Dom 31.1.16. Hijo de José, una ruptura de evangelio
Dom 4 tiempo ordinario. Ciclo C. Lc 4, 21-30. Continúa el tema del domingo anterior, centrado en el sermón de Nazaret (Lc 4, 18-20), donde Jesús anunciaba la liberación de los oprimidos y cautivos.
Lucas sigue insistiendo en ese motivo, pero desde la perspectiva del enfrentamiento de Jesús con su pueblo (que apela al recuerdo de José, en contra de Jesús).
El contraste entre Jesús y su pueblo (en un contexto de familia) aparecía en Mc 6, 1-6 y de forma parecida en Mt 15, 35-38. Pero Lucas lo ha reelaborado de un modo intenso, distinguiendo y separando a Jesús de su “padre” José, que aparece así como signo del judaísmo nacional-nacional, mientras Jesús aparece como signo del judaísmo nacional-universal.
No sabemos si Jesús se enfrentó en su juventud a su padre José, ni sabemos cuando murió éste. Pero lo cierto es que, según el evangelio de Lucas, los vecinos de Nazaret (sus paisanos) suponen que Jesús no sigue en la “buena línea” de su “padre”. El evangelio de Lucas ha reelaborado la escena y ha recreado el tema con unas variantes muy significativas.
Es muy posible que, en su conjunto, la Iglesia no haya recuperado la imagen y signo de este José de Lucas 4, ni haya planteado desde este fondo, con todo rigor, sus relaciones con el judaísmo nacionalista de su familia, con la ruptura posterior que ello ha implicado para Jesús.
Resumen en seis puntos
1) Lucas ha introducido en este contexto el famoso sermón programático de Nazaret (¡Anunciar la libertad a los cautivos!: Lc 6, 18-20), que aparecía en la liturgia del domingo anterior. Precisamente en Nazaret, donde se supone que debe defender la opción particular de su pueblo y tribu, Jesús ofrece un mensaje universal de “gracia” (perdón), omitiendo el “detalle esencial” del castigo de los enemigos.
2) En vez de referirse a la madre y hermanos (como hacen Marcos y Mateo en sus textos paralelos), Lucas cita a José de un modo muy significativo. Es evidente que todos en el pueblo le conocen, de forma que al preguntar ¿no es éste el hijo es José? no están refiriéndose a un parentesco biológico (dado por supuesto), sino “ideológico y práctico”. Los nazarenos están afirmando retóricamente que Jesús no sigue en la línea de su “padre” que para ellos se había mantenido en línea buena.
3) Jesús se defiende apelando a dos famosos profetas del entorno galileo (Elías y Eliseo), quienes, siendo muy israelitas, habían, defensores a ultranza del Yahvismo, habían abierto desde el mismo Dios-Yahvé su acción sanadora a las personas del “odiado” entorno (a los fenicios y sirios), superando así el particularismo israelita.
4) Todo culmina en un linchamiento frustrado. Jesús ha roto con Nazaret, que parece una aldea de nazareos/nazireos mesiánicos. Él será “nazareo”, defensor de las tradiciones de David, en línea israelita, pero lo será de otra manera, enfrentándose así a la opción que había mantenido José (y con José los nacionalistas de Nazaret). Jesús será también nacionalista, gran judío, pero lo será en sentido universal: abriendo el mensaje judío a todos los pueblos.. Ésta “herida y ruptura” entre Jesús y su “padre” está en el origen del mensaje cristiano.
5) La figura de José ha sido recuperada “piadosamente” (en ámbito de fe) por Mt 1-2 y Lc 1-2 y así la venera la Iglesia (aunque de forma quizá muy insuficiente). Todo nos permite suponer que la figura del José real, un recio nazareo, nacionalista mesiánica (en una línea que estaría más cerca de los celotas posteriores), aparece aquí mejor esbozada que en los evangelios de la infancia de Mateo y Lucas (y lo mismo suce Jn 1, 45 y 6, 42, confirmándose así, una vez más, las conexiones entre Lc y Jn).
