Allâhu Akbar
Algunos terroristas de la noche negra de Paris (13.11.15) han matado y han muerto gritando Allâ-hu Akbar, Allah es el Más Grande, profanando así el Nombre Santo de Dios y la hermandad de los hombres, sus creaturas.
Sin duda, éste es un grito de guerra y victoria sagrada, que los voluntarios del Islam han cantado al entrar el combate, un grito de lucha que puede ser violentísima, contra los “adversarios de lo divino”. Por eso es normal que muchos de los no musulmanes sintamos miedo al escucharlo.
Pero es, ante todo, un grito de intenso sometimiento religioso, como indica la reflexión que sigue, escrita por Abdelmumin Aya, y publicada en nuestro Diccionario de las tres religiones, donde aparecen también otros muchos temas y cantos de experiencia musulmana. No es es un grito contra nadie, sino a favor de Dios; no es un grito de violencia homicida, sino de reconocimiento del misterio; no es un grito de matanza de los enemigos, sino de fraternidad de todos los hombres ante el Misterio.
Este es también un principio filosófico supremo: Allah es el más grande, no hay nada más grande que Allah… Sobre este principio razonó y escribió una de las obras más impresionantes de filosofía y teología cristiana san Anselmo de Aosta y Canterbury, trazando desde aquí un camino monacal, racional y místico (pacífico en sentido radical) de apertura y presencia de un misterio que conocemos al no conocerlo. Por eso pido a los musulmanes que piensen, como hizo Anselmo, como han hecho miles de pensadores judíos, cristianos y musulmanes… que piensen junto al servicio de la vida de Dios, el Más Grande.
— Dejemos, pues a los musulmanes que griten y recen diciendo Allâhu-Akbar, pero no para matar en París o Damasco, ni para crear un Estado Asesino, en nombre de un falso Allah, sino para reconocer en todas partes el misterio divino, Lo Más Grande, dando la mano a los hermanos, que quieren decir lo mismo, de un modo o de otros, pues hay varios modos de decirlo (como son infinitos, más de 99 los nombres de Dios…
— Dejemos a los cristianos o postcristianos de Occidente que digan Grande es Dios o Grande la Razón y la Democracia, pero que no utilicen un tipo de razón para dominar sobre el mundo, sino para abrir caminos de igualdad, libertad y fraternidad entre todos los hombres.
Quitemos esta palabra Allâh es Grande a los mal llamados guerreros del llamado Estado Islámico, quitémosela a todos los violentos homicidas de guante blanco o de negra bomba, para que todos podamos decir ¡ciertamente, Dios es Grande, Grande y Sagrada es la vida de cada uno de los hombres de la tierra, en justicia, en fraternidad, en libertad!
Digamos eso, empecemos ya, en Paris y la Meca, cambiando lo que haya que cambiar, estados sagrados, sagrados capitales… para que quede al fin la humanidad de los hijos/servidores/amigos de Dios, es decir, de todos los seres humanos.
Recemos de esa forma, con esa misma confesión de fe, también nosotros, los cristianos (porque esta palabra:¡Dios, el Más Grande! es también cristiana y musulmana). Pero pidamos ya a los musulmanes que no la profanen matando a cristianos o infieles de París… ¡Que no destruyan el Islam, por favor! Y pidamos a cristianos y judíos que digan, digamos también, Dios es Grande en Misericordia: Dios clemente y misericordioso, lento a la ira, rico en piedad y fidelidad, es decir, en verdad (Ex 34, 6-7)
Allah es el más grande, yo también quiero decirlo, Yahvé es el Dios supremo… El Padre de Nuestro Señor Jesucristo es el más grandes… Son tres confesiones convergentes, con una sola fe verdadera, al servicio del Shalom/Shalam, de la Paz de Yahvé, que es paz de Jesucristo.
¿Por qué no nos damos la mano, y proclamamos en alto esta confesión, para que no la profanen los asesinos de Paria, matando no sólo a otros, y matándose a sí mismo, sino ensuciando el Nombre de Dios y destruyendo así su humanidad?.
