Dom 11.10.15. “Y mirándole le amó”. De hombre a hombre
Dom 28. Mc 10, 17-22. Fue el año 1990, en la Cátedra Domingo de Soto, en el edificio histórico de la Universidad de Salamanca (Aula Unamuno, junto a la de Fray Luis de León). Ofrecí una lectura contextual de Mc 10, con el hombre que buscó a Jesús para “heredar la vida eterna”, y con la respuesta de Jesús que “mirándole le amó y le dijo: Vende lo que tienes, dáselo a los pobres… y luego ven y sígueme” (es decir, el texto de este domingo 28 de la liturgia).
Presenté ese texto como una declaración de amor, o así lo sintieron al menos algunos de los presentes, entre ellos el sacerdote de un pueblo de Castilla y un joven artista, que me llamaron y vinieron a mi casa el día siguiente, para precisar el sentido y alcance de aquellas palabras del evangelio: “y mirándole le amó”, en el sentido fuerte del término (con agapaô).
Pasamos la tarde en torno a un café, hablando ellos sobre el (su) amor, yo sobre el texto de Marcos. Era evidente que se querían y que su tendencia afectiva iba en línea homoerótica. No convivían, pero se miraban y veían. Querían ser cristianos y lo eran, siendo uno además un buen sacerdote.
Ni ellos entraron en los detalles de sus manifestaciones de amor, ni yo se lo pregunté. Eran adultos y consecuentes con el evangelio y con la Iglesia. Simplemente les fui explicando el entorno del pasaje, pues querían ser fieles a Jesús: servicio a los pobres, cuidado exquisito por los niños, fidelidad, un ancho campo de evangelio…, sin convertirse inútilmente en “piedra de escándalo” para los demás.
Así se fueron, comprometidos a ser mejores cristianos, según el evangelio, queriéndose más entre sí. Tristemente, ambos han muerto (¡han pasado 25 años desde aquello!), pero su presencia y conversación, su fidelidad humana… y su manera de entender a Marcos me emocionó y me sigue alumbrando todavía.
Antes yo no había caído en la cuenta de lo que decía el texto, me deslizaga por la superficie sin fijarme, aunque en la conferencia debí decir cosas para que ellos lo entendieran como lo hicieron. Desde entonces he comprendido algo mejor el tema.
Ahora (año 2015) ya no voy por la Cátedra D. de Soto, de la Universidad de Salamanca, pero he escrito dos comentarios extensos de Marcos (uno en Clíe, otro en Verbo Divino), y en ambos me detengo sobe el tema, y así podrá leerlo en su versión académica quien quiere.
En esta postal no tomo ni un texto ni el otro, sino una parte transcrita de aquella conferencia, hace 25 años, un texto que me remitió el Prof. Corzo ,y que aún conservo en mi PC, con el título: “Y mirándole le amó”.
He pensado que este recuerdo y comentario podrá ofrecer compañía a mis amigos nuevos virtuales, en este fin de semana de Sínodo de la Familia. Un saludo a todos.
Mc 10, 17-22
Yendo Jesús de camino, corriendo vino uno y se le inclinó, y le pidió diciendo: – Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo:
– Lee la Escritura ¿sabes lo que dice?…: No matarás, no adulterarás, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tus padres. Vete y cúmplelo. Él replicó: – Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud.(Tras esto sigue un texto asombroso, que a mí me resultaría difícil transcribir; no suelo hacerlo así, no me sale, no es mi lenguaje, amor de hombre a hombe).
Y Jesús mirándole le amó, y le dijo: – Una cosa te falta: vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, tendrás un tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.
Pero él, entristecido por esta palabra, suspirando profundamente se fue. Era muy rico (10, 17-22).
Éste es un texto sorprendente.
Aquí tenemos un hombre perfecto, alguien que cumple perfectamente todo lo mandado, desde la juventud: es fiel a la ley del Antiguo Testamento, a la moral israelita. Este es un hombre ideal, un ser completo, alguien que no ha tenido problemas de conciencia, un inocente.
Ha cumplido todos los mandamientos sociales, pero viene a buscar a Jesús y le dice: Oye ¿qué puedo hacer?. Jesús le ofrece le recuerda los mandamientos de la Ley, él responde que la cumple. Entonces, Jesús, mirándole le amó.
