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Sábado Santo… en silencio ante el Señor.

Sábado, 26 de marzo de 2016
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© Carmelo Blazquez 2013

(Fotografía de Carmelo Blazquez)

Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte hasta que con su resurrección se inauguren los gozos de la Pascua, cuya exuberancia inundará los cincuenta días pascuales.

Hombre en Soledad

 Contigo vengo, Dios, porque estás solo
en soledad de soledades prieta.
Conmigo vengo a Ti, porque estoy solo,
sintiendo por el pecho un mar de pena.
Qué tristeza me das, Dios, Dios, sin nadie
que te descanse, Dios, de tu grandeza,
que te descanse de ser Dios, sin nada
que te pueda inquietar o te comprenda.
Qué tristeza me doy, perdido en todo,
y todo mudo, tan lejano y cerca,
cada vez más presente ante mis ojos
en un mutismo que no se revela,
con el corazón loco por saberte,
preguntando en la noche que se adensa.
Con voz de espadas clamo por mi sangre,
rebusco con mis manos en la tierra
y escarbo en mi cerebro con mis ansias.
Y silencio, silencio, mudez tensa.
Dios, pobre mío, todo lo conoces.
Para Ti todo ha sido: nada esperas.
Hasta lo que me duele y no me encuentro
Tú lo conoces ya, porque en mí piensas.
Yo no conozco nada, Dios, y tengo
socavones de amor llenos de inquietas,
oscuras criaturas que me gritan
palabras, no sé dónde, que me queman,
preguntas que me tuercen y retuercen,
sábana viva chorreando estrellas.
Qué compasión me tengo, Dios, pequeño
llamando siempre a la inmutable puerta
con las palmas sangrando, a la intemperie
de mis luces y dudas y tormentas.
Qué compasión te tengo, Dios, tan solo,
siempre despierto, siempre Dios, alerta,
sin un pecho bastante, Dios, Dios mío,
que ofrezca su descanso a tu cabeza.
Cómo me dueles, Dios. Cómo me dueles,
herido por la angustia que te llena,
sin poder descansarte, sin caberte
en mis entrañas ni aun en mis ideas.
No puedo más Contigo, que me rompes
creciendo por mi dentro y por mi fuera,
cercándome, estrechándome, ahogándome,
dejando, sin saberlo, en mí tu huella.
Y soy hombre, Señor. Soy todo caspa
de angustiosa esperanza contrapuesta,
arcilla informe de reseco olvido,
quizá, capricho de tu indiferencia.
Señor, qué solo estás. Cómo estoy solo,
yo con mi carga insoportable a cuestas.
Tú, con todo y sin nada —(¡todo, nada! —
más que Tú, Dios perdido en tu grandeza,
muerto de sed de amor de algo supremo,
Dios, algo que te alegre y que te encienda.
Sin nada superior a Ti creado,
mi voz alzada al límite no llega
a rumor que resbale por tus sienes,
a brisa en tus oídos, que se secan
de no oír desde nunca una palabra
que antes de estar en hombre no supieras,
pobre Creador, Dios mío sin sosiego,
preso en tu creación, en diferencia.
A Ti vengo, Señor, porque estoy solo,
a veces aun sin mí. Pero no temas,
Señor que has puesto en mí necesidades
sin darme el modo de satisfacerlas.
Perplejo, recomido de inquietudes,
de Ti tengo dolor; de mí, conciencia
de ser como no quiero: ser inútil,
vana palabra, humana ventolera
con sabor de cenizas y de ortigas
clavándome alfileres en la lengua,
y un huracán de vida por la carne
que no ha encontrado carne que florezca.
Versos, versos, mas versos, siempre versos,
¿y para qué, Dios mío? Dentro queda
una fuente de llanto sofocado
minándome la hirviente calavera,
sin encontrar salida a la congoja
cada vez más patente. Y todo niebla.
Contigo vengo, Dios, porque estoy solo;
me huyes cada vez, más te me alejas.
¿No tienes qué decirme, Dios, qué darme?
¿No ves, Señor, no ves, Dios, cómo tiembla
este vaho que se alza de mi vida,
hierbecilla perdida que se hiela?
Encallece mi alma, Dios. Haz dura
la mano y la mirada: hazme de piedra.
Quítame el sentimiento que me escuece.
Borra, Señor, con sol, mi inteligencia.
Déjame en paz, en flor, en roca, en árbol,
en muda, resignada, dulce bestia
caminante con ritmo y sin sentido
por un mundo de instintos e inocencia,
o dame con la luz aquel sosiego
original del prado que apacientas

*

Ramón de Garciasol
Hombre en soledad,

***

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Sábado Santo: Vigilia Pascual en la noche Santa

Sábado, 26 de marzo de 2016
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Textos para la Vigilia Pascual

Primera lectura:

Génesis 1,1-2,2

Vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno

Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos informe; sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.

Y dijo Dios: “Que exista la luz.”

Y la luz existió.

Y vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla; llamó Dios a la luz “Día”; a la tiniebla, “Noche”.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero.

Y dijo Dios: “Que exista una bóveda entre las aguas, que separe aguas de aguas.”

E hizo Dios una bóveda y separó las aguas de debajo de la bóveda de las aguas de encima de la bóveda.

Y así fue.

Y llamó Dios a la bóveda “Cielo”.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.

Y dijo Dios: “Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezcan los continentes.”

Y así fue.

Y llamó Dios a los continentes “Tierra”, y a la masa de las aguas la llamó “Mar”.

Y vio Dios que era bueno.

Y dijo Dios: “Verdee la tierra hierba verde que engendre semilla, y árboles frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra.”

Y así fue.

La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie.

Y vio Dios que era bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero.

Y dijo Dios: “Que existan lumbreras en la bóveda del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años; y sirvan de lumbreras en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra.”

Y así fue.

E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche, y las estrellas. Y las puso Dios en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra; para regir el día y la noche, para separar la luz de la tiniebla.

Y vio Dios que era bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.

Y dijo Dios: “Pululen las aguas un pulular de vivientes, y pájaros vuelen sobre la tierra frente a la bóveda del cielo.”

Y creó Dios los cetáceos y los vivientes que se deslizan y que el agua hizo pulular según sus especies, y las aves aladas según sus especies.

Y vio Dios que era bueno.

Y Dios los bendijo, diciendo: “Creced, multiplicaos, llenad las aguas del mar; que las aves se multipliquen en la tierra.”

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto.

Y dijo Dios: “Produzca la tierra vivientes según sus especies: animales domésticos, reptiles y fieras según sus especies.”

Y así fue.

E hizo Dios las fieras según sus especies, los animales domésticos según sus especies y los reptiles según sus especies.

Y vio Dios que era bueno.

Y dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra.”

Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó.

Y los bendijo Dios y les dijo: “Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra.”

Y dijo Dios: “Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra; y todos los árboles frutales que engendran semilla os servirán de alimento; y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todo ser que respira, la hierba verde les servirá de alimento.”

Y así fue.

Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.

Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y sus ejércitos.

Y concluyó Dios para el día séptimo todo el trabajo que había hecho; y descansó el día séptimo de todo el trabajo que había hecho.

*

Salmo responsorial: 103.

Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

Bendice, alma mía, al Señor;
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto. R.

