Sueños e intuiciones.
Acaba el Año de la Vida Consagrada en el que el Papa Francisco nos invitaba a mirar el pasado con gratitud, vivir el presente con pasión y abrazar el futuro con esperanza. Y con el corazón agradecido por tanto que hemos compartido, celebrado, orado… se nos queda la mirada soñadora, el alma contenta y llena de esperanza. Y aquí os dejamos un sueño, nuestro sueño:
Soñamos con una vida de comunidad cada vez más circular, más horizontal y más arriesgada.
Soñamos con una comunidad más débil pero menos cobarde. Más humilde y más pobre.
Soñamos con una comunidad que siga trabajando por la dignidad de la mujer, que siga visibilizando el papel social y eclesial que le corresponde a la mujer y a todo lo femenino.
Soñamos con una comunidad cada vez más orante y comprometida social y ecológicamente. Una comunidad que crezca en conciencia, que avance por el camino de la ética del cuidado.
Soñamos con una comunidad generadora de paz, reconciliación, diálogo, escucha… con una comunidad que no se canse de estar en el camino.
Soñamos con una comunidad “perfectible” que se sepa inacabada. Una comunidad abierta a las diferencias.
Soñamos con una comunidad que sea verdadera alternativa, donde se vivan unas relaciones diferentes en todos los sentidos: relaciones personales, relación con la economía, relación con el trabajo, relación con el mundo.
Soñamos con una comunidad transparente, servicial, generosa, acogedora, evangélica, orante, humilde, provocativa, valiente, emprendedora, justa.
Soñamos con una comunidad a la que se le contagie más y más la forma de ser de nuestro Dios Trinidad. Kenótica, solidaria, amorosa. Viva, resucitada. Enamorada del Reino. Esperanzada, llena de límites y de sueños. Dialogante, con conflictos y con deseos de superarlos.
Soñamos con una comunidad que siga siendo pequeña, en número y en fuerzas. Una comunidad débil que necesite confiar en Dios.
Una comunidad de hermanas que camine humildemente de la mano de Dios.
Comentarios recientes