La escena está compuesta en forma de cruce de miradas. Al traducir el texto, he dicho que a mi me cuesta emplear ese lenguaje: no es mi estilo, se me hace muy difícil hablar de un cruce de miradas que sean creadoras o descubridoras de amor, entre un hombre y otro hombre.
Ya sé, a veces se habla del flechazo inmediato, pero solemos tomarlo como figura literaria. Por eso, me pregunto ¿es posible en dos miradas sentir un amor fuerte, como el que aparece aquí, para dejarlo todo y seguir al amigo? Se trata de la mirada de Jesús, que responde al hombre rico (aquí no aparece como joven, a diferencia de lo que se dice en el evangelio de Mateo). Jesús que mira con amor y ama con la mirada a un hombre que viene a preguntarle sobre la vida.
Aquí se habla de un amor absolutamente real y fuerte, entre dos varones. Así lo dice el texto, utilizando para ello la palabra sagrada del amor en el Nuevo Testamento: ágape. Permitidme que lo lea en griego, no me lo toméis a pedantería: ho de Iesous ….êgapêsen auton: y Jesús, mirándole, le amó (10, 21). Esta es la única vez que Marcos utiliza en un sentido fuerte la palabra amor, refiriéndose a relaciones interhumanas. En las otras dos es el mismo Dios el que llama a Jesús su “querido”, en el bautismo y en la transfiguración (Mc 1, 11; 9, 7)
Jesús y el hombre rico
Dios le ha llamado “querido”. Jesús dice ahora que ama a ese hombre que viene… y lo hace sin palabras, a través de la mirada… y con la invitación siguiente: Vende todo, dáselo a los pobres, ven y sígueme.
Marcos no habla en su evangelio del amor de Jesús hacia una mujer sino de su amor hacia un hombre que ha venido para preguntarle ¿qué puedo hacer? Es le ve por dentro, le mira y le dice algo así, con su mirada:
Eres muy rico, pero no quiero tus riquezas, te quiero a ti, )por qué no dejar todo y te vienes conmigo?. Véndelo todo, no me traigas nada, no me des ninguna cosa, ven tú mismo, a tí te quiero, Ven tú conmigo y haremos el camino juntos.
Platón definía ya el amor, la amistad, como un caminar dos juntos, dos personas, hombre y mujer, dos hombres, dos mujeres, en una misma dirección, haciendo en comunión la experiencia de la vida. Pero éste hombre de Jesús tiene muchas riquezas que le impiden caminar con él, en camino de evangelio humano y divino. Las riquezas son para él más importantes que el amor. Quiere amar pero no puede, no tiene libertad para hacerlo, ha puesto otra cosa por encima del amor: sus riquezas.
El evangelio de Marcos ha venido diciendo que Jesús era especialista en amor a los niños, a quienes acogía en la calle, a quienes quería ofrecer amor respetuoso, profundo, creador… Ahora, aquí, Jesús aparece como especialista en amor a un hombre maduro.
Jesús es un gran especialista en amor y, sin embargo, aparece como amante fracasado, pues el amigo se le va: prefiere entristecido las riquezas. Es hermosísimo que el Evangelio le presente así, como fracasado, alguien que ha dicho al amigo te quiero ven conmigo, para descubrir que el otro se le marcha.
En el judaísmo de aquel tiempo (y en el cristianismo del nuestro) da la impresión de que la riqueza está por encima del amor. Por eso se dice: primero asegura la riqueza y luego podrás amar. Pues bien, Jesús dice lo contrario: ¿eres capaz de desprenderte absolutamente de todo y de poner el amor en el centro total y absoluto de la vida, confiando así que ella tiene sentido?
Me diréis que Jesús pide al hombre rico una locura, evidentemente es locura su petición: ¡vende todo!. El refrán castellano decía: contigo pan y cebolla. Desde ahí se puede interpretar nuestro pasaje. Jesús mira a este hombre con amor y le dice: Vende lo que tienes, ven y sígueme.
Sólo porque le ha mirado con amor puede pedirle que lo deje todo. Pero, bueno, ¿qué significa que Jesús mire con este amor a un hombre rico? No lo sé del todo, aunque puedo presentirlo, entendiendo el pasaje como texto abierto a los cristianos de todos los tiempos, en camino que debemos traducir, haciendo del mutuo amor experiencia de vida compartida.
