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Archivo para Domingo, 6 de marzo de 2016

Lágrimas sanadoras

Domingo, 6 de marzo de 2016
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abrazo

 “El padre de la historia del hijo pródigo sufrió mucho. Vio partir a su hijo menor, sabiendo las desilusiones, rechazos y abusos a los que tendría que enfrentarse. Vio a su hijo mayor cargarse de amargura, sin tener la posibilidad de ofrecerle afecto y apoyo. Una gran parte de su vida el padre la pasó esperando. No podía obligar a su hijo menor a regresar al hogar ni tampoco hacer que su hijo mayor olvidara sus rencores. únicamente ellos, por sí mismos, podían tomar la iniciativa de regresar.
Durante esos largos años de espera, el padre lloró copiosas lágrimas y murió muchas muertes. Se vació de sufrimiento. Pero ese vacío creó un lugar de bienvenida para sus dos hijos para cuando fuera la hora de su regreso. Estamos llamados a ser como ese padre.”
*
Henri Nouwen
***

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:

– “Ése acoge a los pecadores y come con ellos.”

Jesús les dijo esta parábola:

“Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna.”

El padre les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.

Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.

Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.

Recapacitando entonces, se dijo: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.”

Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.

Su hijo le dijo:

– “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. “

Pero el padre dijo a sus criados:

“Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.”

Y empezaron el banquete.

Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.

Éste le contesto:

“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.”

Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre:

“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.

El padre le dijo:

“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.”

*

Lucas 15, 1-3. 11-32

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad ,

“El otro hijo”. 4 Cuaresma – C (Lucas 15,1-3.11-32)

Domingo, 6 de marzo de 2016
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4-CUAR-277x300Sin duda, la parábola más cautivadora de Jesús es la del «padre bueno», mal llamada «parábola del hijo pródigo». Precisamente este «hijo menor» ha atraído siempre la atención de comentaristas y predicadores. Su vuelta al hogar y la acogida increíble del padre han conmovido a todas las generaciones cristianas.

Sin embargo, la parábola habla también del «hijo mayor», un hombre que permanece junto a su padre, sin imitar la vida desordenada de su hermano, lejos del hogar. Cuando le informan de la fiesta organizada por su padre para acoger al hijo perdido, queda desconcertado. El retorno del hermano no le produce alegría, como a su padre, sino rabia: «se indignó y se negaba a entrar» en la fiesta. Nunca se había marchado de casa, pero ahora se siente como un extraño entre los suyos.

El padre sale a invitarlo con el mismo cariño con que ha acogido a su hermano. No le grita ni le da órdenes. Con amor humilde «trata de persuadirlo» para que entre en la fiesta de la acogida. Es entonces cuando el hijo explota dejando al descubierto todo su resentimiento. Ha pasado toda su vida cumpliendo órdenes del padre, pero no ha aprendido a amar como ama él. Ahora solo sabe exigir sus derechos y denigrar a su hermano.

Esta es la tragedia del hijo mayor. Nunca se ha marchado de casa, pero su corazón ha estado siempre lejos. Sabe cumplir mandamientos pero no sabe amar. No entiende el amor de su padre a aquel hijo perdido. Él no acoge ni perdona, no quiere saber nada con su hermano. Jesús termina su parábola sin satisfacer nuestra curiosidad: ¿entró en la fiesta o se quedó fuera?

Envueltos en la crisis religiosa de la sociedad moderna, nos hemos habituado a hablar de creyentes e increyentes, de practicantes y de alejados, de matrimonios bendecidos por la Iglesia y de parejas en situación irregular… Mientras nosotros seguimos clasificando a sus hijos, Dios nos sigue esperando a todos, pues no es propiedad de los buenos ni de los practicantes. Es Padre de todos.

El «hijo mayor» es una interpelación para quienes creemos vivir junto a él. ¿Qué estamos haciendo quienes no hemos abandonado la Iglesia? ¿Asegurar nuestra supervivencia religiosa observando lo mejor posible lo prescrito, o ser testigos del amor grande de Dios a todos sus hijos e hijas? ¿Estamos construyendo comunidades abiertas que saben comprender, acoger y acompañar a quienes buscan a Dios entre dudas e interrogantes? ¿Levantamos barreras o tendemos puentes? ¿Les ofrecemos amistad o los miramos con recelo?

José Antonio Pagola

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“Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido”. Domingo 6 de marzo de 2016. 4º de Cuaresma

Domingo, 6 de marzo de 2016
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20-cuaresmaC4 cerezoLeído en Koinonia:

Josué 5, 9a. 10-12: El pueblo de Dios celebra la Pascua, después de entrar en la tierra prometida.
Salmo responsorial: 33: Gustad y ved qué bueno es el Señor.
2Corintios 5, 17-21: Dios, por medio de Cristo, nos reconcilió consigo.
Lucas 15, 1-3. 11-32: Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido.

