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Archivo para Domingo, 13 de marzo de 2016

Jesús, el libre…

Domingo, 13 de marzo de 2016
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Del blog de Henri Nouwen:

jesus

“Jesús fue verdaderamente libre. Su libertad estaba arraigada en su conciencia espiritual de que era el hijo amado de Dios, Sabía, en lo profundo de su ser, que pertenecía a Dios antes de nacer, que había sido enviado para proclamar el amor de Dios y que retornaría a Dios después de haber cumplido su misión. Esto le dio la libertad de hablar y obrar sin tener que complacer al mundo y el poder de responder al sufrimiento de las gentes con el amor de Dios, que sana.

Por eso dice el Evangelio : ‘Toda la multitud buscaba tocarlo, porque de él salía una virtud que sanaba a todos (Lucas 6, 19).”
*
Henri Nouwen
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Jesus y la adultera

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.

Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:

“Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?”

Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.

Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.

Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:

– “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.”

E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.

Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.

Y quedó sólo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó:

– “Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?

Ella contestó:

– “Ninguno, Señor.”

Jesús dijo:

“Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.”

*

Juan 8, 1-11

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El-derecho-a-la-libertad - copia***

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“Revolución ignorada”. 5 de Cuaresma – C ( Juan 8,1-11)

Domingo, 13 de marzo de 2016
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5-CUAR-600x632Le presentan a Jesús a una mujer sorprendida en adulterio. Todos conocen su destino: será lapidada hasta la muerte según lo establecido por la ley. Nadie habla del adúltero. Como sucede siempre en una sociedad machista, se condena a la mujer y se disculpa al varón. El desafío a Jesús es frontal: «La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras. Tú ¿qué dices?».

Jesús no soporta aquella hipocresía social alimentada por la prepotencia de los varones. Aquella sentencia a muerte no viene de Dios. Con sencillez y audacia admirables, introduce al mismo tiempo verdad, justicia y compasión en el juicio a la adúltera: «el que esté sin pecado, que arroje la primera piedra».

Los acusadores se retiran avergonzados. Ellos saben que son los más responsables de los adulterios que se cometen en aquella sociedad. Entonces Jesús se dirige a la mujer que acaba de escapar de la ejecución y, con ternura y respeto grande, le dice: «Tampoco yo te condeno». Luego, la anima a que su perdón se convierta en punto de partida de una vida nueva: «Anda, y en adelante no peques más».

Así es Jesús. Por fin ha existido sobre la tierra alguien que no se ha dejado condicionar por ninguna ley ni poder opresivo. Alguien libre y magnánimo que nunca odió ni condenó, nunca devolvió mal por mal. En su defensa y su perdón a esta adúltera hay más verdad y justicia que en nuestras reivindicaciones y condenas resentidas.

Los cristianos no hemos sido capaces todavía de extraer todas las consecuencias que encierra la actuación liberadora de Jesús frente a la opresión de la mujer. Desde una Iglesia dirigida e inspirada mayoritariamente por varones, no acertamos a tomar conciencia de todas las injusticias que sigue padeciendo la mujer en todos los ámbitos de la vida. Algún teólogo hablaba hace unos años de «la revolución ignorada» por el cristianismo.

Lo cierto es que, veinte siglos después, en los países de raíces supuestamente cristianas, seguimos viviendo en una sociedad donde con frecuencia la mujer no puede moverse libremente sin temer al varón. La violación, el maltrato y la humillación no son algo imaginario. Al contrario, constituyen una de las violencias más arraigadas y que más sufrimiento genera.

¿No ha de tener el sufrimiento de la mujer un eco más vivo y concreto en nuestras celebraciones, y un lugar más importante en nuestra labor de concienciación social? Pero, sobre todo, ¿no hemos de estar más cerca de toda mujer oprimida para denunciar abusos, proporcionar defensa inteligente y protección eficaz?

José Antonio Pagola

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Domingo 13 de marzo de 2016. 5º de Cuaresma

Domingo, 13 de marzo de 2016
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21-cuaresmaC5 cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 43, 16-21: Mirad que realizo algo nuevo y apagaré la sed de mi pueblo.
Salmo responsorial: 125: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Filipenses 3, 8-14: Por Cristo lo perdí todo, muriendo su misma muerte.
Juan 8, 1-11: El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.

El texto del discípulo de Isaías es característico de su teología. Se lo ha llamado con frecuencia el “profeta del nuevo éxodo” (35,6; 41,18ss) y el texto que comentamos lo muestra claramente. Con la fórmula clásica del “enviado” (“así dice…”) comienza la unidad; como ocurre con mucha frecuencia Dios es presentado por lo que “hace”. La misma concluye en el v.21 ya que en v.22 comienza un nuevo oráculo de estilo muy diferente, con lo que el texto de la liturgia presenta claramente una unidad “redonda”. El estilo es hímnico, como se nota en los paralelismos (semejante a 40,22s; Sal 104,2ss; 136,5ss).

Es interesante que presenta una larga introducción (vv.16-17) sobre el pasado haciendo memoria de los acontecimientos del éxodo (Ex 13-14), pero con una serie de tiempos verbales que debemos tener presentes ya que se los dos primeros son participios (que traza, que hace salir), los dos segundos son imperfectos (se echarán, no se levantarán) y recién los dos últimos son imperfectos, y claramente pasados (se apagaron, se extinguieron), por lo que el marco principal es el presente que pone al lector “en medio” de los acontecimientos, con lo que recuerda a Israel que su fe no radica en los acontecimientos del pasado sino en Dios que “hace” esas cosas.

Lo llamativo es que después de toda esta introducción nos viene a decir en v. 18: “no se acuerden de las cosas pasadas” (no debe leerse como pregunta, como hacen algunas Biblias); las cosas “pasadas” son las del éxodo, como vemos en 41,22; 42,9; 43,9; 49,9; 48,3. ¿Por qué no recordar lo que acaba de poner en la memoria? La memoria (“¡recuerda!”) es fundamental en Israel (Sal 78), y por eso es importante la historia. Ciertamente porque lo que viene “es nuevo”, ya no estamos ante un río que se seca para que un pueblo pase, sino ante un desierto que se llena de agua para que el pueblo beba; lo nuevo es el camino en el desierto (35,8-10; 40,3-4), y el agua y la vegetación en ese lugar (35,6-7; 41,18-19). Es interesante recordar que el desierto es -para el tiempo del éxodo- un lugar terrible (“enorme y temible”, Dt 1,19; 8,15), allí Dios dio agua de la roca, y alimento del cielo; lo que ahora va a realizar —y realiza— es notablemente superior que hace empalidecer lo “antiguo”. Los acontecimientos que narra nos recuerdan lo que nos dice que no debemos recordar, y ahora en imperfecto: es algo que “se está haciendo”. Entre la doble referencia al agua en el desierto, aparece una extraña imagen: los que glorifican a Dios son los animales del desierto, no el pueblo (aunque estos parecen ocupar su lugar, como es frecuente, por ejemplo en los sacrificios, y se confirma en el relato con la doble referencia “mi pueblo, mi elegido”). Es este pueblo el que contará las alabanzas de Yavé (ver 43,10; 44,8), y es presentado como el pueblo que “me modelé”, con lo que regresamos a las imágenes de creación, muy frecuentes en el discípulo de Isaías (ver 43,1.7).

Lo que quiere destacar el autor es que no hay que quedarse en los acontecimientos del pasado por más maravillosos que hayan sido; quedarse en los acontecimientos y no en Dios es una forma sutil de idolatría, lo que hay que recordar es a Dios que es quien las hizo, hace y hará. El éxodo es el acontecimiento arquetípico y por eso es modelo de acontecimientos nuevos, no es algo en lo que Dios se ha estancado en el pasado. La “sola memoria” puede ser peligrosa, no puede ser un permanecer “estancados”, no tiene valor si no va acompañada de la esperanza, si no prepara futuro.

