Del blog de Xabier Pikaza:
Dom 25 del tiempo ordinario. Ciclo b. Mc 9, 30-37. Quizá se llamaba Ben-Barek (Hijo de la Bendición), o Ben-Anie (Hijo del Dolor), el niño al que Jesús puso en el centro de su grupo, pero este domingo le ha llamado Aylan (el Niño de la Playa de Turquía, junto a Siria).
Muy cerca de allí, en una isla del Gran Mar, llegó en otro tiempo, a otra playa, Afrodita, en una Concha Marina, como dice el mito griego, radiante de hermosura, para encender en amor la vida de los hombres. Pero la misma Afrodita se ha escondido avergonzada este domingo, porque han dejado morir al niño Aylan, a quien el mar ha devuelto en la playa.
Y la foto del niño Aylan, varado en una playa de muerte, ha sacudido nuestra conciencia satisfecha. Se ha dicho ya casi todo de esa foto, y yo pensaba estar callado, pero el evangelio de este domingo vuelve a sacudirme como el niño de la playa.
La antigua Afrodita no sabe decir nada, está llorando (como Raquel en Mt 2, 16-18). Pero ella deja hablar a Jesús habla, de la manera más fuerte y cariñosa, más dura y más íntima este día. Desde ese fondo he vuelto a leer lo que dice el texto antiguo:
“Y Jesús, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándole, les dijo: “Éste es el más grande…”.
No sabemos cómo se llamaba (Aylen, Ben-Barek, Ben-Anie, Antoñito…). No sabemos si era judío, árabe de Siria, kurdo o cristiano… Pero sabemos que era niño, y eso basta.
Un “destino perverso”, trazado con la sombra de Caín, le trajo hasta la playa, y le ha puesto ante el foco de millones de miradas… como a aquel niño al que Jesús puso en el centro de los Doce famosos, en el sagrario de su Iglesia, en el verdadero Vaticano, para decir a todos: Éste es Dios, éste soy yo, éste es el más grande (judío o cristiano, kurdo, árabe o ruso…), simplemente un niño.
El niño Aylan no debía haber muerto.
Nuestro destino violento le ha matado, no el Dios de Jesús, que quería haberle acogido, abrazado y bendecido, para ponerle en el centro del hogar de la nueva humanidad.
El Dios de Jesús, que es Dios de niños, nos sigue hablando en el evangelio de este domingo, como indicará el comentario que sigue. Buen fin de semana a todos, pero no olvidemos al niño del centro del corro de Jesús, que es el corro de la humanidad, de todos los pueblos, de todas las religiones… No olvidemos al niño de la playa.
. Un niño en el centro (Mc 9, 33-37).
Mc 9, 33 Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntó a los Doce discípulos:
¿De qué discutíais por el camino? 34 Ellos callaban, pues por el camino habían discutido sobre quién era el más grande.
35 Y sentándose llamó a los doce y les dijo: El que quiera ser el primero, hágase el último de todos y el servidor de todos. 36 Luego tomó a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: Quien reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí, sino al que me ha enviado.
Los discípulos discutían ¿De qué dicutímos nosotros?
No hablaban, iban discutiemdo. Caminemos con ellos, pues se han separado del maestro y discuten por su cuenta; piensan que Jesús no atiende, pero él oye y pregunta: ¿De qué hablabais? (9, 33-34):
— Podrían hablar de la exigencia de dejarlo todo y seguir a Jesús, superando los lazos de una sociedad egoísta para ofrecer así un espacio de vida en amor para todos (sobre todo para niños). Quieren tener seguridad y dinero, a costa de los otros (sin interesarse de ellos), dejando que los niños del mundo sigan teniendo hambre.
Jesús les acaba de decir que han de estar dispuestos a dar lo que tienen y a entregar la propia vida por el bien de los demás, incluidos sobre todo los niños. Ellos pueden contestar que Jesús es gente dura, que es sabio pero un poco intransigente en cuestiones como esas… Otros podrían añadir que en un grupo como el nuestro no hay lugar para ternuras de niños.
— Por eso, los discípulos no hablan, sino que discuten sobre quién es (o debe ser) más grande (9, 34). El tema podría personalizarse diciendo que han surgido envidias, deseos de liderazgo, disputas sobre privilegios. Suele suceder: Jesús no es dictador, no impone su dominio por la fuerza; lógicamente, su grupo tenderá a escindirse en grupitos de influjo o prestigio (como sucedía entre los israelitas antiguos,cf. Núm. 14 y 16, como sucede en nuestro tiempo, pues todos quieren mandar…
Ciertamente, pueden decir que se trata de una discusión de principios: precisamente allí donde Jesús, partiendo de su propia utopía sentimental, poco ajustada a la realidad, parece haberse inhibido (no organiza el poder) tienen que hacerlo ellos, sus discípulos: tienen que aprender a mandar en serio, a organizar la economía mundial, con realismo… Las cosas son como son, y la muerte de niños como Aylan es un simple y pequeño daño colateral.
Los discípulos no quieren entender
No tenemos derecho a criticar su sed de mando. Están siguiendo a Jesús, y eso supone que aceptan de algún modo su ideal de reino, es decir, de nueva humanidad. Pero, como humanos, deben traducirlo en cauces de poder.
— Hacen lo que han hecho y siguen haciendo las organizaciones sagradas (iglesias) de la tierra: acogen a Jesús, pero luego lo interpretan, rechazando de hecho su angelismo, su ingenuidad, su falta de contacto con los poderes reales de la tierra.
— Hacen lo que tienen que hacer los políticos del mundo... Buscar formar de organización del poder, partidos políticos, estados, para mandar mejor, para organizar el mundo por la fuerza. Leer más…
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Ciclo B, Dios, Evangelio, Jesús, Pequeños, Tiempo Ordinario
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