6) Se plantea así un tema apasionante, tanto en relación a José (un “justo” nazareo, buen judío mesiánico), como en relación con Jesús, su “hijo”, que aparece abriendo un camino de mesianismo universal, que está en la base del cristianismo. Es claro que no puedo desarrollar todos los temas aquí implicados, pero intentaré esbozarlos, dejando quizá para otro día la figura de José y el sentido de la evocación de Elías-Eliseo. Buen fin de semana a todos.
Texto Lucas 4, 21-30
En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.” Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.
Y decían: “¿No es éste el hijo de José?”
Y Jesús les dijo: “Sin duda me recitaréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.”
Y añadió: “Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino sólo una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, sino sólo Naamán, el sirio.”
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.
1. Jesús. Hoy se cumple esta palabra
a) Se cumple la palabra de liberar a los cautivos… de anunciar el año de Gracia del Señor… (cf. Lc 4, 18-20). Es una palabra central del mensaje israelita, una palabra de salvación mesiánica de Isaías…, pero que Jesús no ha citado de un modo completo, pues ha dejado a un lado (quizá ostentosamente) la parte relacionada con el juicio de Dios y la condena contra los enemigos de Israel.
b) Elías y Eliseo son figuras importantes de la tradición popular Galilea. De ellos hablan con extensión los libros de 1 y 2 Reyes. Elías se abre a los extranjeros, alimenta a la viuda de Sarepta y resucita a su hijo… En esa línea de apertura hacia los de fuera se sitúa el mensaje y camino de Jesús. Por su parte, Eliseo: cura a Naamán el sirio… Su acción de sanador se abre más allá de las fronteras de Israel, rompiendo los límites de un nacionalismo religioso estricto.
2. La disputa de Nazaret: todos los hombres (Lc 4, 22-29).
Como he dicho, Jesús empieza afirmando que todo el programa de Isaías (entendido como programa de liberación universal) se ha cumplido “hoy”, en el hoy de Jesús, en el hoy de Nazaret, que aparece así como principio de una misión universal. Es evidente que, en esta línea, la “iglesia” o movimiento de Jesús empieza en Nazaret. De “Nazaret a todo el mundo”, ese sería su programa. Aquí tendríamos a Jesús el nuevo “nazoreo” universal de la liberación mesiánica. Pero los “nazoreos” nazarenos no le admiten:
1. Los nazoreos-nazarenos condenan a Jesús, aunque al principio parecen admirarlo. Le condenan porque, al parecer, no actúa como José (¿no es éste el hijo de José?), es decir, porque quiere ayudar a todos los pobres y cautivos del mundo, no sólo a los judíos, porque cita y aplica mal el texto de Isaías.
2. Jesús se apoya en los profetas Elías y Eliseo, que ayudaban a los pobres de los pueblos del entorno, no sólo a los judíos (ayudaban y curaban a los sirios y fenicios), preocupándose no sólo de los nacionales (los judíos, los buenos cristianos, los españoles), sino también de los de fuera (no judíos, no cristianos, no españoles…).
3. Jesús linchado… y liberado
Los nazarenos quieren “ajusticiar a Jesús”, porque no responde a los ideales de su nación, porque no es buen judío, a través de un proceso de linchamiento (Ley de Linch) colectivo, perfectamente estudiado por los antropólogos. Se trata de matar entre todos (como en la lapidación), pero de matar sin golpear directamente, acorralando al “ajusticiado” de tal forma que él mismo tiene que caer al precipicio y matarse. Como he dicho,muchos textos clásicos de antropología citan casos como éste. Pero Jesús logra marcharse, abriéndose paso entre el gentío airado, aunque el texto no dice cómo (con qué resortes psicológicos o sociales)
En este contexto se entiende la escena del “fracaso de Jesús en Nazaret”. Leído así, el conjunto del pasaje (Lc 4, 16-30) cobra una inquietante y esperanzada actualidad. También a nosotros nos turba y extraña ese universalismo: queremos libertad, pero sólo para algunos, para los buenos paisanos de mi pueblo o mi grupo; queremos prosperidad, pero sólo para los que pertenecen al sistema occidental o americano (por poner unos ejemplos posibles).