En la carta a los Filipenses vemos que lo que ha cambiado a Pablo dando un nuevo enfoque a su vida es el “conocimiento de Cristo Jesús”. Es cierto que otro “conocimiento” puede ser inútil o hasta perverso, pero si de conocimiento de Cristo se trata, ese llegará a su plenitud al final de los tiempos donde “conoceré, como soy conocido (por Dios)”, 1 Cor 13,12. Todo es “a causa de Cristo” (v.7). La esperanza judía en el mesías era ciertamente futura, pero Pablo es consciente que ya ha conocido. Sin embargo, todas las esperanzas de Israel, que tan bien quedan expresadas en Rom 9,4-5 no han “conocido” y han quedado al margen. Esto es, para Pablo, un motivo de gran dolor, como lo manifiesta especialmente (9,3). Pero para Pablo, todo lo que preparaba la llegada de Cristo, ya no tiene sentido, como el pedagogo (Gal 3,24-25) no tiene sentido una vez que el niño ha llegado a la escuela a la cual él lo llevaba. Es importante notar como Pablo empieza a poner los cimientos para una marcada separación entre Israel y la Iglesia, todo lo anterior, en comparación con Cristo es nada menos que estiércol.

El lenguaje que Pablo destaca es económico “pérdida – ganancia” pero sobre todo deportivo. Pablo pretende (notar la semejanza con el lenguaje de 1 Cor 13 que acabamos de mencionar): “ganar a Cristo y ser encontrado por él”. Las imágenes deportivas no son extrañas a Pablo (1 Cor 9,24-27; 2 Cor 4,8-9), y le sirven a Pablo como un ejemplo más para destacar algo que ya ha comenzado pero aún no ha concluido. Sin embargo, Pablo no pretende que las imágenes sean suficientes, él no corre con sus propias fuerzas, no espera llegar con su “justicia”, no lo ha alcanzado sino que fue él mismo alcanzado por Cristo . Aunque más “al pasar” que en Gálatas y Romanos, queda planteado el tema de la fe y las obras. Pablo sabe que colabora con la obra de Dios, pero sabe que no son sus fuerzas las que le permiten alcanzar la meta (notar esto tan característico de Pablo: conocer – ser conocido, ganar – ser hallado, alcanzar – ser alcanzado). La justificación -la meta- sólo puede venir de la iniciativa de Dios, no por la ley sino por la fe.

Como no conocemos el contexto de este relato del evangelio de Juan, que es un relato añadido, no sabemos las razones por las cuales a Jesús quieren “ponerle una trampa”. Pero dada la semejanza con los acontecimientos del final de la vida de Jesús, según nos cuentan los Sinópticos, podemos pensar que el drama ya se ha desencadenado y se pretende por todos los medios encontrar argumentos para un juicio que ya está decidido. En ese sentido, el texto es semejante al de la moneda del impuesto al César. Tampoco es fácil saber exactamente cuál es la trampa, pero parece ser ponerlo en la disyuntiva entre ser fiel a la ley de Moisés, y consentir en que la adúltera sea apedreada, con lo que su insistencia en la misericordia se revela “hipócrita”, o insistir en la misericordia con lo que se manifiesta como infiel a lo mandado por Moisés.

A Jesús no van a buscarlo porque confíen en su buen criterio o porque reconozcan autoridad a su palabra, o porque él pueda decidir la suerte de la mujer. En realidad, en este drama ni Jesús ni la mujer son importantes. Ambos son rechazados por los escribas y fariseos. Jesús, porque buscan atraparlo, la mujer porque es una simple excusa para ese objetivo. Por eso, porque su palabra en realidad no importa es que el Señor se inclina para escribir en tierra. Manifiesta su desinterés por la cuestión, como ellos también la manifiestan.

Somos tan prontos a juzgar y condenar, nosotros los hombres. ¡Es tan fácil en este caso! Nada menos que una adúltera, descubierta en plena infidelidad. Hay que aplicarle el rigor de la ley: ¡debe ser apedreada! De paso, veremos cuánto de fiel a la ley es Jesús. La actitud del Señor no parece ser muy atenta; casi, hasta parece indiferente … Juzgar y condenar, en nuestras actitudes, muchas veces van de la mano, se le parecen. Los hombres ya condenaron, falta que hable Jesús, para condenarlo también a él.

¿Sexo? ¡Horror! Para tantos, todavía sigue siendo el más grave y horroroso de los pecados. Es cierto que muchas veces nos hemos ido al otro extremo, y no hablamos ya del tema, pero cuántas veces nos encontramos con actitudes o comentarios que parecen que el único pecado existente es el pecado sexual. La envidia, la ambición, la falta de solidaridad, la injusticia, la soberbia, y tantos otros, parecen no existir en la “lista”. El sexo es “el” pecado. Esa es, también, la actitud de los acusadores de la mujer: fue descubierta en pleno pecado, ¡debe ser apedreada! “-Muy bien, el que no tenga pecado, tire la primera piedra“. Y, casualmente, los primeros en retirarse son los ancianos, los que ya no tienen “ese” pecado. Muchos pecados hay, no uno, pero nosotros juzgamos, ¡y hasta condenamos!

Sería casi sin sentido hacer una lista de todos los pecados de nuestro presente; sería sin sentido porque sería interminable: basta con leer casi cada página de los diarios… ¿Quién considera pecado sus opciones políticas que miran sus intereses y no lo que mejor beneficie la causa de los pobres? ¿Quién considera pecado su falta de solidaridad con los marginados de su mismo barrio o región? ¿Quién considera pecado su “no te entrometas“, o su falta de compromiso político para que los pecados desaparezcan?… Y, en esa misma línea: ¿quién no considera un pecado atroz y gravísimo a una madre soltera, o todo lo relacionado con el sexo?, ¿quién no considera verdaderamente intolerable toda cercanía siquiera con prostitutas…?

Este, que hoy leemos, fue el texto comentado por monseñor Romero en su célebre última homilía: “No encuentro figura más hermosa de Jesús salvando la dignidad humana, que este Jesús que no tiene pecado, frente a frente con una mujer adúltera… Fortaleza pero ternura: la dignidad humana ante todo… A Jesús no le importaban (los) detalles legalistas… Él ama, ha venido precisamente para salvar a los pecadores… convertirla es mucho mejor que apedrearla, ordenarla y salvarla es mucho mejor que condenarla… Las fuentes (del) pecado social (están) en el corazón del hombre… nadie quiere echarse la culpa y todos son responsables… de la ola de crímenes y violencia… la salvación comienza arrancando del pecado a cada hombre.” “–No peques más”. Leer más…

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Dom 13.3.16. Jesús y la adúltera , un riesgo llamado mujer

Domingo, 13 de marzo de 2016
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Kundrakudi-Adheenam-at-Kalai-Kaviri2Del blog de Xabier Pikaza;

Domingo 5 de Cuaresma. Ciclo C. Jn 8, 1-11 y Dan 13. Este evangelio expone un tema inquietante, que puede y debe entenderse no sólo a partir de Dan 13 (el texto base el Antiguo Testamento), sino desde la actitud de Jesús y desde la situación de la mujer en el momento actual.

‒ Antiguo Testamento, línea de “ley”. Susana es inocente y el sabio Daniel la salva, condenando a muerte a sus acusadores que son los adúlteros, los malos jueces, de manera que se cumple así la Ley: Las mujeres buenas son honradas, las adúlteras deben ser condenadas. Pero mil y mil veces no se cumple esta historia, y las mujeres inocentes son objeto de trata y persecución injusta, sometidas bajo el poder de unos hombres violentos.
‒ Ejemplo de Jesús. Por el contrario, la adúltera de Jn 8 es culpable, según ley, y, sin embargo, Jesús no la condena, por razones irá viendo el evangelio… Ciertamente, en un sentido, ella es culpable… Pero en otro más profundo son más culpables todavía sus jueces, representantes de una sociedad que oprime y explota a las mujeres.

images‒ Situación actual… Este relato de la adúltera (con el antecedente de Susana, la mujer de Dan 13) nos pone en el centro de una sociedad (y de una Iglesia) inquietante, que ha seguido y sigue manejando a las mujeres, como si ellas fueran culpables de un pecado especial. Seguimos en un mundo que margina a las mujeres, en muchos lugares, en muchas situaciones, acusándolas luego de “adúlteras”, peligrosas para los buenos varones.

