“Respondiendo a Munilla, obispo de San Sebastián”, por Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara
Leído en la página web de Redes Cristianas
En Religión Digital aparece hoy un artículo con este título: Munilla: “Es imposible que los divorciados vueltos a casar puedan comulgar”, y con este sobre título, “Nosotros quiénes somos para rectificar la Palabra de Jesucristo”. Como quiero ser fiel a las palabras del obispo, y solo al final exponer brevemente mi opinión, organizaré hoy mi artículo de otra manera. Irán varios párrafos seguidos de monseñor Munilla, siempre en cursiva, y entre comillas. A veces introduzco una introducción para acortar las citas. Después yo colocaré mi breve comentario en escritura normal.
Monseñor Munilla:
“Algunos pensaban que iba a venir el Sínodo e iba a decir que los divorciados vueltos a casar pueden comulgar. Eso no ha sido y es imposible porque es contradecir la fe de la Iglesia. Si para comulgar hay que estar en gracia de Dios y el divorcio y las nuevas nupcias es adulterio, ¿nosotros quienes somos para rectificar la palabra de Jesucristo?. Es imposible que el Sínodo pudiera decirlo y que el Papa pueda decirlo porque no tenemos autoridad sobre la palabra de Dios”.
“en todo el documento ni se menta el tema de la comunión a los divorciados” sino que se habla del acompañamiento de los sacerdotes a estas personas para que estén más integradas en las comunidades cristianas “evitando toda ocasión de escándalo”.
El único caso en que se podría permitir la comunión a los divorciados y vueltos a casar sería aquel en que se constata “que es humanamente imposible” que los cónyuges separados vuelvan a juntarse” y siempre que estos “asuman el compromiso de vivir en continencia absteniéndose de los actos propios de los esposos”.
Y sobre los homosexuales, “”La Iglesia sabe que tienen dentro una cruz”, señala Munilla. Además, pide que “por favor no se compare una unión homosexual con una unión entre hombre y mujer” y pone de relieve la denuncia que hace el Sínodo a las “presiones de organismos internacionales que condicionan ayudas financieras a la inclusión en las leyes del matrimonio entre personas del mismo sexo”.
Y por fin un último párrafo que deja bien clara la mentalidad de Munilla: “Si usted está a favor de la anticoncepción, ha asumido la ideología de género, el homosexualismo, usted no va a conjugar la verdad moral con la caridad, sino que va a manipular la misericordia y la caridad para negar la verdad moral”
Ante estas afirmaciones dogmáticas y apodícticas, que no por ser hechas por un obispo son “ipso facto” verdaderas, sino en el caso presente, auténticamente embarazosas, complicadas, y, en mi opinión, escandalosas, me limito a recordar unos puntos esenciales que he tocado varias veces en este blog:
No es verdad que Jesucristo opinara algo sobre la comunión en pecado mortal, o no. Este concepto, el de pecado mortal que excluye de la comunión, no aparece ni una vez en el Evangelio, y era difícil que Jesús, que era judío, y estaba acostumbrado a celebrar la Pascua como una liberación, pensara que el pecado, el que fuese, debería impedir la recepción de la comunión. De hecho, según el Evangelio dio de “comulgar” a Judas, el Iscariote. Habría que decir a monseñor Munilla que no intente ser más “cristiano que Cristo”.
Como he repetido decenas de veces, Jesús no nos dejó la Eucaristía como una especie de don para los “buenos”, o como un privilegio, sino como un mandato: tomad, comed, bebed, haced. Todas las palabra en imperativo. De hecho, Santo Tomás de Aquino enseña que la Eucaristía es una de las maneras más preclaras de perdonar el pecado, también el mortal. En tiempo de Jesús no existía la confesión auricular, ni había ese rígido control que después impusieron algunos moralistas en la Iglesia. La pregunta se la devolvemos al obispo: ¿Cómo se atreven algunos en la Iglesia a corregir la plana meridianamente clara que nos legó el Señor?
Mandar asistir a la Eucaristía como precepto de la Iglesia, todos los domingos y fiestas de guardar, y negar la comunión, es, con toda evidencia, desconocer las esencia y el centro de la misma, pues el Señor nos la dejó como un banquete, en el contexto de una cena, que hasta puedo ser la Cena Pascual. Obligar a asistir a un banquete y prohibir comer en él no solo es una tortura kafkiana, sino una aberración.
Ni el obispo Munilla, ni ningún obispo o grupo de obispos tiene competencia para arrogarse autoridad moral para definir, o marcar, o describirla, por encima de la conciencia de cada individuo. ¿Con qué autoridad afirma el señor obispo de San Sebastián, –¿qué habrá hecho esta bella ciudad, Señor?-, que los que aceptan la anticoncepción, asumen la ideología de género, o el homosexualismo, niegan la verdad moral, y manipulan la misericordia y la caridad? (Esto último parece un obús en la línea de flotación de las ideas de Francisco. Pero, gracias a Dios, no hay ningún peligro de que la inmensa mayoría de los fieles de la Iglesia siga al obispo donostiarra antes que al sabio papa argentino).
Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara
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