4. Tema de fondo: la apertura (potencialmente) universal de Jesús.
Ciertamente, el mensaje de Jesús va en la línea mesiánica de Israel, pero no se cumple como muchos quieren, en clave de liberación particular (de los buenos judíos) y de condena (¡año de venganza!) para los enemigos de Israel. Jesús, en principio, anuncia el Reino de Dios para Israel… Pero en el fondo le interesan igual los pobres de Nazaret y de Israel y los pobres de todo el mundo.
Según los “buenos” nazarenos, que apelan a José, su “padre”, Jesús tenía que haber sido un luchador nacional, un partidario de la separación entre los buenos israelitas y los malos extranjeros. Por eso, la pregunta puede sonar de esta manera: «¿Cómo siendo hijo de José puede comportarse de esta forma?».
Eso significa que, según los nazarenos, Jesús aporta una novedad que le separa de los buenos ciudadanos judíos de Nazaret, que quieren la gracia de Dios para ellos y la justicia o venganza para los de fuera. En este contexto se sitúa el refrán de Jesús que les responde diciendo, «ningún profeta no es bien recibido en su tierra» (Lc 4, 24), porque el profeta, si lo es de verdad, debe proclamar la gracia de Dios sobre todos (rompiendo así los límites estrechos de su tierra).
5. La cita de Isaías, una cita cambiada
En este contexto, los nazarenos advierte que Jesús, su paisano, ha universalizado el texto de Isaías, suprimiendo sus palabras finales de juicio, que suelen dirigirse contra los extranjeros.
— Jesús no quiere libertad sólo para “nosotros” (los buenos, los nacionales, los de la iglesia verdadera) y venganza para los malos (los de fuera). Él ha suprimido la venganza y quiere libertad para todos:
Isaías 61, 2 situaba el jubileo en un contexto judicial de tipo israelita, proclamando así una “doble suerte”: un Año de Gracia de Yahvé, el Señor, para los fieles, un Día de Venganza de nuestro Dios, para los infieles. La profecía puede inscribirse así y se inscribe dentro de la experiencia nacional, ratificando la singularidad y elección del pueblo de la alianza, conforme a una visión de las dos “suertes” que el libro de Ester ha desplegado de un modo impresionante (triunfo para los judíos, destrucción para los enemigos).
Desde esta perspectiva de la doble sanción (Año de Gracia, Día de Venganza; salvar a los buenos, condenar a los malos), que puede aplicarse a gran parte de la teología “legalista”, marcada por un tipo de talión (para los buenos el cielo, para los malos el infierno), este pasaje sigue dividiendo a los hombres, pues Dios les deja en manos de su propio juicio, marcado por la lucha entre los buenos y los malos.
6. Los nazarenos rechazan a Jesús.
En contra de una visión “cerrada” Isaías (Gracia para Israel, venganza para los pueblos entiles), Lucas 4, 19 universaliza la parte positiva del mensaje de Isaías, indicando que Jesús (en realidad, a lo largo de toda su vida y de un modo especial por su muerte y pascua) ha proclamado las palabras de esperanza (Año de Gracia liberadora), prescindiendo del aspecto legal, esto es, del Día de venganza de Dios. Eso significa que cesan los antiguos privilegios de los nazarenos (“buenos” judíos); las normas de la ley sacral se acaban y pierde su importancia la elección israelita que conducía al triunfo final de unos y a la derrota de otros. Estas palabras de Jesús se inscriben dentro de la lógica del Sermón de la Montaña que supera la oposición entre amigos (a quienes debe amarse) y enemigos (a quienes se combate o rechaza).
[[Jesús descubre esta la lógica de oposición en el mismo mensaje de fondo de Isaías donde Dios garantizaba su gracia a los buenos expulsados (ciegos, cautivos, oprimidos) pero anunciaba, al mismo tiempo, su venganza o desquite contra los adversarios. Así ofrece sólo un año de “gracia universal”. Lógicamente, los “buenos” nazarenos se sienten discriminados. J. KLAUSNER, Jesús de Nazaret. Su vida, su época, sus enseñanzas, Paidós, Barcelona 1991, ha mostrado de manera impresionante la novedad de esta lógica de Jesús desde (y en contra) del mismo judaísmo anterior]].