Un momento central del evangelio
Algunos darían un paso más. Se ha dicho que al fondo del evangelio actual de Marcos puede haber un capítulo perdido, un Evangelio Secreto, del que quedan huellas, según dicen, en algunos Santos Padres. Ese Evangelio Secreto de Marcos hablaría de un amigo íntimo de Jesús, no en plano homosexual, pero sí en plano de intimidad profunda. Un copista posterior habría encontrado el texto un poco duro, haciéndolo desapareció del Evangelio.
Como restos de ese Evangelio Secreto, centrado en el amor misterioso de Jesús quedaría un pequeño resto en aquella preciosa escena de cuando prenden a Jesús en el huerto: alguien, un joven, se escapa desnudo dejando la sábana en manos de aquellos que le apresan (cf. Mc 14, 51). Hay una inmensa literatura sobre ese texto y sobre los posibles misterios del amor de Jesús. Personalmente, creo que ese Evangelio Secreto no ha existido, es una invención de algunos exegetas. Por otra parte, el Evangelio de San Marcos está bien como está, habla bastante de amor.
Marcos no ha tenido miedo a que alguien elabore una interpretación homosexual del amor de Jesús. Por eso ha presentado con toda fuerza la escena que hemos comentado, la del hombre rico, diciendo que Jesús, mirándole le amó. De esa forma deja la puerta abierta a un desarrollo de amor que luego encontraremos en San Juan, cuando habla de discípulo amado de Jesús.
Evidentemente, Marcos no niega el amor de Jesús hacia las mujeres, pues su evangelio transmite el más impresionante relato de cariño intersexual, cuando habla de la unción de Betania. Difícilmente se puede escribir una historia más bella que la de esta mujer desconocida que vino un día, cuando Jesús estaba comiendo, para ungirle en la cabeza con perfume y decirle, de esa forma, con perfume: Sé tú mismo, vive, camina, yo te quiero, no tengas miedo (Mc 14, 3-9).
La mujer dice su amor a Jesús con perfume, como indicándole: Te van a matar, no tengas miedo, yo estoy contigo. Cuándo todos están pensando de un modo egoísta, en cómo conseguir dinero esta mujer le habla de amor ¿Recuerdan la escena? Pónganle el fondo de una buena película del mejor neorrealismo italiano. Sigan mirando, imaginen ustedes mismos.
Están todos ocupados, en torno a Jesús, hablando de dinero, queriendo colocarse en el mejor puesto, ocupar la delantera para el reino. De pronto, en la comida que le ha ofrecido un leproso al que Jesús ha curado, un marginado, -otro tema de neorrealismo-, viene una mujer y le ofrece el mejor perfume diciendo: No tengas miedo.
Y, cuando todos critican a la mujer, Jesús la defiende, dándole gracias: Has hecho conmigo lo que tenías que hacer, me ha dicho lo que tenías que decirme. Y continúa mirando a todos los que le han seguido y no entienden aún su mensaje de amor: Ella me ha animado para morir, sabe que también yo estoy triste, y ha querido decirme ¡adelante!. Ella me ama, yo se lo agradezco.
Esa escena es preciosa, pero sólo la he querido yo evocar. La dejo al fondo y vuelvo desde ella al amor fracasado de Jesús hacia un hombre al que ha mirado. El gesto es rapidísimo, pero habla de enamoramiento. Lean ustedes sus Biblias castellanas. Algunas tienen miedo y en ver de leer como en griego y mirándole le amó dicen le tuvo cariño, le miró con ojos cariñosos.
Hemos citado el texto griego y lo hacemos de nuevo, pues afirma que Jesús, mirando al hombre que vino a buscarle, êgapêsen auton, le amó profundamente. En nuestra cultura ese tipo de amor lo entendemos menos y asía aparece como cosa de películas, como la de El cartero, donde se presente el amor de un muchacho bueno hacia un poeta que en el fondo es egoísta. En tiempo de Jesús era más común un amor “educativo” entre un adulto y un joven, con sus valores y sus limitaciones, en el mundo griego. Muchas veces ese amor era auténtico, verdadero, creativo.