Análisis

La primera lectura, del libro de Josué, nos presenta un elemento fundamental para la liturgia, que es la celebración de la Pascua en el desierto. El texto presenta una serie de elementos que pueden discutirse desde una perspectiva “histórica”: el nombre Guilgal seguramente no se remite a lo que dice aquí el texto sino a un “círculo” de piedras que puede haber dado origen a un sitio que hoy no conocemos con seguridad (hay diferentes locaciones posibles). Pero no es esto lo importante, sino que algo importante ha terminado. Esto es presentado como “el oprobio” de Egipto. Dado que el término oprobio se usa en Gn 34,17 para hablar de la circuncisión se ha pensado en que se refiere a haber estado bajo el dominio de “incircuncisos”. Esto ha sido cuestionado porque los egipcios se sometían a la circuncisión, pero no es a la “sola circuncisión” que debemos referirnos, no se ha de olvidar que esta es signo de la alianza de Dios con su pueblo (Gn 17,2.11) y ciertamente los egipcios no participan de esta alianza. Por otra parte, el v.9 pertenece de hecho a la unidad anterior (5,1-9) donde la circuncisión es el tema fundamental. Haber estado dominados por un pueblo “incircunciso” constituye un verdadero oprobio, pero el fin del éxodo (que de eso se trata esta unidad) marca también el fin de esta etapa.

No interesa, en este comentario, la parte histórica de notar que todavía no se han unido en la fiesta pascual la comida del cordero y la comida de los panes sin levadura., Esto parece haber ocurrido en tiempos de Josías (622 a.e.c.; 2Re 23,21-23: ¿Josué = Josías?), lo importante es que la celebración no sólo marca la culminación de un período sino el comienzo de uno nuevo, y este período está marcado por la memoria de los acontecimientos salvadores de Dios en el éxodo y el desierto. Es interesante notar la importancia que da esta unidad a los tiempos: “catorce del mes”, “día siguiente”, “ese mismo día”, “al día siguiente”, “aquel año”, un tiempo nuevo ha comenzado, y la celebración de la pascua es signo de ello.

Sabemos el lugar central que da el evangelio de Lucas a la “misericordia”. No vamos a desarrollar un comentario a toda la parábola sino a detenernos en lo fundamental. El movimiento de la parábola es sencillo: presentación de los personajes (vv.11-12), actitud del hijo menor (vv.13-20a), actitud del padre frente al hijo perdido (vv.20b-24), actitud del hijo mayor frente al hijo perdido (vv.25-32). Como se ve, las tres primeras escenas son paralelas a las actitudes del pastor y la mujer ante el objeto perdido, la novedad viene dada por la actitud del hijo mayor. Ciertamente este refleja la actitud de los fariseos y escribas ante los pecadores. No deja de ser interesante el lenguaje de la comida en la parábola, lo que nos recuerda el contexto: “hubo hambre” (v.14), deseaba comer las algarrobas (v.16), los jornaleros del padre “tiene pan en abundancia” (v.17), el padre manda “matar el novillo engordado, comamos y celebremos una fiesta” (v.23), “nunca me diste un cabrito para una fiesta con mis amigos” se queja el mayor (v.29) y aclara “ese hijo tuyo que devoró tus bienes con prostitutas” (v.30); además, en vv.23.24.29.32 utiliza eufrainô que como vimos es festejar en un banquete…

Como se ve, el contraste es entre dos personajes con respecto a una misma situación: el hijo/hermano menor. Como otras parábolas de dos personajes, quizá el título debería reflejar estas dos actitudes más que remitir al “hijo pródigo”.

Por una parte, se ocupa de mostrar qué bajo cayó el hijo menor con una serie de elementos muy críticos para cualquier judío: “país lejano”, “vida libertina/prostitutas”, “pasar necesidad”, “cuidar cerdos”, no le dan ni siquiera algarrobas, que es comida preferentemente de animales (¿las debe robar?), hasta el punto que pretende volver “a su padre” como un asalariado. Hay que prestar atención a palabras como “no merezco” (vv.19.21) y “es bueno/conviene” (v.32), a las que volveremos. Descubriendo su miseria el hijo parte “hacia su padre” (no dice a su casa, aunque se supone “pros”; vv.18.20), el hijo mayor es quien no entra “en la casa” (v.25). El movimiento de partida y regreso del hijo es semejante al perder-encontrar, y más aún a la muerte-resurrección (con este paralelismo termina la intervención del padre y vuelve a repetirse al intervenir el hijo mayor).

