“¿Qué hemos ganado (y qué hemos perdido) las personas LGTB en estas elecciones?”, por Ramón Martínez
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La cuestión ahora no será ya qué textos legales de promoción de nuestros derechos se aprueban, sino exactamente qué incluyen y qué no incorporan esos textos.
Antes de que Esperanza Aguirre consiga convencer a Rajoy para ofrecerle la Presidencia del Gobierno a la flamenca del WhatsApp conviene detener un momento la euforia que ningún votante puede justificar, ya que ningún partido ha alcanzado los objetivos que deseaba, para considerar qué ganamos y qué perdemos lesbianas, gais, bisexuales y transexuales con los resultados de las elecciones de este 20 de diciembre.
Pocas horas después del cierre de los colegios electorales sabemos ya casi con absoluta certeza que el Partido Popular vuelve a ganar con 123 escaños, seguido del PSOE con 90, Podemos con 69 –a partir de sus 42 directos y de los obtenidos gracias a coaliciones-, Ciudadanos con 40, e Izquierda Unida con 2. Si obviamos el resto de escaños y recuperamos los compromisos de cada organización en materia de Diversidad Sexual y de Género que publicó FELGTB al comienzo de la campaña nos será posible vaticinar qué avances en derechos serán posibles en España.
Hemos de felicitarnos porque serán defendidas tanto una Ley LGTB como una Ley Trans, un Pacto por la Educación y un Pacto de Estado contra el VIH-SIDA, ya que la suma de PSOE, Podemos, Ciudadanos e IU forman un total de 201 escaños contra los que el Partido Popular no cuenta con capacidad de veto.
No obstante, como venimos señalando desde el activismo, la cuestión ahora no será ya qué textos legales de promoción de nuestros derechos se aprueban, sino exactamente qué incluyen y qué no incorporan esos textos.
Así, la Ley Integral de Transexualidad no atenderá a personas migrantes, pues ni PP ni Ciudadanos ofrecen esta medida en sus programas, como tampoco incluyen la figura de un Observatorio dentro de su modelo de Ley LGTB, en la que tampoco aparecerá la prohibición de las “terapias de conversión”, que sólo recogía Izquierda Unida, o la inversión de la carga de la prueba en las penas administrativas, a la que únicamente se comprometía el PSOE.
El Pacto por la Educación también tendrá notables carencias, pues ni Ciudadanos ni PP se plantean prevenir el acoso y la violencia LGTBófobas, ni Podemos ni PP incorporarán a su plan de educación una asignatura como la desaparecida Educación para la Ciudadanía, ni la formación y sensibilización del personal docente. Más difícil aún será precisar el contenido del Pacto contra el VIH, pues el compromiso de Ciudadanos es dudoso en algunos puntos y sólo es posible asegurar que dicho pacto tendrá lugar, no qué contenidos nos ofrecerá.
En resumen es posible confirmar que, salvo sorpresas, nos espera una legislatura llena de avances en materia LGTB, si bien con medidas de poco calado, pues los necesarios pactos para sacar adelante las distintas leyes provocarán que sus contenidos sean fundamentales y no de la profundidad necesaria para producir verdaderos cambios sociales. Cabe además preguntarnos, teniendo en cuenta que lesbianas, gais, bisexuales y transexuales formamos un 10% de la población, si entre los 350 escaños del Parlamento será posible encontrar al menos 35 diputados y diputadas no heterosexuales que legitimen las normas emanadas de la cámara baja con una representación proporcional de nuestra minoría.
Y es también preciso recordar dos cuestiones de importancia: la suma de Partido Popular y Ciudadanos posibilitará la modificación de la Ley de Violencia de Género y, con el ocasional beneplácito de Podemos, la aprobación de la regulación de la prostitución y de los vientres de alquiler.
No hemos de cansarnos de repetir que estas propuestas atroces se oponen radicalmente a los derechos de las mujeres, aun desde una perspectiva engañosamente liberal, y, como es sabido o debiera serlo ya, la protección de la libertad e igualdad de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales suele ir aparejada, precisamente, a la defensa de los derechos de las mujeres. Malo será nuestro futuro si el futuro de las mujeres empieza a oscurecerse.
En segundo lugar, no podemos engañarnos: la legislatura que ahora da comienzo tiene las horas contadas. Será realmente difícil investir un Presidente del Gobierno y no sería extraño, teniendo en cuenta los complicadísimos pactos postelectorales que permiten estos resultados, que fuera necesario repetir en breve las elecciones.
En todo caso, mientras los partidos deshojan las margaritas de los apoyos y abstenciones, recordemos que, con el arco parlamentario tal como nos lo han dejado estos comicios, lesbianas, gais, bisexuales y transexuales ganamos avances sutiles, casi sólo aparentes, en la defensa de nuestros derechos, y perdemos la oportunidad de defenderlos realmente. Quizá la próxima vez sea posible votar con mayor conciencia.
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