En materia de derechos LGTB, pocos políticos tan mentirosos hemos conocido como Nicolas Sarkozy. Durante su anterior etapa en la presidencia de la República Francesa incumplió su promesa de mejorar el reconocimiento de las uniones entre personas del mismo sexo. Tras perder las elecciones frente al socialista François Hollande, que sí cumplió con la promesa de legalizar el matrimonio igualitario (aunque dejó otras por el camino…) se convirtió en adalid de la peor homofobia, asegurando que derogaría la ley si volvía al poder. Ahora asegura que no lo hará.
La presidencia de Nicolas Sarkozy se caracterizó por la negativa a permitir ningún avance en materia LGTB, y ello pese a que en la campaña de 2007 había prometido mejorar el PACS (Pacte Civile de Solidarité, la figura jurídica abierta a las parejas del mismo sexo pero con derechos mucho más restringidos que los del matrimonio que el gobierno socialista de Lionel Jospin promovió en 1999) y convertirlo en una verdadera unión civil con derechos similares a los del matrimonio entre heterosexuales (dejando fuera la adopción). No fue así, y de hecho durante la campaña electoral de 2012 recuperó su perfil más conservador y justificó el incumplimiento de aquella promesa con el argumento de que “nos dimos cuenta de que sería inconstitucional reservar un contrato así solo a los homosexuales. Este contrato de unión civil habría socavado la institución del matrimonio”.
Finalmente el Partido Socialista francés se hizo con la mayoría en el Parlamento y Hollande ganó las presidenciales. El matrimonio igualitario fue finalmente aprobado, pero las fuerzas de la derecha (política y social) aprovecharon las vacilaciones de los socialistas durante el proceso y promovieron la que hasta la fecha ha sido la mayor campaña de odio contra el matrimonio igualitario vista en un país de la Europa occidental. GayLib, el que era grupo LGTB de la UMP, acabó de hecho por desvincularse del partido ante la hostilidad desplegada por sus compañeros. La reacción fue tal que movimientos fuertemente homófobos como la Manif pour tous adquirieron vida propia y se convirtieron desde entonces en agentes que condicionan de forma significativa la política francesa.
Sarkozy, en su afán por recuperar popularidad entre la derecha, se sumó sin dudarlo a la ola homófoba. En noviembre de 2014, en un acto de Sens commun, uno de los movimientos nacidos al calor de las movilizaciones contra el matrimonio igualitario pero afín a la UMP, prometió derogar la ley que lo hace posible si llegaba de nuevo al poder. En aquel momento Sarkozy hacía campaña para ser elegido presidente de la UMP (cosa que consiguió, por cierto) y sus declaraciones fueron interpretadas como un movimiento para hacerse con el favor del sector más conservador de su partido frente a su gran rival interno, Alain Juppé, que no se presentaba como candidato a ese cargo pero al que muchos ven como el gran rival de Sarkozy en las elecciones primarias de las que en 2017 deberá salir el próximo candidato conservador a la presidencia de la República. Juppé, más centrado que Sarkozy, se había alejado ya de los posicionamientos más extremos y se había declarado de forma explícita a favor del matrimonio igualitario y de la adopción homoparental.
Ahora Sarkozy, quizá habiendo recalculado sus fuerzas y ante la pujanza del Frente Nacional (un partido también contrario al matrimonio igualitario pero que en todo este proceso ha preferido huir de la primera línea), vuelve a dar un giro de 180 grados. Ha sido en un libro que acaba de publicarse, La France pour la vie, en el que repasa su trayectoria política, y en que “lamenta vivamente” no haber cumplido su viejo compromiso de aprobar la unión civil entre parejas del mismo sexo. Respecto al matrimonio igualitario, defiende que Hollande debería haberlo llevado a referéndum, pero una vez aprobado asegura que no ha lugar a dar marcha atrás y “descasar” a las parejas que han contraído matrimonio. “Es un punto sobre el que, lo asumo, he evolucionado”, afirma.
Estupor de los grupos homófobos
La marcha atrás de Sarkozy, como era de esperar, ha generado estupor entre los grupos homófobos. Es el caso de La manif pour tous, que lo acusa de traicionar sus convicciones y que le ha solicitado ya una entrevista para pedirle explicaciones y ofrecerle “soluciones jurídicas” para las parejas ya casadas en caso de que se derogase la ley. El giro tampoco ha sentado bien en Sens commun, que lo califica de “deplorable” y que ha anunciado que no apoyará a ningún candidato republicano que no respete sus compromisos en esta materia.
También en su propio partido (que por cierto ya no es la UMP, formación que como tal dejó de existir en 2015 para convertirse en una nueva marca, “Los Republicanos”) se han comenzado a escuchar voces críticas. Es el caso de Hervé Mariton, el que fuera uno de sus competidores por la presidencia de la UMP y que también optará por ser elegido candidato de la derecha a las presidencia de la República, que en un tuit dice lamentar la marcha atrás de Sarkozy y asegura que él sí “mantiene su compromiso”.
Una situación política, en cualquier caso, poco prometedora
La marcha atrás de Sarkozy puede considerarse una buena noticia, más allá de que el personaje tenga un más que evidente déficit de credibilidad. En este momento, y salvo nuevo giro de la situación, los dos candidatos que parecen con más posibilidades de ser candidatos de la derecha a las próximas elecciones presidenciales, Juppé y Sarkozy, no serían hostiles al matrimonio igualitario.
En cualquier caso, incluso al margen de Los Republicanos, la situación de los derechos LGTB en Francia arroja pocos motivos para el optimismo, dada por un lado la pujanza del Frente Nacional y por otro el giro derechista del Partido Socialista tras el nombramiento como primer ministro de Manuel Valls. Valls, recordemos, dio al traste con las intenciones de su predecesor de permitir a las mujeres lesbianas el acceso a la reproducción asistida, solo permitido en Francia a parejas de distinto sexo, casadas o no, que además deben acreditar la esterilidad de al menos uno de sus miembros. Se trata de una prohibición total, que afecta tanto a la sanidad pública como a la privada, y que obliga a cualquier mujer francesa sin pareja masculina que desee ser madre a acudir (si se lo puede permitir) a clínicas privadas de países vecinos, como Bélgica, Holanda o España. Hace pocas semanas, de hecho, Le Monde denunciaba como aún hoy un médico que colabore con una pareja de lesbianas para ayudarle a ser madres se expone a una pena de cárcel de cinco años de prisión y multa de 75.000 euros. Increíble, pero cierto.
Fuente Dosmanzanas
General, Homofobia/ Transfobia.
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