El hijo ha preparado un discurso, pero el padre no le permite terminarlo, no se le gana en generosidad e iniciativa: no sólo -contra las costumbres orientales- “corre” al encuentro del hijo al que ve de lejos, sino que le devuelve la filiación que había “perdido”: eso significan el anillo (sello), las sandalias y el mejor vestido, digno de un huésped de honor. La alegría del padre queda reflejada, además, en la fiesta por “este hijo mío”.

El hermano mayor, que viene de cumplir con sus responsabilidades de hijo no quiere ingresar a la casa y participar de la fiesta. Nuevamente el padre sale al encuentro de un hijo y debe escuchar los reproches. El mayor se niega a reconocerlo como hermano (“ese hijo tuyo”) cosa que el padre le recuerda (“tu hermano”). El padre no le niega razón a que el hijo mayor “jamás desobedeció una orden”, es un “siempre fiel”, uno que “está siempre con el padre” y todo lo suyo le pertenece, pero el padre quiere ir más allá de la dinámica de la justicia: el menor “no merece”, pero “es bueno” festejar. La misericordia supone un salir hacia los otros, los pecadores que -por serlo- no merecen, pero el amor es siempre gratuito y va más allá de los merecimientos, mira al caído. Los fariseos y escribas son modelos de grupos “siempre fieles”, pero su negativa a recibir a los hermanos que estaban muertos y vuelven a la vida los puede dejar fuera de la casa y de la fiesta. Los mayores también pueden irse de la casa si no imitan la actitud del padre, o pueden ingresar y festejar si son capaces de recibir a los pecadores y comer con ellos.

Comentario

En nuestra vida cristiana solemos movernos con caricaturas de Dios; sea por lo que creemos, por lo que mostramos, o por lo que nos enseñaron. Sea un Dios bonachón, un cascarrabias eterno que espera nuestra equivocación para quebrarnos, un distraído y olvidado de las cosas de los humanos a los que creó “hace tanto tiempo”, un “padre” autoritario y caprichoso que decide arbitrariamente y no permite discusiones en la realización de su voluntad… ¿Cómo es nuestro Dios?

Es importante saber cómo es el Dios en el que creemos, pero más importante es saber cómo es el Dios en el que creyó Jesús, cómo es el Dios que Él nos reveló. Como siempre, Jesús nos hablaba de Dios no sólo con palabras, sino también con lo que hacía. Haciendo, Jesús nos mostraba al Padre Dios, ¡al verdadero! Hoy Jesús nos cuenta una parábola, una parábola que nos habla de Dios, pero una parábola que nace de una actitud de Jesús, y él nos dice que frente a los hermanos despreciados, podemos obrar de dos maneras diferentes, como Dios -que es también como obra Jesús- o también como los judíos religiosos, los “separados” del resto, los puros.

El pecado es el no-amor-dado, y el amor no-dado, y por eso nos aleja de Dios, que es amor; nos separa de su casa paterna. Pero con su amor, que se sigue derramando, y de un modo preferencial por los pecadores, Dios sigue tendiendo constantemente su mano amiga, a la espera de la vuelta de sus hijos. Nosotros, en una frecuente caricatura de Dios, solemos rechazar, juzgar y condenar a los que creemos pecadores. Nosotros, al igual que Jesús, también mostramos con nuestras actitudes al Dios en el que creemos; pero, a diferencia de Jesús, mostramos un Dios que en nada se asemeja al Eterno Buscador de Hijos Perdidos.

El Jesús que ama y prefiere a los pecadores, y come con ellos, no hace otra cosa que conocer la voluntad del Padre y realizarla concretamente, sus mesas compartidas y sus comidas nos hablan de Dios, ¡claramente! En el comportamiento de Jesús se manifiesta el comportamiento de Dios, Jesús mismo es parábola viviente de Dios: su acción es entonces una revelación. ¿Qué Dios, qué Iglesia, qué ser humano revelamos con nuestra vida? Con frecuencia, como hermanos mayores estamos tan orgullosos de no haber abandonado la casa del padre, que creemos saber más que Él mismo: “Dios es injusto”, para nuestras justicias; Dios es “de poco carácter” para nuestra inmensa sabiduría. Quizá, Dios ya esté viejo, para dedicarse a su tarea y debería jubilarse y dejarnos a nosotros…

Frente a tanta gente que rechaza la Iglesia (“creo en Dios, no en la Iglesia”), a veces decimos “pero Dios sí quiere la Iglesia”. ¿No debemos preguntarnos constantemente qué Iglesia es la que Él quiere? ¿No debemos preguntarnos, en nuestras actitudes, qué Iglesia mostramos? Esta Iglesia, la que yo-nosotros mostramos, ¿es como Dios la quiere? Jesús, con su vida, y hasta con sus comidas, muestra el rostro verdadero de Dios, muestra la comunidad de mesa en la que él participa; hasta comiendo Él revela al verdadero Dios. Quizá debamos, de una vez, dejar nuestra actitud de hijo mayor, y ya que nos sale tan mal el papel de Dios, debamos asumir el papel de hijo menor; debemos volver a Dios para llenarlo de alegría, para participar de su fiesta; y, participando de su alegría, empecemos a mostrar el rostro de la misericordia de este Dios de puertas abiertas.