Conforme a su lógica de elección y ventaja propia, los nazarenos rechazan el mensaje de Jesús. Suponen que la acogida y “gracia” que ofrece a los pobres (cautivos, ciegos, encarcelados, emigrantes…) es buena, siempre que no ponga en peligro el privilegio de aquellos que siempre se han sentido buenos, esto es, de ellos, los nazarenos. La gratuidad es positiva, pero a condición de que siga ratificando el privilegio de quienes son dignos de ella, al servicio del propio sistema.
Pues bien, Jesús ha roto ese esquema, ofreciendo perdón sin venganza, una libertad que desborda el nivel del buen sistema (de los nazarenos). Lógicamente, los partidarios (privilegiados) del orden particular, representados aquí por los buenos nazarenos le condenan y quieren matarle porque rompe su seguridad, ofreciendo la curación y libertad a todos los (incluidos los enemigos seculares de Israel: fenicios y sirios).
7. ¿No es éste el hijo de José?
Los colectivos religiosos, igual que los estados “legales”, necesitan defender su identidad y para ello tienen que expulsar a los extraños o encerrarlos en la cárcel. Lógicamente, junto al “año de gracia” (para ellos), necesitan un “día de venganza” (para los enemigos). En esa línea se habría situado, lógicamente, el buen José. Así ha sido y así será; la mayoría de nosotros somos más “josefinos” que “jesuitas o jesuánicos”.
Jesús, en cambio, quiere libertad-gracia para todos y por eso apela a Elías y Eliseo (en su aspecto universal, también ellos tienen otro rasgo nacionalista duto). Por eso ha ofrecido salvación universal a los antes oprimidos y expulsados, de manera que ha tenido que renunciar por gracia de Dios a la “venganza” del Señor. Es normal que los nazarenos (representantes de los buenos israelitas) se sientan defraudados, pues pierden sus ventajas anteriores, viniendo a ser como los otros. Quieren defender su propiedad; por eso se enfurecen e intentan lincharle.
Como sabía el buen José y como afirman los que apelan a su memoria, en contra de Jesús (¡hijo rebelde!), de un modo normal, , el orden de una sociedad se funda en la violencia y expulsión de los disidentes, de manera que así se distingan los buenos de los malos.
Pues bien, al desenmascarar ese sistema de expulsión violenta, Jesús supera y destruye aquella distinción, viniendo a presentarse como peligroso para los que quieren conservar sus privilegios. Por eso, sus mismos paisanos intentan matarle y lo hacen precisamente porque son «buenos»: porque defienden la institución nacional, fundada en la distinción de legales e ilegales (de los que pueden vivir en libertad y de los encarcelados). Lo hacen porque son justos, cumpliendo la exigencia del Deuteronomio (que manda matar a los que rompen la unidad de religión nacional)
8. ¿Qué habría pensado José de haber seguido viviendo?
Todo nos permite supone que José había sido un piadoso judío nacionalista… que no habría aceptado la apertura universal de fondo de Jesús. No es que José fuera “malo” o no quisiera a todos los seres humanos. Pero todo nos inclina a pensar que iba más en la línea de lo harían más tarde los celotas.
Evidentemente, Lucas ha presentado a José como un hombre justo y fial a Dios (en Lc 1-2), pero todavía en la línea de la ley nacional. Jesús habría llegado al fondo de esa Ley, descubriendo su sentido universal. Los nazarenos se sentían más vinculados al viejo José que a su hijo Jesús.
Estamos, por tanto, en el centro de un conflicto de familia. Por eso, los nazarenos acusan a Jesús de no ser fiel a José. Estamos en el lugar en el que parece decidirse la novedad de Jesús, la novedad cristiana…
Pues bien, la liturgia cristiana, al venerar a José como San José y como patrono de la Iglesia, ha supuesto que el “buen José” hizo en su tiempo lo que tenía que hacer, siendo un buen padre de Jesús, situándole en el lugar justo para que Jesús le “superara”. José fue buen padre teniendo sus propios ideas. Y Jesús fue mejor hijo cambiando las ideas de su padre, buscando un camino distinto.
Es bueno que la Iglesia venere a san José en el cielo… aunque sus buenos paisanos, con sus mismas ideas, quisieron linchar a Jesús, en la primera historia de pasión frustrada del Evangelio.
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