En una cultura distinta, en la misma humanidad
Evidentemente, nuestra cultura ha cambiado. Es posible que en la Grecia no hubiera todavía suficiente altura humana, igualdad sexual y libertad como para establecer un amor perfecto de varón – mujer. Posiblemente sólo dos varones podían sentirse libres e iguales, en amor fuerte. Malo era que no pudiera haber amor en plenitud y libertad, en gracia personal, entre varones y mujeres. Pero eso no nos permite condenar todas sus formas de amor entre varones diciendo que eran homosexuales en el sentido negativo que muchos dan a ese término. Decir eso significa entender poco la cultura antigua… y la humanidad moderna.
Pero volvamos a nuestro pasaje. En contexto de búsqueda compartida de reino, desde la madurez de dos varones, el Evangelio se atreve a decir en forma quizá irónica (por el fracaso posterior) pero muy hermosa que Jesús amó a aquel hombre y le dijo: Ven, vente conmigo, déjalo todo y vamos juntos.
Evidentemente, se puede montar una novela sobre el pasaje. El rico podría haberle dicho a Jesús: ¿Cuánto necesitas? ¿Cuánto te hace falta para tu empresa? Tengo aquí los cheques, dime un numero. Pero Jesús le responde: No quiero nada, te quiero a ti, vamos a caminar juntos, construyendo el Reino de los cielos.
Este lenguaje nos sitúa ante la libertad absoluta y la absoluta gratuidad del amor. El hombre se va triste y así queda también triste Jesús, pronunciando las las palabras más melancólicas tristes de todo su Evangelio:
Hijos míos qué difícil es a un hombre que tiene riquezas descubrir y recibir el amor del reino; qué difícil es amar cuando se quieren las riquezas; qué difícil es amar de verdad cuando no importan los pobres (Mc 10, 23).
Jesús continúa presentado un ejemplo irónico y precioso. Entrar en el reino y amar es ya lo mismo. Por eso continúa: El amor es para un rico algo difícil, tan difícil como el que un un camello que puede entrar por el agujero pequeño de una aguja (10, 25). Está en el fondo la disputa sobre qué es más grande: el amor o el dinero.
Como de costumbre, alguien responde diciendo que parece más grande el dinero: el amor es una especie de subproducto. Pues bien, en contra de eso (en contra del rico que se va, pues no quiere el amor de Jesús), Jesús apuesta por el amor, entendido como la verdad única, la única verdad fundamental de la existencia (cf. 10, 26-27). Evidentemente, el dinero es importante, pero siempre ha de ponerse en función del amor.
Y, en este contexto, Pedro se levanta y dice: Fíjate, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Quien haya leído hasta aquí el evangelio de Marcos y lo siga hasta el fin, sabrá que Pedro y los suyos no lo han dejado todo, no le han seguido a Jsús del todo. Pero ahora Jesús hace como si le hubieran seguido, y establece a partir de esa palabra eso que pudiéramos llamar el principio de multiplicación del amor:
No hay nadie que haya dejado,
casa, hermanos, hermanas, madre o padre, hijos y campos,
por mí o por el Evangelio,
que no reciba en este mundo el ciento por uno
y en el futuro la vida eterna (cf. 10, 29-30)
Jesús promete aquí el ciento por uno en amor, dentro de este mundo. Algunos de ustedes recordarán la retórica de Mao, el Gran Camarada chino, que hablaba de las cien rosas, de la multiplicación de los valores. Pues bien, utilizando ese lenguaje, pudiéramos decir que Jesús promete aquí las cien rosas del amor.
Quien rompa un amor cerrado y egoísta podrá encontrar cien veces en amor aquello que ha dejado. El evangelio no es negación sino sublimación y multiplicación de amor. En este pasaje, la experiencia fundante del amor se expresa como casa de amor, la casa multiplicada por cien, el hogar de las cien madres, hermanos… La experiencia primera del amor son aquí hermanos y hermanas, madres e hijos… Es muy probable que la palabra hermano-hermana deba entenderse no sólo en perspectiva de amor de grupo, sino también de amor entre varón y mujer, pues en la primitiva perspectiva muchas veces, se utiliza la palabra hermano-hermana como equivalente a esposo-esposa.
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