La misma cena eucarística es expresión de la universalidad del amor de Dios: es comida para el perdón de los pecados. El Dios de la misericordia, no quiere excluir a nadie de su mesa; es más, quiere invitar especialmente a todos aquellos que son excluidos de las mesas de los hombres por su situación social, por su pobreza, por su sexo o por cualquier otro motivo; y va más allá, no ve con buenos ojos que crean participar de su cena quienes no esperan a sus hermanos excluidos de la mesa por ser pobres. El Dios que no hace distinción de personas, ama dilectamente a los menos amados. Sin embargo, muchas veces tomamos la actitud del hermano mayor. ¿Cuándo nos sentaremos en la mesa de los pobres, y abandonaremos nuestra tradicional postura soberbia y sectaria de “buenos cristianos”? ¿Cuándo nos decidiremos a participar de la fiesta de Dios reconociéndonos hermanos de los rechazados y despreciados? Jesús nos invita a su comida, una comida en la que mostramos -como en una parábola- cómo es el Dios, como es la fraternidad en la que creemos. Y nos mostraremos cómo somos hermanos, cómo somos hijos en la medida de participar de la alegría del padre y del reencuentro de los hermanos. Leer más…

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Dom 6.3.16. Lucas, parábolas de la misericordia

Domingo, 6 de marzo de 2016
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12794364_555955571248306_2166191146636838782_nDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 4 cuaresma, Lc 15, 1-3.11-32. En contra de lo que a veces se suele pensar, el teólogo de la misericordia en el NT es Mateo, desde las Bienaventuranzas (5, 7) hasta el juicio (25,31-46). Lucas, en cambio, es el poeta de la misericordia, empezando por sus dos himnos (Benedictus y Magnificat) y terminando con sus parábolas, que hoy quiero presentar, según pide la liturgia.

El evangelio de este domingo 4º de Cuaresma es la parábola del Padre (hijo) Pródigo. Pues bien, junto a esa ofrece Lucas la parábola del Buen Samaritano. Ambas se completan, ofreciendo de esa forma el rostro del Padre misericordioso y pródigo en amor (como muestran algunas imágenes), junto al rostro y camino del Hijo misericordioso y samaritano

Será buen ejercicio cultural y religioso comparar ambas imágenes del Padre Misericordioso:

943983_555955651248298_6939729187598065690_nLa primera es de Rembrandt, calvinista holandés de Amsterdm, gran cristiano, que insiste en la relación entre los dos hermanos… Por un lado las obras de la Ley (hermano mayor), por otro la prodigalidad del Padre.

La segunda es de Murillo, católico de Sevilla…. Nos lleva de la “sinagoga” al pueblo; el hermano mayor es un trabajador que vuelve cansado del campo, el pródigo es casi un pícaro-semiarrepentido… (pero siga pensando y comparando el lector)

Las otras imágenes son de un pintor alemán del siglo XVI y de un catalán del XIX, con la portada de nuestro libro.

El lector podrá ver unidas las dos parábolas, las dos primera imágenes, de un modo esquemático, siguiendo el texto que he escrito con J. A. Pagola (Entrañable Dios, Estella 2016). Buen fin de semana a todos. Con Lucas os dejo, buena compañía.

1. Misericordia samaritana (Lc 10, 25-37).

Un jurista, experto en Biblia, le dijo “cómo podré heredar la vida eterna”, y Jesús contestó “cumple los mandamientos, amar a Dios y al prójimo” (10, 25-28); y como el jurista quisiera justificarse (¿quién es mi prójimo?), Jesús contó una parábola:

Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de desnudarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión (esplangnisthê); y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores? Él dijo: El que practicó la misericordia con él. Díjole Jesús: Vete y haz tú lo mismo (Lc 10, 25-37)
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Esta parábola pone de relieve la compasión del samaritano, de entrañas maternas, que se hace prójimo del herido, insistiendo en el carácter novedoso del amor, que rompe el esquema comercial de do ut des, para abrirse de un modo universal, condenando el cinismo de un mundo sin Dios, donde los ricos del mundo saquean y explotan a los pobres con sus grandilocuentes razones de seguridad o progreso (cf. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret I, Madrid 2007, 239).

