Que pueda ver.
en la vega del Jordán;
todo luz, todo verdor,
todo rumores de aguas,
todo un regalo de Dios.
de oscura y seca pupila,
sin poder captar el vuelo
de aquella luz tamizada
de un limpio sol mañanero!
Si una vez dijo un poeta
que no hay en el mundo nada,
tan inhumano y cruel,
como ser ciego en Granada,
habrá que añadir también
que ser ciego en Jericó
es ser ciego en un Edén.
¡Pobre ciego Bartimeo,
pidiendo junto al camino,
limosna a los pasajeros!
¡Qué suerte aquella mañana,
cuando al pasar el Señor,
algo se encendió en tu alma
para poderle gritar:
Jesús, quiero ver el sol,
y, sobre todo, tu cara!
ya no te importaba ver
la luz y el correr del agua,
sólo gritabas muy fuerte:
¡Jesús, hijo de David,
que pueda yo ver tu cara!
y oiste que te llamaba,
allí tu manto voló
sobre el polvo del camino,
para así correr mejor.
de oscura y seca pupila,
y pudiste ver el rostro
del que es la Luz que ilumina
al hombre que al mundo llega.
Y te lanzaste al camino…
¡Camino que guía y lleva!
José Luis Martínez SM
El ciego Bartimeo (Mc 10. 46-52)
***
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
– “Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.”
Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más:
“Hijo de David, ten compasión de mí.”
Jesús se detuvo y dijo:
– “Llamadlo.”
Llamaron al ciego, diciéndole:
– “Ánimo, levántate, que te llama.”
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo:
– “¿Qué quieres que haga por ti?”
El ciego le contestó:
“Maestro, que pueda ver.”
Jesús le dijo:
– “Anda, tu fe te ha curado.”
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
*
Marcos 10, 46-52
***
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