Del blog de Xabier Pikaza:
Dom 24, tiempo ordinario. Mc 8, 27-33. Éste es uno de los textos más difíciles de entender de la historia de Jesús y del evangelio (especialmente del de Marcos), una historia cruzada de confesión de Pedro, de mala interpretación de Jesús, y de rechazo de Jesús que quiere situarle en el buen camino. Una historia antigua, que ilumina de forma sorprendente la historia papal de nuestros días, con un Papa Francisco que quiere escuchar y cumplir la voluntad de Jesús, según el evangelio.
1. Pedro formula la buena confesión de fe, diciendo que Jesús es el Mesías, es decir, el Cristo, no un simple profeta. Lo que dice es recto, pero corre el riesgo de cerrarse en una tradición israelita muy limitada, en una postura común de la iglesia posterior, que busca el poder para triunfar (hacer que triunfe Dios). Éste es el Pedro que quiere “salvarse a sí mismo” (tomar el poder religioso) pensando que honra a Jesús.
2. Pero Jesús no acepta la “toma de poder” social y/o religioso que le propone Pedro. Por eso, le rechaza, diciendo que su postura es “diabólica”. Jesús no puede aceptar a este Pedro del poder, sino que le condena, diciendo que representa y defiende a Satán, no al Dios creador del amor, que se introduce en la vida de los hombres, estando dispuesto a fracasar con (por) ellos.
Esta “confesión” de Pedro, con el rechazo y corrección de Jesús sigue estando en la raíz de la historia cristiana, representada por papas y simples cristianos que buscan, promueven y defienden (buscamos, promovemos…) el poder social o religioso de Cristo (¡poder, no amor de servicio!). Así lo pondré de relieve en las reflexiones que siguen, divididas en dos partes: (a) la buena confesión de Pedro; (b) la mala interpretación, con la corrección de Jesús. Buen domingo.
1 Mc 8, 27-30. PEDRO, LA BUENA CONFESIÓN
27 Y salieron Jesús y sus discípulos hacia las aldeas de Cesárea de Filipo y en el camino les preguntó: ¿Quién dice la gente que soy yo? 28 Ellos le contestaron: Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que uno de los profetas. 29 El siguió preguntándoles: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Pedro le respondió: Tú eres el Cristo. 30 Y les prohibió terminantemente que hablaran a nadie acerca de él
La respuesta de la gente es parcial y bondadosa, porque otros (cf. 3, 20-35) habían afirmado que es un emisario de Satán, alguien que quiere destruir la obra de Dios en su pueblo.
1. Es Juan Bautista. Algunos opinan que Jesús es el mismo Juan Bautista, que ha revivido, como pensaba Herodes con miedo: ¡Si Jesús es Juan que ha vuelto (ha resucitado) él puede venir a destruirnos! Pero, en nuestro caso, la gente que identifica a Jesus con Juan no lo hace por miedo, sino, básicamente, de un modo positivo, en la línea de las esperanzas de Israel.
2. Es Elías. En un contexto semejante se sigue situando la visión de aquellos que le identifican con Elías o con otro profeta, conforme a una tema que habíamos destacado al comienzo del evangelio (comentando 1, 1-7). La esperanza de un profeta escatológico ha sido el «humus» o caldo de cultivo principal del movimiento mesiánico judío, según ha destacado Flavio Josefo, tanto en el libro sobre La guerra judía como en Las antigüedades de los judíos.
¿Y vosotros?Respuesta de Pedro.¡Tú eres el Cristo! (8, 29).
Quien habla así es el “Pedro histórico” (del tiempo de la vida de Jesús, cuyo recuerdo se mantiene en las comunidades), pero es también el Pedro de la Iglesia, quien, según Marcos, ha visto y confesado a Jesús como Cristo, pero no dado el paso para confesarle de verdad como Hijo de Hombre que entrega la vida por todos. Éste es el momento clave de la “confesión de Pedro”, una confesión que, como indicará, a partir de aquí, todo el evangelio de Marcos, no es la adecuada, de forma que Jesús debe rechazarla (o corregirla).
