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Pacificar el ambiente. Obras de misericordia social

Miércoles, 3 de febrero de 2016

buensamaritano1Mari Paz López Santos
Madrid.

ECLESALIA, 27/01/16.- Desde que el Papa Francisco inauguró el Año de la Misericordia en el mes de diciembre se están refrescando en el ambiente cristiano lo que todos sabíamos por las enseñanzas recibidas en la catequesis y recordadas hasta con aquellas musiquillas que nos hacían más fácil recordar largas listas cuando éramos pequeños.

Las pongo aquí para contribuir a la difusión iniciada por el Papa, compartiendo pequeños comentarios de lo que me provoca cada una. Después, con todo respeto, explicaré y animaré a la acción de lo que he llamado una obra de misericordia social.

Obras de misericordia espirituales:

  • Enseñar al que no sabe, y tener la suficiente humildad de aprender del sencillo e instruido por la vida.
  • Dar buen consejo al que lo necesita, o sencillamente dar nuestro tiempo gratis para escuchar a quien lo necesita.
  • Corregir al que yerra, siempre y cuando mis propios errores me hagan bajar a comprender el error del otro.
  • Perdonar las injurias, con amor y humor, sin que te echen a perder tu autoestima. El que injuria puede necesitar tratamiento de profesionales en psicología.
  • Consolar al triste, con escucha, abrazos, pañuelos.
  • Sufrir con paciencia los defectos del prójimo, o lo que creo que son defectos: en la familia, al jefe, al compañero trepa o plasta en el trabajo, al vecino, etc.
  • Rogar a Dios por los vivos y las almas perdidas, aplicando la oración por los vivos que son los que más lo necesitamos, seguimos sin ver claro. Lo de las almas perdidas me crea confusión, pues Dios es infinitamente justo y pero también misericordioso. Releo aquello de “la misericordia se ríe del juicio” (Sant 2,13) y sé que Dios resuelve infinitamente.

Obras de misericordia corporales:

  • Visitar y cuidar a los enfermos, especialmente a los de larga duración, a los que no tienen quien los visite, los que sólo puedes hacerles una caricia porque ya no te reconocen.
  • Dar de comer al hambriento, al que tenga cerca pero con la vista puesta en que más de dos tercios de la humanidad está en situación de hambre y necesidad de todo tipo.
  • Dar de beber al sediento, lo mismo que la anterior.
  • Dar posada al peregrino, al refugiado político que huye de situaciones de conflicto y muerte;  al inmigrante que huyen por motivos de supervivencia económica… ellos son más que peregrinos.
  • Vestir al desnudo: desde esta parte del mundo parece imposible que alguien pueda estar desnudo de vestido, con la gran producción de moda que nos caracteriza.
  • Liberar al cautivo, ayudándole mientras cumple condena y procurando que se libere de lo que le tiene preso interiormente.
  • Enterrar a los muertos… pienso en el  mar Mediterráneo convertido en un cementerio acuático en el que siguen muriendo seres humanos que no logran llegar a las fronteras de Europa.

Si se pusieran en práctica las catorce Obras de Misericordia que propone la Iglesia, el mundo sería una balsa de aceite; la calma y la alegría reinarían por doquier y el mundo sería un recinto fraterno donde todos los seres humanos sin distinción de raza, cultura, sexo o religión viviríamos en paz y sin sobresaltos.

Pero como la realidad es bastante distinta reflexionaba con mi grupo de oración hace unos días sobre este tema: estamos demasiado expuestos a los medios de comunicación, olvidamos porqué suceden las cosas y la trayectoria que siguieron hasta llegar al punto actual. No escuchamos al que tiene otro pensamiento, otra ideología, etc.

Peligroso es que entre los mismos grupos cristianos haya confrontaciones que derivan de la política, la crisis, de las ideologías… Peligroso es que el miedo se inyecte en la vida de unos y otros y vivamos en permanente estado de debate.

Propuse en mi grupo que nos empeñáramos en pacificar el ambiente. Romper el estado de debate alrededor de una taza de café y queriendo arreglar el país, el mundo, la Iglesia… Romper la confrontación escuchando a los otros desde una dimensión que, reconozco, es complicada, pero habrá que intentarlo: ver al otro como alguien al que tengo que escuchar. Escuchémonos.

Así que propongo una obra de misericordia social: pacificar el ambiente. Ya sea en casa, con los amigos, en el trabajo, en el grupo de la parroquia, en la reunión de vecinos, en la del colegio de los niños, en el gimnasio, en la universidad, en el supermercado… ¡Venga, pacifiquemos el ambiente, con creatividad, como esas pequeñas flores que crecen en terrenos hostiles!

Personalmente, lo voy a intentar aunque sólo sea, en principio, por lo que mi propio nombre indica

 (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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