Asentaste la tierra sobre sus cimientos,
y no vacilará jamás;
la cubriste con el manto del océano,
y las aguas se posaron sobre las montañas. R.

De los manantiales sacas los ríos,
para que fluyan entre los montes;
junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto. R.

Desde tu morada riegas los montes,
y la tierra se sacia de tu acción fecunda;
haces brotar hierba para los ganados,
y forraje para los que sirven al hombre. R.

Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
¡Bendice, alma mía, al Señor! R.

O bien; :

Salmo responsorial: 32.:

La misericordia del Señor llena la tierra

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R.

La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas,
mete en un depósito el océano. R.

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R.

 

Segunda lectura:
Génesis 22, 1-18

El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe

En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: “¡Abrahán!” Él respondió: “Aquí me tienes.” Dios le dijo: “Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré.”

Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que le había indicado Dios.

El tercer día levantó Abrahán los ojos y descubrió el sitio de lejos. Y Abrahán dijo a sus criados: “Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con vosotros.”

Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.

Isaac dijo a Abrahán, su padre: “Padre.”

Él respondió: “Aquí estoy, hijo mío.”

El muchacho dijo: “Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?”

Abrahán contestó: “Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío.”

Y siguieron caminando juntos.

Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: “¡Abrahán, Abrahán!”

Él contestó: “Aquí me tienes.”

El ángel le ordenó: “No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.”

Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.

Abrahán llamó aquel sitio “El Señor ve”, por lo que se dice aún hoy “El monte del Señor ve”.

El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: “Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa.

Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.” Leer más…

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Sábado Santo: Descendió a los infiernos

Sábado, 26 de marzo de 2016
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Del blog de Xabier Pikaza:

descenso-a-los-infiernos-Aletti Parece un día plano, sin más emoción que la muerte ya pasada, sin liturgia cristiana (hasta la gran vigilia de pascua, esta noche, puesto ya el sol, a la luna llena de la primavera).

Y sin embargo, en este preciso día, la confesión pascual del NT y la liturgia de la Iglesia incluye la certeza de que Jesús fue sepultado y bajó a los infiernos (es decir, al abismo de la muerte, que los antiguos llamaban Hades o Sheol), como indican de formas convergentes la tradición paulina (1 Cor, 15, 4) y los evangelios (cf. Mc 15, 42-47 par).

Pues bien, avanzando en esa línea, el Credo de los apóstoles añade que descendió a los infiernos (en griego: katelthonta eis ta katôtata; en latin: descendit ad inferos), conforme a una palabra clave de la tradición cristiana que dice:

«Padeció bajo el poder de Poncio Pilato.
Fue crucificado, muerto y sepultado.
Descendió a los infiernos.
Al tercer día resucitó de entre los muertos».

Voy a fijarme hoy en la ante-última frase, una palabra que a veces tendemos a olvidar, como si no formara parte del Credo, nosotros que apenas creemos en “un infierno eterno” (condena total) que vendría de Dios, pero que vamos creando multitud infierno de condena, de exclusión y muerte en ese mismo mundo.

El infierno al que bajó Jesús:
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– es, en primer lugar la muerte eterna que tiende a dominarlo todo, la destrucción sin salida, el frío cósmico…
– pero es, en segundo lugar, la muerte histórico que tiende a dominarlo todo, la muerte que viene del pecado, de la injusticia, de la indiferencia, de la prepotencia y violencia de algunos (de muchos)
– esa muerte aparece más clara en las tierras dominadas por ISIS o por los traficantes de la vida, pero también en Lesbos y Eidumene…, en los hambrientos, refugiados, trabajadores del hambre..
– esa muerte está en la gran política de Europa o de la Gran América, de aquellos poderes que no acogen, sino que expulsan de su tierra a los emigrantes del miedo, del hambre…
– es la muerte fabricantes de armas, de los violadores y asesinos…La muerte de las cárceles, de las casas sin pan, de los caminos sin salida, de los hospitales…

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El infierno está en todos los lugares donde tiende a dominar el odio y la prepotencia… el desinterés, la envidia… Pues bien, en ese contexto debemos añadir:

sin la bajada de Cristo a los infiernos de la historia humana no existe redención cristiana, no se puede hablar de muerte verdadera, ni de auténtica pascua; si no ayudamos a los condenados al infierno de nuestro mundo no podremos entender al Cristo.

A lo largo de toda su vida, y de un modo especial a través de su muerte en Cruz (con los expulsados y condenados de la humanidad), Jesús “descendió a los infiernos”. Al proclamar esa palabra, el credo venerable de la Iglesia expresa un misterio de muerte (de encarnación en la miseria y sufrimiento de los hombres) y de victoria sobre la muerte, que pertenece a la experiencia más honda del evangelio (Imagen: Icono de Jesús que baja con su cruz al “infierno” de Adán, para liberar a los cautivos de la opresión y de la muerte).

1. Muerte e infierno.

Porque asume nuestra vida en finitud, Jesús ha tenido que aceptar nuestro destino, expresando su misterio radical de Hijo de Dios en nuestra propia condición de seres para la muerte. Porque asume nuestra condición de pecado (violencia), ha tenido que penetrar en el abismo de la lucha interhumana, introduciendo el cielo del amor y gracia de Dios en el infierno de conflictividad de nuestra historia, donde envidia y violencia le han matado.

Algunos iconos de Oriente presentan la cuna de Jesús como sepulcro donde el mismo Dios comienza a morir ya cuando nace como humano. Pues bien, invirtiendo esa figura, el evangelio ha interpretado la muerte como nuevo nacimiento y cuna de la historia. Lógicamente, esa muerte puede presentarse como principio de discernimiento: para que se revelen los pensamientos interiores (dialogismoi) de muchos corazones (cf. Lc 2, 35).
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– La muerte de Jesús es el momento del máximo pecado, como muestran las palabras de los sacerdotes que pasan y pasan, en torno al patíbulo, diciendo:

“Tú, que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, ¡sálvate a ti mismo y baja de la cruz si eres el Hijo de Dios! Ha salvado a otros y a sí mismo no puede salvarse ¡Dice ser rey de Israel! Que baje de la cruz y creeremos en él. Había puesto su confianza en Dios; que Dios le salve ahora, si es que de verdad le quiere, pues se había presentado como Hijo de Dios “(Mt 27, 42-43).

Así ríen de Jesús los que le acusan y expulsan como chivo emisario de sus males. Ellos le entierran en el infierno de la violencia suprema, haciéndose (haciéndole) culpable “de toda la sangre de los justos derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la de Zacarías” (Mt 23, 35).

– Pero la muerte de Jesús aparece, al mismo tiempo, como principio de resurrección, fuente de gracia:

“Entonces se rasgó el velo del templo, tembló la tierra, las piedras se quebraron y se abrieron los sepulcros, de tal forma que volvieron a la vida muchos cuerpos de los justos muertos… Al ver lo sucedido, el centurión glorificaba a Dios diciendo: ¡Realmente; este hombre era inocente!. Y todas las gentes que habían acudido al espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron a la ciudad golpeándose en el pecho (cf. Mt 27, 51-53; Lc 23, 47-48; Mc 15, 39: ¡Era Hijo de Dios!).

Del infierno de condena, desde el mismo subsuelo de la historia donde Jesús ha descendido brota la esperanza de la vida.