Para entender mejor el sentido de la parábola, podemos suponer que el herido del camino bajaba de Jerusalén a Jericó, tras haber orado, y lo hacía dando un rodeo, para tomar la ruta del Jordán hasta Galilea, evitando así el camino de los samaritanos (cf. Lc 9, 52). Podemos suponer que su oración de templo ha sido buena, y sin embargo, le asaltan y desnudan para robarle los vestidos. En principio los hombres desnudos se parecen mucho, de manera que no hay diferencia entre mendigo y monarca, millonario y pobre. Leer más…

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Historia de dos padres. Domingo 4º de Cuaresma. Ciclo C.

Domingo, 6 de marzo de 2016
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HIJO-PRÓDIGO5_thumb1Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El taxista de Barcelona y su hija pródiga

Leí la noticia hace años, creo que en 1997, y me impresionó por el enorme parecido de la historia con la parábola del hijo pródigo. En Barcelona, una muchacha decide irse de su casa y vivir con su novio. Hasta aquí, nada raro. Pero poco después organizan un viaje a la India,  con fines no puramente turísticos; al intentar volver a España, los detienen por tráfico de drogas y los encarcelan. El padre, que es el gran protagonista del relato, no la madre, en vez de maldecir a la hija por haberlos abandonado para vivir con un camello y por ser tan estúpida como para confiar en él, convencido de que es inocente hace todo lo posible para sacarla de la cárcel. Afronta grandes gastos, pierde poco a poco todos sus bienes y termina vendiendo el taxi para pagar a los abogados y los trámites. Pero consigue recuperar a su hija y se reencuentran en el aeropuerto de Barcelona.

Dos hijos y dos padres

            Mucha gente conoce todavía la parábola del hijo pródigo y habrán visto las diferencias con el relato anterior. A la hija del taxista y al hijo pródigo se les puede acusar de marcharse de su casa de mala manera, sin preocuparse por lo que sentirá su padre. Por lo demás, son muy distintos: la hija peca de ingenua e imprudente; el hijo es un sinvergüenza que solo piensa en divertirse de mala manera. La hija no tiene posibilidad de volver; el hijo, sí.

            También los padres se diferencian. El taxista hace todo lo posible para recuperar a su hija. El de la parábola espera pacientemente a su hijo; todo lo hace al final: correr a su encuentro, abrazarlo, organizar un gran banquete. Objetivamente, sale ganando el taxista. Pero es que no conocemos la verdadera historia de la parábola.

¿Cómo evolucionó la historia del padre y del hijo pródigo?

  1. a) El hijo rebelde y el Padre irascible que perdona (Oseas)

            La idea de presentar las relaciones entre Dios y el pueblo de Israel como las de un padre con su hijo se le ocurrió por vez primera, que sepamos, al profeta Oseas en el siglo VIII a.C. En uno de sus poemas presenta a Dios como un padre totalmente entregado a su hijo: le enseña a andar, lo lleva en brazos, se inclina para darle de comer; pasando de la metáfora a la realidad, cuando era niño lo liberó de la esclavitud de Egipto. Pero la reacción de Israel, el hijo, no es la que cabía esperar: cuanto más lo llama su padre, más se aleja de él; prefiere la compañía de los dioses cananeos, los baales. De acuerdo con la ley, un hijo rebelde, que no respeta a su padre ni a su madre, debe ser juzgado y apedreado. Dios se plantea castigar a su hijo de otro modo: devolviéndolo a Egipto, a la esclavitud. Pero no puede. “¿Cómo podré dejarte, Efraín, entregarte a ti, Israel? Me da un vuelco el corazón, se me conmueven las entrañas. No ejecutaré mi condena, no te volveré a destruir, que soy Dios y no hombre, el Santo en medio de ti y no enemigo devastador” (Oseas 11,1-9).

            El hijo que presenta Oseas se parece bastante al de la parábola de Lucas: los dos se alejan de su padre, aunque por motivos muy distintos: el de Oseas para practicar cultos paganos, el de Lucas para vivir como un libertino.

            Mayor diferencia hay entre los padres. El de Oseas reacciona dejándose llevar por la indignación y el deseo de castigar, como le ocurriría a la mayoría de los padres. Si no lo hace es “porque soy Dios, y no hombre”, y lo típico de Dios es perdonar. Lucas no dice qué siente el padre cuando el hijo le comunica que ha decidido irse de casa y le pide su parte de la herencia; se la da sin poner objeción, ni siquiera le dirige un discurso lleno de buenos consejos.

  1. b) El hijo arrepentido y el Padre que lo acoge (Jeremías)

            La gran diferencia entre Oseas y Lucas radica en el final de la historia: Oseas no dice cómo termina, aunque se supone que bien. Lucas se detiene en contar el cambio de fortuna del hijo: arruinado y malviviendo de porquerizo, se le ocurre una solución: volver a su padre, pedirle perdón y trabajo. En cambio, no sabemos qué pasa por la mente del padre durante esos años. Lucas se centra en su reacción final: lo divisó a lo lejos, se enterneció, corrió, se le echó al cuello, lo besó.  Cuando el hijo confiesa su pecado, no le impone penitencia ni le da buenos consejos. Parece que ni siquiera le escucha, preocupado por dar órdenes a los criados para que organicen un gran banquete y una fiesta.