El problema no está sólo en ciertos lugares del integrismo musulmán… El pecado es nuestro también, del primer mundo… Un problema inquietante. Lea quien tenga tiempo y quiera penetrar en unos de los pasajes más significativos de la Escritura cristiana. Buen domingo a todos.

1. TEXTO. JUAN 8, 1-11

Estos dos pasajes (Susana y la adúltera) forman parte de la trama de nuestra historia. Susana refleja la buena ley de las películas con happy end (aunque la mayoría de las mujeres acusadas de adulterio, muchas veces falso, no logran ese fin bueno…). Jesús es testigo de una gracia y de un perdón (de una conversión) abierta a todos:

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?”
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.” E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.

Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó sólo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?” Ella contestó: “Ninguno, Señor.” Jesús dijo: “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más” (Jn 8, 1-8)

En este contexto debemos recordar el mandamiento, precisando que el séptimo mandamiento de la Biblia (no cometerás adulterio: Ex 20, 6; Dt 5, 18) no condena en general los malos pensamientos o deseos, ni siquiera la fornicación entre personas libres, sino el adulterio como ruptura radical del matrimonio, mirado en principio desde la perspectiva del derecho del varón.

Por eso se ha aplicado casi sólo a la mujer casada, entendida como propiedad del marido y madre de sus hijos: ella es la que peca si copula con otros, corriendo el riesgo de dar a su marido hijos ajenos. De manera consecuente, para proteger la integridad de la familia, partiendo del derecho del varón-patriarca, la ley de Israel (lo mismo que otras legislaciones) ha condenado a las adúlteras a muerte (cf. Gen 38, 24; Lev 20, 10), extendiendo así una mancha horrible de opresión y sangre para las mujeres a lo largo de la historia.

2. SUSANA, ESPOSA FIEL Y JUSTIFICADA.

Susana es una esposa fiel a la que persiguen y quieren matar unos jueces perversos de Israel. Es una mujer noble y rica, casada con Joaquín, un judío principal del exilio de Babilonia (Tobit formaba parte de los exilados de Asiria, en Nínive). Su historia constituye el argumento básico de una novelita que ha sido añadida al texto antiguo (hebreo y arameo) del Libro de Daniel. Parece que el original ha sido hebreo o arameo, pero sólo se conserva en griego, dos versiones, bastante diferentes: la canónica, de Dan 13 LXX, y la de Teodocion).

Se trata de una narración piadosa, que sirve para destacar la «sabia y dura» justicia de la ley, que, al fin, termina condenando a los culpables (a los falsos jueces) y salvando a Susana, la inocente, a la que acusan de adulterio. Con Susana, la buena mujer, el protagonista de la historia es Daniel, juez sabio (que descubre el engaño de los jueces falsos y les condena a muerte).

El riesgo del adulterio

En el fondo de esta narración se encuentra el riesgo de adulterio de la mujer, un riesgo condenado por los textos básicos de la ley judía (Ex 20, 6; Dt 5, 18), que quieren salvaguardar la unidad matrimonial (desde la perspectiva del varón). Ciertamente, el adulterio es cosa de dos (un varón, una mujer), pero tanto en la Biblia como en la tradición posterior, su condena se entiende desde el contexto de la mujer casada, entendida como propiedad del marido y como madre de sus hijos. Es ella la que peca si se acuesta con otros hombres, corriendo el riesgo de dar a su marido hijos “ajenos”. Por eso, con el fin de proteger la integridad de la familia, desde la línea del varón-patriarca, la ley de Israel (lo mismo que otra leyes) ha condenado a las mujeres adúlteras a muerte. Así comienza el texto:

Vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín. Se había casado con una mujer llamada Susana, hija de Jelcías, que era muy bella y temerosa de Dios. Los padres de Susana eran justos y habían educado a su hija según la ley de Moisés.
Joaquín era muy rico, tenía un jardín contiguo a su casa, y los judíos solían acudir donde él, porque era el más prestigioso de todos. Aquel año habían sido nombrados jueces dos ancianos, escogidos entre el pueblo… Venían éstos a menudo a casa de Joaquín, y todos los que tenían algún litigio se dirigían a ellos. Cuando todo el mundo se había retirado ya, a mediodía, Susana entraba a pasear por el jardín de su marido. Los dos ancianos, que la veían entrar a pasear todos los días, empezaron a desearla. Perdieron la cabeza dejando de mirar hacia el cielo y olvidando sus justos juicios. Estaban, pues, los dos apasionados por ella (Dan 13, 1-8).

A partir de aquí se teje la historia, centrada en el acoso de los jueces-acianos y en la honestidad de Susana, que opta por mantenerse fiel a Dios “siendo fiel a su marido”, aunque corra por ello el riesgo de ser condenada a muerte. El texto supone que Susana es bella y religiosa (13, 2), según la educación que ha recibido en su familia: es hija de Jelcías, tiene hijos… (cf. 13. 3. 30. 63). De esa forma aparece como signo de los auténticos judíos que viven en este mundo conforme a la ley de Dios (cf. Dan 13, 57), en medio de la dura prueba que ella padece y de la que sale vencedora, con la ayuda de Daniel (=Juez justo o Juez de Dios). Leer más…

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La adúltera y los hipócritas. Domingo 5º de Cuaresma. Ciclo C.

Domingo, 13 de marzo de 2016
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hipocresia-proxenetismo_image006Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En el contexto de la Cuaresma, la liturgia nos ofrece un evangelio muy adecuado, que habla de pecado y perdón, a partir de un hecho concreto: una mujer sorprendida en adulterio. Se trata de un pecado condenado en todas las legislaciones antiguas y en el Decálogo. El problema que plantean a Jesús es qué hacer con la adúltera. Del tema ya se habían ocupado los legisladores antiguos.

La ahogamos con el adúltero (Código de Hammurabi)

            Es la respuesta del famoso Código de Hammurabi, rey de Babilonia muerto hacia 1750 a.C. En el párrafo 129 dictamina: “Si la esposa de un hombre es sorprendida acostada con otro varón, que los aten y los tiren al agua [al río Éufrates]; si el marido perdona a su esposa la vida, el rey perdonará también la vida a su súbdito.” Adviértase que la ley empieza por la mujer, pero los dos merecen la condena a muerte, aunque cabe la posibilidad de que el marido perdone.

La apedreamos (escribas y fariseos)

            En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?” Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.

El apedreamiento es el procedimiento más frecuente en la Biblia para ejecutar a un culpable. Cosa lógica ya que en Israel no abunda el agua, como en Babilonia, y sí las piedras. Sin embargo, estos escribas y fariseos no habrían aprobado un examen de Biblia por dos motivos.

1) La Ley de Moisés, que usa a menudo el verbo “apedrear” para hablar de un castigo a muerte, nunca lo aplica al adulterio. El texto que podrían invocar sería este del Deuteronomio: “Si uno encuentra en un pueblo a una joven prometida a otro y se acuesta con ella, los sacarán a los dos a las puertas de la ciudad y los apedrearán hasta que mueran: a la muchacha porque dentro del pueblo no pidió socorro y al hombre por haber violado a la mujer de su prójimo” (Dt 22,23-24). Pero esta ley no habla de adulterio, sino de violación (aparentemente consentida) de una muchacha.

2) Si tienen tanto interés en cumplir la Ley de Moisés, al primero que deberían haber traído ante Jesús es al varón, ya que también a él lo han sorprendido en adulterio y por él comienza la ley (“Si uno encuentra a una joven…y se acuesta con ella”). Hay un caso en el que solo se habla de apedrear a la muchacha, pero tampoco se trata de adulterio, sino de la que ha perdido la virginidad mientras vivía con sus padres. Cuando se casa, su marido lo advierte y lo denuncia, si la denuncia es verdadera “sacarán a la joven a la puerta de la casa paterna y los hombres de la ciudad la apedrearán hasta que muera, por haber cometido en Israel la infamia de prostituir la casa de su padre”. (Dt 22,20-21).

