de los niños, aguantar al jefe, a los compañeros, a los clientes, y así, un largo etcétera.
Aguantar a los demás. Reflexionemos un poco. Los demás. Todos, absolutamente todos formamos parte de ese “los demás” para alguien. Esto quiere decir que a ti y a mi también nos tienen que aguantar los demás; con nuestras risas y también con nuestras lágrimas; con todo lo bueno que les aportamos y también con nuestras puertas cerradas; con nuestros viernes pero también sacamos a relucir nuestras tardes de domingo… ¿nos damos cuenta de ello o solo vemos lo de “los demás”?
Y es entonces, sin duda, en nuestras lágrimas, en nuestras puertas cerradas, en nuestras tardes de domingo cuando se pone Jesús en el medio y nos dice: “¡La paz esté con vosotros!” Él llena con su presencia cualquier resquicio de temor, cualquier oscuridad.
Y ahora, otro interrogante, ¿para creernos esto nos bastan las palabras o dejamos que aparezca nuestro Tomás interior?
Jesús, tú eres nuestro Maestro, a quien seguimos.
Tú nos dices una y otra vez “dichosos los que creen sin haber visto”.
Ayúdanos a creer que estás en medio de nuestras noches dándonos paz,
en medio de nuestras tormentas, en medio de nuestras soledades.
Ayúdanos a creer que estás cuando no te vemos.
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