            ¿Cómo se le ocurrió a Lucas hablar de la conversión del hijo? Oseas no dice nada de ello, pero sí lo dice Jeremías.  A este profeta de finales del siglo VII a.C. le gustaban mucho los poemas de Oseas y a veces los adaptaba en su predicación. Para entonces, el Reino Norte ha sufrido el terrible castigo de los asirios. El pueblo piensa que el perdón anunciado por Oseas no se ha cumplido, pero no por culpa de Dios, sino por culpa de sus pecados. Y le pide: “Vuélveme y me volveré, que tú eres mi Señor, mi Dios; si me alejé, después me arrepentí, y al comprenderlo me di golpes de pecho; me sentía corrido y avergonzado de soportar el oprobio de mi juventud”. Y Dios responde: “Si es mi hijo querido Efraín, mi niño, mi encanto. Cada vez que le reprendo me acuerdo de ello, se me conmueven las entrañas y cedo a la compasión” (Jeremías 31,18-28). En estas palabras, que reflejan el arrepentimiento del pueblo y su confesión de los pecados, se basa la reacción del hijo en Lucas.

  1. c) El padre con dos hijos (Lucas)

            Sin embargo, cuando leemos lo que precede a la parábola, advertimos que el problema no es de Dios sino de ciertos hombres. A Dios no le cuesta perdonar, pero hay personas que no quieren que perdone. Condenan a Jesús porque trata con recaudadores de impuestos y prostitutas y come con ellos.

            Entonces Lucas saca un as de la manga y depara la mayor sorpresa. Introduce en la parábola un nuevo personaje que no estaba en Oseas ni Jeremías: un hermano mayor, que nunca ha abandonado a su padre y ha sido modelo de buena conducta. Representa a los escribas y fariseos, a los buenos. Y se permite dirigirse a su padre como ellos se dirigen a Jesús: con insolencia, reprochándole su conducta.

            El padre responde con suavidad, haciéndole caer en la cuenta de que ese a quien condena es hermano suyo. “Estaba muerto y ha revivido. Estaba perdido y ha sido encontrado”.

            ¿Sirve de algo esta instrucción? La mayoría de los escribas y fariseos responderían: “Bien muerto estaba, ¡qué pena que haya vuelto!” Y no podríamos condenar su reacción porque sería la de la mayoría de nosotros ante las personas que no se comportan como nosotros consideramos adecuado. El mundo sería mucho mejor sin ladrones, asesinos, terroristas, adúlteros, abortistas, gays, lesbianas, transexuales, bisexuales, banqueros, políticos… y cada cual puede completar la lista según sus gustos e ideología.

            La diferencia entre el padre y el hermano mayor es que el hermano mayor solo se fija en la conducta de su hermano pequeño: “se ha comido tu fortuna con prostitutas”. En cambio, el padre se fija en lo profundo: “este hermano tuyo”. Cuando Jesús come con publicanos y pecadores no los ve como personas de mala conducta, los ve como hijos de Dios y hermanos suyos. Pero esto es muy difícil. Para llegar ahí hace falta mucha fe y mucho amor.

Qué duro es ser padre, qué duro es ser Dios.

            Los padres que tienen hijos muy distintos en sus comportamientos y sus ideas son los que mejor pueden comprender a Dios Padre. Tiene unos hijos muy especiales. Algunos parecen muy buenos, otros muy malos. Pero a todos los mira como hijos, a todos los quiere y los defiende.

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IV Domingo de Cuaresma. 5 marzo, 2016

Domingo, 6 de marzo de 2016
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cuaresmaIVdom2016El relato que nos propone la Iglesia en este IV Domingo de Cuaresma comienza de una forma llamativa. Jesús está comiendo con gente de mala fama, personas no acogidas en la sociedad, tampoco en las celebraciones de fe. Evidentemente, como pasa en todas las culturas, relacionarse con gente de mala fama “contamina” a Jesús, hace que ya no sea tan perfecto a los ojos de la mayoría. Pero no se deja atar por “el qué dirán” sino que actúa de una forma libre, la libertad de los hijos de Dios.

Para iluminar su actitud ante las críticas cuenta una parábola que hemos oído muchas veces, lo cual hace que no escuchemos con atención. Pero tal vez nos ayude escucharla, meditarla y orarla una vez más, porque tiene “mucha miga”.