¿Cómo puede un escriba, con tantos años de estudios bíblicos, cometer estos errores elementales? ¿Por ignorancia? ¿Por el deseo de interpretar la ley de la forma más rigurosa posible? ¿Para poner a Jesús en un aprieto y poder acusarlo, como dice Juan? Efectivamente, si la perdona, no cumple la ley; si dice que la apedreen, demuestra que no tiene esa compasión de la que tanto presume.

La perdonamos (Jesús)

            Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: “El que no tiene pecado, que le tire la primera piedra.” E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.     Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?” Ella contestó: “Ninguno, Señor.” Jesús dijo: “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.”

            Jesús no precipita su respuesta. Le piden una opinión (“¿qué dices tú?”) pero se calla la boca y escribe en el suelo. Ellos insisten. Buscan lana y salen tranquilados. “Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”. El principal pecado de escribas y fariseos no es la ignorancia, ni el rigorismo, sino la hipocresía.

Cuando se retiran, solo quedan Jesús y la mujer, ella de pie en el centro. Un imagen de gran impacto, digna de la mejor película. Por suerte para la mujer, Jesús no es un confesor a la vieja usanza. No le pregunta cuántas veces ha cometido adulterio, con quién, dónde, cuándo. Se limita a dos preguntas breves (“¿dónde están?, ¿nadie te ha condenado?”) y a la absolución final: “Yo tampoco te condeno. Ve y en adelante no peques más”.

A veces se habla de la actitud de Jesús con los pecadores de forma muy ligera, como si los abrazase y aceptase su forma de vida. Pero a la mujer no le dice: “No te preocupes, no tiene importancia; ya sabes a quién tienes  que acudir la próxima vez”. Lo que le dice es: “en adelante no peques más”. Se lo dice por su bien, no porque corra peligro de ser apedreada. A este caso, cambiando de género, se puede aplicar el proverbio bíblico: “El adúltero es hombre sin juicio, el violador se arruina a sí mismo” (Prov 6,32). Eso es lo que Jesús no quiere, que la mujer se arruine a sí misma.

El buen ejemplo de los escribas y fariseos

            A pesar de su hipocresía y mala idea, hay que reconocerles algo bueno: se van retirando poco a poco, empezando por los más viejos. Hoy día, somos muchos los que conocemos la opinión de Jesús pero seguimos considerándonos buenos y no vacilamos en apedrear (más con palabras y juicios condenatorios que con piedras) a quien hemos elegido como víctima.

Nota: Un texto escandaloso

            Este pasaje del evangelio es de los más desconcertantes para los especialistas. Forma parte del evangelio de Juan, pero falta en los mejores manuscritos, códices y leccionarios; otros lo trasladan al final del evangelio de Juan; y algunos lo traen en el evangelio de Lucas (después de 21,38s o de 24,53). Como si hubiese sido una hoja suelta que muchos dudaban de incluir y otros no sabían dónde meter.

No es raro que este pasaje provocase dificultades. Con el criterio “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra” podrían verse libres desde los terroristas del Isis hasta los ladrones de guante blanco. Naturalmente, no es eso lo que pretende Jesús. Sus palabras finales a la mujer, “no peques más”, dejan claro que no defiende un mundo en el que cada cual hace lo que quiere.

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V Domingo de Cuaresma. 12 marzo, 2016

Domingo, 13 de marzo de 2016
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cuaresmaVDom2016

“Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
“el que esté sin pecado, que tire la primera piedra”.
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo”
(Jn 8, 7-8)

Dime, Maestro: ¿qué escribías en el suelo? Siempre que vuelve este texto me lo pregunto… y algunas veces hasta me lo he contestado: palabras de perdón, de reconciliación, de comprensión… Pero hoy que vuelve el texto me lo vuelvo a preguntar: ¿qué escribías en el suelo? ¿qué escribes hoy en el suelo? ¿qué palabras tienes para quienes me acusan, me persiguen, me entregan?

Sí, lo hacen conmigo, pero sobre todo con otras tantas personas, especialmente mujeres, en demasiados lugares de nuestro mundo. Hoy, ahora, una mujer está siendo acusada, vejada, puesta en evidencia…como lo fue la mujer sorprendida en adulterio en el Templo. Y me pregunto: ¿tendrá la mujer de hoy quien la defienda, quien la dignifique, quien escriba en el suelo de su historia palabras de liberación y de perdón?

Y me brota del corazón un deseo: ¡Hazme palabra, Jesús! Una palabra que Tú escribas hoy en nuestro suelo. Una palabra de consuelo. Una palabra de ánimo. Una palabra de lucha. Una palabra de dignidad. Una palabra de confrontación. Una palabra de perdón.

Haznos a todos “palabra”, como aquellas palabras que un día escribiste en el suelo del Templo. Palabras silenciosas que hicieron caer las piedras, los juicios y las condenas. Palabras escondidas que ablandaron corazones endurecidos y convirtieron la condena de la ley en el encuentro con el amor misericordioso. Palabras que rozaron el corazón herido de una mujer y le devolvieron la dignidad y la luz que necesitaba para caminar. Palabras que cambian el rumbo de la historia y la adentran por los senderos del Reino.

“Gracias, Trinidad Santa,
por escribir en el suelo de nuestro hoy
las letras suaves de tu amor y tu ternura para con nosotras.”

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Equipo itinerante: misioneros llevando el Evangelio a lo largo y ancho del Amazonas

Domingo, 13 de marzo de 2016
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equipo-itinerante_560x280Como el Jesús Libre, estos seguidores y seguidoras de Jesús, se entregan a los más desfavorecidos desbrozando, abriendo caminos de Libertad y Justicia…

“En los indígenas están evidentemente las semillas del Reino”

Siempre en las fronteras, llamados a reproducir la forma de hacer misión de Jesús

(Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en Brasil).- Hay experiencias misioneras que resultan desafiantes y al mismo tiempo despiertan en quien las conoce un sentimiento de admiración por la radicalidad que encierran. Una de esas realidades es el Equipo Itinerante. En 1996 los jesuitas de la Amazonia brasileña decidieron comenzar a pensar en una forma diferente de hacer misión.

En 1998 fueron liberados los tres primeros jesuitas para este nuevo desafío a los que se unió una hermana de la Congregación de las Canónigas de Nuestra Señora. Es con ellos, una hija del Sagrado Corazón de Jesús y una laica de la diócesis de Nuevo Hamburgo, como comenzaron a caminar en el año 2000, teniendo como base un palafito de la ciudad de Manaos.

misonero-del-equipo-itininerante-preparandose-para-un-ritualClaudio Perani, el entonces superior de los jesuitas de la Amazonia, les dio unas pistas para comenzar a caminar: “anden por la Amazonia y escuchen lo que el pueblo habla, participen de la vida cotidiana del pueblo, observen y registren todo cuidadosamente, no se preocupen con los resultados, el Espíritu irá mostrando el camino. ¡Coraje! Comiencen por donde puedan…“.

A partir de ahí, siempre con un pie dentro y otro fuera, han pretendido escuchar, despertar, incentivar y apoyar a las personas, grupos y proyectos de iniciativa de los ribereños, indígenas y gente de las periferias urbanas. Quieren que los pobres y excluidos se conviertan en sujetos históricos de su propia liberación, se reconozcan como hijos predilectos de Dios y, desde los valores evangélicos, humanicen todo lo que les envuelve.

Se sienten llamados a reproducir la forma de hacer misión de Jesús y las primeras comunidades cristianas desde la itinerancia, la inserción, la interinstitucionalidad y la interfronterinidad. Para eso son conscientes de que deben caminar al ritmo de la canoa, del pueblo, de su lógica y proyectos, en la teoría y la práctica, con paciencia y creatividad que lleve a no dar soluciones prefabricadas, haciendo visitas periódicas, de modo gratuito, con una actitud de escucha, acogida y deseo de aprender que lleve a inserirse entre los pobres, excluidos y diferentes, a estar con quien nadie quiere estar, donde nadie quiere estar y como nadie quiere estar.

donde-nadie-quiere-estarSiempre en las fronteras, al lado de aquellos que no entienden los porqués de estas divisiones, como los tikunas, con quienes convivieron en la triple frontera entre Perú, Colombia y Brasil. Uno de ellos decía: “me expliquen ese asunto de las fronteras. Mi padre y mi madre viven al otro lado del Amazonas y vosotros decís que son peruanos; mi hermano vive subiendo el río Amazonas y vosotros decís que es colombiano; y yo vivo aguas abajo del río, vosotros decís que soy brasileño. Es difícil entender ese asunto de las fronteras de vosotros… Vosotros estáis un poco locos. Nosotros somos tikunas y vivimos aquí antes que vosotros llegaseis”.

