“La Iglesia está enferma de homofobia: necesita una terapia de conversión”. Entrevista a Krzysztof Charamsa
Entrevista realizada por Carlos Osma en su blog Homoprotestantes:
Hace algo más de cuatro meses que “salió del armario” y en tan poco espacio de tiempo ha perdido su trabajo como profesor de teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, ha sido apartado de sus funciones como secretario adjunto de la Comisión Teológica Internacional y de oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha llenado portadas de periódicos, acudido a programas de televisión y radio, e incluso se ha venido a vivir a Barcelona. ¿Cómo se siente en este momento? ¿Cómo valora lo que le ha ocurrido a niver personal?
Me siento cristianamente liberado y realizado. Yo creo que éste fue el verdadero buen “pasaje” (metanoia) de mi vida espiritual – una verdadera pascua de mi resurrección. Para mí fue también el cumplimento de mi misión como sacerdote. Paradójicamente, cuando las instituciones católicas me han impuesto la prohibición de ejercer el ministerio, en conciencia siento que justamente ahora he madurado la verdadera fidelidad a mi vocación como persona homosexual llamada por Dios a ser pastor. Es el momento de la liberación cristiana, de transparencia de mi buena y natural identidad que he ofrecido a Dios para ser sacerdote y que no puede continuar siendo negada y ofendida por mi Iglesia. Es también la liberación de las mentiras promovidas por la institución de la Iglesia sobre las minorías sexuales. Antes de mi salida del armario, en mi trabajo en el Vaticano fui obligado a decir estas mentiras, como en una dictadura irracional.
¿Cree que ha conseguido sacudir la conciencia de la Iglesia católica con su “salida del armario”? ¿O simplemente ha dado la razón a quienes ya eran conversos de la inclusividad dentro y fuera de la Iglesia?
Sobre todo he recibido muchísimos mensajes de apoyo y también de gratitud por mi “salida del armario”. Creo que la conciencia de la Iglesia y de los creyentes en el mundo necesitan estas señales. La comunidad necesita las “salidas” que mueven la conciencia. En este sentido mi coming out es algo que quiere tocar la conciencia de la Iglesia, aunque está claro que los efectos no se pueden ver de inmediato. La Iglesia católica quiere sólo eliminar el “problema” de un alto funcionario vaticano que dice una verdad incómoda. La primera reacción católica y de los ambientes homofóbicos (y no sólo católicos) fue una campaña para desacreditar y neutralizar a la persona que se libera y exige la reflexión sobre la situación de las minorías sexuales. Para tener dormida la conciencia de la Iglesia, su gente debe estigmatizar y desacreditar un gesto como el mío, concentrándose, por ejemplo, en el celibato, que en este caso es una cuestión del todo secundaria y conectada profundamente con la paranoica negación de la sana orientación sexual (el celibato está pensado en la Iglesia católica como el “armario” para los gays, y el “armario” va contra la dignidad personal, no puede ser un lugar de serenidad y de paz. A esta Iglesia le digo: primero debemos limpiar nuestra conciencia de ofensas contra los homosexuales y después hablaremos de celibato, que debe basarse en una serena aceptación de la propia identidad sexual).
El Coming out de un sacerdote es la manera de despertar la conciencia eclesial sobre el tema de la dignidad y de los derechos humanos y cristianos de las personas homosexuales, como yo, que en la Iglesia son discriminadas y odiadas. Cristianamente, el misterio y el respeto de la persona van antes de disciplinas que no son esenciales para el servicio a la Iglesia. Pero no es así en la Iglesia católica. La Iglesia católica en este momento está paralizada por las emociones negativas de miedo anti-gay, que son emociones que bloquean el uso sereno de la razón. En esta dirección se mueve la jerarquía, el Vaticano, y una buena parte de fieles que son promovidos por el clero y gritan bastante fuerte (piensa solo en Manif pour tous o en las recientes manifestaciones católicas de Roma y en la promoción del odio contra las minorías sexuales y del desprecio a las personas LGBTIQ). Esos gritos exasperados, manipulados por la jerarquía, esconden que en realidad hay muchísimos católicos (silenciosos) que quieren la reflexión, el respeto, la inclusividad y, sobre todo, el conocimiento y la comprensión de los demás, en este caso de las personas LGBTIQ. Parece que el Papa mismo ha cerrado esta discusión, que al principio de su pontificado parecía que iba a abrir. Así, ahora en la Iglesia católica sólo pueden gritar los homófobos, que ofrecen y mantienen la imagen de la Iglesia. Al católico que no es homofobo se le acusa de ser infiel a la doctrina actual de la Iglesia, a la cual los católicos deben obedecer. Esta doctrina es en la actualidad profundamente homofóbica y prohíbe cualquier coming out a los católicos LGBTIQ, los considera personas incapaces de amar que solamente buscan sexo, establece discriminaciones precisas de homosexuales y juzga que discriminar gays en el trabajo y en la sociedad es justo; compara a las personas homosexuales con enfermos mentales. Para darse cuenta de la realidad de la homofobia católica impuesta a todos los fieles, es muy importante leer los documentos de la Iglesia en esta materia, que ofenden la dignidad humana de las personas LGBTIQ.
Pienso que cada vez que se produce un coming out dentro la Iglesia, ésta en realidad se despierta, se inquieta, aunque los buenos frutos no se puedan ver de inmediato. El odio homofóbico en la Iglesia es demasiado fuerte y está gobernado por las oficinas vaticanas más importantes.
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