Si después de leer el texto varias veces comenzamos a analizarla las palabras que más destacan, fácilmente encontramos que la palabra “padre” aparece doce veces, y la palabra “hijo”, nueve veces. Podemos quedarnos con lo que ya sabemos, es una parábola que habla del hijo y del padre, o mejor, del padre y de sus hijos. Pero la vida tiene más dimensiones. Al igual que la cruz tiene dos maderos, uno vertical- la relación con la divinidad- y otro horizontal – la relación con mis semejantes-, este relato también habla de la relación horizontal, no solo de nuestro Dios como un Padre que nos espera, abraza, busca y sale a nuestro encuentro. Aunque solo sea porque llama la atención que la palabra “hermano” aparece solo 2 veces; y además nunca en boca de uno de los hermanos. Siempre aparece como un recordatorio “el hermano tuyo”.

Y es cierto, ni el hermano menor espera a abrazar al mayor antes de la fiesta, ni el mayor quiere acoger al menor. Aquí es donde podemos ponernos a meditar y contemplar esto en nuestra propia vida, en nuestras propias relaciones.

Dios es Padre, Abba, y tener la profunda conciencia de ello nos lleva a plenificar nuestras relaciones, a autentificarlas. Los hijos no saben lo que significa la palabra padre, y Jesús plasma de esta forma tan bella el salir en busca de sus hijos, de los dos. Pero ellos como no se sienten hijos, no pueden ver a su hermano como lo que es, sino como un pecador, un maldito.

Buena lección de Jesús para los escribas y fariseos que le critican. Pero la historia se repite con nuestras vallas, nuestra indiferencia, nuestro rechazo a ese hermano tuyo, y mío, nuestro; y Dios que sigue saliendo a nuestro encuentro para hacernos ver que la vida no consiste en aislarse y defender sino en acoger y desasirse.  Cambiemos de actitud entonces como se propone Etty Hillesum: ” Adoptaré como principio el “ayudar a Dios” tanto como sea posible, y si lo consigo, entonces estaré ahí también para los demás”

ORACIÓN:

Ayudarte a Ti, Abbá,
abrir los brazos para acoger y mirar a los ojos
a mis hermanos, a mis hermanas,
Ayudarte a Tí, Abbá,
sentirme hija y entonces también hermana,
en una Comunión sin dualismo,
todo en Ti.

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Francisco cambia el protocolo para poder recibir a jefes de Estado con “una situación matrimonial irregular”

Domingo, 6 de marzo de 2016
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macri-con-el-papa-2164451h540_560x280Así se hizo con Mauricio Macri, y se hará con Juan Manuel Santos

Con la anterior normativa, el nuevo cónyuge tenía que esperar en otra habitación durante la audiencia

El papa Francisco deberá divulgar en las próximas semanas las conclusiones de los dos sínodos sobre los cambios en la familia moderna, celebrados en 2014 y 2015, un documento muy esperado por los católicos

A peticióndel papa Francisco, el Vaticano cambió el rígido protocolo para las visitas oficiales de los jefes de Estado católicos que se han divorciado y vuelto a casar, los cuales podrán ser recibidos con la nueva esposa (o esposo) por el pontífice.

Según la página italiana especializada en información religiosa Vatican Insider, el pedido fue hecho por el pontífice argentino a la Secretaría de Estado, encargada de protocolo, incómodo por tener que recibir por separado a las nuevas esposas de casi todos los mandatarios latinoamericanos, entre ellos el argentino Mauricio Macri y el colombiano Juan Manuel Santos.

Un gesto especial de Francisco con su compatriota, el presidente Macri, a quien recibió el sábado pasado en el Vaticano junto con su tercera esposa, Juliana Awada. En efecto se trataba de la primera vez que se rompían las estrictas reglas del Vaticano para las visitas oficiales, lo que fue notado tanto en el Vaticano como en Argentina.

La oficina de prensa del Vaticano no negó este jueves un cambio de las reglas, pero no quiso dar mayores detalles.

Según Vatican Insider, a petición de Francisco la Secretaría de Estado modificó el protocolo para las visitas oficiales de los jefes de Estado católicos que se encuentran en “una situación matrimonial irregular” para la Iglesia.

En el pasado tales reglas impedían que el mandatario fuera recibido junto con la nueva esposa por el papa, por lo que no aparecía como pareja en la foto oficial.

En general, la nueva esposa, aunque algunas llevaban numerosos años de matrimonio civil, tenía que esperar en otra habitación del Vaticano que el papa la saludara por separado después de la audiencia al marido.

La decisión no implica un cambio de la ley canónica, que considera ilegítimos tales matrimonios, sino una aplicación de un principio que defiende Francisco: que los divorciados vueltos a casar sean “integrados en la vida” de la iglesia aunque no puedan acceder a la comunión.