2. La gran muerte de Jesús. Bajó a los infiernos

Todos los humanos, lo sepan o lo ignoren, están unidos al Cristo que grita en la noche (¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?: Mc 15, 34) y al Señor de la aurora pascual que abre los sepulcros, ofreciendo esperanza a los humanos (cf. Mt 28, 1-3).

Desde ese fondo queremos evocar la palabra quizá más extraña y misteriosa del Credo: ¡bajó a los infiernos!, al lugar donde todos los humanos estábamos unidos, como rebaño para la muerte. Jesús ha penetrado en ese abismo, llegando así a lo que la iglesia llama “los infiernos”, el sub-mundo donde mueren los difuntos.

En este contexto, infierno no significa la condena de aquellos que rechazan la salvación de Jesús (y pueden quedar sin Dios, sin ellos mismos, por los siglos de los siglos, tras la muerte de este mundo), sino el perecimiento universal de aquellos que mueren mueren en este mundo, aplastados por la finitud de la vida y la violencia de la historia, por los males sociales por el pecado de los otros.

Conforme a la visión tradicional del judaísmo y de la iglesia antigua, este infierno (sheol, hades, seno de Abrahán…) es el destino de muerte de todos los humanos, a no ser que Dios venga a liberarles por el Cristo. La muerte misma en cuanto destrucción: eso es el infierno. Pues bien, el credo afirma que Jesús “ha descendido” al lugar o estado de ese infierno, para liberar a los humanos de la muerte, ofreciéndoles su resurrección.

3. Bajó a los infiernos. Misterio de pascua.

Diciendo que bajó a los infiernos el credo destaca el abismo de dureza, destrucción y dolor donde Cristo culminó su solidaridad con los humanos. Quien no muere del todo no ha vivido plenamente todavía: no ha experimentado la impotencia poderosa, el total desvalimiento. Leer más…

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“Al atardecer llegó con los doce”, por Dolores Aleixandre

Sábado, 26 de marzo de 2016
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Un bello texto de su blog Un grano de Mostaza para meditar en silencio ante el Cristo yacente… Es nuestro amigo quien está ahí… el que nos arrebataron… porque le  dejamos marchar solo a pesar de que Él no nos abandonó… e el que esperamos que vuelva tras esta noche de tiniebla, de dolor, de muerte…

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En el relato de Marcos sobre los preparativos de la cena pascual, hay un significativo desplazamiento de lenguaje. El texto comienza diciendo: «El primer día de los ázimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, le dicen los discípulos: ¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?… » (Mc 14,12). Sin embargo, cuando es Jesús quien da las instrucciones para el dueño de la casa, habla de «cenar con mis discípulos», desaparecen las alusiones a lo litúrgico y no hay ya ni una palabra sobre ázimos, cordero, hierbas amargas, oraciones o textos bíblicos: solo pan y vino, lo esencial en una comida familiar.

Quiere cenar con los suyos y para eso necesitan encontrar una sala en la que haya espacio para estar juntos: ese es el único objetivo que permanece y que Lucas subraya aún con más fuerza « ¡Cuánto he deseado cenar con vosotros esta Pascua!» (Lc 22, 15). El «con vosotros» es más intenso que la conmemoración del pasado, lo ritual deja paso a los gestos elementales que se hacen entre amigos: compartir el pan, beber de la misma copa, disfrutar de la mutua intimidad, entrar en el ámbito de las confidencias.

jesucristoSu relación con ellos venía de lejos: llevaban largo tiempo caminando, descansando y comiendo juntos, compartiendo alegrías y rechazos, hablando de las cosas del Reino. Él buscaba su compañía, excepto cuando se marchaba solo a orar: había en él una atracción poderosa hacia la soledad y a la vez una necesidad irresistible de contar con los suyos como amigos y confidentes.

Al principio ellos creyeron merecerlo: al fin y al cabo lo habían dejado todo para seguirle y se sentían orgullosos de haber dado aquel paso; les parecía natural que el Maestro tomara partido por ellos, como cuando los acusaron de coger espigas en sábado y él los defendió (Mc 2,23-27); o cuando el mar en tempestad casi hundía su barca y él le ordenó enmudecer (Mc 4,35-41); o cuando volvieron exhaustos de recorrer las aldeas y se los llevó a un lugar solitario para que descansaran (Mc 6,30-31).

Sin embargo, las cosas que él decía y las conductas insólitas que esperaba de ellos les resultaban ajenas a su manera de pensar y de sentir, a sus deseos, ambiciones y discordias y una distancia en apariencia insalvable se iba creando entre ellos: le sentían a veces como un extraño venido de un país lejano que les hablaba en un lenguaje incomprensible.

Pero aunque ninguno de ellos se sentía capaz de salvar aquella distancia, Jesús encontraba siempre la manera de hacerlo. El día en que admiró la fe de los que descolgaron por el tejado al paralítico (Mc 2,5), estaba en el fondo reconociéndose a sí mismo: también él removía obstáculos con tal de no estar separado de los suyos y nada le impedía seguir contando con su presencia y con su compañía, como si los necesitara hasta para respirar.

Ellos se comportaban tal y como eran, más ocupados en sus pequeñas rencillas de poder que en escucharle, más interesados en lo inmediato que en acoger sus palabras, torpes de corazón a la hora de entenderlas. Pero él se había ido inmunizando contra la decepción: los quería tal como eran sin poderlo remediar, los disculpaba, seguía confiando en ellos.

« Todos vais a tropezar, como está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño» (Mc 14,27), dijo durante la cena. No habló de culpa, ni de abandono, ni de traición: eran amigos frágiles que tropezaban y no se puede culpar a un rebaño desorientado cuando se dispersa y se pierde. Sabía que iban a abandonarle pronto y que, si no habían sido capaces de comprenderle cuando les hablaba de sufrimiento y de muerte, tampoco lo serían para afrontarlo a su lado, pero sobre sus hombros no pesaba carga alguna de reproches o de recriminaciones. Libre de toda exigencia de que correspondieran a su amor, estaba seguro de que, lo mismo que su abandono en el Padre le daría fuerza para enfrentar su hora, aquel extraño apego que sentía por los suyos sería más fuerte que su decepción por su torpeza.

Y seguiría considerándolos amigos, también cuando uno de ellos llegara al huerto para entregarle con un beso.

Fuente Religión Digital

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Sábado Santo. 26 marzo, 2016

Sábado, 26 de marzo de 2016
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sabadosanto1Ante la muerte de un ser querido que todo lo trastoca, cuando la vida se queda vacía, como sin aliento, la reacción más natural es llorar, llorar y recordar. Por esto te proponemos un plan para este día, Sábado Santo; más bien, te proponemos dar un paseo, al estilo de los de Emaús. ¿Recuerdas? Ellos volvían de Jerusalén, después de aquella terrible experiencia de ver a su Maestro colgado de un madero, muerto, junto a otros dos a los que la sociedad tampoco quería cerca, los prefería muertos para quitar el problema de raíz.

