Un certero análisis que publica en Cáscara Amarga. Es necesario recordar a Hannah Arendt y su libro Eichman en Jerusalén: Un informe sobre la Banalidad del mal, que en resumen viene a decir que no es cierta la idea de que los criminales eran manifiestamente psicópatas y diferentes de la gente normal. Muchos concluyen que situaciones como el Holocausto pueden hacer que incluso el más común de los humanos cometa crímenes horrendos con los incentivos adecuados, pero Arendt se muestra rotundamente en desacuerdo con esta interpretación, ya que Eichmann era libre en su voluntad después de la Führerprinzip. Arendt insiste en que la elección moral sigue siendo libre, incluso en el totalitarismo, y que esta elección tiene consecuencias políticas, incluso cuando el selector es políticamente impotente. Ya de paso, os dejo con su otro exceñente libro Los orígenes del Totalitarismo:
El perfil del agresor homófobo es el de una persona, humana, de lo más normal.
Siete agresiones en Madrid desde que empezó 2016. En todos los noticiarios, todos los periódicos, todas las páginas de información general y, por supuesto, todas las destinadas a personas lesbianas, gais, bisexuales y transexuales se ha denunciado la ola de ataques que venimos sufriendo desde que empezó el año. Con más agresividad, más frecuencia y más visibilidad que nunca, la violencia contra nosotras y nosotros se ha colocado, por fin, en el punto de mira de la ciudadanía, inaugurando -espero- un nuevo tiempo en el trabajo activista.
Ha sido constante, desde que vienen denunciándose estas agresiones, el interés por conocer la identidad y características personales de sus culpables. Quiénes y cómo son los agresores parecen ser dos temas relevantes a la hora de afrontar la problemática de las agresiones motivadas por la homofobia -y bifobia y transfobia-. Me preocupa que esta curiosidad nazca no con la intención de entender mejor los motivos que llevan a una persona a cometer un hecho violento, sino con la intención de exorcizar la posible responsabilidad personal de cualquiera de nosotros y nosotras haciendo caer sobre unos determinados rasgos de personalidad toda la culpa de esta forma de violencia.
Algunas entidades han señalado que son grupos organizados, emparentados con las ideas de extrema derecha, los que más habitualmente cometen estas y otras muchas agresiones contra cualquier persona que se aparte de lo normativo. Incluso alguna pseudoasociación ha llegado a culpabilizar a grupos de inmigrantes, cosa ésta que, por ser escandalosamente ridícula, racista y xenófoba, es mejor no comentar.
El problema de fondo es que la homofobia -y la bifobia y la transfobia- no son ni mucho menos patrimonio exclusivo de los simpatizantes de la ultraderecha. Sucede que, si bien es la intolerancia un rasgo constitutivo del discurso ultra, no es es en cambio un rasgo distintivo, pues es posible encontrar el odio a la Diversidad Sexual y de Género en cualquier persona, indepentiendemente de su ideología, etnia, origen nacional, religión, estatus de clase, capacidad, sexo e, incluso, orientación sexual e identidad de género. Pero, ya que son esos grupos de ultraderecha los que habitualmente identificamos como violentos e intolerantes, es más fácil para el resto pensar que son siempre ellos los culpables. Aprovechar que son y se comportan como demonios para demonizarlos aún más, y quedar nosotros totalmente exculpados, tranquilos en nuestra segura tolerancia. La gente normal no es homófoba, bífoba ni tránsfoba. La gente normal no odia la Diversidad. El odio es de los otros, también.
Cuando a Miguel Lorente, delegado del gobierno de Zapatero contra la Violencia de Género, le preguntaron por los rasgos fundamentales de los maltratadores de mujeres ofreció tres únicas características: “hombre, varón, de sexo masculino”. Quienes matan a las mujeres no son locos, extranjeros, de clase baja, o de otras etnias: son simplemente varones. En nuestro caso es urgente decir lo mismo: las agresiones contra las lesbianas, gais, bisexuales y transexuales no sólo sólo locos, extranjeros, ultras, etc. El perfil del agresor homófobo es el de una persona, humana, de lo más normal.
El discurso de la intolerancia, de la homofobia -y bifobia y transfobia- nos involucra a todos y todas, porque cualquiera es susceptible de ser tanto víctima como agresor. Y aunque hayamos sido educados en la cultura de la homofobia, tampoco es este entorno irrespirable en que vivimos el último responsable, porque convertirse en agresor no es un mandato cultural insuperable: comenzar una agresión es algo que se decide, aun a un nivel mínimo de consciencia. Y es en ese plano donde debemos dar nuestra gran batalla: concienciar a toda la humanidad de que la homofobia es un problema de todos y sólo lograremos erradicarla si trabajamos juntos.
General, Homofobia/ Transfobia.
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