El equipo itinerante ha asumido como fuente de espiritualidad, la confianza profunda en la providencia, recogida en las palabras de Helder Cámara: “acepta las sorpresas que transforman tus planos, derriban tus sueños, dan un rumbo totalmente distinto a tu día y, quién sabe, a tu vida. No hay por acaso. Da libertad al Padre, para que Él mismo conduzca la trama de tus días“.

Actualmente entre los miembros del equipo itinerante están dos jesuitas, el valenciano Paco Almenar y el malagueño Rafa Lería, gente diferente, comprometidos con la misión y la defensa de los pueblos amazónicos, que en esta entrevista comunican un poco de lo mucho que viven en su día a día, por esos ríos en los que gastan su vida, en la busca de un mundo mejor para todos.

¿Qué es el equipo itinerante?

Paco: Un grupo de personas que se reúnen como amigos con la misma misión, hombres y mujeres, religiosos, laicos, padres, que somos enviados y apoyados por una institución para poder itinerar, lo que significa visitar las comunidades, sobre todo las más alejadas, gastar tiempo para conocer a las familias, a las personas, oír a la gente para que hablen de sus cosas buenas que hacen, de sus dificultades y así apoyar su organización e intentar unir y establecer redes entre las comunidades de unos pueblos y otros, que son explotados, que no son pobres porque comen todos los días, pero que son perseguidos por causa de la tierra, de la madera, de las empresas mineras. Estar a su servicio, empezar a escuchar y conocer y, a partir de ahí, ir descubriendo qué respuestas podemos dar a estas personas.

La metodología que usamos es la de escuchar, caminar a su ritmo, devolver lo que les quitamos y que siempre ellos sean los sujetos de su caminar.

donde-la-mayoria-no-se-atreve-a-llegar¿Cuáles son las dificultades que uno encuentra para vivir esa forma de acompañamiento, de evangelización?

Rafa: Dificultades todas. La primera el estar dispuesto a acoger al otro en la diferencia. Nosotros somos religiosos y cada uno está acostumbrado a su espiritualidad, a su forma de vivir, de rezar, de trabajar. En las cosas del día a día, como instituciones religiosas, como congregaciones, como padres diocesanos, cada uno tiene su forma de ser. Para mí sería el desafío de poder acoger aquello que es diferente, sea franciscano, sea dominico, sea diocesano y poder soñar juntos, no cada uno de manera separada, sino conjunta, en equipo, el poder renunciar a ti y saber que esa renuncia va a dar fruto en el nosotros, en lo que se sueña juntos, en lo que se trabaja juntos, en lo que se discute juntos, en lo que nos reconciliamos juntos, en la convivencia del día a día. El desafío de poder acoger lo otro como diferente, distinto, no como una amenaza, sino como algo que nos hace crecer, que nos humaniza y nos hace ser trabajadores de la mies del Señor en los valores del Reino, en los valores del Evangelio.

¿Cuando el Papa Francisco habla de una Iglesia en salida, podríamos decir que ésta es un ejemplo de esa Iglesia en salida que no se encierra entre cuatro paredes, que no tiene un lugar fijo donde la gente va y sí una Iglesia que va al encuentro de la gente?

Rafa: Sobre esa Iglesia en salida, el primero que nos fue enseñando el camino y no quisimos seguirlo, o se nos olvidó, fue Jesús. Para nosotros, como jesuitas, Paco y yo, Ignacio fue otro peregrino. Eso es ir al encuentro del otro, no que el otro venga a buscarnos a nosotros.

Paco: Los primeros misioneros del Amazonas también. En aquellos tiempos en que no había motorcitos, ni barquitos, todo a remo, andaban millares y millares de kilómetros, estando meses y meses por ahí, que uno se queda de boca abierta y diciendo, bueno, hoy es fácil, a pesar de las distancias. Pasar siete días en un barco donde puedes colgar la red es muy diferente de ir en una canoa remando.

Rafa: Cuando tú ves los escritos sobre la historia de la Amazonia, ya en el siglo XVII había la figura de los itinerantes, que eran los primeros comerciantes que iban de comunidad en comunidad. Entonces, no hay otra forma de trabajar en la Amazonia que no sea de forma itinerante, porque todos nosotros somos itinerantes, el padre que está en una comunidad va acompañando y visitando, las hermanas, los laicos. Todo mundo tiene que subirse a la canoa, al barco y el río es nuestra calle. Todos nosotros, por el tamaño, por la dimensión de esta Pan-Amazonia tenemos que ser peregrinos y estar en esta Iglesia en salida.

indigena-de-la-amazonia¿Qué es lo que se aprende con los pueblos indígenas, qué es lo que ellos nos enseñan?

Rafa: Para mí, en estos dos años que llevo en el equipo itinerante, he aprendido los valores que nosotros ya hemos olvidado en la cultura europea, valores tan sencillos como el compartir, la solidaridad, la justicia, donde todo es comunitario y no existe el yo. Eso te hace ver la realidad en la que vives con otros ojos. Nuestra sociedad simplemente ya la ha perdido y ellos la siguen viviendo, siguen creyendo.

Paco: También la sintonía con la Madre Tierra, con la naturaleza. No sentirse dueño, sino hijo de la Madre Tierra y por eso respetarla, quitarle lo que necesitas para vivir, pero al mismo tiempo favorecer para que continúe viva y cada vez más viva. Entonces hay ejemplos concretos preciosos.

Rafa: La simplicidad de la vida, la sencillez, nosotros tenemos, tenemos, tenemos…, y no somos felices. Ellos tienen poco y lo que tienen lo comparten. Si tienen hambre van al río y pescan, si quieren carne van y cazan y todo el mundo come, todo el mundo comparte.

escuchar¿Podríamos decir que ellos son más cristianos, sin ser cristianos oficialmente, que nosotros que somos cristianos oficialmente?

Rafa: En los indígenas están evidentemente las semillas del Reino, y algunos no dicen que son las semillas, sino las florestas del Reino de Dios. En sus creencias, en el cuidado de la Madre Tierra, como dice Paco, en el poder vivir con poca cosa, compartiendo, con valores que nosotros ya hemos olvidado.

¿Cuáles son los problemas que enfrentan hoy los indígenas de la Pan Amazonia?

Paco: El principal es sus tierras. El capitalismo avanza a través de las empresas, las multinacionales, hidroeléctricas, madereras, empresas mineras, petroleras, que codician sus tierras porque debajo del suelo tienen esas riquezas minerales, para extraer de la tierra y abandonarla después de unos años, dejando a la gente que está allí más pobre, pasando hambre y necesidad.

Nosotros trabajamos con indígenas, ribereños, que son descendientes de nordestinos y de otras regiones de Brasil que emigraron para la Amazonia, y marginados urbanos. Los indígenas, sin ser pobres, porque comen todos los días, quizás son los más perseguidos, por causa de la tierra, perseguidos a muerte y de mil maneras para acabar con ellos y que el gobierno deje explotar sus tierras. Los ribereños los más desatendidos, pues como no son indígenas no hay organismo del gobierno especial para ellos y por causa de las distancias tienen dificultad para organizarse en sindicatos, asociaciones y tienen menos escuelas y menos acceso a la sanidad. Los marginados urbanos los más deshumanizados. Son indígenas y ribereños que vinieron para la ciudad y es donde hay más violencia, más desempleo, más drogas, más alcoholismo, más deshumanización. Cada uno de estos sujetos con los que queremos trabajar y a los que queremos servir tiene su lado de peligro de deshumanización por la falta de atendimiento de todo y peligro de muerte por causa de las tierras.

marginalRafa: Junto a lo que dice Paco sobre la tierra, hay algo que es muy importante y que son como los tres pilares, tierra, sanidad y educación y por los problemas con la tierra, la sanidad y la educación vienen todas las otras cosas, y eso da igual que sea en la frontera Colombia, Perú, Brasil, que sea en la frontera Brasil, Bolivia, Perú, todo gira en torno a esta triple problemática.

