Cuaresma sí, pero … comunitaria. 1 marzo, 2015
Se nos interrumpe la semana, casi sin esperarlo, nos pilla andando en el despiste de lo cotidiano. Se abre un nuevo tiempo, un miércoles. Y comienza la cuaresma.
Es un tiempo privilegiado para echar un vistazo tierno sobre nuestro caminar. Sin culpabilidades, acariciando los límites propios y viendo en ellos trampolín para un futuro nuevo. “Hazte capacidad, yo me haré torrente”, cuenta Santa Catalina de Siena que había escuchado de Dios. Pues ni más ni menos eso es el tiempo de cuaresma, unas semanas en las que podemos recuperar o aprender nuestras capacidades para que Cristo se nos haga torrente que nos inunde en el tiempo de Pascua.
La mecha se ha encendido e irá quemándose hasta reventar en la luz viva y vivificadora de la Pascua.
Cuarenta días que no son cuarenta ladrones que nos roban la alegría como a veces hemos entendido sino cuarenta espacios para contrastar la propia vida y reconocer que aún nos queda por aprender, por hacer, por ser…
La cuaresma es un tiempo para dejarnos ser. Pero ser, como nos hizo el Creador, seres bellísimos, cantores de la libertad, anunciadores de la unidad. El tiempo, la prisa y a veces el sinsentido, hicieron que tanta belleza se cubriera de un polvo nocivo que no siempre es fácil de quitar. Generalmente desaprender es más costoso que aprender.
Tiempo de ser, de hacernos capacidad, “capax Dei”, capaces de Dios, capaces de albergar de forma misteriosa la grandeza de Dios en nuestro interior y transmitirla sin titubeos.
Un tiempo para remarcar de manera más palpable que estamos hechos para amar, para entregar la vida sin mezquindades; que solidaridad no viene de solo (solus), sino de entero (sol-); que podemos, y es bueno, ejercitar nuestra fuerza de voluntad en rechazar aquellos caprichos que tuvieron la desfachatez de disfrazarse de deseos; que ya es tiempo de dejar de creer que la vida cristiana se sostiene sin la oración cotidiana. Se sostendrá la rutina pero no arderá el corazón. Y un corazón que no arde… no es rescoldo, ni brasa, es ceniza fría que en el tiempo de cuaresma conviene retirar y ocupar su espacio con un buen fuego.
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