–Jesús responde pidiendo a todos que se mantengan en silencio (8, 30). Ha preguntado para escucharles. Ahora les manda que callen, pues lo que Pedro ha dicho sólo puede entenderse bien en un contexto pascual. En un primer momento, este silencio que Jesús impone a sus discípulos forma parte de su “estrategia” mesiánica: No quiere que expongan sus milagros, ni pregonen su condición mesiánica fuera de contexto, antes de que culmine su camino de entrega de la vida. Más aún, el silencio que les pide es todavía más profundo: ¡Les manda que no hablen de él a nadie! (hina mêdeni legôsin peri autou; 8, 30).
¡Tú eres el Cristo! (9, 29). Según Pedro (¡el Pedro de la primera iglesia cristiana!), que Jesús ha superado los esquemas del Bautista y de los predicadores penitenciales de su tiempo, pues él busca y promueve desde Israel, en clave mesiánica (como Cristo), la llegada del Reino, como ha venido mostrando la parte anterior del evangelio (1, 14−8, 26). Conocemos por ella lo que Jesús ha ido expandiendo en las tierras del entorno del Mar de Galilea.
− Valor. En un plano, la respuesta de Pedro es acertada, porque el mismo redactor de Marcos la ha tomado como suya, poniéndola precisamente en el título de su libro (“Evangelio de Jesús el Cristo, Hijo de Dios”: cf. 1, 1). En ese aspecto podemos afirmar que Pedro ha sido el primero en confesar el mesianismo de Jesús, hablando en nombre del resto de los seguidores, quizá en el tiempo de la vida histórica de Jesús, pero, sobre todo, en el tiempo de la Pascua. Por eso Marcos le ha presentado como “el Pedro”, en el sentido de piedra-fundamento (cf. 3, 16) de un camino/edificio que aún no ha culminado (cf. 16, 6-7).
− Ambigüedad. Pero, en otro plano Marcos sabe (y quiere decir) que esa respuesta de Pedro resulta radicalmente ambigua (y que se puede manipular satánicamente), de manera que Jesús no quiere que se utilice, a no ser cuando se entienda y asuma el sentido de su entrega mesiánica (es decir, de su muerte). Este Jesús de Marcos no se opone simplemente a Pedro, como persona, sino al proyecto mesiánico que Pedro ha representado en la primera Iglesia, un proyecto que choca con el camino de entrega de Jesús, que no reconoce ni acepta el sentido de su muerte. Para decirlo con otras palabras, este Pedro de Marcos es un “cristiano a medias”, alguien que en el fondo rechaza a Jesús, como irá mostrando el resto del evangelio.
Pedro ha llamado a Jesús “Cristo”, y al hacerlo ha querido resituar su obra en el ámbito de las promesas y esperanzas mesiánicas de Israel. De esa forma ha reconocido el poder de Jesús y le ha visto como alguien con facultades para realizar algo que los otros no pueden. Pues bien, en esa línea, Pedro dice a Jesús en este pasaje que ha llegado su hora y le pide que se ponga al servicio de un mesianismo triunfante israelita, que empiece ya su obra verdadera. Eso es lo que dijo en el tiempo de la historia de Jesús, y lo que ha seguido diciendo en la primera Iglesia. Según eso, Pedro no ha visto la “novedad” radical de Jesús (en línea de evangelio, en línea de Pablo), sino que le ha seguido encerrando en la red de un mesianismo intraisraelita.
Esta designación (nominación) de Jesús como Cristo desencadena los acontecimientos. Hasta ese momento, su proyecto se presentaba como abierto, de manera que podía interpretarse y aplicarse quizá en varias direcciones.
(a) En este momento, Pedro toma el liderazgo del grupo y quiere mover el proyecto de Jesús en la línea del mesianismo nacional, triunfante, de Israel; lo que él dice parece bueno, conforme a la esperanza de Israel y a las posibilidades de Jesús, en este contexto de su vida.
(b) Pero el verdadero Jesús tiene otro plan y, por eso, pedirá a Pedro y a su gente que se callen, que no lo diga a nadie, pues lo que podrían decir en esa línea es falso. Leer más…
Biblia, Espiritualidad
Biblia, Ciclo B, Dios, Evangelio, Jesús, Mesías, Tiempo Ordinario
Comentarios recientes