Nuestra propuesta es recorrer la Palabra, el texto sagrado que habla de la Acción de Dios en la Historia de la humanidad. Como buen paseo necesitamos un ritmo, ni muy rápido, ni demasiado lento, para poder disfrutar del paisaje sin agotarnos o aburrirnos. Por eso hemos pensado escribirte siete cartas en las que recorreremos siete lecturas de la Palabra de Dios. Cada hora os entregaremos una carta para que descubras en el texto el hilo conductor que nos llevará al gran anuncio de la Resurrección de Jesús. Así podrás celebrar esta noche la Vida con mayor hondura.

1ª CARTA: CREADAS.

Querida,

Aquí estoy con mi primera carta de este apasionante día dedicado a la Palabra.  Desde el caos que nos supone ver a Jesús muerto, torturado, desnudo, en una cruz, volvamos al principio. Cuando abres la Biblia, lo primero que te encuentras es un hermoso texto que seguramente habrás oído en más de una ocasión. Dice así:

Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era una soledad caótica y las tinieblas cubrían el abismo, mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas.

Y dijo Dios:

Que exista la luz.

Y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena y la separó de las tinieblas. A la luz la llamó día y a las tinieblas noche.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero.

Y dijo Dios:

Que haya una bóveda entre las aguas para separar unas aguas de otras.

Y así fue. Hizo Dios la bóveda y separó las aguas que hay debajo de las que hay encima de ella. A la bóveda Dios la llamó cielo. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.

Y dijo Dios:

Que las aguas que están bajo los cielos se reúnan en un solo lugar, y aparezca lo seco.

Y así fue. A lo seco lo llamó Dios tierra y al cúmulo de las aguas lo llamó mares.

Y dijo Dios:

Produzca la tierra vegetación: plantas con semilla y árboles frutales que den en la tierra frutos con semilla de su especie.

Y así fue. Brotó de la tierra vegetación: plantas con semilla de su especie y árboles frutales que dan fruto con semillas de su especie.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero.

Y dijo Dios:

-Que haya lumbreras en la bóveda celeste para separar el día de la noche, y sirvan de señales para distinguir las estaciones, los días y los años; que luzcan en la bóveda del cielo para alumbrar la tierra.

Y así fue. Hizo Dios dos lumbreras grandes, la mayor para regir el día y la menor para regir la noche, y también las estrellas; y las puso en la bóveda del cielo para alumbrar la tierra, regir el día y la noche, y para separar la luz de las tinieblas.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.

Y dijo Dios:

-Rebosen las aguas de seres vivos, y que las aves aleteen sobre la tierra a lo ancho de la bóveda celeste.

Y creó Dios por especies los cetáceos y todos los seres vivientes que se deslizan y pululan en las aguas; y creó también las aves por especies.

Y los bendijo diciendo:

-Creced, multiplicaos y llenad las aguas del mar; y que también las aves se multipliquen en la tierra.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto.

Y dijo Dios:

-Produzca la tierra seres vivientes por especies: ganados, reptiles y bestias salvajes por especies.

Y así fue. Hizo Dios las bestias salvajes, los ganados y los reptiles del campo según sus especies.

Entonces dijo Dios:

-Hagamos a los seres humanos a nuestra imagen, según nuestra semejanza, para que dominen sobre los peces del mar, las aves del cielo, los ganados, las bestias salvajes y los reptiles de la tierra.

Y creó Dios a los seres humanos a su imagen; a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios diciéndoles:

-Creced y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven por la tierra.

Y añadió:

-Os entrego todas las plantas que existen sobre la tierra y tienen semilla para sembrar; y todos los árboles que producen fruto con semilla dentro os servirán de alimento; y a todos los animales del campo, a las aves del cielo y a todos los seres vivos que se mueven por la tierra les doy como alimento toda clase de hierba verde.

Y así fue. Vio entonces Dios todo lo que había hecho, y todo era muy bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.

Así quedaron concluidos el cielo y la tierra con todo su ornato. Cuando llegó el día séptimo Dios había terminado su obra, y descansó el día séptimo de todo lo que había hecho. (Génesis,   1,1-31;2, 1-2)

¡Ah,  me encanta este texto! Tiene una frescura, una belleza…. Con su ritmo tan armónico, tan pausado y contemplativo… ¿A ti, te gusta? ¿No te sale contemplar ahora que tienes tiempo? ¿Mirar, y admirar,  a tu alrededor, y reconocer todas las cosas creadas como un don de Dios? Einstein decía algo así como “Dios se manifiesta en la armonía de todo lo creado” Estoy de acuerdo, aunque yo no tenga ese cerebro también soy capaz de darme cuenta de que la Creación es obra de un Creador.

-“Y vio Dios que todo era bueno”- Creo que esta es la frase que más me impresiona. Todo es bueno. ¡Qué actitud tan positiva!, ¿verdad? Detenerme en cada criatura y descubrir su bondad, su belleza, su hermosura; descubrir, en definitiva, la huella de su Creador. Esto cambia la forma de mirar, ¿no te parece? Como que la mirada se nos hace más honda, más desde el corazón.

Dios crea, pronuncia la Palabra y crea. Dios nos pronuncia y nos crea… Dios te pronuncia y te da la vida. Regocíjate y reconoce la huella de tu Creador en lo que te rodea, en tu propia historia, en tu vida actual…

Pues eso, sencillamente, sintamos la vida bullendo, el viento, los colores, los sonidos… todo latiendo, todo viviendo.

Un abrazo!

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Sábado santo (segunda carta) 26 marzo, 2016

Sábado, 26 de marzo de 2016
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sabadosanto2¡Hola!

¿Qué tal estás? ¿Qué has descubierto? No te lo creerás pero yo he aprendido a lo largo del tiempo a diferenciar los tipos de pájaros, su sonido, su forma de volar. Hay algunos que vuelan como danzando, otros que vuelan como navegando, y otros que son un poco más precipitados y pasan como balas. ¡En fin! sigamos con nuestro paseo.

Ahora nos vamos a detener en una parte de la historia de Dios con Abrahán. ¿Te suena el nombre? Significa “padre de multitudes”. Es el esposo de Sara, que significa “princesa”. Ambos habían dejado su tierra siguiendo la invitación de Dios que les había prometido una gran descendencia. Pero Sara no quedaba embarazada, hasta que por fin tuvo a su hijo Isaac, que significa “el que hace reír”, y es que realmente su nacimiento fue una gran alegría para sus padres. Es en este momento cuando acontece la historia que nos ocupa. Dice así:

Dios quiso poner a prueba a Abrahán, y lo llamó:
-¡Abrahán!
Él respondió:
-Aquí estoy.
Y Dios le dijo:
-Toma a tu hijo único, a tu querido Isaac, ve a la región de Moria, y ofrécemelo allí en holocausto, en un monte que yo te indicaré.
Se levantó Abrahán de madrugada, aparejó su asno, tomó consigo dos siervos y a su hijo Isaac, partió la leña para el holocausto y se encaminó hacia el lugar que Dios le había indicado. Al tercer día alzó  Abrahán los ojos y alcanzó a ver de lejos el lugar. Entonces dijo a sus siervos:
-Quedaos aquí con el asno, mientras el muchacho y yo subimos allá arriba para adorar al Señor; después regresaremos junto a vosotros.
Abrahán tomó la leña del holocausto y se la cargó a su hijo Isaac; él llevaba el fuego y el cuchillo, y se fueron los dos juntos.
Isaac dijo a Abrahán, su padre:
-¡Padre!
Él respondió:
-Aquí estoy, hijo mío.
Dijo Isaac:
-Tenemos el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?
Abrahán respondió:
-Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío.
Y continuaron caminando juntos.
Llegados al lugar que Dios le había indicado, Abrahán levantó el alta; preparó la leña y después ató a su hijo Isaac poniéndolo sobre el altar encima de la leña. Después Abrahán agarró el cuchillo para degollar a su hijo, pero un ángel del Señor le gritó desde el cielo:
-¡Abrahán! ¡Abrahán!
Él respondió:
-Aquí estoy.
Y el ángel le dijo:
-No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ya veo que obedeces a Dios y que no me niegas a tu hijo único.
Abrahán levantó entonces la vista y vio un carnero enredado por los cuernos en un matorral. Tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Abrahán puso a aquel lugar el nombre de “El Señor provee”, y por eso todavía hoy se llama “El monte del Señor provee”.
El ángel del Señor volvió a llamar desde el cielo a Abrahán, y le dijo:
-Juro por mí mismo, palabra del Señor, que por haber hecho esto y no haberme negado a tu único hijo, te colmaré de bendiciones y multiplicaré inmensamente tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena de las playas. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos. Todas las naciones de la tierra alcanzarán la bendición a través de tu descendencia, porque me has obedecido. (Gn.  22, 1-18)

Si lees este texto como algo ya sabido seguramente se  te pase por alto lo más importante. Sobre todo si estás pensando que Dios es un sádico que quiere niños inmolados. Eso es una herejía, o una manera de leer, si me los permites, un poco ignorante. Es lo que me ha pasado a mí, así de oídas me resultaba tan cruel… Había algo que no encajaba…. ¡Hasta que lo descubrí!!J

Abrahán que había confiado en Dios parece que no le conoce verdaderamente, aunque es comprensible porque ¿quién conoce a Dios en su profundidad? Es la propia experiencia de la vida quien nos va dando la sabiduría para reconocer al Dios de las sorpresas. Para Abrahán, lo más normal, lo que “todo el mundo hacía” era inmolar al primogénito al dios correspondiente. Cada tribu tenía su dios aunque las costumbres eran parecidas. Les pasaba como nos pasa a nosotros, nos fijamos en lo que hace el vecino, y a veces no hacemos más que imitar costumbres de otros. Por eso no le causa extrañeza que Dios le diga que se ponga en camino con su hijo Isaac. Ahí no está la prueba, hasta aquí, todo es “lo normal”, lo que todo el mundo hace. Pero “al tercer día” de la caminata, ¿te suena esto del “tercer día”? Ya empieza a darnos pistas de que algo sorprendente va a pasar, Dios va a actuar.

Y así es,  Abrahán, atento a la voz de Dios, cambia de actitud, de “lo normal”,  “lo que hace todo el mundo”,  a  seguir voluntad de Dios, aunque le resulte sorprendente, confía. Dios ya sabe que se inmolan niños  pero es un Dios de vivos y no de muertos. ¿Te suenan las palabras de Jesús?  “No es un Dios de muertos, sino de vivos. Andáis muy descaminados.” (Mc. 12, 27)

Abrahán comprende que su Dios no es como los demás dioses, la Biblia cuenta la historia de la relación de Dios con la humanidad. Aquí, empieza a desentrañar quién es Dios, quién es el Creador, el Dios de la Vida, no de la muerte. Este nuevo paso en la fe de Abrahán le lleva a recibir la gran promesa de Dios, “te colmaré de bendiciones y multiplicaré inmensamente tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena de las playas.”

Desde aquí tal vez nos resulte más fácil comprender las palabras de Jesús: “Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos.” (Mt. 8, 22). Dios provée, tú sígueme…

Y es verdad, todo lo que condena, mata, excluye, no viene de nuestro Dios. Ya que estamos en plan de recordar, te invito a recordar todas las sorpresas que Dios te ha dado a lo largo de tu vida, esas que parecían que te llevaban a la muerte y que resultaron ser semillas de Vida. Hoy es un día para dar gracias por todo esto.

¡Un abrazo!

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Sábado Santo (tercera carta) 26 marzo, 2016

Sábado, 26 de marzo de 2016
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sabadosanto3Hola!

¿Qué tal vas? Si vas a buen ritmo deben ser las 12 del mediodía. Hoy no se escuchan las campanas del monasterio, es un día de silencio, de recogida, las oiremos esta noche cuando cantemos el Gloria! Pero no adelantemos acontecimientos.

En esta carta me gustaría escribirte sobre Moisés, que también es muy conocido. El faraón y su ejército están persiguiendo al pueblo israelita y ellos que los ven de lejos están aterrorizados, de hecho gritan de miedo. El miedo es terrible, ¿verdad?, nos paraliza, nos bloquea, y como dejemos que nos domine estamos perdidos.

El texto seleccionado tiene muchas claves en las que podríamos detenernos, realmente cuanto más se lee y se deja reposar, más novedades surgen. Últimamente a mí me ha llamado la atención el fenómeno de la nube, ese signo de la protección de Dios a los israelitas, aunque no lo dice el texto, supongo que ayudaría a calmar un poco los ánimos y a tener más confianza. Leamos el texto:

El Señor dijo a Moisés:
– ¿A qué vienen esos gritos? Ordena a los israelitas que emprendan la marcha. Tú levanta tu cayado, extiende la mano sobre el mar y se partirá en dos para que los israelitas pasen por medio de él como si fuera tierra seca. Yo voy a aumentar la obstinación de los egipcios, para que entren en el mar detrás de vosotros, y entonces me cubriré de gloria a costa del faraón y de todo su ejército, de sus carros y de su caballería. Y sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me cubra de gloria a costa del faraón, de sus carros y caballería.
Entonces el ángel de Dios, que iba delante de las huestes de Israel, se puso en movimiento y se colocó detrás de ellos. También la columna de nube que iba delante de ellos fue a situarse detrás, interponiéndose entre los israelitas y el ejército de los egipcios. Por un lado la nube era tenebrosa y por otro alumbraba en la noche, de suerte que no pudieron acercarse unos a otros en toda la noche.
Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor, por medio de un recio viento del este, empujó al mar, dejándolo seco y partiendo en dos las aguas. Los israelitas entraron en medio del mar como en tierra seca, mientras las aguas formaban una especie de muralla a ambos lados. Los egipcios se lanzaron en su persecución; toda la caballería del faraón, sus carros y caballeros, entraron tras ellos en medio de del mar. Pero antes de la madrugada miró el Señor desde la columna de fuego y de nube a las huestes egipcias y las desbarató. Atascó las ruedas de los carros, que apenas podía avanzar. Entonces los egipcios se dijeron:
– Huyamos ante Israel, porque el Señor combate por ellos contra los egipcios.
Pero el Señor dijo a Moisés:
– Extiende tu mano sobre el mar para que las aguas se precipiten sobre los egipcios, sobre sus carros y su caballería.
Moisés extendió su mano sobre el mar, y al amanecer volvió el mar a su estado normal. Los egipcios toparon con él en su huída, y así los arrojó el Señor en medio del mar. Las aguas, al juntarse, anegaron carros y caballeros y a todo el ejército del faraón, que había entrado en el mar en persecución de los israelitas. No escapó ni uno solo. Sin embargo los israelitas caminaban en medio del mar como por tierra seca, mientras las aguas formaban para ellos una muralla a ambos lados. Así salvó el Señor aquel día a Israel del poder de los egipcios, e Israel pudo ver a los egipcios muertos en la orilla del mar. Israel vio el prodigioso golpe que el Señor había asestado a los egipcios, temió al Señor, y puso su confianza en él y en Moisés su siervo.
Entonces Moisés y los israelitas cantaron este cántico al Señor. (Éx. 14, 15-15,1)

También María, la profetisa, tomó el pandero y con todas las mujeres se pusieron a cantar y bailar. Toda una fiesta después de lo que habían pasado.

