“Virginidad y alumbramiento: la sexualidad, transformada”, por Juan Masiá Clavel
De su blog Vivir y pensar en la frontera:
Cuando confesamos en el Credo que “Jesucristo nació de la Virgen María por obra y gracia del Espíritu Santo”, la incredulidad escéptica se sonríe y nos tacha de ignorar la fisiología.
Cuando explicamos la virginidad como receptividad para la gracia y creatividad de la criatura agraciada,o la procreación como cooperación con el Espíritu Creador que nos creó como criaturas creadoras , la credulidad fundamentalista se escandaliza y nos acusa de negar la virginidad o contaminar la cristología con la sexualidad. No entienden la sexualidad navidalmente transformada.
A quienes entienden la virginidad literalmente en sentido biológico, les parece incompatible con la maternidad y paternidad.
A quienes entienden la sexualidad como algo contaminante y contaminador, les parece inapropiada para la relación de María y José y para la de ambos con Jesús.
Por eso el antiguo catecismo de Ripalda se creía obligado a decir que Jesús “salió del seno de su madre como un rayo de sol atraviesa un cristal sin romperlo ni mancharlo”.
Hay que superar estos dos malentendidos: el de la incredulidad, que no reconoce el sentido simbólico de la virginidad; y el de la credulidad fundamentalista, que entiende virginidad y sexualidad maniqueamente como dos polos opuestos de bien y mal. Para superarlos hay que entender bien el mensaje del Génesis sobre la creación por el Espíritu Creador de criaturas con vocación y misión de ser co-creadoras y cuidadoras de la vida.
Leemos en el Génesis que Dios encargó a los humanos “crecer, llenar la tierra y cultivarla” ( Gen 1, 22; 1, 28). Crecer, pero cuidando el crecimiento. Multiplicarse, pero cuidando la población. Transformar lo natural, pero sin destruirlo. Les encargó colaborar a la creación, ser creadores y cuidadores de lo creado, cuidarse mutuamente y cuidar el jardín de la casa común (como recuerda el Papa Francisco en Laudato si).
Creced, dice el Espíritu Creador, creced y cuidad, creced y cuidaos; ayudaos a crecer mutuamente, haciendo los cónyuges de dos personas una.
Vio Dios que lo creado es bueno. La sexualidad es buena, cuidadla y cuidad a la persona. El criterio al manipular téccnicamente la sexualidad (desde la contracepción a la procreación médicamente asistida, etc) será que utilicéis la técnica al servicio de la salud y de la relación personal respetada. Cuidad y cuidaos.
Multiplicaos y cuidad el crecimiento; por tanto, regulad la natalidad: ni escasa, ni exagerada; cultivad la tierra, usando la técnica para favorecer la creación, en vez de destruirla.
Con esta teología de la creación, con este “eco-evangelio”, se puede hablar de la compatibilidad de virginidad y alumbramiento, así como se puede hablar también de la compatibilidad de los diversos métodos de regulación de la natalidad con la procreación responsable.
Las palabras claves de esta teología son “procreación y co-creación”, porque el Espíritu Creador nos creó como criaturas creadoras.
Por eso se puede decir que cuando cultivamos la tierra y usamos responsablemente la tecnología estamos procreando o co-creando.
También cuando estamos fomentando la unión en paz, igualdad y concordia de todos los vivientes, sin exclusión, estamos procreando.
Y la pareja que se inter-penetra íntimamente para fomentar su unión y crecimiento personal, está procreando, no solo cuando engendra una criatura, sino cuando se unen para construir esa realidad de una persona en dos personas; aspiran a lo largo de la vida a hacer que sea indisoluble el matrimonio (que no lo sería tan solo por bendición litúrgica o determinación canónica el día de la boda; la indisolubilidad, como se decía en el Sínodo, es don y tarea a realizar…).
En ese sentido también la unión de la pareja no heterosexual puede estar abierta a la vida, al darse vida mutuamente y ayudarse a crecer mutuamente y hacer de dos personas una.
Todo esto es co-creación, pro-creación o cooperación con la acción del Espíritu que nos creó como criaturas co-creadoras.(Y por eso inseparables la bioética, la ecoética y la ética de la justicia, como insiste Laudato si).
A quienes hacen una lectura fundamentalista de la Biblia les escandaliza que expliquemos la Anunciación a María y el sueño de José como narraciones mito-poéticas, quizás porque piensan o temen que las reduzcamos a mera ficción literaria. Pero en estas narraciones, que no son ni hechos científicos de laboratorio ni ficciones imaginativas, se desvelan realidades profundas, como también en muchos sueños que desvelan nuestra conciencia profunda, difícilmente expresable.
Cuando Mateo cuenta en forma de narración onírica el anuncio de que nacerá el Salvador, –la pesadilla de José, a quien se le dice en sueños una verdad profunda-, cita una frase conocida de Isaías: “Mirad, una joven está encinta, dará a luz un hijo, cuyo nombre apropiado será Emanuel, que significa Dios con nosotros”(Is 7, 14). La interpretación de esa frase como “la virgen está encinta” (en vez de decir “una joven está encinta”), al juntarse con la interpretación del concebir “por obra del Espíritu Creador” como si fuese incompatible con “intervención de varón o mujer, sin relación sexual”, han servido a lo largo de los años para reforzar la lectura fundamentalista.
Cuando Lucas cuenta en forma de aparición angélica –no exenta de elementos relacionables con lo onírico y mitopoético del sueño de José- el descubrimiento por María de que no basta la relación con la otra persona para el alumbramiento de una vida, sino que hace falta “que la cubra el poder del Espíritu Creador”, está abriendo los ojos de la conciencia profunda a la realidad de que engendrar no es fabricar, sino procrear.
Han de penetrarse mutuamente los progenitores; pero, además, han de dejarse penetrar ambos por el poder del Espíritu Creador que los convierte en procreadores.
Dejarse penetrar por el Espíritu Creador es ser receptivo y virginal, dejarse hacer criatura creadora; hay que ser muy “virginal” para poder procrear. Y, a la inversa, no se pierde la virginidad al unirse, sino se realiza como creatividad. Por eso son compatibles virginidad y alumbramiento.
Virginidad significa dejarse agraciar, receptividad total para dejarse fecundar por el Espíritu de Vida, por el Espíritu Creador que nos convierte en co-creadores y hace a la criatura creativa.
Otro cantar será que, dado lo ambiguo y paradójico de la sexualidad del animal vulnerable, la unión sexual conlleve la doble posibilidad de unir a las personas o distanciarlas, de ayudarlas a crecer o impedir el crecimiento, de ser constructiva o destructiva, de ser éxtasis o violación, de ser o no ser virginal en el sentido receptivo y creativo de la palabra. Pero ese es otro tema, el de la sexualidad ambigua del animal vulnerable…que hay que dejar para otro capítulo.
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