Oración del Equipo Itinerante

Que el Dios Itinerante:

-¡Camine delante de ti para guiarte, darte confianza, mostrarte el rumbo y darte esperanza en la utopía del Reino y su justicia!
-¡Camine detrás de ti para empujarte, pincharte, inquietarte, cuestionarte!
-¡Camine a tu lado para acompañarte, alegrarte y hacerte sentir Su presencia!
-¡Camine debajo de ti para sostenerte, fortalecerte y darte valentía, firmeza y seguridad!
-¡Camine sobre ti para bendecirte, iluminarte, protegerte y defenderte!
-¡Camine dentro de ti para hacerte sentir Su perdón, Su paz, Su libertad, Su cariño y su amor sin condiciones!

¡El Dios Itinerante, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo te bendiga. Amén!

Paco Almenar sj – Equipo Itinerante

Fuente Religión Digital

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Los obispos españoles denuncian la “inhumanidad” del acuerdo UE-Turquía para expulsar refugiados

Domingo, 13 de marzo de 2016
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el-drama-de-los-refugiados“Estas personas desvalidas reclaman con justicia nuestra solidaridad”, subrayan

La CEE clama por un “discurso común” de Europa para “la integración de estos hermanos”

(Jesús Bastante).- Ante el “rapto de Europa”, la defensa de los valores que nos han conformado como civilización. Horas después de que las entidades católicas que trabajan con los refugiados -Confer, Cáritas, Justicia y Paz o los jesuitas- mostraran su “más absoluto rechazo” ante el preacuerdo entre la UE y Turquía para expulsar de Europa a los refugiados, los obispos españoles se sumaron a la crítica y subrayaron “su inmenso dolor” ante esta medida.

“No olvidemos -subraya en una nota la Comisión Episcopal de Migraciones- que detrás de estos flujos migratorios, en continuo aumento, está siempre la inhumanidad de un sistema económico injusto en que prevalece el lucro sobre la dignidad”, o “la violencia y la ruina que genera la guerra, la persecución o el hambre“.

“Estas personas desvalidas reclaman con justicia nuestra solidaridad”, insisten los obispos españoles, que reclaman “un discurso común” en la UE para “sensibilizar a nuestras comunidades en la defensa de los derechos de refugiados e inmigrantes y a avanzar en el cultivo de la cultura de la acogida e integración de estos hermanos”.

Finalmente, los obispos hacen suya las palabras del Papa el pasado domingo, invitando a “ayudar a personas que huyen de la guerra y de la violencia, como los cien de refugiados ya trasladados en Italia, entre los cuales niños enfermos, personas discapacitadas, viudas de guerra con hijos y ancianos”.

Nota de la Comisión Episcopal de Migraciones ante los últimos acontecimientos en Europa

Los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones ante el acuerdo alcanzado ayer en Bruselas entre la Unión Europea y Turquía para devolver a este último país a todos los refugiados que últimamente han llegado a Europa desde las costas del Egeo, manifiesta su inmenso dolor ante esta y todas las ultimas tragedias humanitarias que afectan a emigrantes y refugiados.

Nos olvidamos que “detrás de estos flujos migratorios, en continuo aumento, está siempre la inhumanidad de un sistema económico injusto en que prevalece el lucro sobre la dignidad de la persona y el bien común; O la violencia y la ruina que genera la guerra, la persecución o el hambre“. Tal y como manifestamos ante la Jornada Mundial de Migraciones del pasado 17 de Enero de 2016

“Queremos unir nuestra voz de pastores de la Iglesia a la de las organizaciones eclesiales que trabajan con inmigrantes y refugiados, que han hecho oir su voz en defensa de los derechos de estas personas desvalidas que reclaman con justicia nuestra solidaridad…”

Celebramos asimismo como también escribíamos entonces que ” el trabajo, la reflexión y la toma de posturas en común, que se viene realizando entre las diversas organizaciones eclesiales que trabajan con especial preferencia en el campo socio-caritativo, ha sido un signo elocuente de fraternidad y de comunión eclesial”.

Y tal y como los obispos señalábamos en el citado mensaje, “mantener un discurso común contribuirá más eficazmente a haceros oír, a sensibilizar a nuestra comunidades en la defensa de los derechos de refugiados e inmigrantes y a avanzar en el cultivo de la cultura de la acogida e integración de estos hermanos“.

Y en este mismo sentido desearíamos para toda Europa proyectos como los que alabó el Santo Padre en el ángelus del pasado 5 de marzo: “Como signo concreto de compromiso por la paz y la vida quisiera citar y expresar admiración por la iniciativa de los pasillos humanitarios para los refugiados, iniciada recientemente en Italia. Este proyecto piloto, que une la solidaridad y la seguridad, consiente ayudar a personas que huyen de la guerra y de la violencia, como los cien de refugiados ya trasladados en Italia, entre los cuales niños enfermos, personas discapacitadas, viudas de guerra con hijos y ancianos. Me alegro también porque esta iniciativa es ecuménica, siendo sostenida por la Comunidad de San Egidio, Federaciones de las Iglesias Evangélicas Italianas, Iglesias Valdenses y Metodistas”.

Los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones
Madrid 8 de marzo de 2016

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Hans Küng pide al Papa Francisco que revise el dogma de la infalibilidad papal

Domingo, 13 de marzo de 2016
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franciscung_560x280“Igual que Juan XXIII entonces, intenta hoy, con todas sus fuerzas, insuflar aire fresco a la Iglesia”

Reclama “una discusión libre, imparcial y desprejuiciada de todas las cuestiones pendientes y reprimidas”

El teólogo suizo Hans Küng, que cumplirá la próxima semana 88 años, ha reiterado su petición al Papa Francisco de que revise la infabilidad papal, que según la teología dogmática católica constituye un dogma de fe y por la cual el pontífice está preservado de cometer un error porque sus declaraciones en temas de fe y moral, como toda verdad de fe, no se presta a discusión de ninguna índole.

No es la primera vez que Küng, considerado uno de los teólogos más influyente del Concilio Vaticano II y criticado por los sectores más conservadores por ser considerado como el ejemplo práctico del disenso, rechaza la infalibilidad papal. En 1970 publicó un libro titulado ‘Infalible?, una pregunta’ y el papa Juan Pablo II le retiró la licencia eclesiástica para oficiar.

En un artículo, publicado por varios periódicos en diferentes países con motivo de la publicación de su último libro, el teólogo ha hecho de nuevo un llamamiento para que el Obispo de Roma analice este dogma de fe que, a su juicio, “ha bloqueado, de manera tácita, desde el concilio Vaticano II todas las reformas que hubieran exigido revisar posiciones dogmáticas anteriores”.