Allâhu Akbar… Que no nos quiten, que no profanen esta palabra… para que la podamos decir dándonos la mano, pensando como hacían y hacen los grandes pensadores de la paz, judíos, cristianos, musulmanes… ¡Que no nos quiten esta Palabra, por favor!.
Todo lo que sigue es de mi amigo A. Aya, en nuestro diccionario.
1. Allâhu Akbar no es sólo un grito de guerra
Lo que en árabe se llama el takbîr, es decir, el hecho de decir Allâhu Akbar, se ha hecho célebre como grito de combate de los musulmanes y sin embargo su significado es mucho más amplio. Significa, literalmente, “Dios es más grande”. Más grande que todo enemigo, más grande que toda dificultad, más grande que toda exhibición de belleza o majestad. Porque Allâhu Akbar también es un grito de alegría o de complacencia. Tras un bello discurso, por ejemplo, los musulmanes gritarán ¡Allâhu Akbar!
Pero más allá de la realidad de lo hostil o lo impresionante del mundo en el que el musulmán se encuentra, el takbîr servirá al creyente en su intuición de Dios mismo: “Dios es más grande” que todo aquello que el creyente pueda imaginar como “Dios”. No es sólo un desafío a los que tratan de destruir el islam y a los musulmanes; es también un reto en el interior de cada musulmán y cada musulmana, que no debe conformarse con ninguna idea de Dios. Toda idea de Dios es un ídolo. Los musulmanes se adiestran en intuir que Él es siempre más grande que todo lo que se pueda pensar, medir, imaginar, o soñar. No hay concepto, definición, imagen o descripción en la que quepa Dios. Es la versión islámica del “¡Oh, Dios! líbrame de Dios” de Eckhart o “Si encuentras al Buda, mátalo” del Mumonkan.
2. Sólo si Dios no tiene límites, el creyente puede crecer en su intuición de Dios
“Dios es más grande” que la realidad entera. Y es más grande cada vez ante el ser humano que así lo cree; crece constantemente ante el musulmán, y el musulmán se amplia, ensancha su corazón, agiganta sus horizontes intuyendo la inmensidad de aquello ante lo que se somete. Por eso el musulmán detesta al ídolo: porque, al no ser capaz de crecer, no le hace crecer. El ídolo empobrece al idólatra y acaba haciendo de él alguien que se cree propietario de lo sagrado.
3. En el adzân, en la salât, en el dzikr…
Cuando el almuecín desde su alminar llama a la azalá (lo que se llama “dar el adzân”) comienza diciendo cuatro veces Allâhu Akbar. En un país de mayoría islámica se oirá diariamente al almuecín gritar Allâhu Akbar treinta veces. “Dios es más grande” es una certeza que penetra hasta lo hondo de la vida personal y social del musulmán. Desde que el creyente escucha al almuecín su primer Allâhu Akbar comienza a estar en la predisposición de la azalá, el momento en que se verificará esa intuición proclamada desde los alminares de que la realidad de Dios lo desborda todo.
Cuando la llamada a la azalá acaba, el creyente comienza –solo o acompañado– su salât, su rito de adoración de Dios, y lo inicia con un Allâhu Akbar. Esta fórmula, que hemos dicho que se llama el takbîr introduce al musulmán en el terreno vedado (harâm) de lo sagrado, le asoma a lo insondable, con todo lo que esta experiencia tiene de liberador de nuestras cotidianas ataduras. Más tarde, o en cualquier otro momento en que el musulmán acostumbre la práctica del dzikr o recuerdo de Dios, de nuevo el takbîr será una de esas formas de rememoranza de su Señor.
4. La protección de Allâhu Akbar
Con el escudo de Allâhu Akbar los musulmanes afrontan el mundo y derrotan sus ídolos. Allâhu Akbar es la clave de la victoria de los musulmanes y el consuelo de su derrota. Con “Dios es más grande” como talismán, el musulmán sabe que no puede ser permanentemente confundido ni esclavizado por nada ni por nadie.
Abdelmumin Aya.
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