Sábado santo (séptima y última carta). 26 marzo, 2016
Vaya, parece que la carta anterior me ha quedado un poco larga, ¿no? Es por que quise añadir esa bendición, ¿a que te ha gustado? Es un regalo para que la guardes y la leas de vez en cuando.
“En el arte de caminar lo importante no es no caer, sino el no permanecer caídos; levantarse enseguida y continuar adelante”. Así hablaba el Papa Francisco a unos estudiantes. Y me parece una buena manera de acoger la vida. Ya termino esta serie de cartas que te he escrito para acompañarte en este sábado santo de tanta expectación. El último texto de la Palabra de Dios nos habla de continuar adelante a pesar de las meteduras de pata. De volver a empezar. Dios nos anuncia que hará todo nuevo. Lo que más me impresiona de este texto es el final “vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios” Es como darnos la identidad, porque un poco antes Dios nos dice que infundirá su espíritu en nosotros. ¿Qué más puede hacer por sus criaturas?
Recibí esta palabra del Señor:
Hijo de hombre,
cuando el pueblo de Israel habitaba en su tierra
la profanó con su conducta y sus acciones.
Yo me enfurecí contra ellos,
por haber cometido tantos asesinatos
y haberse contaminado rindiendo culto a los ídolos.
Yo los he dispersados entre las naciones,
los he esparcido por diversos países;
los he juzgado según su conducta y sus acciones.
Al llegar a las diversas naciones, profanaron su santo nombre,
pues decían de ellos:
“Son el pueblo del Señor y han tenido que abandonar su tierra”.
Así que yo tuve que defender mi santo nombre profanado
por el pueblo de Israel entre las naciones a las que fue.
Por eso, di a los israelitas:
Esto dice el Señor:
No hago esto por vosotros, pueblo de Israel,
sino por mi santo nombre que vosotros habéis profanado en medio de las naciones adonde fuisteis.
Haré que sea reconocida la grandeza de mi nombre,
que vosotros profanasteis entre las naciones.
Así, cuando haga que por medio de vosotros sea reconocida mi grandeza en presencia de las naciones, sabrán que yo soy el Señor.
Oráculo del Señor.
Os tomaré de entre las naciones donde estáis,
os recogeré de todos los países y os llevaré a vuestra tierra.
Os rociaré con agua pura y os purificaré
de todas vuestras impurezas e idolatrías.
Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo;
os arrancaré el corazón de piedra y os daré un corazón de carne.
Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que viváis según mis mandamientos,
observando y guardando mis leyes.
Viviréis en la tierra que di a vuestros antepasados;
vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios. (Ez 36, 16-17a. 18-28)
¿Se puede hacer algo más? Sí, se puede, y Dios lo hizo, se hizo una persona como cualquiera de nosotras. Y nos enseñó en carne y hueso lo que por medio de los textos que hemos leído quería trasmitirnos. Dios es nuestro creador, Dios de vivos, quien nos da la libertad, quien nos ama eternamente, quien nos propone una alianza perpetua y quien nos revela nuestra más íntima identidad. Somos pueblo de Dios y también somos hijas de Dios. ¿Tú no has oído en tu corazón: “eres mi hija amada, mi hijo amado?
Lo más real de la es el amor. Que nadie ni nada te haga olvidar esta gran verdad. Y a partir de ahora, tienes 50 hermosos días para impregnarte del aroma de la Pascua, de la resurrección, de la Vida.
Nada más, me despido. Ha sido un placer compartir este día contigo. Nos encontraremos esta noche en la Vigilia Pascual, con un montón de personas más que saben, como tú y como yo, dónde está la Luz que alumbra el Amor.
¡Un abrazo lleno de Vida!!!
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