A  veces preferimos la esclavitud a la libertad, es curioso, ¿no? La libertad nos supone un esfuerzo y es mejor dejarse llevar por lo conocido. ¡Cuántas veces los israelitas se encaran con Moisés en el desierto por hacerles caminar tanto para conseguir la libertad! Pero ¿qué otra cosa quiere Dios de nosotros más que seamos libres? No nos ha creado para que vivamos esclavos, sino libres, como los pájaros.

Me viene a la memoria aquel encuentro que tuvo Jesús con una persona que quería ser fiel a Dios: “Él le contestó: -Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud. Jesús lo miró con cariño y le dijo: -Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después sígueme.” (Mc. 10, 20-21)

No sé, ¿has tenido tú alguna vez esa experiencia? Me refiero a la experiencia de sentirte libre. Libre frente al qué dirán, a lo que se espera de ti, libre ante lo que “todo el mundo hace” Libre de poder ser tú realmente, libre para elegir, para saltar y volar. Libre para desprenderte de lo que pesa.

Haz memoria, seguro que en tu propia historia también has tenido encuentros con Dios de esos que te han hecho respirar libertad. Seguro que tienes en tu recuerdo momentos, lugares, que han marcado también tu camino de fe. Incluso puedes decir la hora o detalles concretos de alguno de esos momentos, sencillamente porque han calado en tu corazón, están ahí para recordar tu libertad.

Por cierto, en esta historia de Moisés también está marcada la hora, es “al amanecer” cuando son salvados del ejército del faraón, ¿te suena esto de “al amanecer”?

¡Un abrazo!

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Sábado santo (cuarta carta). 26 marzo, 2016

Sábado, 26 de marzo de 2016
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sabadosanto4Hola,

ya estamos en la mitad de nuestra ruta, ¿qué tal vas? ¿Respiras más hondo? Es interesante esto de la libertad, ¿verdad? Vivimos en una rueda tan esclavizante que como te salgas te conviertes en un pecador, ¡pero un pecador civil! ¡ja, ja, ja!

 Cuando leo la historia del pueblo atravesando las aguas para salvarse del ejército del faraón no puedo, ni quiero, evitar pensar en tantas personas que atraviesan las aguas para llegar a un lugar en paz. Me quedo pensando en qué hubiese sido de nosotros si a nuestros hermanos en la fe, aquellos israelitas, les hubiesen devuelto de nuevo al otro lado… Claro que hay una gran diferencia porque el texto de Moisés no es un texto histórico tal y como nosotros lo entendemos. Por eso la diferencia es grande, es enorme.

Y es que esto tiene mucho que ver con el siguiente texto que te propongo. El pueblo de Israel ahora está exiliado, lejos de su tierra, y se siente tremendamente desorientado y clama a su Dios. Es entonces cuando el profeta Isaías recibe la Palabra de Dios y dice:

Tu esposo es tu Creador,
su nombre es el Señor todopoderoso;
tu libertador es el Santo de Israel
se llama Dios de toda la tierra-.
El Señor te vuelve a llamar
como a mujer abandonada y abatida.
¿Podrá ser repudiada la esposa de tu juventud?
Esto dice tu Dios:
por un breve instante te abandoné,
pero ahora te acojo con inmenso cariño.
En un arrebato de ira  te oculté mi rostro por un momento,
pero mi amor por ti es eterno, dice el Señor, tu libertador-.
Me sucede como en tiempos de Noé,
cuando juré que las aguas del diluvio
no volverían a anegar la tierra;
ahora juro no volver a airarme contra ti,
ni amenazarte nunca más.
Aunque los montes cambien de lugar,
y se desmoronen las colinas, no cambiará mi amor por ti,
ni se desmoronará mi alianza de paz,
dice el Señor, que está enamorado de ti.
¡Ciudad desdichada y zarandeada a quien nadie consuela!
Voy a poner tus cimientos sobre malaquita,
y tus bases sobre zafiro;
haré de rubís tus almenas, tus puertas de diamantes,
y de piedras preciosas toda tu muralla.
A tus hijos los instruirá el Señor, gozarán de gran prosperidad.
Estarás completamente a salvo, libre de opresión y de temor,
ningún terror te inquietará. (Is. 54, 5-14)

¡Uf! Este texto es tremendo. ¿Has leído bien? ¡Enamorado de ti! ¡Un Dios enamorado! ¡Qué hermosura! Mira por donde que me ha dado por pensar que a Dios nunca lo representamos con ojos de enamorado. Las imágenes de la Trinidad suelen representarlo como un Dios enfadado, y vale, el texto admite que tuvo su arrebato de ira, pero ¿y lo que nos viene a decir? “mi amor por ti es eterno”.

Dios nos nos ha creado para olvidarse de nosotros, de ti. No se muestra como Dios de vivos para olvidarse de nosotros, no nos da la libertad para zafarse de nosotros. No. Dios nos ama, nos quiere, con un amor eterno, no un amor sensiblero o pasajero. Nada podrá cambiar su amor por nosotros. Y cómo no, me vienen a la memoria escenas en las que Jesús sorprende a todos, seguidores y detractores, con su actitud amorosa. Cuando le llevan una mujer sorprendida en adulterio, cuando se encuentra con la mujer encorvada, la que tenía hemorragias y estaba por tanto “contaminada”, cuando toca a los leprosos… ¡Tanto amor que transforma el mundo! ¡Tanto amor que Dios nos propone también para con nuestros hermanos!

Con esta noticia todo cambia, ¿no? ¡Todo! ¿De qué tener miedo? ¿De qué defenderse? ¿De qué huir si es Dios Quien está enamorado de tí?

Lee y vuelve a leer el texto una y otra vez hasta que se impregne todo tu ser de él, hasta que todas las excusas desaparezcan ante la certeza del Amor de Dios derramado en ti…

Te dejo con este bello poema:

Cuando me llamas
por mi nombre,
ninguna otra criatura
vuelve hacia ti
su rostro
en todo el universo.
Cuando te llamo
por tu nombre,
no confundes mi acento
con ninguna otra criatura
en todo el universo.

¡ Un abrazo enamorado!

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Sábado santo (quinta carta) 26 marzo, 2016

Sábado, 26 de marzo de 2016
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sabadosanto5¡Hola de nuevo!

