Charamsa: “No podemos odiar a la comunidad homosexual, porque al hacerlo odiaremos nuestra propia humanidad”
“Soy un pobre sacerdote, debo pedir perdón por la discriminación a la comunidad homosexual”
El teólogo declara ser gay junto a su pareja, y denuncia la “actitud irracional, injusta, incapaz de estudiar la realidad”
“Quiero decírselo a mi Iglesia, a mi comunidad a la que amo, a la Iglesia a la que he dado mi vida, al hombre de este tiempo, debemos comenzar a dialogar”
(Diego Meza).- El muerto al frente y la gritería detrás, así resultan siempre los sucesos no esperados y provocadores, como el del sacerdote polaco Krysztof Olaf Charamsa, quien bajo el cielo brillante y desafiante de la Ciudad eterna ha declarado ser homosexual en una rueda de prensa concedida en el Restaurante Al 59.
El clérigo recordó al inicio de su intervención a Fellini: “Hay que tomar la vida y enfrentarla con todo el corazón y una sana razón, por eso estoy aquí”. No fue fácil, de hecho, se notó impulsado a varios ritmos en sus declaraciones: jovial y atento a su arribo, pensativo y ansioso al empezar su declaración, contundente al hacer sus demandas, diáfano y sereno al exponer sus inquietudes, nostálgico, mezclando pasión, miedo y ternura de principio a fin.
Para quienes buscan pescar en río revuelto, el profesor de la Gregoriana y del Ateneo manifestó desde la apertura su gran amor por la Iglesia: “Quiero decírselo a mi Iglesia, a mi comunidad a la que amo, a la Iglesia a la que he dado mi vida, al hombre de este tiempo, debemos comenzar a dialogar, ninguna familia puede ser excluida, especialmente de una comunidad que custodia en su corazón el mensaje de la salvación”
Conocedor del crucial momento que vive la Iglesia demandó dialogar con serenidad, seriedad y pausa especialmente en temas de polarización, ideologización y que suscitan todavía miedo: “Necesitamos un diálogo benévolo, no hemos dialogado lo suficiente. La Iglesia tiene que dar una palabra buena a quienes se sienten discriminados, debe optar por el bien común, no sólo por el bien de unos pocos”.
No se fue por las ramas, ni con su propia confesión, con los peligros que le sacuden ni con las mismas experiencias de otros de sus hermanos: “Se lo dedico a muchos y fantásticos sacerdotes homosexuales que no pueden o no tienen la fuerza de hacerlo, que sean felices porque son óptimos ministros, porque se han liberados de toda homofobia. Lo dedico a mi familia que amo simplemente, que no sufran la mentalidad homofóbica colectiva que deberán enfrentar”.
El Padre Charamsa, que se emocionó por momentos cuando tocó la fibra de su discurso manifestó fuertemente: “Denuncio la exasperada y paranoica homofobia de nuestro ambiente. Actitud irracional, injusta, incapaz de estudiar la realidad, matizada por el doctrinarismo que no compagina con el Evangelio. No podemos odiar a la comunidad homosexual, porque al hacerlo odiaremos nuestra propia humanidad. Denuncio el desesperado y paranoico odio de mis hermanos” y con la sinceridad de quien sabe en realidad que está sucediendo expresó: “Soy un pobre miembro de esta comunidad, un pobre sacerdote, debo pedir perdón por la discriminación a la comunidad homosexual, a la fantástica comunidad homosexual, por la estigmatización, marginalización, porque en la Iglesia no son asistidos, son excluidos. Pido misericordia a Dios por este pecado. Abran los ojos a las angustias de los homosexuales, a la decisión de amor, tengan un mínimo de respeto.
A vísperas del Sínodo esta declaración a mi modo de ver no es revolcón malintencionado, tampoco una muestra de imprudencia, sino una expresión real de lo que pasa con los buenos hijos que esperan la actuación evangélica de la Iglesia a la que aman y su retardo al confesarlo como sugiriera un periodista nacido del miedo que suscita el ambiente inspirado por la norma y el castigo.
En el manifiesto que integra varios puntos, el secretario segundo de la Comisión teológica internacional exige: Abandono de la mentalidad y lenguaje de odio, discriminación y persecución a toda la comunidad homosexual, la posibilidad de un trato civil igualitario ante el matrimonio, la revisión del Catecismo de la Iglesia Católica en los numerales que expone su posición ante la homosexualidad, la cancelación de varios documentos que consideran al homosexual incapaz de recibir las órdenes sagradas, así como la serena reflexión imparcial, interdisciplinar sobre este tema, libre de la ideologización del loby gay de la Iglesia. Revisión de los textos bíblicos evitando todo fundamentalismo, un diálogo ecuménico con los evangélicos y anglicanos y abrir los ojos para atender mejor a los creyentes homosexuales que pueden y debe ser respetados en su naturaleza y orientación como sanos, beatos y santos.
Ojalá que este canto liberador que ha resonado en Roma no reciba como respuesta: “Andá a cantarle a Gardel”. Aunque como el mismo clérigo aseveró estoy preparado para recibir la voluntad de Dios no la respuesta del Vaticano.
Aguardamos en estos tiempos de primavera eclesial, que estas personas y otras historias que interpelan y buscan liberar y redimir a la Iglesia y al mundo no terminen siendo clavadas ferozmente en un suplicio por aquellos que juraron dar la vida por bajar del madero a los crucificados. Que este canto redentor no termine crucificado. Basta a quienes buscan predicar la moral en calzoncillos.
Fuente Religión Digital
General, Historia LGTBI, Homofobia/ Transfobia., Iglesia Católica
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