Este es el contenido del artículo, publicado en castellano en El País:

Un llamamiento al Papa Francisco

Es apenas concebible que el papa Francisco hubiera pretendido establecer una definición de la infalibilidad papal como la que, en el siglo XIX, promoviera Pío IX con buenas y no tan buenas mañas. Tampoco es imaginable que Francisco tuviera interés, como Pío XII, en la definición de un dogma infalible acerca de María. Lo concebible es, más bien, que el papa Francisco (como en su día Juan XXIII ante los estudiantes del Pontificio Colegio Griego) declarase con una sonrisa: “Ío non sono infallibile” -“Yo no soy infalible”-. En vista del asombro de los estudiantes, el papa Juan añadió: “Solo soy infalible cuando defino ex cathedra, pero nunca lo haré”.
Otros artículos del autor

El 18 de diciembre de 1979 el papa Juan Pablo II me retiró la licencia eclesiástica por haber cuestionado la infalibilidad papal. En el segundo volumen de mis memorias, Verdad controvertida, demuestro, apoyándome en una extensa documentación, que se trataba de una acción urdida con precisión y en secreto, jurídicamente impugnable, teológicamente infundada y políticamente contraproducente. El debate acerca de la revocación de la missio canonica y de la infalibilidad se prolongó todavía bastante tiempo. Pero mi reputación ante el pueblo creyente no pudo ser destruida. Y tal como yo había predicho, no han cesado las discusiones en torno a las grandes reformas pendientes. Al contrario: se han agudizado fuertemente bajo los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Estas son las que yo mencionaba entonces: el entendimiento entre las distintas confesiones; el mutuo reconocimiento de los ministerios y de las distintas celebraciones de la eucaristía; las cuestiones del divorcio y de la ordenación de las mujeres; el celibato obligatorio y la catastrófica falta de sacerdotes, y, sobre todo, el gobierno de la Iglesia católica. Y preguntaba: “¿A dónde conducís a nuestra Iglesia?”.

Estas demandas tienen ahora la misma actualidad que hace 35 años. Pero el motivo decisivo de la incapacidad de introducir reformas en todos estos planos sigue siendo, hoy como ayer, la doctrina de la infalibilidad del magisterio, que ha deparado a nuestra Iglesia un largo invierno. Igual que Juan XXIII entonces, intenta hoy el papa Francisco, con todas sus fuerzas, insuflar aire fresco a la Iglesia. Y topa con una resistencia masiva, como sucedió en el último sínodo mundial de los obispos de octubre de 2015. No nos engañemos: sin una re-visión constructiva del dogma de la infalibilidad apenas será posible una verdadera renovación.

Tanto más sorprendente resulta entonces que la discusión sobre la infalibilidad haya desaparecido del mapa. Muchos teólogos católicos, temerosos de sanciones amenazantes como las dirigidas contra mí, apenas se han ocupado ya críticamente con la ideología de la infalibilidad, y la jerarquía procura siempre que es posible evitar este tema impopular en la Iglesia y la sociedad. Solo en contadas ocasiones ha invocado expresamente Joseph Ratzinger, como prefecto de la fe, esa doctrina. Pero el tabú de la infalibilidad ha bloqueado de manera tácita desde el Concilio Vaticano II todas las reformas que hubieran exigido revisar posiciones dogmáticas anteriores. Esto no vale solo para la encíclica Humanae vitae, contraria a la anticoncepción, sino también para los sacramentos y el monopolio del magisterio “auténtico”, o para la relación entre sacerdocio particular y universal; sino que atañe asimismo a la estructura sinodal de la Iglesia y a la pretensión absoluta de poder del papa, así como a la relación con otras confesiones y religiones y con el mundo laico en general. Por eso se vuelve más acuciante que nunca la pregunta: “¿Hacia dónde se dirige a comienzos del siglo XXI esta Iglesia que sigue teniendo la fijación del dogma de la infalibilidad?”. La época antimoderna, anunciada por el Concilio Vaticano I, ha concluido hoy de una vez por todas.

Ahora que cumplo 88 años, puedo decir que no he escatimado esfuerzos para reunir en el quinto volumen de mis Obras completas los numerosos textos pertinentes, ordenarlos cronológica y temáticamente según las distintas fases de la discusión y aclararlos a través del contexto biográfico. Con este libro en la mano quisiera ahora repetir un llamamiento al Papa que, a lo largo de decenios de discusión teológica y político-eclesiástica, he formulado en múltiples ocasiones siempre en vano. Ruego encarecidamente al papa Francisco, quien siempre me ha respondido fraternalmente:

“Acepte esta amplia documentación y permita que tenga lugar en nuestra Iglesia una discusión libre, imparcial y desprejuiciada de todas las cuestiones pendientes y reprimidas que tienen que ver con el dogma de la infalibilidad. De este modo se podría regenerar honestamente el problemático legado vaticano de los últimos 150 años y enmendarlo en el sentido de la Sagrada Escritura y de la tradición ecuménica. No se trata de un relativismo trivial que socava los cimientos éticos de la Iglesia y la sociedad. Pero tampoco de un inmisericorde dogmatismo que mata el espíritu empecinándose en la letra, que impide una renovación a fondo de la vida y la enseñanza de la Iglesia y bloquea cualquier avance serio en el terreno del ecumenismo. Y mucho menos se trata para mí de que se me dé personalmente la razón. Está en juego el bien de la Iglesia y de la ecúmene.

Soy muy consciente de que mi ruego posiblemente le resulte inoportuno a alguien que como usted, en palabras de un buen conocedor de los asuntos vaticanos, vive entre lobos. Pero, confrontado el pasado año con los males de la curia e incluso con los escándalos, ha confirmado usted con valentía su voluntad de reforma en el discurso de Navidad pronunciado el 21 de diciembre de 2015 ante la curia romana: ‘Considero que es mi obligación afirmar que esto ha sido -y lo será siempre- motivo de sincera reflexión y decisivas medidas. La reforma seguirá adelante con determinación, lucidez y resolución, porque Ecclesia semper reformanda’.

No quisiera exacerbar, en detrimento de todo realismo, las esperanzas que abrigan muchos en nuestra Iglesia; la cuestión de la infalibilidad no admite en la Iglesia católica una solución de la noche a la mañana. Pero afortunadamente es usted casi 10 años más joven que yo y, como espero, me sobrevivirá. Y seguramente comprenderá que en mi condición de teólogo, llegado al final de mis días y movido por una profunda simpatía hacia usted y su labor pastoral, quiera, ahora que todavía estoy a tiempo, hacerle llegar mi ruego de que se proceda a una discusión libre y seria sobre la infalibilidad, tal como queda fundamentada, de la mejor manera posible, en el presente volumen: non in destructionem, sed in aedificationem ecclesiae, ‘no para la destrucción, sino para la edificación de la Iglesia’. Esto significaría para mí el cumplimiento de una esperanza a la que nunca he renunciado“.

Fuente Religión Digital

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Ningún obispo impuesto… Tampoco en 2016

Domingo, 13 de marzo de 2016
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iceta-perez-asurmendi-y-munilla“Imponen los obispos que quiere el grupo de presión que controla los oportunos resortes”

“¿Se va a cerrar el círculo diseñado hace algún tiempo por el cardenal Rouco para ‘normalizar’ la Iglesia vasca?”

(Jesús Martinez Gordo).- Nuevamente, malestar y perplejidad en la Iglesia católica vasca. Y también, incertidumbre. Malestar, en primer lugar, y mucho, en la diócesis de S. Sebastián por la gestión de Mons. J. I. Munilla a lo largo de los seis años que lleva al frente de la misma. Es lo que se concluye del último balance dado a conocer por “Eutsi Berrituz”, un importante, y numeroso, colectivo de sacerdotes, religiosos, religiosas, laicas y laicos guipuzcoanos, y del que se ha tenido conocimiento a través de diferentes medios de comunicación social.

Perplejidad, en segundo lugar, por el silencio público de Mons. M. Iceta, obispo de Bilbao, ante las reiteradas denuncias por no haber recibido ni escuchado a la familia de un ex-alumno del colegio Gaztelueta, presuntamente víctima de abusos por parte de su profesor-tutor. Y perplejidad también por el procedimiento empleado en la nominación, del nuevo obispo de Vitoria, el sacerdote navarro J. C. Elizalde, continuando, por desgracia, la línea imperante estos dos últimos siglos.

E, igualmente, incertidumbre por el rumbo que pueda marcar el nuevo equipo de prelados a partir del próximo 12 de marzo (fecha de ordenación y entrada del obispo de Vitoria).

¿Se va a “cerrar el círculo”, al parecer, diseñado hace algún tiempo por el cardenal, ahora arzobispo emérito de Madrid, A. M. Rouco, con el propósito de “normalizar” y “desnacionalizar” estas iglesias? En consecuencia con ello ¿se seguirá aparcando toda participación corresponsable (democrática) en la elección, por ejemplo, de los vicarios generales de Bilbao? Los mismos vicarios generales, prolongados en su tarea, sin consulta de ninguna clase al pueblo de Dios, ¿van a seguir jugando al posibilismo en nombre de una supuesta paz y tranquilidad diocesanas que acaba dañando la corresponsabilidad eclesial y su credibilidad personal?

