“Muera el Amor Romántico. La diversidad sexual y la maldición del romanticismo”, por Ramón Martínez
Un interesante artículo que publica en Cáscara amarga:
Las personas que mantenemos relaciones con otras de nuestro mismo sexo asumimos como propia una tradición cultural marcada por la heterosexualidad.
Y desde que Eva Illouz y Coral Herrera empezaran a publicar sus maravillosos trabajos desgranando los mitos que encierra el amor romántico, y las complicaciones que provoca en las relaciones personales, ha empezado a hablarse sobre ello por todas partes. Incluso entre los colectivos que reivindican la igualdad de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales.
Eso sí: de momento los mitos que combatimos son los estudiados en parejas de diferente sexo, porque aún falta un gran trabajo que estudie las particularidades del amor romántico entre personas del mismo sexo.
Para comprender cómo nos afectan esos mitos es preciso acudir a la entidad que más sabe sobre el amor romántico y san Valentín: El Corte Inglés, que de nuevo ha querido explicárnoslo este año con un corto promocional de Roberto Pérez Toledo.
Si en 2015 encontrábamos un Cupido semidesnudo repartiendo perfume al que un cliente daba su teléfono, con la excusa de que ya se conocían (un hombre vestido muestra interés por un cuerpo que se exhibe para llamar su atención, y decide reivindicarlo para sí… ¿de qué me sonará a mí esto?); este año la gran empresa nos presenta una nueva historia en que un joven se enamora perdidamente de otro, pero éste es sordo y no lo entiende.
El chico oyente reproduce una serie de tópicos propios del amor romántico heterosexual: “acabo de conocerte y creo que ya no quiero separarme de ti”, “me gustas, tanto que hasta me basta con lo que siento yo, me da igual lo que sientas tú”, “no tengo ni idea de lo que dices, pero vale: te digo que sí a todo”, “igual esto va a ser complicado, pero no me importa”; sin que sea capaz de hacerse entender, de comunicarse con quien le gusta, porque esto no parece resultarle fundamental.
Pero al final descubrimos que el otro sí podía leer sus labios, y le deja un bonito mensaje en el móvil: “no sé muy bien de qué va tu rollo pero tienes suerte. Yo también te digo sí a todo”. El chico oyente tiene suerte, porque el chico sordo ha accedido a decirle que sí a cualquier pregunta, aun sin entenderla. Se establece entre ellos una relación curiosa, en que uno no entiende al otro y éste parece que lo entiende a voluntad, si quiere o no leer sus labios; y no obstante ambos se entregan de manera incondicional. Según El Corte Inglés el amor entre dos hombres consiste en decir que sí a todo, aunque no entiendas la pregunta.
Es evidente que este amor romántico, ahora también consumible por parejas del mismo sexo -pero sólo de dos chicos, que son más comerciales; las mujeres lesbianas y bisexuales tendrán que esperar para poder comprar en estos grandes almacenes-, no es más que una traslación literal a nuestra realidad de las formas del amor romántico heterosexual, que mantiene prácticamente intactas las relaciones de poder que conlleva.
Porque el hecho de que algunos varones seamos gais, bisexuales o transexuales no significa que estemos libres de machismo. La redefinición de nuestra masculinidad, adaptada para permitirnos determinados comportamientos no tolerables según los patrones de género hegemónicos, no nos exime de que en otros muchos casos obedezcamos los mandatos de lo masculino.
Así, en ¿nuestra? forma de entablar relaciones afectivas, es posible encontrar dichas relaciones de poder, con la única particularidad de que, al tratarse las nuestras de parejas del mismo sexo, los mandatos de género pueden caer sobre cualquiera de sus dos integrantes, repartiéndose los roles, mezclándolos, o asumiendo ambos el mismo.
Y es evidente también que esta llegada a nuestra realidad de los patrones de comportamiento establecidos para las parejas en la cultura heterosexual tiene su origen en la aprobación del Matrimonio Igualitario. Con la misma reforma legal conseguimos ser iguales para el Código Civil y para El Corte Inglés, que sólo ha tardado diez años en comprender que, junto al matrimonio, ya teníamos derecho a padecer la dominación del romanticismo.
¿Y de dónde viene el amor romántico heterosexual? Quizá buscando su origen averigüemos cómo combatirlo. Y no deja de tener gracia que, en realidad, el amor romántico es un invento gay. Sí, gay. El Romanticismo modificó las pautas de conducta que estableció en la Edad Media el Amor Cortés… pero si investigamos de dónde se extrajeron esas pautas encontraremos, como demuestra Louis-Georges Tin en La invención de la cultura heterosexual, que esos grandes afectos fueron copiados, ni más ni menos, de las relaciones entre hombres en la épica.
Los valores del amor viril, de la camaradería, que en la Antigüedad encontramos en Gilgamesh y Enkidu, David y Jonatán, Aquiles y Patroclo, Hércules y Iolao, que llegaron a la caballeresca con Roldán y Olivier, Galehot y Lancelot, y quizá hasta nuestros hispánicos Mio Cid y Alvar Fáñez; los fundamentos de la misma homosociabilidad que se representó en el sello de la Orden del Temple, con la conocida imagen de dos caballeros compartiendo montura; fueron trasladados, diferenciando géneros, a las relaciones entre hombres y mujeres.
Y hoy, ochocientos años después, las personas que mantenemos relaciones con otras de nuestro mismo sexo asumimos como propia una tradición cultural marcada por la heterosexualidad, porque nadie nos ha hablado nunca de una tradición cultural afectiva entre personas del mismo sexo. Y eso que esa homosociabilidad no murió con los templarios: llega hasta nuestros días invisibilizada, pero puntualmente reivindicada por grandes figuras como Walt Whitman, García Lorca, Michel Foucault…
Para ser libres después de ser legalmente iguales hemos de saber reconocer las formas de opresión que sibilinamente se esconden incluso entre los derechos que hemos conseguido. Celebremos hoy el amor entre personas del mismo sexo, pero hagamos de nuestra celebración una herramienta más para conseguir emanciparnos.
Construyamos vínculos afectivos libres de los sistemas de dominación que creíamos haber superado. Y caminemos con tiento, porque la hidra tiene la capacidad de hacer renacer sus cabezas después de habérselas cortado. Que luego llega el amor y donde dije digo…
Comentarios recientes