Aquí seguimos, ¿te has dado cuenta que la gran revelación, Dios nos ama, está en la mitad de las siete lecturas? Es como si todo señalase hacia ella. Y tú me dirás, -“vale, pero qué hago yo con el Amor de Dios, ¿cómo puedo responder? ¿quién soy yo más que una pulguita en todo el universo?¿cómo voy a ser capaz de captarlo?”-

La respuesta está en el texto que viene a continuación. Verás lo que dice:

Venid por agua todos los sedientos;
venid aunque no tengáis dinero;
comprad trigo y comed de balde,
vino y leche sin tener que pagar.
¿Por qué gastáis el dinero en lo que no sacia,
el salario en lo que no quita el hambre?
Escuchadme atentamente y comeréis bien,
os deleitaréis con manjares.
Prestad atención, venid a mí;
escuchadme y viviréis.
Sellaré con vosotros una alianza perpetua,
seré fiel a mi amor por David.
Yo le constituí mi testigo ante los pueblos,
caudillo y señor de las naciones;
llamarás a un pueblo desconocido,
un pueblo que te ignora correrá hacia ti,
porque te honra el Señor, tu Dios,
el Santo de Israel.
Buscad al Señor mientras se deja encontrar,
invocadlo mientras está cerca.
Que la persona malvada abandone su camino,
y la criminal sus planes;
el Señor se apiadará de ella, si se convierte,
si se vuelve a nuestro Dios, que es rico en perdón.
Porque mis planes no son vuestros planes,
ni vuestro caminos como los míos,
oráculo del Señor.
Cuanto dista el cielo de la tierra,
así distan mis caminos de los vuestros,
mis planes de vuestros planes.
Como la lluvia y la nieve caen del cielo,
y sólo vuelven allí después de haber empapado la tierra,
de haberla fecundado y hecho germinar,
para que dé simiente a quien siembra
y pan a quien come,
así será la palabra que sale de mi boca;
no volverá a mí de vacío,
sino que cumplirá mi voluntad y llevará a cabo mi encargo. (Is. 55, 1-11)

¿Ves? Parece sencillo ¿no? Dice ¡Venid! ¡Comed, Bebed! Escuchad atentamente, prestad atención. Invócalo. No te olvides tú de Él. Búscalo. Porque, se me está ocurriendo preguntarte ¿qué buscas? ¿Tú a quién buscas? Esta es la misma pregunta que hacía Jesús a la gente: “Jesús se volvió y, al ver que le seguían, les dijo: -¿Qué buscáis?” (Jn. 1, 38)

Lo que nos propone Dios a través del texto es que hagamos una alianza con Él. ¿Sabes lo que significa la cruz roja y azul de la Orden Trinitaria? El color azul, que está en la parte horizontal, simboliza el lugar donde Dios habita, el color rojo es el amor. La cruz es una cruz griega, los dos palos, horizontal y vertical, son del mismo tamaño. El color rojo está por encima del azul y tiene un profundo sentido. Dios, se abre y derrama a la humanidad todo su Amor. Todo Él se derrama esperando que respondamos a su entrega. Es bonito, ¿verdad? Así que nos está esperando, te está esperando, ¿qué respondes? Jesús fue concebido gracias al Hágase de su madre, y toda su vida fue un “hágase” a su Padre, hasta el final…. ¿Quieres hacer una alianza perpetua con tu Dios? Ya sé que es una pregunta muy comprometida, pero es que de tu respuesta depende toda tu vida.

Aquí te dejo, a solas con Dios, no me corresponde a mí escuchar vuestra conversación.

¡Un abrazo grande!

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Sábado santo (sexta carta). 26 marzo, 2016

Sábado, 26 de marzo de 2016
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sabadosanto6¡Buenas tardes!

¿Ya has comido? Espero que sí porque si no a estas alturas tendrás la glucosa por los suelos. ¿Qué tal te está resultando el día? Parece mentira pero ya estamos en la sexta carta, casi terminando nuestro paseo.

Seguimos en el exilio, con el pueblo de Israel lejos de su tierra, intentando mantener su cultura en un lugar extraño. Y no están muy animados que se diga. Dios había prometido una gran descendencia a Abrahán, se había revelado como un enamorado, con un Amor eterno… pero como que no lo ven. Y mucho menos en estas circunstancias. ¡Ay, la libertad! Ya te dije que nos cuesta ser libres. Hay quien reniega de Dios por creer que es como un gran ojo que está controlando todo lo que haces… ¡Una pena tener esa imagen de Dios! Al contrario, nunca te obligará, eso sí, puede seducir tu corazón, pero tú has de dejarte seducir. Lo que pasa es que a veces nos dejamos seducir por lo que nos dispersa y no lleva por caminos sin salida… Algo así le había pasado a los israelitas. Pero Dios, enamorado como está, ya dijo que no volvería a darnos la espalda, así que envía a su profeta Baruc para decirnos:

Escucha, Israel,
los mandamientos que dan vida.
Pon atención para aprender a discernir.
¿Por qué, Israel, te encuentras en país enemigo,
envejeces en tierra extranjera,
te has contaminado con los muertos
y estás entre los que bajan al abismo?
Abandonaste la fuente de la sabiduría.
Si hubieras seguido el camino de Dios, vivirías en paz para siempre.
Aprende dónde está el discernimiento,
dónde la fuerza, dónde la inteligencia,
dónde la vida prolongada, dónde la luz para los ojos y la paz.
Pero ¿quién ha encontrado su lugar,
quién ha penetrado en sus tesoros?
Sólo aquél que todo lo sabe, la conoce;
sólo él la escrutó con su inteligencia.
Aquél que asentó la tierra para siempre
y la pobló de animales cuadrúpedos;
él manda a la luz y ella hace caso, la llama y temblando le obedece.
Brillan los astros y se alegran en su puesto de guardia;
él los llama y responden:
“Aquí estamos” y brillan alegres para su creador.
Éste es nuestro Dios,
ningún otro cuenta al lado de él.
Él penetró los caminos de la sabiduría
y se los enseñó a Jacob, su siervo, a Israel, su preferido.
Después apareció la sabiduría sobre la tierra,
y convivió con los hombres.
Ella es el libro de los mandatos de Dios,
la ley que subsiste eternamente;
todos los que la guardan, tendrán vida,
los que la abandonan, morirán.
Vuélvete, Jacob, y abrázala, camina al resplandor de su luz.
No cedas a otro su gloria,
ni tus privilegios a nación extranjera.
Dichosos nosotros, Israel, porque se nos ha revelado
lo que agrada al Señor.(Ba. 3,9-15. 32-4,4)

¿Hace cuánto que nos has dedicado tu valioso tiempo a contemplar sencillamente una noche estrellada? Es todo un espectáculo, es como contemplar el Misterio de la Creación. En esos momentos es fácil imaginarse a las estrellas, como dice el texto, brillando alegres para su Creador. ¡Qué poético… y qué real! Me refiero a real en comparación con las luces de neón que suelen cegarnos para bombardearnos con sus seducciones. Pero cuando alguien ha descubierto la luz real, la de verdad, ¿cómo ceder a las otras lucecitas su protagonismo? El texto acaba con una bienaventuranza, ¿te has dado cuenta? ¡Dichosos nosotros! ¡Y tanto! ¿Cómo no sentirte una criatura bendecida cuando has descubierto dónde está la fuerza, la inteligencia, la vida prolongada, en paz, la luz para los ojos?