El papa Francisco deberá divulgar en las próximas semanas las conclusiones de los dos sínodos sobre los cambios en la familia moderna, celebrados en 2014 y 2015, un documento muy esperado por los católicos.

Es posible que el pontífice no revolucione la doctrina, pese a las esperanzas levantadas cuando invitó a la iglesia a no tener “miedo” a revisar las normas y tradiciones que ha ido adoptando con el pasar de los siglos, y se limite a abrir las puertas a una mayor participación en la vida de la Iglesia de los católicos que se encuentran en situación “irregular“.

Religión Digital/Agencias

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Hombres armados asesinan a cuatro religiosas en Yemen

Domingo, 6 de marzo de 2016
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yemen---0304---suore_560x280Misioneras de la Caridad

Continúa la persecución a los cristianos

Al menos 16 personas fallecieron el pasado viernes, entre ellas cuatro monjas (misioneras de la Caridad) por los disparos efectuados por tres hombres armados contra una residencia de ancianos en la ciudad yemení de Adén, según fuentes oficiales, mientras otras elevan el total de víctimas mortales a doce, a la espera de confirmación.

En total, se trata de cuatro monjas -de nacionalidad india-, dos trabajadoras yemeníes del centro y un guardia de seguridad los fallecidos por la irrupción de los tres asaltantes en el interior del centro, que acribillaron con fusiles de asalto. Los tres individuos se dieron inmediatamente a la fuga tras el ataque. Sus motivos se desconocen y ningún grupo ha asumido de momento la responsabilidad del ataque.

El asalto revela la debilidad del actual Gobierno yemení, que tiene su sede en Adén tras su expulsión el año pasado de la capital, Saná, por los rebeldes hutíes (chiíes).

La ciudad, que en su día fue uno de los grandes núcleos cosmopolitas de la región, se ha convertido en un territorio sin ley donde las comunidades cristianas han sido expulsadas y sus iglesias y cementerios, objeto de desecración.

(Rd/Agencias)

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La Justicia francesa investiga al cardenal Barbarin por ocultar agresiones sexuales a menores

Domingo, 6 de marzo de 2016
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barbarin-carga-con-su-cruzVaya, vaya… el “azote” de homosexuales se ve en una de estas…

El sacerdote acusado aseguró que “los hechos eran conocidos por las autoridades eclesiásticas”

El Vaticano afirma que el purpurado gestionó la crisis “con mucha responsabilidad”

La justicia francesa ha abierto una investigación a varios responsables católicos, entre ellos el cardenal Barbarin, por “no denunciar el crimen” e “imprudencia temeraria” tras la inculpación de un sacerdote por agresiones sexuales a varios ‘boy scouts’ entre los años 1986 y 1991, según han señalado este viernes fuentes judiciales.

Esta investigación se abrió tras la denuncia de algunas de las víctimas del sacerdote, culpando a varios responsables de la diócesis de Lyon entre los cuales se encuentra el cardenal Philippe Barbarin, que les acusa de no haber denunciado los actos pasados y criminales del religioso.

Acusado de agresiones sexuales a los jóvenes ‘scouts’ hace más de 25 años, el sacerdote Bernard Preynat fue inculpado el pasado 27 de enero tras haber reconocido los hechos.

Según su abogado, Frédéric Doyez, el padre Preynat, en la actualidad septuagenario, ha declarado ante el juez “que los hechos ya eran conocidos por las autoridades eclesiásticas desde 1991“, fecha en la cual él se había separado del grupo ‘scout’ independiente al que pertenecía desde hace 20 años.

Una asociación local de víctimas ha denunciado “el silencio” el cual habría salido beneficiado durante décadas.

En una conversación con la prensa católica el 11 de febrero, el cardenal Barbarin declaró que ya había sido puesto al corriente de “los comportamientos” de este sacerdote “entre 2007 y 2008”.

 

Apodado “el Monseñor de los 100.000 voltios“, Barbarin, con 65 años, está muy comprometido con la causa de los cristianos de Oriente, y, además, por el diálogo interreligioso.

El Vaticano le ha ofrecido su apoyo, diciendo que gestionó la causa “con mucha responsabilidad”.

El papa Francisco consideró previamente, sin citar al cardenal, que “un obispo que cambia de Iglesia a un sacerdote sabiendo que es un pedófilo es de ser un inconsciente y la mejor cosa que podría hacer es presentar su dimisión”.

Esta cuestión se ha convertido en un tema bastante embarazoso para el episcopado francés que ha registrado un desarrollo en sus políticas de prevención contra la pedofilia desde que en 2001 se condenara a un obispo, Pierre Pican, por no denunciar unas violaciones a menores de edad cometidos por un sacerdote.

Religión Digital/Agencias

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