Indonesia intensifica su represión y desprecio por la población LGTB
La inexorable influencia del fundamentalismo islámico en la política y vida pública indonesia está provocando numerosos ataques a la comunidad LGTB desde las instituciones del país del Sudeste Asiático, algo que desprotege y expone al colectivo a aberrantes situaciones de violencia y discriminación.
Su tamaño, clima y geografía hacen de Indonesia el tercer país con mayor nivel debiodiversidad del mundo. Un palpitante paraíso natural en el que rebosa la tradición y cultura, pero que desgraciadamente se encuentra secuestrado políticamente por unas instituciones altamente represoras y peligrosamente integristas.
Durante los últimos años, todo el archipiélago malayo ha experimentado un incremento nada saludable del fundamentalismo islámico, algo que ha provocado ingentes mermas en los derechos y libertades de su población y la instensificación de los discursos de odio contra las minorías, que incluyen las sexuales y de identidad de género.
Esta abobinable represión -que está muy ligada a la estrategia de conservación del poder político– adquiere formas muy diversas, que van desde peticiones ridículas a compañías de mensajería instantánea al desprecio del dinero de Naciones Unidas para el desarrollo de programas dedicados al colectivo LGTB.
En este sentido, el sentimiento homo y transfóbico que impregna las instituciones del país del Sudeste Asiático se refleja el último gesto de su vicepresidente, Jusuf Kalla, que ha solicitado al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo que no emplee en la protección LGTB la partida de 8 millones de dólares que tenía prevista para todo el archipiélago.
Kalla justificó esta indigna solicitud explicando que la promoción de los derechos LGTB no está en consonancia con los valores sociales vigentes en el país musulmán. Por esta razón, la oficina para el Desarrollo de la ONU ha destinado finalmente esos fondos a Tailandia.
Paralelamente a estos últimos actos de menosprecio público al colectivo LGTB indonesio, han tenido lugar otros capítulos de elevada represión y censura, como la redada de la policía islámica a una pensión en la ciudad de Bandung por ser el origen de la emisión de mensajes de contenido homosexual en medios sociales -que tacharon de ‘‘terroristas”-.
De la misma manera, la Comisión Nacional de Protección del Niño expresó su apoyo a la prohibición de cualquier contenido en radio y TV que no muestre una visión negativa de los “comportamientos LGBT”, acusándolos de ”lavar el cerebro a los niños para convertirlos en afeminados”.
Este profundo sentimiento anti-LGTB se ha trasladado de las institucines a otros ámbitos sociales, que han motivado actos ”espontáneos” de intimidación como el empapelamiento de las callles de Bandung con carteles en los que se instaba a la población homosexual a abandonar el país.
Y toda esta sucesión de quebrantos en la sociedad homo, bi, trans e intersexual de Indonesia se da en un en un país en el que las relaciones homosexuales no están penadas -a excepción de la región de Aceh- y en cuyos medios de comunicación tienen presencia recurrente rostros conocidos que forman parte del colectivo.
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