Me gustaría invitarte a “religionar” tu vida, la vida. Bueno, vale,  la palabra “religionar” me la acabo de inventar, viene de religión. Etimológicamente, religión tiene tres raíces distintas pero similares: releyere (releer), religare (religar) y reeligiere (reelegir). Sí, ya sé que la palabra religión está muy poco de moda. Por alguna razón suena a “códigodenormasaseguiralpiedelaletra”. Pero no es así. Religión, “religionar”, tiene que ver con el discernimiento del que habla este texto. Con releer tu propia vida, y la vida de la humanidad a la luz de la presencia de Dios, el Creador, descubrir que el Amor de Dios va uniendo, como un hilo conductor, o como el cemento, todos los acontecimientos de la vida, y me refiero a los bonitos y también a los duros y complicados. Y por fin reelegir la vida al ritmo del latir de Dios, comprometerse con sabiduría de la mano de tu Dios.

Cuenta el Evangelio de Lucas que Jesús iba un día por el camino y: “Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino pidiendo limosna.  Al oír que pasaba la gente, preguntó qué sucedía. Le dijeron que pasaba Jesús de Nazaret.  Él gritó: -¡Jesús, Hijo de David, compadécete de mí! Los que iban delante lo reprendían para que callase. Pero él gritaba más fuerte: -Hijo de David, compadécete de mí.  Jesús se detuvo y mandó que se lo acercasen. Cuando lo tuvo cerca, le preguntó: -¿Qué quieres que te haga? Contestó: -Señor, que recobre la vista. Jesús le dijo: -Recobra la vista, tu fe te ha salvado. Al instante recobró la vista y le seguía glorificando a Dios; y el pueblo, al verlo, alababa a Dios. (Lc 18, 35-41)

Esta vez me despido con una bendición que escuché hace poco y me encantó, en chocante y un desafío:

Que Dios te bendiga con la INCOMODIDAD,
frente a las respuestas fáciles, las medias verdades, las relaciones superficiales,
para que seas capaz de profundizar dentro de tu corazón.
Que Dios te bendiga con la IRA,
frente a la injusticia, la opresión y la explotación de la gente,
para que puedas trabajar por la justicia, la libertad y la paz.
Que Dios te bendiga con LÁGRIMAS,
para derramarlas por aquellos que sufren el dolor, el rechazo, el hambre y la guerra,
para que seas capaz de estar a su lado,
reconfortándolos y convertir su dolor en alegría.
Que Dios te bendiga con suficiente LOCURA,
para creer que Él puede hacer diferente este mundo con tu pobreza,
para que creas que Dios puede lo que otros proclaman imposible.
Que Dios te bendiga con la NOCHE,
para que tus ojos se abran a una luz mayor, a una verdad por descubrir,
para que te haga entrar en comunión con la noche de los que ahora no ven,
para que descubras una mirada que siempre ha estado y siempre estará.
Que Dios te bendiga con la SOLEDAD Y EL ABANDONO de todos,
para que empieces por fin a darte cuenta de quiénes son y de quién eres tú,
para que te descubras en tu desnuda verdad y aprendas a AMAR.
Que Dios te bendiga con el CANSANCIO,
para que, por fin, descanses de ti mismo y de lograr,
para que aprendas a respirar, a estrenar, para que Dios descanse en ti y contigo.
Que Dios te bendiga con la POBREZA, la DESNUDEZ y el VACÍO que te asusta,
para que gustes la verdadera riqueza, el don inapreciable,
y te dejes arropar y evangelizar por los pobres,
Señor, bendíceme, bendícenos a todos, nuestras hermanas y hermanos, con lo que tú
sabes más necesitamos, con lo que tú más necesitas, COMO A TI TE DÉ LA GANA…

¡Un abrazo en la Luz que pronto celebraremos!

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Sábado santo (séptima y última carta). 26 marzo, 2016

Sábado, 26 de marzo de 2016
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sabadosanto7¡Hola!

Vaya, parece que la carta anterior me ha quedado un poco larga, ¿no? Es por que quise añadir esa bendición, ¿a que te ha gustado? Es un regalo para que la guardes y la leas de vez en cuando.

“En el arte de caminar lo importante no es no caer, sino el no permanecer caídos; levantarse enseguida y continuar adelante”. Así hablaba el Papa Francisco a unos estudiantes. Y me parece una buena manera de acoger la vida. Ya termino esta serie de cartas que te he escrito para acompañarte en este sábado santo de tanta expectación. El último texto de la Palabra de Dios nos habla de continuar adelante a pesar de las meteduras de pata. De volver a empezar. Dios nos anuncia que hará todo nuevo. Lo que más me impresiona de este texto es el final “vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios” Es como darnos la identidad, porque un poco antes Dios nos dice que infundirá su espíritu en nosotros. ¿Qué más puede hacer por sus criaturas?

Recibí esta palabra del Señor:
Hijo de hombre,
cuando el pueblo de Israel habitaba en su tierra
la profanó con su conducta y sus acciones.
Yo me enfurecí contra ellos,
por haber cometido tantos asesinatos
y haberse contaminado rindiendo culto a los ídolos.
Yo los he dispersados entre las naciones,
los he esparcido por diversos países;
los he juzgado según su conducta y sus acciones.
Al llegar a las diversas naciones, profanaron su santo nombre,
pues decían de ellos:
“Son el pueblo del Señor y han tenido que abandonar su tierra”.
Así que yo tuve que defender mi santo nombre profanado
por el pueblo de Israel entre las naciones a las que fue.
Por eso, di a los israelitas:
Esto dice el Señor:
No hago esto por vosotros, pueblo de Israel,
sino por mi santo nombre que vosotros habéis profanado en medio de las naciones adonde fuisteis.
Haré que sea reconocida la grandeza de mi nombre,
que vosotros profanasteis entre las naciones.
Así, cuando haga que por medio de vosotros sea reconocida mi grandeza en presencia de las naciones, sabrán que yo soy el Señor.
Oráculo del Señor.
Os tomaré de entre las naciones donde estáis,
os recogeré de todos los países y os llevaré a vuestra tierra.
Os rociaré con agua pura y os purificaré
de todas vuestras impurezas e idolatrías.
Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo;
os arrancaré el corazón de piedra y os daré un corazón de carne.
Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que viváis según mis mandamientos,
observando y guardando mis leyes.
Viviréis en la tierra que di a vuestros antepasados;
vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios. (Ez 36, 16-17a. 18-28)

¿Se puede hacer algo más? Sí, se puede, y Dios lo hizo, se hizo una persona como cualquiera de nosotras. Y nos enseñó en carne y hueso lo que por medio de los textos que hemos leído quería trasmitirnos. Dios es nuestro creador, Dios de vivos, quien nos da la libertad, quien nos ama eternamente, quien nos propone una alianza perpetua y quien nos revela nuestra más íntima identidad. Somos pueblo de Dios y también somos hijas de Dios. ¿Tú no has oído en tu corazón: “eres mi hija amada, mi hijo amado?

Lo más real de la es el amor. Que nadie ni nada te haga olvidar esta gran verdad. Y a partir de ahora, tienes 50 hermosos días para impregnarte del aroma de la Pascua, de la resurrección, de la Vida.

Nada más, me despido. Ha sido un placer compartir este día contigo. Nos encontraremos esta noche en la Vigilia Pascual, con un montón de personas más que saben, como tú y como yo, dónde está la Luz que alumbra el Amor.

¡Un abrazo lleno de Vida!!!

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