Más aún. Una vez jubilado Mons. M. Asurmendi, ¿se concentrarán todos los seminaristas en Pamplona o regresarán, más bien, los de S. Sebastián a Vitoria, sumándose a ellos los de Bilbao? ¿Se erigirá, por fin, un seminario interdiocesano?

El nuevo equipo de obispos ¿apostará por sumar (y optimizar) los escasos recursos humanos y económicos existentes en cada una de las tres diócesis y pondrá en marcha una facultad de teología interdiocesana que sea referencial para la Iglesia y para el País Vasco?

Y, sin ánimo de agotar los muchos asuntos en juego, Don J. C. Elizalde ¿será capaz de quebrar semejantes diagnóstico y estrategia y traer a nuestras diócesis -a pesar de las limitaciones que presenta su nombramiento- un poco del aire fresco y primaveral que está insuflando el papa Francisco a la Iglesia?

¡Ojalá fuera así!

En todo caso, son demasiadas preguntas y casi ninguna respuesta.

Bueno, sí. Sí que ha habido algún que otro esclarecedor movimiento (o estancamiento) en estos últimos años: el “traslado” (“manu militari“) a Pamplona de los seminaristas de S. Sebastián y el “mutis por el foro” del obispo de Bilbao ante la posibilidad de erigir una facultad interdiocesana de teología.

Queda por ver si, a partir de ahora, vamos a asistir a la culminación de esta estrategia supuestamente “normalizadora” y “desnacionalizadora” o si, más bien, se va a producir un cambio de ciclo, esta vez sí, sin trampa ni cartón.

A la espera de lo que nos depare el nuevo equipo de obispos, quizá no esté de más recordar que muchos de tales malestares, perplejidades e incertidumbres son consecuencia de la manera de nombrarlos que, lamentablemente, perdura en la actualidad y que se caracteriza por no tener en cuenta la voluntad de los directamente concernidos (imponiendo los obispos que quiere el grupo de presión que controla los oportunos resortes) y, lo que es más triste y escandaloso, por favorecer que algunos de los nombramientos realizados puedan ser interpretados como nepóticos ¿Qué otra exegesis es posible -se preguntan algunos- para que se haya nominado a Mons. A. Carrasco Rouco, sobrino carnal del cardenal A. M. Rouco, para presidir la diócesis de Lugo?

¡Qué cosas!

Urge recuperar, cuanto antes, la praxis que ha sido tradicional durante los dieciocho primeros siglos de la Iglesia: la elección de los obispos resultaba de un acuerdo entre la voluntad de los directamente concernidos y la responsabilidad de velar y garantizar la unidad de fe y la comunión eclesial que era (y sigue siendo) propia del sucesor de Pedro. Así se imposibilitaba, con palabras del papa S. Celestino I (422-432), que el obispo fuera impuesto.

Este principio ha estado operativo hasta que una insoportable injerencia de los poderes civiles (el llamado galicanismo) llevó a que el sucesor de Pedro se reservara el derecho de nominación, movido por la necesidad de defender la libertad de los prelados y, con la de ellos, la de la Iglesia.

El concilio Vaticano II reivindicó la libertad de la comunidad cristiana para elegir sus obispos. Y, a su luz, ha reaparecido la exigencia de que el pueblo de Dios recobre su protagonismo.

Sin embargo, es una demanda que solo ha quedado recogida de manera colateral en el actual Código de Derecho Canónico. Según el artículo 377 & 1, el papa “nombra libremente a los obispos”. Es el procedimiento habitual. Pero, seguidamente, señala (recogiendo la praxis de unas treinta diócesis alemanas, austriacas y suizas) que “confirma a los que han sido legítimamente elegidos”. Estas iglesias locales intervienen en la elección de sus respectivos obispos, bien sea presentando una terna a la Santa Sede o eligiendo a uno de los tres propuestos por el Vaticano.

Es un procedimiento que no ha gustado a la curia vaticana; sobre todo, en el pontificado de Juan Pablo II. Por eso, siempre que ha sido posible, ha emitido el mensaje de que se trataba de un “privilegio” que había que erradicar cuanto antes. En el fondo, una falacia que ha buscado (y busca) acallar a las diócesis que quieren acogerse al mismo. Y es posible que también se trate de una estrategia para ocultar (o, al menos, despistar) algunos de los problemas que presenta su defensa, más formal que real, de la libertad del papa: nepotismo, floración de “lobbys” eclesiásticos y desmedido poder de la misma curia. Como muestra, basta un botón.

En su día fue muy comentado el diálogo sostenido entre el obispo Felipe Fernández y el papa Juan Pablo II en la audiencia concedida a un grupo de prelados españoles con ocasión de una de las visitas que, preceptivamente, han de realizar todos los obispos del mundo a la Sede Primada cada cinco años (llamadas “ad limina”).

En el origen de este diálogo que, ahora reconstruyo, se encuentra el interés del papa Wojtyla por visitar Ávila y Alba de Tormes en el primero de sus viajes a España; un interés fundado en sus trabajos -siendo un joven estudiante- sobre S. Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila. El papa visitó las citadas ciudades el 1 de noviembre de 1982. Tuvo en ellas sendos encuentros con los monjes y monjas de clausura y quedó impresionado de aquella jornada. Tanto, que retuvo el nombre del entonces obispo abulense: Mons. Felipe Fernández.

Años después, el episcopado español realizó una de las referidas visitas “ad limina”. Una vez pulsada la situación de las diferentes diócesis en los dicasterios vaticanos, los prelados se reunieron con Juan Pablo II.

Como es de suponer, son muy pocos los obispos a quienes el papa conoce por su nombre. Sin embargo, había uno en el grupo del que se acordaba perfectamente: de Mons. Felipe Fernández, obispo de Ávila. Y así lo identificó y saludó Juan Pablo II. La reacción de D. Felipe fue inmediata: “Santidad -respondió- soy, efectivamente, Felipe Fernández, pero no soy el obispo de Ávila. La sorpresa del papa fue casi mayor que la del obispo tan inusualmente identificado: “¿Cómo? ¿Que no eres el obispo de Ávila?” “Efectivamente, Santidad, soy el obispo de Tenerife. Y lo soy desde el año 1991”. La posterior pregunta de Juan Pablo II fue directa y asombrosa para los no iniciados en los procedimientos curiales: “Pero ¿y quién te ha mandado allí?”. “Vd. Santidad“, respondió D. Felipe. Y la reacción final del papa (a medio camino entre el desconcierto y la incredulidad) fue bien elocuente del peso de la curia vaticana: “¿Yooooo?”.

La conclusión es difícilmente cuestionable: es preciso cambiar en el artículo 377 & 1 del Código de Derecho Canónico la frase principal por la subordinada: “el papa confirma a los obispos que han sido legítimamente elegidos y, en circunstancias excepcionales, los nombra libremente“. Una propuesta para que, lo que ha sido extraño en la inmensa mayoría de las diócesis durante estos dos últimos siglos (la intervención del pueblo de Dios), pase a ser lo habitual. Y para que lo que, hasta el presente, ha sido rutinario (el nepotismo, los “lobbys”, la curia y, finalmente, la imposición), acabe desterrado.

Y si semejante cambio se antoja una petición imposible, siempre queda poner en marcha una campaña para que, a las diócesis que así lo deseen, se les aplique el mismo (o parecido) procedimiento que el empleado para las alemanas, austriacas y suizas. No es previsible que sean legión los obispos que avalen semejante petición ante la Santa Sede, pero tampoco un disparate o una alucinación. Algunos milagros todavía son razonablemente posibles…

He aquí, cómo evitar muchos de los malestares, perplejidades e incertidumbres que hoy se enseñorean no solo de la diócesis de Vitoria, sino también de las de S. Sebastian y Bilbao. Y tengo el pálpito de que no solo de ellas.

Fuente Religión Digital

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